Francisco de
Goya y Lucientes (1746 – 1828) La verdad, el tiempo y la historia (1800)
Decir de lo que es que no es, o
de lo que no es que es, es lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no
es que no es, es lo verdadero
Aristóteles.
Met., T, 7, 1011 b 26-8
Con el concepto
de verdad afrontamos un serio y complejo problema filosófico en donde es fácil
perderse en los laberintos de una reflexión que nunca termina por esclarecer
precisamente aquello que, antes del compromiso con la explicación, parecía de
suyo más que claro y distinto.
Pero lo
que los discutidores de toda la historia pudiesen haber omitido considerar,
quizá fuese intuido genialmente por el maestro Goya. A las pruebas de arte
puede uno remitirse.
La
verdad, lejos de ser pasible de una concepción aislada y abstracta, quizá
pudiese comprenderse como integrante de una estructura triádica que asocia y
confabula en un problema común a la ‘verdad’ como valor posible de una
oposición (verdad/falsedad), en concurrencia con el ‘tiempo’, resultante de la
oposición de aquello que parece permanecer y aquello que cambia; y también en
concurrencia significativa con la ‘historia’ (en su doble condición de gesta de
los hechos y relato de tales hechos)
Si se
medita sobre el contenido de la pintura alegórica, entonces es posible
acariciar la esperanza que muchas de las antinomias filosóficas (pero no todas)
pueden ser, si no conciliadas, al menos concertadas en una nueva síntesis.
Esa
nueva síntesis sólo se conseguiría con un serio y metódico trabajo filosófico
que no estoy en condiciones de afrontar. Por esto, apelo a quienes tienen
vocación, herramientas y mañas de filósofos, para que realicen el trabajo que
sólo puedo, por mi parte, arrojar aquí a título de conjetura.
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