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La necesidad imperiosa de urbanógenos (II)


En la ciudad contemporánea proliferan las acciones que se concretan en un diseño antiurbano.
Cuando en vez de desarrollar un barrio, con toda su complejidad social, se propone un conjunto habitacional extenso, se daña el tejido urbano existente. Cuando un proceso de gentrificación desplaza a la población pobre afincada para ser sustituida por una nueva y homogénea población solvente, se materializa otra región de un mosaico de segregación socioespacial. Cuando vastas zonas de la ciudad se reservan en exclusividad a oficinas e instituciones burocráticas, se rarifica esta zona de saludables y complejas complementaciones de usos. Autopistas infligen heridas de muerte a la continuidad de amplias regiones urbanas. El abuso de la edificación en altura desdibuja el perfil urbano en términos de skyline. A los pobres se les condena a la segregación y el alejamiento: hay ciudad empobrecida para pobres y también asentamientos de infravivienda.

Por todo ello es que hay que apelar a la siembra esforzada, meticulosa y esperanzada de urbanógenos, gérmenes de una ciudad futura más vivible, más digna de nuestra condición humana.

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