Lesser Ury
(1861 –1931) En el lago nuevo en
Tiergarten (1920)
La
vida cotidiana merece algo más que su mero padecimiento.
Su
efectiva constitución merece ser atentamente examinada, una vez que se consiga
su plena visibilización, oponiéndose activamente a su rarificación habitual. La
vida cotidiana debe ser justipreciada en tanto constituye el tejido sustentante
de la experiencia vital en sus momentos más distraídos de sí. Merece, por tanto
y en primer lugar, una efectiva atención epistemológica.
Por
otra parte, merece también un cultivo moroso. Es que tanto como se desarrolla
un ethos trascendente que informa a las instancias cruciales de la existencia,
asimismo se extiende una conducta ética corriente, constante, una ética
ordinaria que afecta la contextura de nuestro comportamiento usual.
Y por
último —y quizá sea esto lo más importante— merece la vida cotidiana una
positiva consumación en el arte de vivir. En efecto, nos es necesario emerger
de la insignificancia y de la aridez de lo corriente, porque lo que se nos
escurre con ello es nada menos que el efectivo tiempo vivido.
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