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Examen de lo infraordinario (III)


George Georgiou (1961)

Una vez que nos situamos, podemos negar, a la vez, tanto el tránsito como la detención y, de este modo, nos constituimos en el umbral que nos corresponde.
Al fin llegamos a nuestra habitación del paso, de la frontera, del término. Al fin estamos y dejamos huella de Un Lado, pero afectados por la emergencia plena del Otro Lado. Nos constituimos como seres liminares, esto es, habitantes de comienzos y confines.
Asomarse a un espejo y trasponer una puerta tienen en común una sutil taciturnidad en donde nuestro acaso se reduplica en el lugar. Porque siempre estamos en el borde, expectantes. Porque somos ese borde. El borde que alía a la vez que escinde el pasado con el futuro, adelante con detrás, afuera con adentro.
Así es que llegamos a nuestra condición originaria, estremecidos defensores de los dinteles y los arcos.

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