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La arquitectura interior

Amedeo Modigliani (1884- 1920) Dama con sombrero (1915)

... he entendido que la interioridad, precisamente, es no tener nada dentro: sólo una habitación, frágil como una cabaña infantil, de donde entrar y salir, donde acoger y recogerse, donde ir y volver. Su vacío, silencio y resonancia, es la condición imprescindible para no fundirse con el hilo musical del mundo.
Marina Garcés, 2013

Hubo un tiempo en que se pensaba la interioridad de las personas como el reducto auténtico de la plenitud de su ser.
Hoy los filósofos han cambiado radicalmente de parecer. Parece que hay, allí donde antes se esperaba encontrar una médula, una habitación interior. Esto parece reduplicar la condición propia, porque ¿quién es que se repliega, entra y sale, va y viene?
Por mi parte, sueño con una arquitectura interior, un paredro1 (en término que acuñara don Julio Cortázar) de la arquitectura que habitamos bajo el imperio de la vigilia. Cuando nos vence el sueño, cuando nos ensimismamos, entonces habitamos el más nuestro de nuestro mundo: un laberinto de habitaciones henchidas de sueño y significado.


1 Esto es, una figura análoga, una proyección onírica de lo vivido

El punto del confort

Peter Ilsted (1861- 1933) Leyendo en la ventana (1900)

La demanda social de lugares adecuados para habitar no se corresponde con un ajuste mecánico y mínimo a ciertas especificaciones taxativas y mínimas. El lugar adecuado es aquel que resulta efectivamente confortable.
El valor del confort es mucho más que un valor de uso, es un valor de implementación humana integral. Es que un habitante es mucho más que un simple usuario de un bien útil. Un habitante implementa las cosas de vivir integradas en estructuras arquitectónicas que amparan las diversas formas de conductas habitables en todo su desarrollo.

Por ello, el punto del confort es un vértice de una necesaria tríada deontológica impuesta a los lugares habitables.

Afectaciones al decoro (II)


A las sevicias del estigma del empobrecimiento se le agrega, por obra de la política afectación al decoro del hábitat popular, la enajenación.
Mientras que la auténtica arquitectura vernácula opera morosa y detenidamente tanto con tectónicas apropiadas como con lenguajes hondamente decantados, los modos industrial-capitalistas de producción aplican intensiva y extensivamente tecnologías sobresimplificadoras y unas tristes versiones de vocabularios empobrecidos.

De este modo, las políticas sociales de vivienda al uso consiguen infligir una segunda y capital afectación al decoro: una enajenación que distancia afectivamente a los moradores de sus alojamientos y de sus anodinos escenarios antiurbanos. 

Plumas ajenas: Jan Gehl

En cualquier situación donde una persona se ve forzada a permanecer durante un tiempo en un mismo lugar, busca acomodarse sobre el borde urbano, un fenómeno que se conoce como el “efecto del borde”. Al apoyarnos sobre este paramento no interrumpimos el tránsito peatonal, y al mismo tiempo podemos observar todo de forma callada y discreta. Las ubicaciones en el borde proveen una serie de beneficios importantes: hay espacio delante de uno al cual mirar, la espalda está cubierta, por lo que no habrá sorpresas que vengan de atrás, y hay contención física y psicológica. La gente se ubica dentro de un vano o un nicho, o simplemente apoyada contra la pared. También los factores climáticos se ven atenuados, ya que la persona se ve protegida
por los elementos constructivos y decorativos. Es un buen lugar para estar.
La preferencia que demuestra la gente en ubicarse sobre el borde de un espacio está vinculada a nuestros sentidos y a las conductas que guían nuestras interacciones sociales. El origen por esta inclinación de tener un buen espacio sobre el borde puede ser rastreado hasta nuestros antepasados cavernícolas. Ellos se sentaban en las cavernas con sus espaldas apoyadas contra la pared, el mundo delante de ellos. En tiempos más recientes, vemos cómo el fenómeno se repite en un salón de baile, donde los asistentes deambulan entre temas pegados a las paredes. Y cuando estamos en nuestras casas, muchas veces nuestro asiento preferido es el sillón esquinero.
Ubicarse sobre los bordes es una cuestión fundamental cuando se trata del espacio urbano, donde las esperas más prolongadas deben realizarse rodeado de extraños, porque nadie quiere que se note que está solo y esperando a alguien. Si nos paramos junto a la fachada de un edificio, al menos tenemos donde apoyarnos.

Jan Gehl, 2010

Aspectos de la conducta habitable (III)

Georges Croegaert (1848- 1923) El glotón (s/f)

Cuando una secuencia de rituales se estructura según un significado y finalidad específicos se da lugar a una ceremonia.
Cocinar, comer, dormir, interactuar son ejemplos de ceremonias. Los gestos del cuerpo se suceden según rituales y éstos se estructuran para dar lugar a las formas de la vida cotidiana. Gran parte de la calidad corriente de la vida efectivamente llevada a cabo radica en los valores asignables a tales ceremonias: adecuadas, dignas, decorosas. El ajuste arquitectónico clásico entre forma y función debe analizarse como el triple ajuste entre unos escenarios, ciertos atrezos y ciertas ceremonias, que condensan en sí las formas-y-funciones propias de la vida que tiene lugar. Uno puede nutrirse en muchas formas, pero adopta ciertas ceremonias para comer como es debido, esto es, según la ceremonia precisa que tiene como pertinente.

La satisfacción de una ceremonia es, con mucho, algo completamente diverso y superior a la ejecución mecánica de una rutina. Es en este sentido en que la Teoría del Habitar pretende superar críticamente al funcionalismo clásico.

La tríada vitruviana y su correlato en Teoría del Habitar


Haec autem ita fieri debent, ut habeatur ratio firmitatis, utilitatis, venustatis
Vitruvio, I, 3.2
Es grande y duradera la sentencia vituruviana.
Las construcciones deben resultar seguras, útiles y bellas. Una teoría de la arquitectura que es una teoría del arte de construir se resume de modo sencillo y noble en una histórica tríada.
Ahora que ha pasado mucho tiempo y cuando los elementos cardinales han mudado de aspecto y contenido, hay una virtud superviviente en la estructura triádica. Es una estructura que aspira y consigue una síntesis superior.
La Teoría del Habitar haría bien en replantear, a su modo, una tríada axiológica propia y diferencial, ya que su perspectiva, si bien versa también sobre el mismo contenido, proviene de otro asedio perspectivo.

No por casualidad son tres las demandas sociales sobre los lugares que habitar: se esperan lugares adecuados, dignos y decorosos. A esta triple demanda fundamental corresponden tres valores constatables en los lugares habitados: los lugares habitados deben resultar confortables, de magnitudes conformes y apropiados (o convenientes).

El problema de la operatividad en Teoría del Habitar

Thomas Eakins (1844- 1916) Retrato del Dr. Benjamin Rand (1874)

Vivimos tiempos apresurados, ansiosos y poco dados a la meditación reflexiva.
Por ello, apenas despunta un incipiente desarrollo teórico se le rodea con un halo de expectación por la ansiedad de operatividad práctica. El imperativo de la hora es ser eficaz y eficiente, antes que adecuado, justo o conveniente. Y sin embargo, necesitamos cada vez más la adecuación, la justicia y la conveniencia. Por otro lado, muchas formas de eficacia y eficiencia consiguen atentar con éxito precisamente estos necesarios extremos.

La Teoría del Habitar no puede desarrollarse mucho sin que señale al menos atisbos de operatividad. El compromiso es arduo.

Afectaciones al decoro (I)

Conjunto de vivienda de interés social en Montevideo

La más común de las afectaciones al decoro que realizan las políticas públicas de vivienda es la asignación de estigmas a la denominada vivienda de interés social.
Allí donde todos tenemos derecho a la marca positiva de identidad, allí es donde se inflige el estigma: vivienda pobre para pobres. La adecuación se constriñe a los mínimos reglamentarios, la dignidad se resigna a la austeridad forzosa y forzada, mientras que en el plano simbólico —que no deja de tener su importancia— el decoro cede derrotado frente al empobrecimiento de los códigos socialmente aceptados.

Es en esta estigmatización donde el verdadero rostro del asistencialismo público se muestra, apenas disimulado por el taparrabos de política social.

Plumas ajenas: Jan Gehl

Decir que una distancia de 500 metros es un objetivo razonable para una caminata es una afirmación que se ve refrendada por el tamaño de los centros urbanos. En la gran mayoría de las ciudades, el área central tiene una superficie de aproximadamente 1 km², midiendo un kilómetro por un kilómetro de lado. Esto quiere decir que con caminar un kilómetro o menos, los peatones se encontrarán con la mayoría de los servicios que la ciudad ofrece.

Jan Gehl, 2010

Aspectos de la conducta habitable (II)

Pieter de Hooch (1629- 1684) El mensajero del amor (1670)

Si las acciones son los aspectos más básicos de la conducta habitable, los rituales conforman haces o sucesiones de acciones estructuradas según unos patrones recurrentes.
El adentrarse es un ejemplo de ritual: toda una secuencia de acciones en las que el habitante marcha, transpone umbrales y consigue establecerse al abrigo de un interior, según pautas precisas y repetitivas. Hay un conocimiento exhaustivo, una etiqueta y unas formas convenientes para ingresar en cada lugar habitado según las diversas circunstancias, que afectan decisivamente la conducta habitable en cada recinto.

La arquitectura efectivamente vivida tiene sustento en los diferentes rituales, que deben ser atentamente estudiados y comprendidos.

El decoro y lo apropiado

Julio Vilamajó (1894- 1948) Casa Vilamajó (1930)

Más allá de las condiciones de adecuación y de dignidad, se abren las correspondientes al decoro.
Por decoro entenderemos aquí el arreglo conveniente de las cosas de vivir en congruencia con la condición propiamente humana de sus habitantes. El decoro es la condición necesaria para que los bienes sean tenidos, con total legitimidad, como propios, en términos de identificación, pertenencia mutua y referencia. El lugar que decoroso que ocupo es el lugar que tengo legítimamente por mío, por propio y al que me liga una recíproca referencia. Mi lugar es decoroso por ser portador de la identidad de la que me ufano a justo título. Es mi pertenencia más allá de cualquier relación jurídica especial (es tan “mía” mi casa como “mío” es mi vecindario y mi ciudad). Mi lugar y yo mismo nos referimos mutuamente.

El decoro tiene su medida en lo apropiado, que es un valor distinto del mero confort adecuado y la escala conforme de la dignidad.

El problema del rigor en Teoría del Habitar

Antoine Watteau (1684- 1721) Anciana con una rueca (1710)

En los tiempos que corren, una pura especulación, por más seductora que pueda resultar, carece de buena reputación y menos de respetabilidad.
En los círculos académicos, donde se debe luchar ardorosamente por la financiación, es imperioso defender a capa y espada el presunto rigor científico de toda iniciativa. Esto favorece el estabilishment de las ciencias constituidas. Todas las investigaciones que avanzan a tientas por territorios penumbrosos, en busca de sustento epistemológico reconocido, la tienen difícil, si no imposible.
Es quizá una suerte estar fuera del contexto académico, más preocupado por recoger el hilo de estas arduas entrevisiones, que en el estéril mendigar de legitimidad presuntamente científica. Lo que no quiere decir que la Teoría del Habitar no tenga un compromiso —inquietantemente parecido a una espada de Damocles— con el rigor.

Conformémonos, de momento, con un rigor filosófico, al que nadie ni nada financia.

La indagación de los sueños

William Peter Watson (1883- 1932) Durmiente bajo una colcha de retazos (s/f)

Cuando le comenté a unos buenos amigos que los arquitectos debiéramos indagar en el fondo de los sueños de los habitantes, uno de ellos observó que, así obrando podría dar con los deseos auténticos de un individuo en particular y construirle su propia casa de los sueños y en este caso otra persona podría no sentirse a gusto allí.
La observación me hizo reflexionar. Partimos del supuesto que el fondo de nuestro psiquismo aloja lo más auténtico nuestro, en el sentido de la contextura individual y particular que investimos. Pero, ¿en verdad es así?

¿Cabe acaso la posibilidad que las honduras de nuestros sueños tengan menos que ver con nuestra condición de individuos y más con la investidura de seres sociales, en donde, por decirlo de alguna manera, es la condición humana común, la que anida allí?

Plumas ajenas: Jan Gehl

Lo que sigue es un repaso a los principios generales que debería seguir un plan urbano que contemple la dimensión humana. El punto de partida es sencillo: actividades humanas universales. Las ciudades deben proveer buenas condiciones para que la gente camine, se pare, se siente, observe, hable y escuche.
Si estas actividades básicas, que están relacionadas con el sistema sensorial y motor, pueden desarrollarse en condiciones óptimas, tanto estas como decenas de otras podrán florecer en diversos entornos humanos. Entre todas las cuestiones a las que un planificador debe atender, la más importante es prestarle atención a la escala pequeña.
Jan Gehl, 2010

Aspectos de la conducta habitable (I)

Carl Holsøe (1863- 1935) Un plato de leche (1935)

Es acaso posible señalar una tipología evolutiva de aspectos de la conducta habitable.
La forma aparente más simple del comportamiento habitable lo constituyen ciertas acciones elementales tales como el marchar, es establecerse o el trasponer umbrales.
Ninguna forma elaborada de conducta puede soslayar alguna de estas acciones elementales, las cuales son portadoras de correlativos significados básicos.
En la escena de la pintura que ilustra este artículo, podemos entrever las laberínticas sendas recorridas por el ama de casa en busca de la leche en la casa, por no mencionar los furtivos desplazamientos del gato, siempre recíprocos. Por otro lado, la mujer se establece precisamente allí, en el umbral que une y separa los ámbitos habitados. Esta triple tensión de conductas vuelve plena de vida una pintura por lo demás apacible.

Todo el edificio de la vida en las arquitecturas se fundamenta en estas tenues acciones.

Morfología general del lugar



El lugar habitado tiene una estructura fundamental, resultado de la proyección multidimensional del cuerpo humano sobre el sitio.
Esta estructura supone una ley interior a la configuración efectiva de la arquitectura del lugar, que es el aspecto, la figura que muestra la forma-y-fin efectivamente percibido por los sentidos y el entendimiento en una síntesis superior.
Pero sólo es el lugar efectivamente vivido su forma plena: sitio palpitante por imperio de la presencia humana.

Debemos ser capaces de maravillarnos con las arquitecturas palpitantes de los lugares efectivamente vividos, siempre que contemos con adecuados instrumentos de observación.

El problema de la integralidad en Teoría del Habitar

Christian Krogh (1852- 1925) Exhausta (1885)

La demanda de integralidad de la Teoría del Habitar obedece a diversas motivaciones.
Una de ellas es la pretensión de alcanzar una comprensión del fenómeno de modo completo y exhaustivo. Se podría decir que esta motivación es, en cierto sentido, endógena.
Otra motivación proviene de la necesidad de comprender la totalidad de la materia tratada, sin soslayar ningún aspecto. Así, a la necesidad de saber del habitar, se complementa el análisis acerca de cómo debiera ser éste y cómo debiera producirse eventos que mejor le sirviesen. Esto lleva a tratar la integralidad como un triple compromiso cognoscitivo, práctico y productivo. Es una integralidad de inspiración kantiana, por cierto.

En fin, una tercera motivación importante es de inspiración humanista. Así como el habitar se informa de la propia condición humana, ningún aspecto debe ser negligido, con sujeción a la conservación de este carácter humano. Esta, quizá, sea la motivación más importante: una razón de congruencia de la teoría con su objeto.

¿Qué ha sido de nuestras hipótesis? (VI)

Frederick Carl Frieseke (1874- 1939) Mujer en un jardín (1912)

Por fin, llegamos a una última hipótesis de trabajo:
En consecuencia, es posible presentar una Estructura Fundamental del Lugar como categoría emergente del desarrollo efectivamente alcanzado por la Teoría del Habitar.

Allí donde reina el cuerpo humano que habita cada lugar, allí se conforma una estructura fundamental del lugar, que sustenta una peculiar arquitectura.
Los que indagamos en Teoría del Habitar debemos aplicarnos a la correcta, pertinente y operativa descripción y comprensión de tal estructura. Esto quiere decir, conocerla con sensibilidad y rigor, practicarla en consecuencia y producir en su favor todos y cada uno de los gestos que permitan ampararla en su palpitar y favorecer su cultivo y desarrollo.

La adecuada semblanza de esta Estructura Fundamental del Lugar es, quizá, el principal constructo epistemológico de la Teoría del Habitar, tal como se presenta ante nuestra mirada en la actualidad.

Plumas ajenas: Jan Gehl

Lograr que la gente se sienta segura es crucial si queremos que abrace el espacio urbano. Por lo general, son las personas las que hacen que una ciudad sea más segura y atractiva, tanto en términos de seguridad real como percibida.


Jan Gehl, 2010

¿Qué ha sido de nuestras hipótesis? (V)

Giovanni Fattori (1825- 1908) Dos damas en eln jardín de Castiglioncello (1885)

Una quinta hipótesis:
De esta reformulación [del concepto de Arquitectura] procederá la caracterización rigurosa de la Arquitectura del Lugar como propiedad trascendente de los lugares habitados.


La reformulación del concepto de arquitectura conduce a descubrir en cada lugar efectivamente habitado una propiedad trascendente, que aúna forma y finalidad y le otorga figura distintiva. Tal propiedad es la Arquitectura del Lugar, una reserva fértil de valor que todo arquitecto debiera estar especialmente dispuesto a cultivar y desarrollar en todo su intrínseco resplandor, tan magnífico como la vida que alberga.

¿Qué ha sido de nuestras hipótesis? (IV)

Kitty Lange Kielland (1843- 1914) Interior (1883)

Nuestra cuarta hipótesis enuncia:
El desarrollo consecuente de la Teoría del Habitar conduce a reformular la Arquitectura como actividad social de producción.

Esto conlleva varias operaciones sucesivas. La primera es sacar la arquitectura de la zona de ensimismamiento corporativo: sacar la Arquitectura de aquello que hacen los arquitectos. Supone un cuota de necesaria autocrítica en torno a la espinosa cuestión de la autorictas, en su doble sentido, de autoría y autoridad. Y esto es sólo el principio.

Hay algo que destella luminoso en la oscuridad  y que asoma recién a la conciencia: la mejor de las arquitecturas anida en los sueños profundos de los habitantes. Rescatar esos sueños y darles forma tectónica es tarea de los arquitectos humanistas de un futuro necesario.