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El incómodo beneficio de la duda

Carl Moll (1861–1945) Autorretrato en el estudio (1906)

Lo que mantiene viva y despierta a la filosofía es la capacidad de dudar, de no dar por definitiva ninguna respuesta

Victoria Camps. Elogio de la duda

Hay espíritus que gustan considerarse prácticos que odian toda forma de perplejidad, ya que estorba a su amada eficacia. Hay arquitectos así. Abominan la Teoría y se apartan todo lo que pueden de cualquier forma de filosofía que no sea una directiva clara y decidida de cómo-deben-hacerse-las-cosas.
Pero no todo es eficacia.
Hay también espíritus que desconfían de las prácticas eficaces que resultan en el mundo tal cual se muestra. Que no es, por cierto, el mejor de los posibles. Para aspirar a un mundo un poco más preferible que el que tenemos en la actualidad, debe empezarse por dudar. Y la duda es beneficiosa, aunque incómoda. No deja actuar tan de prisa, pero sin embargo, lo que perdemos en eficacia podemos ganarlo en cosas como prudencia, tino, o incluso sensatez.

Porque el mundo que hoy habita el hombre precisa de la eficacia práctica, pero más necesita prudencia, tino e incluso, sensatez.

Fantasmas de allá

Caspar David Friedrich (1774–1840) Vista de un puerto (1816)

En todos los puertos del mundo
hay vagabundos como yo
que asoman al asombro lejano
el corazón, como un barquito en la mano.  
Raúl González Tuñón, 1934

En los puertos, todo es poética de distancias.
Situados en el borde, no hacemos otra cosa que soñar despiertos con los fantasmas de allá, esos Otros que no terminan de irrumpir en nuestro mundo, enormidades que flotan y se van.

Puede que los habitantes de un valle se conformen con un mundo contenido por la rasante orográfica próxima; mundo chico y protegido; pero para los habitantes de los puertos el horizonte es una ventana cósmica que convoca a los fantasmas convocados de  más allá.

La casa de Asterión

George Frederic Watts (1817- 1904) El Minotauro (1885)

Si quisiéramos intentar construir una arquitectura acorde a la naturaleza de nuestra alma -pero somos demasiado cobardes para eso- el laberinto debería ser nuestro modelo

(F. Nietzsche: Aurora, aforismo 169)

La autoridad de Jorge Luis Borges afirma que, como la casa de Asterión, esto es, el Laberinto no hay otra en la faz de la tierra. Por otra parte, a poco de avanzar en su descripción apunta: Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar.

Puede suceder que, efectivamente, seamos cortos y cobardes para reconocer que en nuestras casas se multiplican con exceso las estancias y los tránsitos y que cada lugar tenido por único —tenido falazmente como una única y propia esfera— en realidad es otro lugar. No es que no lo hayamos construido —esto es inevitable—, lo que nos resulta difícil para nuestra condición (que el filósofo tilda de cobarde), es comprenderlo.

El deseo de la casa

Kawase Hasui (1883- 1957) Lluvia en Maekawa (1932)

…la maison abrite la rêverie, la maison protège le rêveur, la maison nous permet de rêver en paix.
Bachelard, 1957
Hay que indagar en el deseo primordial de la casa.
Esto implica partir de considerar primero  desde dónde se desea la casa. También hacia dónde se la desea. Lo que supone situar el deseo tanto en el origen como en el acomodo entrevisto por el habitante.
Para el transeúnte mojado por la lluvia, su sueño de una casa puede reducirse a un recinto seco y cálido, mientras que para un habitante de un modesto recinto así acondicionado, las cosas pueden presentarse más elaboradas.
Por otra parte, el deseo de la casa tiene mucho de sueño de vida, de proyecto, de emprendimiento, de destino autoimpuesto.
A través de un proceso, que en otro momento se ha calificado de espeleológico, podría irse depurando la imagen de los pormenores del adorno superfluo, anecdótico y equívoco, para mostrarse prístina, en su condición esencial.

Esta condición esencial es la que no debería faltar en la casa efectivamente habitada, en su cuádruple carácter de deseo, sueño, proyecto y construcción.

Lugares que merecen un banco

Hans Andersen Brendekilde (1857–1942) Senda sombreada en un parque (1902)

Hay quienes piensan que los bancos de las ciudades son responsables de una parte importante de la identidad del espacio público, afirmando que suponen una oportunidad para ofrecer un servicio realizando, a la vez, una aportación a la construcción de la imagen de la ciudad.
Blasco et.al., 2016

Podría pensarse en una práctica urbanística distinta a las habituales.
Se convocaría a los urbanitas a deambular por los distintos lugares de la ciudad munidos de algún elemento con el que marcar aquellos lugares que merecieran un banco.
Un lugar que merezca un banco es un lugar en que vale la pena detenerse, descansar y disfrutar de las calidades ambientales de cualquier tipo. Así, los urbanitas, por sí y ante sí, irían indicando sus puntos señalados en el territorio.

Es de esperar que tal actividad llevara a la proliferación virtuosa de asientos, los que trazarían un mapa a escala natural de las verdaderas regiones disfrutables de la ciudad. Y quizá la ciudad específicamente vivida por sus habitantes empezaría a emerger, por entre las rendijas de la ciudad que padecemos.

Texturas y colpoprácticas

Johann Baptist Sonderland (1805-1878) Interior con niños y gatos (s/f)

La percepción meramente visual de masas y espacios nos deja fuera de la experiencia arquitectónica.
Esto es porque hay un elemento perceptivo (estético) esencial en el adentramiento. Las arquitecturas, por lo general, constituyen lugares practicables, accesibles para su experiencia íntima con el propio cuerpo. Por ello es ineludible habitarlos rozando sus texturas. Y estos roces pueden tener un término específico: colpoprácticas.
Se denomina así a las prácticas habitables que prospectan el lugar interior, que aprecian, miden, valoran y experimentan de modo inmediato la magnitud histerotópica, magnitud ésta propia y específica de la profundidad de las cavidades (kolpos, hysteros).

La experiencia arquitectónica es, en lo fundamental, una vivencia honda de tacto, penetración y atravesamiento. Es con el adentramiento de nuestro propio cuerpo en los lugares que conocemos la arquitectura de primera mano.

La dimensión alethotópica de ventanas y puertas

August Holmberg (1851–1911) Interior con fumador (s/f)

À la porte de la maison qui viendra frapper ?
Une porte ouverte on entre
Une porte fermée un antre
Le monde bat de l'autre côté de ma porte.
Pierre Albert-Birot,
Les amusements naturels, p. 217.
En Bachelard, 1957
Los muros se asocian, conciertan y confabulan para acercar el horizonte a la región en donde llegan a tocarse las cosas.
Por su parte, puertas y ventanas se aprestan serviciales para dejar irrumpir las novedades de todo tipo. Por puertas y ventanas sucede lo que vendrá. Así, los vanos hacen suceder todo aquello que está más allá del horizonte practicable de los recintos.

La epifanía de todo lo que ocurre más allá se desdobla en la vecindad de puertas y ventanas.

La contundente estética de la austeridad

Fyodor Andreyevich Bronnikov (1827–1902) Calle en Italia (1850)

Es fácil percibir la fealdad en estas cosas quiero-y-no-puedo que son inútiles intentos de embellecimientos postizos y abaratados.

No es tan fácil, por su parte, percibir la belleza proveniente de una lograda austeridad en donde nada sobra y donde resplandece una contundente belleza de lo simple, de lo depurado, de una virtud que tiene lo auténtico.

Algo en el aire

Henri de Braekeleer (1840- 1888) La vieja posada (1877)

Generalmente, ¿cuáles son para las imaginaciones materiales las cualidades más fuertemente sustanciales del aire? Son los olores. Para ciertas imaginaciones materiales, el aire es ante todo el apoyo de los olores. Un olor tiene, en el aire, un infinito.
Bachelard, 1953
Habitamos atmósferas.
Allí donde lleguemos, lo primero que hacemos, literalmente, es meter la nariz. Ese algo en el aire es lo primero que nos permite participar del lugar, más allá de lo que puede anticiparnos la mera visión. Las calidades del aire de los recintos son las primeras y fundamentales percepciones efectivas del habitar. Habitar, así, es una práctica inhalatoria, una percepción inmediata que nos ratifica nuestros efectivos estancia y tránsitos, un atravesamiento del cuerpo por una crítica cualidad del lugar.

El tono osmótico del lugar es la primera evidencia de nuestra intromisión y su primera nota.

Urbanitas

Louis Stettner (1922- ) Jardín de Tuileries (1997)

Una ciudad no era una amalgama de obras sino un espacio donde estar, vivir.
Pedro Azara, 2016

Así como es necesario atender a los habitantes en arquitectura, que no usuarios, es preciso enfocarse, en el caso del urbanismo, en los urbanitas.
Los urbanitas son los sujetos habitantes de una ciudad, que prefieren su modo de vida tal como allí la desarrollan, frente a alternativas como el campo o las pequeñas ciudades. Los urbanitas, según esta caracterización, son pobladores de una realidad específicamente caracterizada. La caracterización de esta realidad no es el agregado de construcciones,  calles e infraestructuras, sino una comunidad de asentamiento peculiarmente numerosa, densa y compleja.

Los urbanitas no se contentan con usar su ciudad, la habitan según modalidades diversas y complejamente complementadas: así, la exploran, la conocen, consiguen habituarse según variados modelos de comportamiento. También actúan como participantes sociales, económicos y políticos según diversas prácticas sociales. Asimismo, contribuyen a producir la vida urbana como agentes sociales que demandan y producen, en forma complementaria, todo aquello que circula en un contexto de intercambio generalizado.

Hermenéutica arquitectónica (II)

Roger Rössing (1929- 2006) Renata Rössing (1950)

La necesaria hermenéutica arquitectónica tiene una segunda y complementaria labor aparte de la interpretación de las demandas sociales.
Se trata de promover y estimular la imaginación, de pormenorizar los detalles del deseo, de indagar en los diversos aspectos de la ensoñación. Es preciso desarrollar con plenitud la potencia de lo deseante, del libre juego de las energías subjetivas del habitante.

Ojalá en un futuro próximo algún proyecto arquitectónico radique en una indagación profunda de la demanda legítima y cabal de habitar. Será, a no dudarlo, una obra arquitectónica ejemplar.

Hermenéutica arquitectónica (I)

Paul Gauguin (1848- 1903) Mette durmiendo (1875)

A las tradicionales tareas arquitectónicas de proyectar y construir ha de agregarse una imperiosa e imprescindible hermenéutica de las demandas sociales del habitar.
Escuchar, tomar nota, interpretar, repreguntar, indagar, propiciar la participación, el diálogo, el intercambio, tales algunas de las nuevas tareas que son forzosas para descubrir los motores ocultos del deseo y el sueño.
Ya se ha dedicado mucho esfuerzo a la introspección, al cultivo del talento profesional, al desarrollo creativo del espíritu del artífice. Y se seguirá dedicando. Aquí se reclama algo de atención a la figura y a la contextura concreta del habitante, a sus demandas explícitas y sobre todo, a las implícitas.

Se trata de indagar en el espíritu humano del protagonista de la arquitectura, que no es, necesariamente, el arquitecto, sino quien habita los lugares.

Plumas ajenas: Pedro Azara

No puede haber arquitectura sin teoría, pues para que la arquitectura pueda ser un modelo de vida debe ser equiparada con el arte el cual solo adquiere sentido o libra éste cuando es contemplado y juzgado, interpretado.
La teoría funda la arquitectura. La obra de arquitectura se construye cuando se piensa, no cuando se levanta físicamente. Eso solo es construccion, una obra que "no levanta cabeza", que no "mira más allá", hacia el más allá, el mundo de los espíritus, el mundo espiritual o ideal.
Una construcción no "da qué pensar"; no ofrece ninguna "visión" del mundo, no invita a relacionarse mejor con el mundo -o a retirarse. Arquitectura es una construcción (plástica, musical, teatral o edilicia) que apela a una visión atenta, a teorizar. Hacer arquitectura es ver el mundo de tal manera que se proyecta o se imagina un espacio de convivencia, de acogida o recogida.
La teoría "es" arquitectura.

Pedro Azara, 2016

Aquí es un límite

Eduardo Chillida (1924- 2002) Elogio del horizonte (1990)

El límite es el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro límite, es el verdadero protagonista del tiempo.
Eduardo Chillida, 2004


No podemos hacerlo de otro modo. Entendemos el espacio y el tiempo en nuestra propia condición limítrofe.  Yo, aquí, ahora: tres voces para un mismo límite fundamental.

Liberaciones de la buena vida

Eduard Kasparides (1858-1926) Noche de luna llena (s/f)

La locución “buena vida” suele asociarse a la opulencia, al consumo refinado y a la exclusividad.
Cabe pensar si es, en verdad, una buena vida deseable aquella que deba ser confinada más allá de la abrumadora mayoría social.
Una economía que se sustenta en la estimulación obsesiva del consumo tiende a hacer pensar que la opulencia es una clave: Tanto tienes, tanto vales. Una sociedad sometida al consumo desenfrenado, tiene a la refinación de este comportamiento como clave de la consumación de los personajes. Una sociedad y una economía desiguales y desigualadoras tienen a la exclusividad de las élites como virtud. Así, la ‘buena vida’ es cara, infrecuente y socialmente restringida.
Pero puede sospecharse que la verdadera, cabal y efectiva buena vida no es otra cosa, en la actualidad, que una liberación de tales condiciones.

¿Qué pasaría si empezáramos a creer en serio que la buena vida es algo accesible, cotidiano y omnipresente?

Menos es más. Elogio de las pocas palabras

Una “casa del alma” egipcia

Autor, fecha
Cuando un difunto, en el Antiguo Egipto, contaba con recursos, se le enterraba con una “casa del alma”, maqueta arquitectónica realizada en terracota. Pero en otros casos, los deudos de condición económica más modesta se contentaban con estas tabletas en relieve.
La de la ilustración es extraordinaria por condensar las dos configuraciones fundamentales de la Esfera y del Laberinto.
Hay ocasiones especialmente logradas en que un mensaje grande entra en un sencillo significante y atraviesa morosamente los siglos.
Chapeau.

Véase el artículo de Pedro Azara en

El tamaño conforme

Baustelier Gropius. Dessau, Alemania. 1927-8 (Edward Curtis)

En torno a la noción de Existenzminimum se ha construido no poca ideología arquitectónica. Esta ideología ha amparado y cobija aún las miserias que el cuerpo profesional arquitectónico inflige a las amplias masas desfavorecidas a título de vivienda de interés social.
Puede que abandonemos esta prehistoria teórica cuando sustituyamos esta noción por el concepto de tamaño conforme.
El ejercicio de la arquitectura tal como un humanismo práctico propenderá a juzgar con certeza cognoscitiva y buen sentido ético, la medida conforme de los seres humanos, la medida conforme de sus deseos, la medida conforme de sus sueños.
Hay que dejar de medir las moradas del hombre con la mezquindad de la cinta métrica y el escalímetro, para dejar crecer las coreografías de la vida liberada… y acondicionar sus atmósferas.
Hay que dejar de constreñir el sueño del hombre con hormigón armado para dejar abrir los brazos a la alegría de vivir… y rozar con levedad las yemas de los dedos.

Hay que dejar de apretar el gesto del cuerpo del hombre con las muecas del dibujo despótico para dejar crecer el ritual cotidiano de hallarse en un lugar en el mundo.

Plumas ajenas: Pedro Azara

La palabra ciudad viene del latín cives (ciudadano). El griego polis, que se suele traducir por ciudad, significa en realidad comunidad o conjunto de ciudadanos. La ciudad propiamente dicha, las construcciones, se decía en griego astû, y esta palabra deriva de un radical indoeuropeo WEI, que significa morar, permanecer, y que se halla también en el tiempo pasado del verbo ser en inglés (was). Es decir, incluso las construcciones materiales, los edificios  se designaban por el tipo  de "acciones" que acogían: la protección del ser. Una ciudad no era una amalgama de obras sino un espacio donde estar, vivir.

Pedro Azara, 2016

Casa de citas

Vasco Prado (1914- 1998) Modelo en reposo (1988)

El mundo visible ha sido hecho para ilustrar las bellezas del sueño.
Gaston Bachelard, 1953

El hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir
Jean-Paul Sartre

No olvides que lo que llamamos hoy realidad fue imaginación ayer…
José Saramago, 2002


Instrucciones: Búsquese el punto común del horizonte de estas tres perspectivas. Allí hay algo bueno en que pensar.

Alegría de vivir, alegría de habitar

Henri Matisse (1869- 1954) La alegría de vivir (1906)
Pablo Picasso (1881- 1973) La alegría de vivir (1946)

Cuando saltes de alegría, cuida de que nadie te quite la tierra debajo de los pies.
Stanislaw Lec

Los pintores de talento hacen visible aquello que a los filósofos les insumen largas cavilaciones que ocupan no pocos volúmenes de dificultosa lectura.
Por eso, es preciso leer con mucho detenimiento en ambas ilustraciones qué cosa es la alegría de vivir. Parece, si le creemos a Matisse, que la alegría es una trémula orla de color que contornea las magníficas pieles que queremos tanto. ¿O serán las posturas relajadas en el prado, al resguardo de los árboles?
Si optamos por Picasso, podemos creer que es una línea ondulante que emparenta a los músicos con los danzantes.
Podemos también creer que a los alegres les basta tener lugar: las alegrías de vivir son, entonces, alegrías simples de habitar, siempre que algún inoportuno no nos quite la tierra debajo de los pies.