Albrecht Dürer
(1471- 1528) Némesis o la Gran Fortuna
(1502)
Los límites del cuerpo dibujan
a su escala el orden moral y significativo del mundo. Pensar el cuerpo es otra
forma de pensar el mundo y el vínculo social; un trastorno introducido en la
configuración del cuerpo es un desorden introducido en la coherencia del mundo
David
Le Breton, 1994
¿Cuál
es el sustento original de todos estos dualismos: alma/cuerpo, mente/cuerpo, cogito/cuerpo y otros análogos?
Se puede sospechar que es el cuerpo mismo, el concreto y palpitante, el vivido en primera
persona, el habitado.
En
efecto, es el cuerpo la principal estructura
estructurante (diría Bourdieu) con la cual nos proyectamos cognoscitiva,
práctica y productivamente sobre el mundo. Así como el cuerpo se imagina, así
se ordena el mundo como cosmos, del que puede saberse algo, hacerse alguna
operación y, en definitiva, producirse artefactos y sentidos.
La
primera de estas operaciones es la constitución de su propio imaginario y, por
alguna oscura pero potente razón, aparece como una oposición de dos aspectos.
Uno de ellos es perceptible, el otro es inteligible. Si uno se sabe perecedero,
otro acaso pudiera ser eterno. Si uno pesa, el otro tiende irresistiblemente a
la ascensión. Si uno aparece contorneado por una figura, el otro irradia por
sobre todo el lugar que se puebla.
Hoy
quizá estemos en condiciones de concebirnos bajo la especie de sujetos encarnados, siempre y cuando las
condiciones adecuadas para imaginar el mundo nos lo vuelvan factible, oportuno
y estéticamente relevante.
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