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Poéticas del habitar (IX) Aprendizajes


Hanna Pauli (1864 - 1940) El desayuno (1887)

Suelen decir algunos que el arte no se enseña, pero es claro que sí se aprende.
Es posible que haya que disponer, en el fondo, de un cierto talento innato para desarrollar plenamente el arte de habitar. Pero, si es que el habitar es un arte, parece forzoso aprender a habitar como tarea vital imperiosa, que potencie ciertas capacidades naturales y que haga del trayecto vital algo así como lo que en alemán se denomina Bildungsroman., o novela de formación.
¿Por qué no considerar que aprender a habitar es, eventualmente, una de las asignaturas de la carrera completa de aprender a vivir? Es que en aprendizaje de la vida no todo pasa por las grandes decisiones como el ejercicio de la vocación personal o la formación de una familia. También pasa por el cultivo y disfrute metódico de las alternativas cotidianas de la existencia, allí donde conseguimos tener efectivo lugar.
Una vez que uno repara en el hecho de que el habitar es un arte, más puede convencerse que no se trata de una simple conducta adaptativa, sino de una morosa y esforzada construcción de condiciones, una arquitectura de calidades y efectos sobre las personas. Y este aspecto no puede desdeñarse de ningún modo sensato.

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