Monumento a
Andrea Palladio en Vicenza
Ninguna
empresa es verdaderamente humana si no contiene, en su origen, un proyecto
urdido sobre una conjetura de mundo futuro.
Puede
decirse que la Teoría del Habitar ha nacido con la impronta originaria de
concebir el alumbramiento de un necesario humanismo arquitectónico. Hoy como
nunca nos es imperioso, imprescindible y acuciante un humanismo que sea capaz
de liberar la condición humana de los aherrojamientos propios del lastimoso
estado de nuestra civilización. En un mundo en que el sentido de adhesión a las
cosas reifica la propia sustancia de la arquitectura, esto es, cuando se tiene
por realidad arquitectónica la cosa construida por sobre el vínculo que este
artefacto guarda con quien la habita, el humanismo nos es obligado. En un
estado de cosas en que olvidamos el fin superior de la arquitectura, que libera
a sus habitantes de las constricciones de la necesidad, el humanismo práctico
nos es insoslayable. En una perspectiva de sustentabilidad futura de la propia
humanidad como tal, el humanismo arquitectónico nos resulta urgente.
Con
este sino es que se desarrolla el pertinaz impulso a ahondar en una Teoría del
Habitar que nos abra una feraz ventana a un futuro más confortador que este
lamentable presente.
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