Peter Ilsted (1861–1933)
Rayo de luz por la puerta (s/f)
La
Teoría del Habitar, en su desarrollo ético intrínseco, impone a la labor
arquitectónica al menos tres directivas o compromisos.
El
primero de estos compromisos éticos es con la finalidad. La labor profesional de la arquitectura no constituye
otra cosa que la prosecución esforzada y rigurosa de la finalidad trascendente
de su producto. Como tal, como consecuencia de una producción, la arquitectura
no configura un fin en sí mismo sino cuando se agota en el servicio a su plena
implementación humana y social. El habitar es la finalidad en sí misma que
puede determinarse a toda arquitectura, considerada ésta más allá de toda gesta autosuficiente de diseño y construcción.
El
habitar constituye un horizonte finalista para la arquitectura: hacia allí
convergen todos los saberes, los esfuerzos y los talentos.
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