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Llegar a viejo (III)


Gilbert Garcin (1929- )

Por lo que parece, todo lo que uno consigue, al final, es comprobar que, tras el fondo del cuadro se ahonda la sima de la nada más concluyente, si cabe caracterizar así a la ausencia de ser.
No entristece. Yo diría que, para llegar allí, hubiese sido más oportuno dedicar más atención a los pequeños destellos de lo singular que se pueden verificar en ciertos eventos cotidianos, comunes y corrientes. Cosas sencillas como una mancha de luz en la penumbra de un interior, o el soplo de la brisa en una cortina o la risa sorprendida de un niño. Asuntos distantes de las graves y trascendentes cuestiones que nos han desvelado las noches y los tedios.
Cosas así, simples, limpias y módicas.

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