Dibujo en el Tratado del Hombre de René Descartes'
(1596-1650)
Galeno ve el cuerpo humano
desde el punto de vista de su conducta, de su bíos. Braus, en cambio, no pasa
de verlo desde el punto de vista de su funcionamiento, concebido como la
fisiología científico-natural lo concibe. Para él, el cuerpo del hombre viene a
ser —textualmente nos lo dice— una fábrica en actividad. Los órganos descritos
en los primeros apartados de su libro serían equiparables a las salas de
trabajo de una fábrica industrial; las vías periféricas de conducción, a los
sistemas por los que en la fábrica fluyen el agua, el gas y la electricidad; el
sistema nervioso central y los órganos de los sentidos, a los departamentos
desde los que se dirige la actividad de la fábrica. Pero, así como en la
descripción del aparato locomotor es patente la unidad sistemática de los tres
puntos de vista recapitulados en su paradigma —el estructural, el funcional y
el genético— , poco o nada nos dice Braus, al describir el sistema nervioso central,
acerca de la conexión entre su función y su estructura.
Laín
Entralgo, 1988
Descartes
acuña una exitosa constitución dual para el hombre: por una parte el cogito, por otra, la máquina del cuerpo,
Esta
asunción mecanicista del cuerpo allana el camino para el detenido examen que
realiza el anatomista alemán Herman Braus del cuerpo humano entendido como una
compleja fábrica (en el sentido moderno de la expresión). En tal
‘establecimiento fabril’, cada órgano posee una forma que sólo se comprende
cumplida y completamente cuando se aprecia su función y su genética. De allí
que el anatomista entienda la unidad esencial entre la forma y la función en
una expresión que dará vuelta al mundo y a las disciplinas más diversas: la forma sigue a la función.
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