Caspar David
Friedrich (1774-1840) Vista del estudio
en Dresde (1806)
En la
cultura del presente, en donde incurrimos una y otra vez en una equívoca
cosificación reductiva, apenas si consideramos el escueto espesor de la
carpintería de una ventana.
Pero
con ello soslayamos una dimensión crucial del lugar que la ventana constituye: el lugar que se puebla con las personas que se asoman por ella. He
aquí la verdadera dimensión interior propia de la ventana: la dimensión que
ocupamos como habitantes del lugar-ventana. La dimensión que justifica la
apertura en el muro, la localización referida al horizonte y la adecuación
relativa de su amplitud. Uno puede habitar el lugar de la ventana precisamente
porque ésta avía espacio y tiempo para alojarse allí.
¿No
será que hemos desatendido el lugar de la ventana porque nuestros arquitectos
han dejado de considerarlo y acondicionarlo como sería preciso?
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