Ludwig Mies van
der Rohe al abrigo de su intimidad, en pantuflas.
Por lo
general, la arquitectura busca y suele mostrarse en su catadura pública, sabia,
correcta y magnífica.
Pero
hay que prestar cierta atención a sus trasfondos. En cierto modo, la fachada
pública de una arquitectura apenas si es uno de sus aspectos, mientras que,
para la vida que la habita, todo lo importante sucede en su trasfondo. Al
abrigo de la intimidad, la vida palpita, se relaja y distiende a sus anchas. Ya
es hora que alguien ocupe sus talentos en el diseño minucioso y apasionado de estos
trasfondos, de los escondrijos, de los recovecos en donde tiene lugar la vida
cotidiana.
Quizá
no se obtenga de ello satinadas imágenes para publicar en las revistas
especializadas al uso, pero el cuerpo se tenderá agradecido.
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