Quiringh van
Brekelenkam (1648- 1669) La sastrería
(1661)
Mientras
que para Le Corbusier la arquitectura es el
juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo el sol, hay otra
arquitectura urdida en las penumbras de las anfractuosidades propias de la
vida.
Allí
los volúmenes ceden lugar a los ámbitos, los puntos de vista se rinden a las
marchas, y la luz serpentea en torno de las cosas fatigadas por la presencia y
población humana. En las anfractuosidades todo palpita para encontrar algún
reposo sólo en los estremecimientos del sueño. Se trata de una arquitectura de
epitelios tenues, de texturas que acarician la piel, de fragancias cultivadas
morosamente, de amparos tibios, de tiempos demorados.
Toda
una nueva estética debe desarrollarse allí donde dirijamos la atención a los
pulsos de la existencia de las personas en la arquitectura
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