Franciszek
Żmurko (1859 –1910) Dama durmiendo
(1910)
Dormimos
al amparo de unas precisas dimensiones ambientales que determinan un grado de
confort relativo.
Con
mucho, la calma del sueño tiene una medida crítica en la dimensión fonotópica.
El dormir se arropa en un casi silencio, un sordo rumor de la respiración honda
y pausada. No se trata solamente de la adecuada insonorización con respecto al
ambiente exterior, sino también de ensordecer, con cortinas, colchas y
alfombras, las eventuales resiliencias del ámbito. Hay, entonces, un
distanciamiento y un confinarse de naturaleza acústica.
También
existen valores críticos y especialmente sensibles de naturaleza termotópica.
Así como necesitamos una relativa frescura para conciliar el sueño, también
demandamos adecuada aislación para prevenir el enfriamiento del cuerpo yacente.
El
descanso exige también su cuota de ensombrecimiento: tal la dimensión
específica de naturaleza fototópica.
Así, el sueño tiene efectivo lugar en un ámbito silencioso, abrigado y oscuro,
de forma de promover todas las evanescencias del onirismo.
Pero
no hay que olvidar otra importante y soslayada dimensión. La tranquila
respiración del durmiente se verifica en una confortable esfera osmotópica: nuestra guarida huele
confortable en tanto la atmósfera se ventile adecuadamente y las fragancias
propias, convenientes y deseadas dominen la alcoba.
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