Berenice Abbott (1898 - 1991) Penn
Station, Manhattan (1935)
En
aquellos ámbitos aquejados por el gigantismo, se verifica una dispersión de la
estructura fundamental del lugar por obra de la rarificación de las dimensiones
propiamente humanas de éste.
El ámbito
gigantesco pierde su densidad conforme propia del lugar habitado, para devenir
una estructura que sojuzga el ánimo y somete a los cuerpos a una minimización
simbólica. Si la profundidad perspectiva, la altura o la amplitud superan una
cierta medida, las dimensiones dejan de ser, propiamente, humanas, para
adquirir otros valores presumiblemente suprahumanos. Las personas, allí, se
comportan ya como masas, ya como perplejos transeúntes en busca infructuosa de
algún rincón propicio.
No se
puede hablar, sin embargo, de deshumanización.
Sí de rarificación. Porque es humano y sólo humano el impulso acaso
irrefrenable hacia la consecución de estructuras que estén proporcionados a las
escalas propias de los gigantes que sólo la razón y la sinrazón humana pueden
llegar a concebir.
Antes
de condenar a priori el gigantismo, debe ser aclarada con rigor su propia
condición y naturaleza.
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