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Notas para una filosofía del habitar (XVII) Las prácticas fundamentales del habitar


Franz Stegmann (1831–1892) En el coro de la catedral a Aquisgrán (1890)

Por lo que parece, al menos hasta hoy, la arquitectura es objeto por parte de su habitante de tres modalidades fundamentales de prácticas: la marcha, la estancia y la trasposición de umbrales.
La marcha constituye la práctica más primitiva: nuestros primeros pasos inauguran una senda en el mundo que no cesamos de recorrer hasta el instante postrero. Antes incluso de ser humanos del todo, nuestro espacio-tiempo era apenas si una inquieto y curioso deambular. Por ello, esta práctica primordial inaugura la principal dimensión del lugar, articulando y asociando íntimamente espacio y tiempo.
La práctica de la estancia se desarrolla evolutivamente mucho después, cuando fue posible históricamente un sedentarismo que produjo algo más que meras pausas en el camino. Con esta práctica primordial, ya es posible distinguir y oponer el espacio y el tiempo, a la vez que particularizar los modos en que se desarrollan, en la experiencia vital, las tradicionales tres dimensiones atribuidas al puro y abstracto espacio.
Fruto de la oposición dialéctica de estas prácticas, emerge, como primera, fundamental y propiamente arquitectónica, la práctica fundamental que consiste en trasponer umbrales. Hay arquitectura entonces cuando se articulan Uno y Otro Lugar, mediante un umbral que une y separa ambos. La vida humana cobrará con ella nuevos e intrigantes significados.
La historia de la arquitectura no hace entonces sino comenzar.

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