En todas las políticas del encuentro ocurre: no es que las personas actúen en el espacio, es que las personas se convierten en espacio al actuar. Ya nada es escénico, nada es necesariamente urbano; nada es accesorio ni redundante, alienante o similar; toda acción, toda conectividad humana, cada cuerpo, si está realmente conectado, literalmente llena el espacio; la acción respira y los propios cuerpos de los participantes se convierten en el principal elemento escénico, la forma del espacio y al mismo tiempo el contenido del espacio. En este sentido la política del encuentro siempre se configura como un encuentro en alguna parte, un lugar de encuentro espacial. Siempre será un rendezvous ilícito de solidaridad y vinculación humana, un topografía virtual, emocional y material en la que algo arraiga, algo irrumpe e interviene en el paralelismo, en la parálisis.
Andrew Merrifield, 2012
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