Albert
Müller-Lingke (1844- 1930) Familia con
bebé en la cocina (s/d)
Si se
atiende a la dignidad, es preciso reconocer las dificultades casi insalvables
para dar cuenta de su dimensión real. Por mucho que nos interroguemos no
podemos verificarla en los hechos, por así decirlo.
Sin
embargo, su dimensión simbólica es clara, nítida y uno podría creer que casi es
por entero constitucional. Resultar una condición alguna como situación digna
puede, en efecto, agotarse en un puro acto de significado. Quizá tengamos
dificultades para expresar en forma pormenorizada qué —y sobre todo por qué— una circunstancia resulta
digna, pero no tenemos muchos apuros para indicarla
como tal, en forma por lo demás clara y distinta.
Pero
también es preciso considerar que existe una ineludible dimensión imaginaria,
toda vez que toda situación humana es un conato o proyecto. Si bien podemos
indicarnos en una situación digna instantánea, forzoso es considerar también
cómo devendría con el correr del tiempo, la historia y la peripecia vital.
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