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Dimensiones de una poética arquitectónica humanista (VII)


Albarrán Cabrera (1969)

Los seres humanos necesitamos ser encantados.
Hay en el habitar una importante dimensión afectiva que es preciso desplegar en todos y cada uno de los lugares que las personas ocupen. Los lugares deben enamorar a las personas toda vez que estas los hacen propios. Cada lugar poblado debe desenvolver su capacidad de seducción sobre el ánimo de los habitantes que allí celebran identidad, pertenencia y memoria.
Porque sólo lo que llegamos a amar es pasible de atención, cuidado y cultivo.

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