Jindrich Štreit
(1946)
Una
arquitectura humanista comienza por ser concebida, desarrollada y resuelta a
partir de la práctica de marcha del habitante.
Lejos
de conformarse con los ejes geométricos del espacio abstracto, se compone con
la práctica del lugar concreto, a lo largo del espacio-y-el-tiempo vividos. Así
la composición de los lugares obedece a la ley del laberinto, de la sucesión de
esferas, de la sucesión de umbrales. La profundidad perspectiva efectivamente
hecha experiencia por el habitante es, por ello, la dimensión primigenia. La
sucesión de los pasos, tanto en el andar acuciante como en el errar distraído
debe configurar el sustrato compositivo de tal arquitectura.
Una
arquitectura así se echa a andar, siguiendo de cerca la marcha de sus
habitantes. Y cuando seguimos esta marcha, seguimos su vida. Como corresponde.
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