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Allí donde existimos y allí donde habitamos

Henri de Braekeleer (1840–1888) El hombre en la silla (1876)

El habitar es la manera como los mortales son en la tierra
Heidegger, 1954

Ya se ha dicho: habitar es un aspecto del existir y éste es el aspecto que signa diferencialmente la propia condición humana.
Pero cabe preguntar ¿dónde? a efectos de distinguir los significados respectivos.
Y podemos responder: Allí donde existimos es un mundo, estructura compleja y totalizante. Por otra parte, habitamos en un lugar, entidad que se deja caracterizar, con toda simplicidad y concreción, con los adverbios aquí y ahora.

Si nos pregunta por dónde habitamos, podemos indicar el lugar con la dirección del dedo índice, mientras que si se nos pregunta por dónde existimos sólo podemos contentarnos con un vago contorneo ambiguo de ambas manos.

El hábitat adolescente


Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud.
Quino

En la actualidad, es comentario de los padres de cierta edad, la extensión, casi abusiva ya, de la etapa adolescente de la vida de nuestros hijos.
La prolongación de los períodos de formación, las dificultades materiales para la emancipación y la dilatación temporal de los procesos existenciales de maduración hacen que la fase adolescente de la vida se extienda casi hasta la treintena de años. Por el otro extremo, parece que la infancia dura menos.
Con todos estos factores (aparte de otros que ignoramos aún) es un hecho que nuestras casas contemporáneas no responden adecuadamente a esta situación.
Los denominados “dormitorios” deben abandonar, en principio esta denominación. Sus ocupantes crecen, se interrogan, se encuentran a sí mismos, se encuentran con terceros, se recluyen… y cuando los vence el hambre, finalmente salen al encuentro del resto de la casa. Necesitan baños propios, dado el tiempo y las fatigas que les insume el arreglo personal. Los hijos adolescentes de larga duración deben contar con cámaras, adaptadas a sus requerimientos, servidas por salas de baño propias. Necesitan, en suma, un mundo en crecimiento que los arrope y, a la vez, les permita crecer.

Todo un desafío para los Contabilizadores del Aire, que cuando infligen “dormitorios” se olvidan que lo que tiene que ocurrir es un microcosmos en crecimiento.

Sobre la noción de confort: ¿subjetiva u objetiva?

William Merritt Chase (1848- 1916) Tarde en el parque (1890)

El confort puede entenderse como un conjunto de características objetivas de un medio que afectan a distintos sentidos (termopercepción, audición, visión), expresables en unidades físicas. De modo alternativo, puede considerarse como un estado subjetivo resultante de ciertas condiciones biológicas y sociopsicológicas ambientales. Todo indica que una perspectiva adecuada es la provista por la convergencia relacional objetiva- subjetiva. En otros términos, el confort sería un valor, esto es, una estructura que refiere ciertas condiciones objetivas ambientales con unas disposiciones subjetivas de relativa satisfacción.
Esta asunción abre un importante capítulo de investigación en Teoría del Habitar.

En efecto, ya no es posible contentarse con las especificaciones de condiciones físico-ambientales objetivas, sino que debe referírselas a condiciones subjetivas que expresan el bienestar. Y detrás de ese bienestar, están los sujetos protagonistas de los mejores y más comprometidos desvelos: las personas de carne y hueso que pueblan las arquitecturas

Estética de la inmersión

Emanuel de Witte (1617–1692) Interior de la sinagoga portuguesa de Amsterdam (1680)

Desde el siglo XVIII, la idea de público receptor, formulada por una burguesía ilustrada europea en busca de un sujeto autónomo, ciudadano culto y de buen gusto, magnificó la categoría de contemplación. Tal categoría de origen teológico, propuso una relación de silencio respetuoso ante la obra, es decir, la apreciación casi mística del objeto más allá de todo interés teórico y práctico que, en términos de Kant, se sintetiza en una contemplación desinteresada y se resuelve con una actitud ensimismada, íntima, similar a la experiencia religiosa; experiencia personal ejercida por un sujeto impuesto como centro y ombligo del mundo por la modernidad. La contemplación desinteresada dialoga, entonces, con la idea sagrada de estar a solas con Dios, similar a la devoción y al éxtasis que produce la presencia artística.
Carlos Fajardo, 2009

Cada tanto se oyen voces que lamentan la ausencia del impartido sistemático de la materia estética en las facultades y escuelas de arquitectura.
Soy de los que creen que este hecho se debe, por una parte, a la mezquindad profesionalista, tecnocrática y soberbia de los gestores educativos actuales, por una parte, y, por otra, por insuficiencias propias de la disciplina estética en su tarea de autolegitimación.
Para muchos cultores de la estética, deudores de Kant y otros ilustrados, la estética sólo se comprende en la relación objetivo-subjetiva de la contemplación. Esto supone un problema para la arquitectura y su estética inmanente, que es una estética de la inmersión. La contemplación de la arquitectura conduce a desdibujar engañosamente las fronteras disciplinares entre la escultura y la arquitectura
En el fondo, la arquitectura contemplada se reduce a un juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz, tal como afirmara en su momento el Maestro Le Corbusier.
El problema que la arquitectura habitada… es otra cosa. Por su parte, el sujeto habitante opera muy diferente a un mero contemplador: participa, invade, profana la obra. La obra arquitectónica deja de ser un estético objeto tectónico para constituir una entidad relacional sujeto-objeto. En virtud de ello, el fenómeno y la experiencia estética son muy diversos de la modélica contemplación. Se trata de una estética de la inmersión que aún no tiene desarrollada su teoría en condiciones de ser expuesta académicamente.

Así que, por lo pronto, parece que la Estética deberá aguardar, con paciencia la futura apertura de un espacio académico adecuado.

La violencia de la apertura del espacio

Eduardo Chillida (1924- 2002) Proyecto de escultura en el interior de la montaña de Tindaya, Canarias

Pero el espacio, ¿sigue siendo el mismo? ¿No se trata de aquel espacio que quedó primeramente determinado a partir de Galileo y Newton? El espacio, ¿es esa extensión uniforme, indistinguible en cualquiera de sus posibles ubicaciones, equivalente en todas sus direcciones, pero imperceptible a los sentidos?
Heidegger

Con sabiduría, el pensador nos envenena con una duda: ¿qué pensamos cuando pensamos en el espacio?
El pensador nos aporta  luego una clara inquietud: el espacio se origina en una decidida violencia del espaciar, del negar lugar a una cosa, para irrumpir otra presencia.

¿Pero cómo podemos hallar lo peculiar del espacio? Hay una vía de escape, estrecha, sin duda, y vacilante. Intentamos ponernos a la escucha del lenguaje. ¿De qué habla el lenguaje en la palabra «espacio»? En ella habla el espaciar. Espaciar remite a «escardar», «desbrozar una tierra baldía».
El espaciar aporta lo libre, lo abierto para un asentamiento y un habitar del hombre.
Heidegger

Un amigo del filósofo, el escultor Eduardo Chillida, propuso en su oportunidad la realización de una escultura visitable mediante una excavación en una montaña. Todavía se discute la oportunidad ambiental y artística de hacerlo.

Así que el espacio compuesto y arreglado por y para nuestra presencia se origina en una negación. “Nuestro” espacio es fruto de una especie de hurto, somos advenedizos en el lugar, salvo, claro está, que nosotros seamos el propio lugar. Por las dudas, deberíamos pedir permiso para entrar; el problema es ¿quién nos lo concedería?

Plumas ajenas: Jorge Jáuregui

El urbanismo moderno partía de un tabula rasa en la consideración de lo existente y de la idea de que lo físico (el proyecto) sería la causa de nuevas relaciones sociales armoniosas (Brasilia Chandigahrd, New Towns). El proyecto era “causa”.
Hoy, invirtiendo el proceso, empezamos desde la lectura de la estructura de cada lugar considerado en sus aspectos tanto físicos (contexto) como sociales (usos establecidos) y de la escucha de las demandas, y de ahí derivamos las premisas proyectuales. Ahora el proyecto es consecuencia. A través de él, las intervenciones propuestas en lo existente considerado como construcción colectiva, buscan reforzar las centralidades latentes o manifiestas, creando nuevos “atractores”. Estos focos de urbanidad pensados como espacios de convivencia contribuyen a la integración de la vida de cada comunidad en sí misma, con el entorno y con la ciudad en su conjunto.
Jorge Jáuregui
Véase el artículo entero en:


Veladuras

Édouard Boubat (1923 - 1999) s/d

Tamices, membranas, celosías: es preciso reparar en las articulaciones tenues de la arquitectura laxa de los lugares.
Con tal tenuidad proliferan no solo matices sino también gradaciones de valor, rearticulaciones, difusos efectos de límite. Con tal sutileza la contundencia tectónica cede lugar a los estremecimientos de la vida. Con tal delicadeza, la arquitectura del lugar se abraza amorosamente a la piel del morador.
Una ventana gana, cuando se desdibuja tras una cortina, calidades de luminaria mientras que la alcoba respira quedamente con su apenas contoneo.
Los hondos interiores cuentan con sabias veladuras para mejor arropar a sus singulares pobladores.


El cultivo del lugar

Assilah, Marruecos

Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.
Marguerite Yourcenar

La profesión arquitectónica suele infligir proyectos y construcciones al lugar. Pero es posible pensar en una alternativa de acción y procedimiento: cultivar el lugar.
Consistiría en interrogar el sitio acerca de su vocación específica para engendrar un lugar habitable. Cierto es que los sitios no hablan, pero es posible que porten signos que hay que interpretar.
También es posible prospectar la fertilidad relativa del sitio. ¿Qué usos, qué implementaciones, qué modos de habitar resultarán viables y deseables?
En todo caso, parece factible dejar ser las cosas del habitar según el talante de aquello que los antiguos romanos denominaban genius loci.

Ya no se trata de ritos propiciatorios, sino de un necesario saber en dónde será más apropiado dejar ser la arquitectura del lugar. Habrá que armarse con observación menuda, mañas y paciencia de cultivadores.

Claustro

Claustro del Monasterio de los Jerónimos, Lisboa

Porque se me extasia a mente às vezes,
E vaga e vaga, alígera e perdida,
José Joaquim Junqueira Freire, 1867

Piedra sobre piedra, un mundo se involucra y se encierra sobre sí mismo: ocurre un claustro.
Han querido los religiosos apartarse de la vida social para concentrarse en aquello que tienen por importante. También han hecho así los pedagogos y los médicos hospitalarios. Enclaustrarse no es una pérdida para quien tiene algo valioso que cultivar en su propio y reservado interior.
Han querido todos reservarse una porción propia y particular de cielo, un horizonte a la mano, un orden de vida y rutinas a la medida.

Nos enseñan a habitar. Pero no somos alumnos peculiarmente aprovechados. De todas las maravillas de un claustro, apenas si somos capaces de entrever algo, difícil de explicar, pero singularmente valioso para la arquitectura y la vida.

Norberto Chávez y el lugar de los geranios: poéticas del habitar

M. Arroyo Fernandez (s/d) Balcón en Granada (1891)

El hábitat no sólo es una infraestructura de alojamiento sino un mundo de sentidos, un microcosmos. Está asociado a un espacio social (el barrio) y a una poética del vivir (los geranios). Quien no entienda esto no está autorizado a intervenir sobre la vivienda de los otros.
Norberto Chávez
La reducción ideológica de la problemática del habitar al denominado “problema de la vivienda” tiene como consecuencia que el sentido común tecnoburocrático reduzca su miope mirada hacia una falaz noción de adecuación.
Nadie puede dudar que todos tenemos derecho a una vivienda adecuada, por más que los contabilizadores del aire nos reduzcan a mínimos. Pero con el mutilado concepto de adecuación no basta. Hay que considerar, dado que nos debemos a sujetos de derecho, que tenemos derecho a un digno lugar social, esto es; un vecindario, un rincón particular de ciudad.
Aún más: nadie tiene derecho a fijar sobre la libertad del sujeto de derecho los límites del decoro. Son las personas, habitantes, que tienen derecho a habitar un lugar decoroso que, como reclamaba el andaluz de la cita, también disponga de balcones para la poética de vivir con geranios o con cualquier otra cosa que su decoro indique.

Quien no entienda esto no está autorizado a intervenir sobre la vivienda de los otros.

Plumas ajenas: Jorge Jáuregui

Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui
Véase el artículo entero en:


Ante un artefacto

Maqueta arquitectónica mesopotámica (II milenio aC)1

Las obras que se muestran en colecciones permanentes en museos y centros de arte, y en exposiciones temporales, raramente han sido ideadas y materializadas para ser contempladas o percibidas sensiblemente.
Pedro Azara, 2016

Hay en Pedro Azara una preocupación recurrente en sus artículos que estriban en su preocupación por la adecuada recepción por la conciencia del público de las obras expuestas en los museos y galerías.
Su razonamiento se basa en que sólo a partir de la Ilustración  existiría una consciente y deliberada producción de obras de arte ideadas y materializadas para ser contempladas o percibidas sensiblemente, lo que parece equivaler a objetos estéticos, en el sentido ilustrado o moderno de la locución.

La mayor parte de las obras antiguas han sido destinadas a los dioses y los antepasados.
Por tanto, una exposición, permanente o temporal, contraviene la razón de ser de una obra, la deforma o la altera. Lo que se percibe no fue creado para ser percibido, sino para ser usado. Son obras que adquieren sentido cuando entrar a formar parte de una cadena y cuando cumplen el fin para el que han sido compuestas.
Pedro Azara, 2016
En este punto, opto por considerar que la inserción de una obra en una muestra no vuelve imperiosa la recepción estética, sino una consideración, en todo caso, de formas adoptadas intencionalmente por un artífice, más allá del contexto sociocultural originario y resituados ante la conciencia contemporánea. Así, aquello que uno tiene ante la conciencia —y no sólo ante los sentidos— son bienes triplemente condicionados por:

·         Su condición de artefactos
·         Extraídos por perduración material de su contexto propio
·         Resituados en tiempo, lugar y discurso

Esta triple condición exige del receptor una hermenéutica y un juicio de valor mucho más complejo y circunstanciado que una pura y contingente recepción estética.
Y esto porque una pura y contingente recepción estética no agota la interpelación a la conciencia de un sujeto enfrentado a un artefacto, sea ésta tradicional o moderno y sea éste un deliberado objeto estético o no.
1 Publicada en http://tochoocho.blogspot.com.uy/2016/09/maqueta-arquitectonica-mesopotamica.html

Sinécdoques del habitar

Rodolphe Ernst (1854- 1932) El vendedor de flores (s/f)

Del otro lado de la puerta un hombre
deja caer su corrupción. En vano
elevará esta noche una plegaria
a su curioso dios, que es tres, dos, uno,
y se dirá que es inmortal. Ahora
oye la profecía de su muerte
y sabe que es un animal sentado.
Eres, hermano, ese hombre. Agradezcamos
los vermes y el olvido.
Jorge Luis Borges

Una sinécdoque es una figura retórica que suele presentar a una totalidad por la mención de una parte, tenida por el sentido común como esencial.
Cuando nos referimos a un lugar habitable, es frecuente que nos lo representemos con un techo. El techo, como parte de una casa, pasa a designar al todo, al lugar habitable en virtud de su carácter de amparo o abrigo: el techo cubre y aloja.
También los muros abrigan, pero no suscitan, por sí mismos la metonimia del lugar habitado, sino del encierro, la reclusión, el apartamiento. Estos aspectos son tenidos por lo general como aflictivos por el sentido común, por lo que las paredes, si bien necesarias, no serían una virtuosa y vistosa parte del todo.
Pero ¿qué pensar de una puerta? ¿Puede ofrecer un aspecto sinecdótico del domicilio? En definitiva, allí iremos a llamar para encontrarnos con el morador. Ante la puerta nos hallamos ante el umbral crítico de un lugar: toda la expectativa por las personas y el lugar que le es propio. Ua puerta tanto ampara como comunica personas y lugares. Un lugar habitado de modo civilizado cuenta con, al menos, una puerta fundamental.

Una puerta cubre, aloja, descubre, a la vez que invita cortésmente a pasar.

Lo hierático en la arquitectura

Catedral de Sevilla

La arquitectura es la expresión del ser mismo de las sociedades, del mismo modo que la fisonomía humana es la expresión del ser de los individuos. Sin embargo, esta comparación remite sobre todo a las fisonomías de personajes oficiales (prelados, magistrados, almirantes). En efecto, sólo el ser ideal de la sociedad, aquel que ordena y prohíbe con autoridad, se expresa en las composiciones arquitectónicas propiamente dichas. Así, los grandes monumentos se alzan como diques que oponen la lógica de la majestad y de la autoridad a todos los elementos turbadores: es con la forma de las catedrales y de los palacios que la Iglesia o el Estado se dirige e impone silencio a las multitudes. Es evidente que los monumentos inspiran la sabiduría social y a menudo incluso un verdadero temor. La toma de la Bastilla es un símbolo de ese estado de cosas: es difícil explicar ese movimiento de masas de otro modo que por la animosidad del pueblo contra los "monumentos" que son sus verdaderos amos.
Georges Bataille, 19291

La primera proposición del texto citado es acaso indiscutible. La que sigue, sin embargo, proviene de una cierta idea de arquitectura que se revela equívoca, apenas se la analiza con cierto detenimiento.
En efecto, se subsume toda la arquitectura en la propia de los monumentos, la que es un recorte particular. Si restringimos la noción de arquitectura a las características más salientes de los monumentos, soslayamos anchas franjas de obras concebidas, proyectadas, construidas e implementadas para habitar.
¿Para qué soslayarlas?
Quizá para que toda la cultura arquitectónica quede reducida al papel ancilar de expresión ideológica del ejercicio del poder. Esto supone mutilar al ejercicio transformador del hábitat humano precisamente de uno de sus aspectos más interesantes: ser la expresión del ser mismo de las sociedades y no sólo y meramente, la expresión de quienes las dominan.

1 Véase

Perdurar

Palacio de Bahía, Marrakech

Hubo un tiempo en que los que construían operaban con una fe y convencimiento en que hacían lo debido, ni más ni menos y conseguían construcciones que aún hoy, luego de siglos, podemos ver erguidas sobre el horizonte.
Pero estas épocas son diferentes. Vivimos en una era en que ya no contamos con artesanos sino con mano de obra tenida por cara e incompetente; una época con técnicas que van rápido y alto; movidos por una rapacidad por beneficios inmediatos a la que denominamos economía. Por otra parte, el habitar del hombre no se detiene en la forma morosa de lo que perdura, sino que se somete con inquietud a la sucesión de imágenes evanescentes de lo novedoso.

Resulta un ejercicio de melancolía preguntarse qué quedará de nuestra actual estadio civilizatorio, si no es esto acaso de la naturaleza de los archipiélagos flotantes de desechos de plástico que ya merecen cierta consternada preocupación en los océanos.

Plumas ajenas: Jorge Jáuregui

La arquitectura y el urbanismo del siglo XXI deberían estar basados en la consideración del ser humano y de los otros seres vivientes en primer lugar, asumiendo que estamos interviniendo en un mundo frágil.
Medio ambiente, desigualdad social y movilidad forman el conjunto de problemas urbanos más significativo, común a las grandes ciudades y ellos no pueden ser enfrentados aisladamente. El trípode ambiente-desigualdad-movilidad esta en el centro de la cuestión urbana que caracteriza a las ciudades del siglo XXI. Los problemas ambientales están  asociados a saneamiento, a la contaminación del aire y de las aguas y al consumo de combustibles fósiles. La desigualdad social está estrechamente relacionada al acceso a los servicios públicos donde la infraestructura urbana tiene papel relevante. Y la movilidad a su vez se agrava proporcionalmente a la expansión de la ciudad y a la intensidad del uso del  modo automovilístico.  
Jorge Jáuregui
Véase el artículo entero en:

http://www.habitatinclusivo.com.ar/revista/estrategias-de-articulacion-espacial-para-la-ciudad-partida/5/

El agua en el patio

Patio de los Arrayanes, Alhambra

Agua, te lo suplico. Por este soñoliento
Nudo de numerosas palabras que te digo,
Acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo.
No faltes a mis labios en el postrer momento.
Jorge Luis Borges, Poema del cuarto elemento

No es sólo cuando escasea cuando debemos reconocer el valor del agua.
Es un elemento fundamental, difícil de dominar y, por completo, fascinante. Es fundamental para asociar la vida a su disponibilidad. Por su parte, resulta indómito como materia, sujeto a inflexibles ciclos naturales que hacen de su forma,  presencia y comportamiento una dura experiencia no sólo técnica. No obstante, el dominio respetuoso del agua devuelve al alarife avisado una fascinante experiencia de todos los sentidos.

Y los habitantes del patio, agradecidos por ello.

Texto y contexto

Arthur E. Grimshaw (1868–1913) El muelle de Newcastle (1895)

El rostro es significación, y significación sin contexto. Quiero decir que el otro, en la rectitud de su rostro, no es un personaje en un contexto. Por lo general, somos un "personaje": se es profesor en la Sorbona, vicepresidente del Consejo de Estado, hijo de Fulano de Tal, todo lo que está en el pasaporte, la manera de vestirse, de presentarse. Y toda significación, en el sentido habitual del término, es relativa a un contexto tal: el sentido de algo depende, en su relación, de otra cosa.
Emmanuel Lévinas

En lingüística se considera que un texto es una composición de signos codificados que constituye una unidad significativa. Por su parte, un contexto es el conjunto de circunstancias  que rodean un evento de comunicación.
Más allá de la significación codificada propia del texto, es su ocurrencia en un contexto la que dilucida su sentido. Es la situación del texto en su contexto lo que hace de su significado una emergencia concreta, completa y clara.
Lo mismo sucede con las arquitecturas: su forma significante plena sólo adquiere su pleno sentido en su implantación específica en su contexto, en sus circunstancias de tiempo y espacio. Es la luz del lugar la que agrega la definitiva capa de color, es la atmósfera del lugar la que se deja respirar allí, son las músicas concretas cotidianas las que resuenan de esa peculiar manera, son las personas que la habitan las que les proveen de sentido vivido.

La arquitectura, en verdad, no se restringe a operar en la forma y materialidad del objeto construido, sino que cultiva y desarrolla, de un modo peculiar y contingente el sentido de los lugares en donde se obra.

Un arquitecto estuvo aquí


Si se ignora al hombre, la arquitectura es innecesaria.
Álvaro Siza
Han pasado muchos años.
En el obrador se han sucedido los días arduos: algunos en donde el calor sofocaba, otros en que el viento frío paralizaba hasta la respiración. En todo caso, fatigas y sueños. Los alarifes han aplicado sus mañas arriesgando sus vidas y reputaciones. Han dejado las claras improntas de su esfuerzo y han llegado, por fin, a la cima, allí donde se atreven los valientes y también las palomas.
Ha llegado el momento adecuado para poner la inscripción: Yo he estado aquí.

De esta forma se queda el arquitecto, encaramado a la cornisa más alta de su sueño y meditando sobre cómo se van haciendo las cosas en la ciudad.

La fascinación de los bordes

Assilah, Marruecos

¿qué es por ventura el mar?
¿por qué fascina el mar? ¿qué significa
ese enigma que queda
más acá y más allá del horizonte?
Mario Benedetti

La habitación de los bordes tiene, por lo general, un aspecto fascinante.
Puede deberse que, mientras se habita en una cierta forma o modalidad, se participa de la percepción recíproca de otra región que implica otros modos de existir. Esa otredad presente y patente hace estimulante la presencia allí. De este modo, las costas conforman sitios de expectación: la yuxtaposición de la tierra y el agua obra, por lo general de manera virtuosa sobre el encantamiento del habitante.

Y allí nos gusta quedar, cautivos de la impecable línea del horizonte y hechizados por esa entidad que no hace más que comenzar y recomenzar.

Plumas ajenas: Norberto Chávez

En el Casc Àntic de Barcelona, frente al Museo Picasso —barrio profundamente popular actualmente en proceso de «adecentamiento»— me aborda un señor bajito y regordete y, sin decir agua va, me espeta en puro andaluz:
«Estoy mu malo, mu malo (me siento mal, muy mal)». Me veo obligado a preguntarle qué le pasa y él me responde: «Acabo de pasá por donde estaba la casa mía. Han demolio la manzana entera. No ha quedao ná. Ahora vivo en Hospitalé. M´han mandao a un piso moderno, mu bonito; pero que no tié balcón. ¿Me pué Usté decí onde pone mi mujé lo geranio?»
El hábitat no sólo es una infraestructura de alojamiento sino un mundo de sentidos, un microcosmos. Está asociado a un espacio social (el barrio) y a una poética del vivir (los geranios). Quien no entienda esto no está autorizado a intervenir sobre la vivienda de los otros.

Norberto Chávez

El compromiso social de la arquitectura y el urbanismo

Édouard Boubat (1923 - 1999) s/d

Hoy nos interesa la relación de la arquitectura con el lugar, con la ciudad, con el medio ambiente y con una forma de vivir que siempre está cambiando, mientras se mantienen algunos puntos fijos. Hoy existe mucha libertad para interpretar un programa, una demanda individual o colectiva, pública o privada. Pero continua siendo necesaria la actitud analítica, experimental y autocrítica, teniendo en cuenta todo lo que condiciona, todo lo que son datos empíricos del lugar, al mismo tiempo que las demandas de la gente y no necesariamente para responder a ellas, sino para reinterpretarlas proyectualmente. Hay ahí una distancia que tiene que ver con el acto de la creación, con el proyecto arquitectónico y urbanístico, entendidos ambos como mediación entre una serie de datos heterogéneos.

Jorge Mario Jáuregui

La arquitectura y el urbanismo socialmente comprometidos evidencian una actitud que no se centra ya en las cosas construidas en sí, sino en aquello que las personas hacen y viven con dichas cosas.
No se trata de edificios, sino del modo en que las personas los habitan. No se trata de calles y plazas, sino de cómo es que son vividos por los urbanitas. No se trata de cosas, sino de las maneras concretas en que los seres humanos desarrollan su condición asistidos por el orden de estas cosas.
Nada de lo humano nos debe ser ajeno a la hora de considerar las calidades de unas puertas, ventanas, habitaciones, perspectivas, instalaciones. Porque la materia de que se trata es la gente, en principio y final. Por ello, la arquitectura no es el arte de proyectar y construir edificios, sino una actividad social de producción de lugares.

La principal sustancia arquitectónica es la propia condición humana situada.