Pieter Bruegel
el Viejo (1525-1530 – 1569) Paisaje con
caída de Ícaro (1558)
Los
derroteros que sigue tanto el ejercicio profesional de la arquitectura, así
como la formación académica de los arquitectos están llevando a la propia
arquitectura a una situación crítica.
Por
una parte, el desarrollo puramente técnico de la construcción apenas si se
aplica al abaratamiento de los productos, a la rapidez en la ejecución y al más
inapropiado gigantismo que tiene más connotaciones socioeconómicas
empresariales que compromiso con los usuarios.
Por
otra, el desarrollo autónomo y autosostenido del diseño arquitectónico apenas
si se aplica a refinadas operaciones de puro ejercicio ideológico de un arte
más deudor de presuntos maestros configuradores de buenas formas que de humildes y atentos servidores sociales
comprometidos con la vida humana que allí se aloja.
Algunos —no todos—
deberemos ocuparnos y preocuparnos por los destinos de los seres humanos
habitantes, que demandan de suyo una arquitectura puesta al servicio de la
condición humana de quienes la pueblan.
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