Alec Soth (1969)
Hay
arquitecturas geométricamente rigurosas, así como inclementes en una
verificable frialdad, física cuanto simbólica.
Una
poética arquitectónica humanista se desvela por una consecución de productos
que se juzgan ante todo y en principio con la piel. Por ello relega todo
aspecto que haga soslayar esta consideración. Abrigar y guardar los cuerpos al
reparo de los extremos térmicos es el punto de partida y la medida final
fundamental de las virtudes arquitectónicas.
Porque
el juicio de la piel apenas estremecida es determinante para una arquitectura
puesta al servicio de las personas.
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