Charles
Frederick Lowcock (1878-1922) La entrega
de las llaves (1922)
Las llaves de casa no se dan a
cualquiera. Solo existen unas pocas copias. Representan nuestro hogar. Hasta
que no nos entregan las llaves, la casa no es nuestra; y cuando las entregamos,
abandonamos para siempre dónde hemos vivido. Las llaves abren y cierran (vidas,
espacios). La vida, otrora, en las clases pudientes, estaba en manos del ama de
llaves. Es un drama perderlas, pues también se pierde la casa, convertida en un
cuerpo exterior, ajeno, inaccesible, todo y que alberga bienes y recuerdos. La
pérdida se refiere a una parte nuestra, afecta nuestra vida.
Pedro
Azara, 2018
Las
llaves, por metonimia, son signos de la unión de la casa y el hogar.
Me
explico. Esa pequeñez fundamental que podemos poner al resguardo de la mano
tiene a la habitación apropiada como significante y a la hondura inagotable del
lugar habitado como significado. Así la
llave es signo.
Todo un
ceremonial se construye sobre este signo, tan poderoso cuanto tenue. Al estar
conectado funcionalmente con la práctica del umbral público de la casa, lleva
consigo toda la dimensión inaugural y recurrente que tiene el capital hecho de
trasponerlo. Al perfeccionar tanto mecánica como simbólicamente la práctica de
este umbral, la llave condensa todo su sentido de eficacia mágica.
¿Cómo
olvidar estos sentidos? Es, en verdad, imperdonable perder las llaves de la
casa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario