John William
Waterhouse (1849 –1917) Lamia (1909)
El Lugar es algo más que la vivencia de la vida cotidiana. Es el
‘momento’ en el que lo concebido, lo percibido y lo vivido adquieren una cierta
coherencia estructurada”
Andrew Merrifield,
1993
Hay que
pensar en forma particularmente honda en qué cosa mentamos cuando decimos tener lugar. Tiene lugar aquello que
ocurre en la plena efectividad del espacio y el tiempo. Lamia, así como se la
ilustra, tiene lugar en las precisas circunstancias en que aquello que piensa,
representa y vive se alían inextricablemente en una estructura. Esta estructura es, precisamente, Lamia, la que tiene lugar allí y en ese
entonces. Existimos teniendo lugar.
Y esto
significa algo sustancialmente distinto de ocupar un sitio. Significa una
aleación íntima de representación simbólica, de imaginación y de una realidad
de la que apenas Lamia puede saber y vivir.
Por
ello es que todas las Lamias que se maravillan con su propia imagen en la
superficie del agua. Porque en ese instante comprueban con el estremecimiento
de su piel que tienen lugar allí, entre las rocas y los lirios, a la sombra.
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