Pertenece a mi existencia la
ineludible, constitutiva necesidad de «estar en situación» o, más directa y
sencillamente, de «estar». Según la ontologia aristotélica, la situación
(situs, keisthai) es una categoría, una de las determinaciones con que el ente
cósmico se hace realidad concreta. En tanto que cuerpo cósmico, también el
cuerpo del hombre realiza esa forzosidad ontològica de la situación: está en
determinado lugar, en pie o sentado, etc. Pero la situación de que yo hablo
ahora no es solamente ésa; es también, y en primer término, la que engloba
todos los modos de ser —no sólo del hombre— a que da nombre el sustantivo
«estado»: estado civil, como modo de ser y estar correspondiente a la vida del
ciudadano; estado sólido, como modo de ser y estar de la materia; estado de
guerra, estado de salud o de enfermedad, estado de gracia... Cuando se trata
del hombre, todos esos estados pueden y deben ser directa o indirectamente referidos
al cuerpo, y en todos se hace patente que, para el hombre, «ser» es siempre, de
uno u otro modo, «estar»; en todo momento «yo soy estando», y —como
anteriormente apunté— a esa fórmula aludo tácitamente cuando digo en presente
de indicativo lo que en cualquier instante «es» mi existencia: la expresión «yo
pienso» dice en rigor «yo estoy pensando», «yo ando» es atribuir a un presente
cursivo la determinación temporal de lo que realmente hago al andar, que no es
sino «estar andando».
Laín
Entralgo, 1988
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