Franz Stegmann (1831–1892)
En el coro de la catedral a Aquisgrán
(1890)
Por lo
que parece, al menos hasta hoy, la arquitectura es objeto por parte de su
habitante de tres modalidades fundamentales de prácticas: la marcha, la
estancia y la trasposición de umbrales.
La
marcha constituye la práctica más primitiva: nuestros primeros pasos inauguran
una senda en el mundo que no cesamos de recorrer hasta el instante postrero.
Antes incluso de ser humanos del todo, nuestro espacio-tiempo era apenas si una
inquieto y curioso deambular. Por ello, esta práctica primordial inaugura la
principal dimensión del lugar, articulando y asociando íntimamente espacio y
tiempo.
La
práctica de la estancia se desarrolla evolutivamente mucho después, cuando fue
posible históricamente un sedentarismo que produjo algo más que meras pausas en
el camino. Con esta práctica primordial, ya es posible distinguir y oponer el
espacio y el tiempo, a la vez que particularizar los modos en que se
desarrollan, en la experiencia vital, las tradicionales tres dimensiones
atribuidas al puro y abstracto espacio.
Fruto
de la oposición dialéctica de estas prácticas, emerge, como primera,
fundamental y propiamente arquitectónica, la práctica fundamental que consiste
en trasponer umbrales. Hay arquitectura entonces cuando se articulan Uno y Otro
Lugar, mediante un umbral que une y separa ambos. La vida humana cobrará con ella
nuevos e intrigantes significados.
La
historia de la arquitectura no hace entonces sino comenzar.
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