Páginas

Hacia una teoría del confort (VII)

Charles Eames en su Lounge Chair diseñada conjuntamente con su esposa, Ray

Hay una dimensión no ambiental en el concepto de confort.
Proviene del tratamiento heurístico de la relación hombre-máquina y, en la actualidad, se extiende comprehensivamente a toda relación entre el cuerpo humano y una cosa cualquiera. De su origen en el mundo del trabajo deriva su nombre: confort ergonómico (del griego ergon, esfuerzo o trabajo).
Trata este importante factor del confort de la fatiga muscular y articular, así como también factores conexos de naturaleza psicológica.
A grandes rasgos puede especificarse en tal confort ergonómico:
  • Seguridad en la implementación, uso, operación o finalidad. La persona debe servirse de una cosa o utensilio en forma que no afecte su integridad física, su salud y su bienestar
  • Comodidad en la implementación. Debe minimizarse la fatiga y otros aspectos aflictivos en la relación con las cosas de las que uno se sirve.
  • Eficiencia en la implementación. La relación entre el uso, operación o implementación del sujeto de la cosa debe resultar no sólo eficaz (la cosa debe ser capaz de auxiliar la acción de modo efectivo), sino además eficiente (debe maximizarse el beneficio de la acción)

Programa teórico-político del habitar (III)

Paul-Louis Delance (1848- 1924) Huelga en Saint-Ouen (1908)

Hay un tercer lineamiento político posible e importante en la Teoría del Habitar. Se trata de la tentativa de revisión sistemática de los proyectos sociales del habitar, tanto en sus formas explícitas como tácitas.
¿Persistirán los diversos sectores sociales en su estratificación y dispersión de los núcleos centrales de la ciudad?
Por una parte, los ricos se alejan todo lo posible de los comunes mortales, buscando reductos reservados y privatizados, cuidando que no cualquiera pueda avecindárseles. Los sectores medios acomodados se apiñan en las regiones con ciertas ventajas ambientales y, sobre todo, que tomen prudente distancia de las zonas no glamorosas de la ciudad. Los centros históricos decaen entre la tercerización de las actividades y la museificación del patrimonio urbano: apenas si se maquillan para beneficio de los turistas.
Los pobres conquistan los suelos agrícolas periurbanos en busca afanosa de tierra barata. La desindustrialización avanza sin parar. Las zonas comerciales céntricas languidecen ante la concentración de los flujos económicos de consumo en los shopping centers.
La ciudad se dispersa, se fragmenta, se discontinúa, pierde identidad, memoria y referencia.

Hoy más que nunca es imperioso explicitar los diversos proyectos sociales del habitar y buscar formas de concierto social y político coherente.

Salir del confinamiento

Rita Greer (s/d) Robert Hook, científico, arquitecto, ingeniero (2009)

Los pintores de la escuela de Barbizon tuvieron la feliz ocurrencia de salir de sus estudios para pintar  à plein air su mundo tal como se presentaba antes sus atriles. No sé si fueron los primeros, pero méritos no les faltaron.
Las pinturas resultantes son, como era de esperar en gente de talento, singularmente interesantes: la brisa libre les secó las superficies, vivificando el gesto pictórico.
Nosotros podemos aprender a ver el paisaje con el ejemplo. Nosotros podemos aprender más cosas con el ejemplo. Nosotros, los arquitectos, podemos aprender a contemplar y entender el espectáculo fascinante de la vida si sólo pudiésemos, por un rato apenas, salir de la estrecha habitación en donde elucubramos nuestros artefactos.

Porque a nuestros artefactos, a nuestras elucubraciones y a nuestra conciencia cada vez más le hace falta el pulso propio de la vida.

Escaleras (IV)

Gerhard Richter (1923- ) Ema (1966)

¿Realismo, hiperrealismo?
El resultado artístico parece distinto al buscado por los hiperrealistas norteamericanos. A mí se me hace que aquí se trata de un realismo de naturaleza existencial.
Por una parte, es indisimulable el apoyo en una imagen fotográfica. Pero el exceso de definición, la proliferación innecesaria de pormenores y la redundancia propias de la fotografía como recurso se combaten pictóricamente. Y creo que el artista acierta.

Hay más que lo que se deja ver; este más es tarea del espectador develarlo

Programa teórico-político del habitar (II)

Anders Zorn (1860- 1920) Retrato de Emma Zorn (1887)

Existe un segundo aspecto principal en el cuestionamiento crítico y político de los intérpretes de las demandas sociales del habitar.
Los empresarios son parte importante de este grupo que se arroga el papel de intérprete de las demandas sociales sobre lugares para habitar, transformando, según sus propios intereses, un anhelo en una demanda de consumo de mercancías. Mercancías cada vez más insatisfactorias, cada vez más caras y cada vez más enclasantes. Las ofertas inmobiliarias tienden sin el menor freno hacia las más infamantes constricciones, sus precios son determinados por la más escandalosa especulación y se vuelven, en su diferente constitución y localización urbana en un factor activo de la antisocial segregación socioresidencial.
Los políticos, por su parte, suelen conformarse con interpretar reductivamente las demandas sociales profundas a través, en el mejor de los casos, con políticas sociales de vivienda. En otros casos, ni eso: dejan que el mercado dominado hegemónicamente por los terratenientes urbanos y los promotores inmobiliarios haga lo suyo. Pero aún en los casos de aplicación de políticas sociales de vivienda, las limitaciones conceptuales y operativas de la locución vivienda de interés social, lejos de mejorar las cosas, contribuye a la desarticulación de las tramas urbanas.
Este grupo virtuoso se cierra con los tecnoburócratas, que se resignan a la complicidad operativa tanto con empresarios como con los políticos. Se conforman con perfeccionar y gestionar no siempre con eficiencia aquello que el sistema les impone. Apenas tienen algunos el privilegio equívoco de contar a veces con conciencia autocrítica para contemplar la magnitud sorda del desastre.

Por ello la consigna política, por más que suene y resuene anacrónica e ilusa es: Todo el poder a los habitantes. Tengamos el valor, la paciencia y la humildad de interrogar a fondo y con método los que las personas tienen que decirnos acerca de sus propias necesidades y anhelos.

Austeridad, pobreza, empobrecimiento

Marcelo Ois Lagarde (s/d) Pasaje Gálvez en Cerro Concepción, Valparaíso (2009)

Existen estéticas arquitectónicas alternativas a las propias del refinamiento opulento y grandilocuente.
En primer lugar cabe citar una estética de la austeridad, que se refina en la simplicidad, en la autenticidad y nobleza de formas y materiales, y que se concentra en una rigurosa síntesis superior de la forma. En arquitectura hay abundantes ejemplos de una virtuosa y noble austeridad.
También puede mencionarse una estética legítima de la pobreza, en donde la estrechez material hace reducir todo el despliegue tectónico a lo estrictamente necesario, despojándose de pretensiones extrañas a su condición y explotando a fondo los recursos a su alcance. En los cerros de Valparaíso proliferan ciertos casos ejemplares.
Lo que es verdaderamente imperdonable es esa arquitectura empobrecida para pobres que algunos profesionales arquitectos infligen bajo la equívoca denominación de “vivienda de interés social”. Es un espectáculo penoso ver cómo profesionales universitarios perpetran una casiarquitectura empobrecida para pobres, conformando guetos infames en donde hervirá a fuego lento la lacra de las estigmatizaciones.

Tales estigmatizaciones, no por estéticas son menos atendibles. Pero no son puramente estéticas. 

Allí donde volvemos una y otra vez

Vista de Lisboa

La muerte inventó la ciudad.
El teórico de las artes de principios del siglo XX Carl Einstein (1885-1940) emitió una fascinante -errónea, sin duda, dados los hallazgos arqueológicos posteriores, como el asentamiento cultual paleolítico de Gobekli Tepe, hoy en Turquía, pero fascinante al fin- teoría acerca de la transición del nomadismo al sedentarismo que culminaría en la invención de la ciudad.
Pedro Azara, 20161

Puede que el sedentarismo primigenio pueda provenir de la institución compleja, oscura pero insoslayable de contar con un lugar-al-que-volver.
Las razones pueden ser muchas, variadas, facultativas. Puede que haya algo a la vez atávico y estructural en la vida y la conciencia humanas. Puede que la concepción cíclica del tiempo, con la alternancia recurrente de las estaciones, de los ciclos solares y lunares haya sugerido la vuelta del camino, el volverse sobre los pasos, la repetición rítmica de ciertos estados. Puede que una singularidad cualquiera, —como la muerte, la caza o ciertas alianzas— señalara hitos en el camino. Y esos hitos anidaran en la memoria como canciones o glosas de la vuelta.
Esos lugares que ahora llamamos "casa", "Montevideo" o incluso “Lisboa” u otros son —principio tienen las cosas— lugares-a-los-que-volver.



Módulos

Le Corbusier y Justino Serralta  El Modulor (1955)

La operación de medir es crítica para el arquitecto.
Si este profesional, además de la justa medida de las cosas, le preocupa el orden que compone al conjunto de estas cosas, entonces enfrenta al crucial problema de la Adopción del Módulo.
Antaño, las manos, los pies, los gestos del cuerpo dieron lugar a sistemas de medida que tenían un legítimo origen en la constitución humana. Pero la aritmética solía ser complicada. Por ello, un sistema tan sencillo como el decimal, tiene obvias ventajas. Pero el problema que un centímetro o un decímetro carecen de una clara referencia en el cuerpo, con lo cual, las construcciones, eficientemente calculadas con el sistema decimal, pierden su entrañable relación con los factores humanos.
Esto lo vio claro Le Corbusier en su formulación del Modulor. Fue una aproximación genial y en algo equivocada, como en tantas de sus cosas.
Se me da por pensar que, en un futuro, los lugares concebidos para el habitar del hombre se dimensionarán y compondrán con unidades corporales de compleja constitución, dejando a las computadoras el penoso compromiso con el cálculo.

¿Por qué no pensar en un módulo que responda al tempo de los pasos de una marcha, en forma análoga a los compases musicales? ¿O a unos micromódulos que registren la cadencia de los latidos del corazón o los ritmos de la respiración?

Más que construir viviendas, desarrollar ciudades

António Amen (s/d) Conjunto Habitacional da Bouça (2009)

Hoy proliferan los fenómenos que devienen en la continua y pertinaz destrucción de la ciudad contemporánea. Uno de estos factores destructivos es la aplicación de proyectos y construcción de los llamados conjuntos habitacionales.
Partiendo de la falaz idea que reduce la ciudad a un conjunto de construcciones, el siguiente deslizamiento ideológico lo constituye la concepción que un agrupamiento de viviendas constituye, de por sí, un fragmento agregable por adición simple al crecimiento territorial de una ciudad,
Pero una ciudad es, en realidad, una comunidad de asentamiento, una proliferación de solidaridades, competencias y servicios mutuos humanos que deben ser estructuralmente desarrollados en una ciudad. Por ello, un conjunto de viviendas es un agregado residencial, no una célula viva de una ciudad.

En la medida en el tejido urbano preexistente se inserten tejidos muertos de esta naturaleza, la ciudad, como tal, camina a una muerte por desarticulación

Programa teórico-político del habitar (I)

Albert Anker (1831- 1910) Hermanos escribiendo (1875)

Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.
Karl Marx, 1856

Según parece, un primer punto en un programa político del habitar se constituiría en torno a la reelaboración teórica del derecho humano referente.
Así, tanto el consagrado derecho social y económico a la vivienda, así como el aún incipiente derecho a la ciudad, deberán tener una consecuente reelaboración.
En primer lugar, es necesario reparar que se trata no ya de un derecho programático que se centra en el uso y goce de una cosa tal como una vivienda, sino del reconocimiento de una relación humana constitucional de las personas con los lugares que habitan.
Seguidamente, se deberá entender que son el estado y la sociedad los sujetos estructuralmente obligados a generar las condiciones efectivas en las que todos accedamos a las implementación universal de los lugares habitados en todas sus escalas: residenciales, ciudadanas y territoriales.
En síntesis, es necesario elaborar a fondo la doctrina ética, jurídica y política del derecho a habitar.

Este punto principal es a la vez el primero en formularse y quizá sea el último en conformarse efectivamente.

Escaleras (III)

Gerhard Richter (1923- ) Ema (1966)

La modelo desciende hacia nosotros desplegando todo su encanto que proviene, con ella, de una sagrada altitud. Nos concede sus encantos, a punto de llegar a nuestro humilde y mundano rellano, pero aún tan elevada que su pubis (Venusberg) resulte virtuosa y precisamente ubicado en el centro geométrico del cuadro, de la composición y de la mirada.
Está especialmente lograda la tensión por la conservación del equilibrio y en ensimismamiento resultante. También cuando oímos los prodigios vocales de una cantante lírica nos suspendemos de un equilibrio inestable semejante.

Pero es algo más que una módica muestra de ejercicio cotidiano: viene hacia nosotros, no cesa de venir y de interpelarnos silenciosamente.

Dimensiones afectivas

François Barraud (1899- 1934) El malcontento (1930)


¿La condición de existente, en sí misma, puede constituir una necesaria y consecuente alegría de vivir?

Ética del decoro

Gabriël Metsu (1629- 1667) El boticario (1661)

El decoro completa y verifica la completitud del edificio ético del habitar.
En efecto, no se pueden verificar ni la cabal adecuación ni la cumplida dignidad sin el decoro en los lugares que habitamos. Todos los lugares que habitamos y todos los que habitamos estos lugares. Exigimos —y hacemos bien— unas residencias decorosas en decorosos vecindarios, en no menos decorosos barrios y ciudades. Exigimos el decoro porque hemos nacido libres y para el desarrollo pleno de esta nuestra libertad: sin decoro, en vez de habitar, nos confinamos, derrotados y cautivos, en los lugares. Exigimos el decoro, no como una virtud facultativa, sino constitucional: nuestra reivindicación está triplemente condicionada por la igualdad, la solidaridad y la libertad. Y se expresa en lugares para vivir plenamente adecuados, dignos y decorosos.

Los lugares decorosos no pueden ser unas felices ocurrencias excepcionales, sino la condición general propia de una sociedad de sujetos verdaderamente libres. Por eso la Teoría del Habitar tiene un importante capítulo en una específica ética del decoro.

Naturaleza de los pasillos

Rudolf Wiegmann (1804- 1865) Corredor en la casa Schadow (1836)

Del pasillo, triunfante modo de comunicación de la modernidad funcionalista, podemos decir que tiene su origen no en la voluntad de unir estancias con una circulación compartida, sino de separarlas para facilitar la privacidad y discriminar la circulación. El pasillo, de hecho, tiene su origen en el esfuerzo para evitar la interferencia entre los señores de una casa y su servicio. Una paradoja ésta, la de separar en lugar de comunicar, que aún hoy sigue siendo una poderosa fuente de posibilidades.
Santiago de Molina, 2016

Los pasillos o corredores, como las puertas y ventanas, tienen la naturaleza de las articulaciones: unen-y-separan.
Las posibilidades de los pasillos son, en consecuencia, las propias de las articulaciones, a la que se agrega su constitución propia de un lugar en sí mismo. Para explotar a fondo tales posibilidades conviene reparar en qué es lo que sus habitantes llevan a cabo allí. Pueden deslizarse, furtiva y sigilosamente, por estrechos pasillos o marchar distendidos por unos más generosos o errar más calmos aún bajo el ritmo sosegado y elegante de arcos y bóvedas. Los pasillos, por otra parte, no están condenados necesariamente a la monotonía de la sucesión regular de las puertas: basta tratar el lugar propio de cada uno de los incidentes en el desarrollo del corredor.

Nada desalienta más en el pasillo de un hotel u hospital que el comprobar que los números de las puertas son el único elemento identificador y orientador.

Escaleras (II)

Gerhard Richter (1923- ) Ema (1966)

Aparte de las razones más aparentemente obvias, esta pintura resulta fascinante precisamente porque sitúa a su bella modelo en una escalera.
Una escalera es un lugar umbral especial: articula dos regiones del lugar en una dimensión especialmente señalada de nuestra condición humana: la dimensión vertical.
Así, una escalera une y separa a la vez un Arriba y un Abajo. Si atendemos a Bachelard, reparamos en la carga moral propia de la verticalización, correspondiente al hábito de la bipedestación humana. Arriba es la región de lo eminente, de la superioridad, de lo divino, por oposición a lo profano, lo supeditado, al lugar hollado.
Bernhard Schlink afirma que este cuadro es una contestación artística al famoso Desnudo descendiendo por una escalera de Duchamp. Acierta.



Marcel Duchamp (1887- 1968) Desnudo bajando una escalera (1912)

Mientras que el modernísimo Duchamp se concentra en el mecanismo, Richter va más allá: hay una escalera en el mundo que es Ema-bajando-la-escalera.
Todas las escaleras son unos seres humanos que bajan y suben.

Colosalismo

Lawrence Alma-Tadema (1836- 1912) Escultores en la antigua Roma (1877)


La arquitectura, en ciertas excepcionales ocasiones, incurre en lo grandioso, lo ampuloso, lo monumental. En algunas de estas circunstancias, llega al extremo del colosalismo.
Por lo general, tales obras se contemplan con un cierto ingenuo asombro que duda de la manufactura humana: así, los regios comitentes y sus arquitectos se elevan a la estatura de gigantes superhumanos. Pero la cruda y cruel realidad es que, en el trasfondo de toda obra colosal  hay ingentes horas-hombre aplicadas con denuedo a la consecución superior de la forma
No siempre el resultado hace honor al sacrificio social que conlleva: tanto los soberbios comitentes como sus serviciales arquitectos no pasan de portar estaturas comunes y corrientes y así les quedan las cosas. Pero en muy raras ocasiones el resultado es tan sobrecogedor que uno se olvida, por un momento al menos, del trasfondo social de su producción.


Catedral de Sevilla

Hacia una teoría del confort (VI)

John William Waterhouse (1849-1917) Día de lavado (1885)

Aparte de los factores holísticos de naturaleza psicológica, en el confort efectivo también operan ciertas condiciones propias del contexto social.
Unas condiciones físicoambientales determinadas pueden resultar en una situación confortable en cierto contexto de actividad o interacción social, mientras que pueden no serlo en otras.
Unas condiciones ambientales propicias al trabajo intenso se vuelven inaceptables en la intimidad doméstica, mientras que en una animada reunión social imperan ciertas condiciones por completo diferentes a las de una consulta médica.

En la valoración sistémica del confort no sólo hay que atender, en consecuencia, a los factores ambientales, sino que deben ser ponderados complementariamente ciertos aspectos holísticos psicológicos y sociales.

Ética de la dignidad

Albert Küchler (1803- 1886) Campesinos romanos (1840)

Naides es más que naides
Proverbio rioplatense

Un rasgo distintivo de la condición humana radica en la calidad, propia del ser humano, de estar situado, esto es, constituir siempre una situación y circunstancia.
Esto hace que los seres humanos, iguales en su condición de tales y en su dignidad constitucional, demanden legítimamente una correspondiente e inalienable dignidad en la situación que instauran. Una de las determinaciones concretas de la situación del ser humano es su condición de habitante. Es la solidaridad social, propia de nuestra condición humana y social, la que sustenta la demanda de lugares dignos para ser habitados por todos en una comunidad solidaria.
En este sentido, el derecho humano a habitar no se restringe a contar con una vivienda adecuada, sino que el derecho subjetivo se proyecta sobre toda la comunidad en relación con los lugares que habita.

Una ética de la dignidad es uno de los factores motrices de una Teoría del Habitar ética y políticamente explícita.

Hacia una poética arquitectónica humanista (V)

Anton Laupheimer (1848–1927) Niño en la ventana (1927)

En la actualidad, la preocupación de los arquitectos se centra en el diseño arquitectónica de artefactos edificados. Pero cabe esperar en el futuro que algunos empiecen a prestar atención y dedicación a la promoción de situaciones humanas en los lugares.
En el horizonte de la práctica arquitectónica está empezando a dejar de desear el efecto concreto de unos edificios concebidos, desarrollados, diseñados, proyectados, construidos y hasta implementados como bellas vacuidades. Edificios que significan poco más que narcisismos y solipsismos personales, más o menos sórdidas operaciones inmobiliarias y una extendida indiferencia ante la ciudad y la vida de la gente.

Una poética arquitectónica humanista parte de entender que nada puede hacerse sin el concierto con la vida humana y nada puede ser más elevado y noble que apostar a ella y tenerla como aliada.

Un lustro

Albrecht Dürer (1471- 1528)  Seis estudios de almohadas (1493


Ya son cinco años soñando que otra arquitectura es posible. No siempre el sueño ha sido apacible.

Tedios

William McGregor Paxton (1869 – 1941) La figurilla (1921)

Quizá no haya tarea más humilde y sin embargo imprescindible
La lucha —perdida de antemano— contra el polvo, la suciedad, la mugre es, por cierto, tarea tediosa. Recomienza en cada jornada y no termina nunca a entera satisfacción. Por ello, suele afrontarse con resignación, con rutinas eficaces y con el pensamiento que vuela ligero y alejado. Por ello suele delegarse en los sujetos más injustamente sojuzgados. De momento, se paga escasamente.
Pero cuanto imperen el pleno empleo y queden abolidas ciertas asimetrías sociales, el problema de quién limpia se volverá crítico.

Me gustaría llegar a verlo.

Hacia una heurística de las demandas sociales (V)

Johannes Engel Masurel (1826-1915) Interior rural (s/f)

Por lo general, la motivación por indagar algo puede fundarse sobre la intención de dominar ese algo. También es frecuente que del saber se desprenda, como consecuencia eficaz, un incremento de poder sobre el objeto de conocimiento o la materia tratada.
Casi cualquiera puede celebrar el incremento del poder de un médico sobre la enfermedad que investiga y combate. Pero las cosas cambian cuando el objeto de conocimiento son las personas. Conocer a fondo el trabajo, sus operaciones, pormenores y eficiencias relativas no suele beneficiar tanto el confort del trabajador, como redundar en una más aprovechada explotación por parte del empresario. Por ello debe uno preguntarse ¿en beneficio de quiénes operaría una heurística de las demandas sociales del habitar?

El desarrollo ético de la Teoría del Habitar no puede desentenderse de una orientación política proclive a la liberación del habitante en su propio beneficio. Y esto sólo se consigue mediante un empoderamiento consciente y deliberado de todos los habitantes, peculiarmente de aquellos activistas sociales que luchan por la mejora continua y estructural de sus condiciones de vida.

Ética de la adecuación

François Barraud (1899- 1934) La sopa (1933)

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos
Declaración Universal de Derechos Humanos, 1953

Los individuos nos diferenciamos en casi todo salvo en una sola cosa: nuestra común condición humana.
De esta condición se deriva una característica ética trascendente que es nuestra dignidad de personas. Somos iguales, esencial y constitucionalmente iguales en este sentido: humanos y titulares de la dignidad de serlo. El valor correspondiente a esta igualdad humana, propio y exigible a los lugares que habitamos es la adecuación.
Tenemos derecho a lugares de vida adecuados, porque somos iguales en dignidad y derechos. Esto no quiere decir, como se suele interpretar, que apenas seamos programáticamente titulares de un derecho a gozar de unos mínimos habitables en nuestras viviendas. Tenemos derecho a desarrollar efectivamente una ética de la adecuación de todo el sistema de lugares que habitamos.

Apenas nos asomamos al fondo del asunto