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Plumas ajenas: María Muñoz Duyos

Seguimos diseñando y entendiendo las ciudades con la tendencia a compartimentar y segregar los espacios donde transcurre la vida urbana.  Zonificar en lo grande y en lo pequeño va de la mano del interés por privatizar y comercializar, controlar e individualizar los usos del espacio público.
La coexistencia de actividades y actores diversos son la clave para un espacio público de calidad. Henri Levebre lo explicó muy bien: “En tanto que forma, lo urbano lleva un nombre: es la simultaneidad”.

Muñoz Duyos, 2016

Confortables roces

Case Study House (1945-1966)

Hoy, no cabe ningún arquitecto sin un fotógrafo. Las casas, antes de ocuparse, antes incluso de amueblarse, deben fotografiarse. Luego, la vida las reduce.
Pedro Azara, 2016
Puede creerse que la arquitectura, como bien consumible, debe fotografiarse por dos razones.
La primera es que la fotografía distancia. En efecto, hay una virtud en separar lo visible de otras evidencias, que pueden resultar comprometedoras. Ofrecer un aspecto meramente visible presenta un aspecto, más que la forma efectiva. Y tal cosa puede ser conveniente.
La segunda razón es que, a los ojos de un consumidor, todo es imagen. Es más simple y eficaz tratar con una imagen que con la plena epifanía de la forma arquitectónica.
Esto de la plena epifanía de la forma arquitectónica se dice mejor en términos de confortables roces de las arquitecturas con la piel de los habitantes. El problema radica en que tales roces agradables se reservan sólo y en exclusividad a los habitantes de la buena arquitectura. Y los que habitan la buena arquitectura tienen una doble virtud: la fortuna de haber dado con un buen arquitecto, (teniendo recursos materiales para ello), pero sobre todo, cuentan con la capacidad de consumar su arquitectura.
Así, unos —pocos— afortunados consuman la buena arquitectura, mientras ingentes masas de ingenuos se limitan a consumirla al precio de una publicación periódica.

¿No les parece algo cruel?

Consecuencias políticas de la Teoría del Habitar (III)

Władysław Podkowiński (1866- 1895) La plaza de las Tres Cruces en Varsovia (1887)


Cabe considerar una revisión profunda de las distintas elaboraciones explícitas de los diferentes proyectos sociales del habitar. En cierta forma, el conjunto de actores sociales deberá jugar ‘con sus cartas vistas’, haciendo públicos y discutibles sus planes, designios y demandas. El conjunto de la sociedad debe encontrar un marco más transparente y negociable para administrar sus inevitables conflictos.

Consecuencias políticas de la Teoría del Habitar (II)

Pavle Simič (1818- 1876) La Asamblea de Mayo de 1848 (s/f)

De la Teoría del Habitar es dable esperar ciertas consecuencias políticas. Antes se ha tratado de la promoción y constitución del derecho a habitar.
En segundo término, se desprende una necesaria y saludable apelación a procesos sociales y políticos de amplia participación popular, con la finalidad superior del empoderamiento del ciudadano habitante.
Este proceso se entrevé recíproco a una crítica revisión de las políticas de corte tecnoburocrático, que han supuesto el sometimiento de los colectivos ciudadanos a los designios de unas políticas que han tenido a los estamentos profesionales y a los funcionarios como medios eficaces de alienación y sometimiento.

Los habitantes deben desembarazarse, de una vez por todas, del sambenito del carácter de usuario, figura tan próxima a las de cliente y de consumidor.

Consecuencias políticas de la Teoría del Habitar (I)

Elizabeth Nourse (1859- 1938) Meditación (1902)

Del desarrollo de la Teoría del Habitar en el seno de la conciencia social es esperable ciertas consecuencias de naturaleza política:

En primer lugar, la constitución plena, en la conciencia social, de un nuevo derecho a habitar. Como se ha visto, supone esto un proceso de revisión crítica del reconocido derecho a la vivienda y de las limitaciones inapropiadas de las políticas sociales especificadas, seguido de una asunción novedosa de un derecho surgido de la reinterpretación profunda y sistemática de la propia condición humana.

Plumas ajenas: Marina Garcés

Me gusta definir las ciudades como lugares de llegada. No han existido nunca por ellas mismas: son núcleos dinámicos que se crean con gente que viene del campo, de otros países. Los habitantes de las ciudades son llegantes. Si desde las ciudades les negamos los lugares de llegada a los refugiados, los estamos expulsando del mundo.

Marina Garcés, 2016

Instrucciones para hallar las líneas del cardo y del decumanus

Grabado del Tesoro de Daniel Meisner (siglo XVII)

Sea, pues, en el arriba dicho sitio anivelado el centro A, Y la sombra matutinal del gnomon en B: de dicho centro A ábrase el compás hasta el extremo de la sombra B, y describase un círculo. Vuelto a poner el gnomon donde estaba antes, esperese á que baxe la sombra, y que nuevamente creciendo, sea igual á la de la mañana, tocando el círculo en C: luego desde los puntos B y C con una decusacion de compas se buscará el punto D: desde el qual, y por el centro, se tirará una línea hasta la otra parte del círculo, en los extremos de la qual están E y F: esta línea será el índice del mediodía y del septentrion.
Vitrubio I, IV, 49
Se empieza a trazar las líneas maestras de una ciudad con el auxilio de un reloj de sol.

Porque no somos más que sombras.

La clave del residir en la palma de la mano

Ottilie Roederstein (1859- 1937) Autorretrato con llaves (1936)

Una llave es una clave. Abre y cierra puertas. Convierte un espacio en un lugar de acogida o una cárcel. Una llave es necesaria para habitar. Las puertas que dan a la calle -y las que guardan secretos y tesoros- tienen un cerrojo. Las casas se entregan "llaves en mano". La llave es el signo de la posesión, para bien y para mal. Los guardas poseen siempre un manojo de llaves. La llave [es] el medio gracias al cual nos establecemos.

Pedro Azara, 2016
Mientras que los muros clausuran un recinto, las hojas de las puertas abren y cierran. Porque pueden abrirse, pueden también cerrarse con más contundencia aún que la nuda materialidad del paramento, ha observado ya Georg Simmel.

Tener en la palma de la mano una llave es tener un poder nimio, pero oportuno. Residir es, en apretado resumen, disponer del medio con el que abrir y cerrar un recinto en el que nos encontramos a título de amo y señor.

Esferas y laberintos

Maurits Cornelis Escher, (1898-1972) Relatividad (1953)

Las esferas y los laberintos constituyen un par de configuraciones trascendentes. Las esferas ocurren cuando prestamos principal atención al espacio en los términos más abstractos. Los laberintos son vividos y representados  particularmente en el tiempo. Pero no vivimos y ciertamente no habitamos ya en el espacio, ya en el tiempo, sino en un campo espaciotemporal de múltiples dimensiones. Por eso los lugares que habitamos efectivamente adoptan estas dos configuraciones.

Es un ejercicio apropiado para quien imagina elaborar o desvelar estas dos condiciones en todo lugar que habite. 

Mallas ergotópicas

Winold Reiss (1886-1953) Obreros del acero (1920)

En una ciudad gran parte de los innúmeros enmallados que la constituyen radican en las asociaciones, las solidaridades y las complementaciones cada vez más complejas entre las labores más dispares necesarias para el sostén de nuestro enredado modo de vivir. Tanto las distancias a vencer como las vecindades de mutua conveniencia entre aquellos lugares que demandan trabajo con respecto a otros en donde aquellos que lo ofrecen, dan forma sustancial a la ciudad.
Pero también operan las repulsiones, las contiendas, los antagonismos de la competencia sobre las cosas y las personas a título de recursos ya materiales, ya humanos. También son estas tensiones que escinden, que distancian, que discriminan: las tramas urbanas son tanto mallas interconectadas de modo laberíntico, como rupturas, heridas, bordes, discontinuidades.


Plumas ajenas: Miquel Bastons (V)

Mientras a los espacios físicos se les dota de una extensión fija y determinada, marcada por límites precisos, los espacios prácticos gozan de una extensión flexible; mientras los primeros imponen límites fijos, los segundos se amplían al compartirse. El espacio urbano ha dejado de ser el abstracto espacio euclídeo. Desde el momento en que aparecen los grandes sistemas de transporte y comunicación, el espacio empieza a ser medido en términos de tiempo y no de distancias. Así el espacio urbano puede "comprimirse", extenderse", o "invertirse", como en una pieza musical, se crean ámbitos y se cancelan, se aceleran o se detienen.  
Miquel Bastons, 1994


Miquel Bastons, (1994). “Vivir y habitar en la ciudad” en Anuario Filosófico, 1994 (27), 541-556

Habitar demorándose

Joseph DeCamp (1858- 1923) La costurera (1916)

Habitar una estancia supone hacer centro, esto es, concentrar las actividades en un punto, distribuir desde allí sus efectos, organizarse el cuerpo en el lugar según el designio fundamental de una actividad definida por su referencia aquí y ahora. El detener la marcha es darse la oportunidad de deliberar, de urdir, de operar.
La demora transforma una simple locación en una promesa u oportunidad de morada. Por ello, tomarse las cosas con calma es encontrar las circunstancias de espacio y tiempo para conseguir la apropiación de una estancia.

Habitar una estancia es una experiencia de plenitud. Por ello es que el habitar de los tránsitos aparece relativamente rarificado.

Ceremonias

Foyer de la Ópera Garnier

Las ceremonias suponen composiciones cualitativamente superiores de rituales a las que se asignan ciertos significados socioculturales explícitos. Se trata en este caso de una formulación superior y sobresignificada de la conducta. Por una parte, se trata de elaboraciones más complejas que los rituales, pero, a costa de esto, dotadas de un significado más específico y menos rico en connotaciones. Las ceremonias, de este modo, constituyen formas plenas dotadas de significado en un contexto sociocultural dado y suponen síntesis de la realización eficaz cuanto apropiada de las cosas como deben ser realizadas.
Casi no hay circunstancia decisiva en nuestras vidas que no adopte la forma, más o menos pormenorizada o solemne, que una ceremonia: nacer, ingresar a cualquier ámbito institucional, cumplir ciertos aniversarios, culminar procesos, consagrar alianzas, incluso morirse. El mundo lo tenemos arreglado para poder desarrollar estas ceremonias en ámbitos apropiados, en instancias especialmente señaladas, en contextos que le confieran su preciso significado.
La arquitectura de los lugares aparece especialmente acondicionada para las secuencias ceremoniosas en donde cada gesto particular contribuirá para la configuración efectiva de actos socialmente eficaces. Cabe reflexionar en qué medida la arquitectura y el ornato de un foyer teatral se adecua a la ceremonia civil de distenderse en el entreacto de la obra, allí donde vagan las miradas y las actitudes y donde los extraños buscan, de modo discreto, encontrarse a sí mismos en vagas comunidades de personas que buscan ser algo más que un agregado informe de público asistente.


Horizontes ligera pero decisivamente elevados

Anónimo. Maria Reiche observando las figuras de Nazca (1946)

Léase con provecho el artículo de Santiago de Molina:
Allí se pone de relieve cuánto pueden hacer las personas inteligentes con una simple escalera de mano: elevar el horizonte para conseguir ver algo más.
Porque sin cambiar el lugar desde donde se mira, sin cambios de mirada, no hay cambios de otro orden. El resto permanecen mirando, pero solo el que ve ligeramente más lejos puede cambiar el punto de vista de los demás. Así pues hay que insistir en el esfuerzo de llevar la dichosa escalera
Santiago de Molina, 2016


Rituales

Puerta torii en Santuario Gokônomiya

Se tiene a un ritual como una acción o sucesión de acciones con significado religioso o mágico. Pero también debe entenderse por tal toda acción o sucesión de acciones en principio dotadas de forma y con un significado mutable de carácter según diferentes circunstancias. Hay que detenerse en el hecho que los rituales de contenido religioso no son otra cosa que hábitos recurrentes sobresignificados: marchar solemne, trasponer umbrales, detenerse según qué sitios y circunstancias, adoptar una u otra actitud corporal, realizar algún tipo de acción, no son otra cosa que formas rituales a las que se les ha conferido contenido religioso, entre tantos otros.
Lo que cuenta aquí es cuáles son las circunstancias de las actividades de la habitación, que en cierto punto se vuelven peculiarmente significativas. En el caso de las puertas torii japonesas, su atravesamiento sobresignifica el paso de un ámbito profano a otro sagrado, cuando antes, todo atravesamiento de umbrales significa, en principio, un gesto primordial dotado de un cierto valor.

El interés por el estudio de los rituales de habitación radica en comprender la honda trascendencia de los gestos cotidianos, trascendencia fundamental tal que resulta formalmente decisiva para conferirles incluso valor religioso o mágico. La clave parece residir en el examen concienzudo de todas estas cosas que se llevan a cabo de forma automatizada, con poca conciencia relativa, aunque con una eficacia que no se reduce a los términos operativos. 

Plumas ajenas: Miquel Bastons (IV)

El lugar del hombre es su espacio vital, el que él construye a lo largo de su vida y en el que ha de formar su morada. No se trata de un lugar físico. Es un lugar que se edifica con nuestro comportamiento y nuestras acciones. Por eso, más bien se relaciona con lo que los griegos denominaban ethos. Ethos significa el territorio, el mundo particular, el lugar adecuado para cada cosa. Hay un lugar físico y hay también un espacio biológico. El agua es el "lugar" de los peces, el aire es el "lugar" de las aves, etc. Y también hay un lugar del hombre. Pero éste trasciende tanto la significación física como la biológica. El lugar del hombre no es el lugar en el que está, sino el "ámbito" que él configura con su propia conducta. Los clásicos lo entendían como un espacio práctico.  
Miquel Bastons, 1994

Miquel Bastons, (1994). “Vivir y habitar en la ciudad” en Anuario Filosófico, 1994 (27), 541-556

Coreografías

Amalia Lindegren (1814- 1891) Tarde festiva en una granja (1860)

El análisis de las actividades del cuerpo a título de coreografía tiene antecedentes en los estudios tayloristas del trabajo. El ejemplo más cabal es el estudio realizado por Margarete Schütte-Lihotzky para su proposición ejemplar de la Cocina de Frankfurt, hacia 1926. El punto crítico aquí consiste en señalar la reducción mecanicista implícita en tal método. El método adoptado ha resultado ejemplar en términos de adecuación funcional mecanicista, pero ha soslayado otros importantes aspectos.
Es de creer que asumir operativamente una secuencia de gestos habituales como una coreografía (del griego χορεια, danza circular y γραφή escritura) apunte a desembarazar la observación del sesgo mecanicista, para apreciar en todo su valor la forma del movimiento y su relación con los significados. La observación, descripción e interpretación de las coreografías de la vida cotidiana puede ilustrar mucho y provechosamente sobre un nivel básico de las relaciones entre el cuerpo y el lugar habitado.

A partir de poner en discusión la presunta racionalidad operacional de los gestos del cuerpo, puede reinterpretarse y valorarse en sus justos términos los procedimientos fundamentales por los cuales el cuerpo se apropia de los recursos del sitio, construyendo con sus gestos la contextura efectiva del lugar. En este sentido, la atención a tales fenómenos es deudora de la contemplación maravillada del arte de los danzantes. Son los bailarines los que desarrollan su talento en la conquista simbólica del espacio y el tiempo y son quienes nos enseñan a contemplar con atención las formas y los símbolos del movimiento diestro en el lugar.

¿Qué es el Existenzminimum?

El alojamiento para el Existenzminimum (1930) Portada

El existenzminimum es, en principio, una noción promovida en el contexto de la primera postguerra mundial en Europa, en donde se verifica una aguda crisis habitacional. Dicha noción aparece como respuesta del pensamiento arquitectónico profesional ante una crisis interpretada como un concreto déficit en los alojamientos populares. Ante tal situación y con una interpretación determinada de ésta, se buscan unos nuevos tipos de alojamiento, en un intento por conseguir unas adecuaciones esenciales conseguidas con parámetros económicos mínimos.
Como fruto de la elaboración teórica de esta noción, emerge una idea de existenzminimum. Esta idea o representación apunta a una referencia proyectual (viviendas populares modernas) con un significado expresamente desarrollado: optimizar la inversión social en unidades de vivienda adecuadas realizadas en óptimas condiciones económicas, en términos de eficacia, eficiencia y rapidez. Se apuntó a la reducción de áreas y volúmenes construidos, a la búsqueda de procedimientos constructivos expeditivos y a la reducción de costos.

La práctica proyectual, constructiva e inmobiliaria, por su parte, dan lugar al concepto operativo de existenzminimum: un significante —vivienda social moderna—, un referente arquitectónico —un alojamiento racionalizado a título de vivienda— y un significado —una unidad de habitación adecuada y completa reducida a su conformación esencial y necesaria—.

La tierra

Anselm Feuerbach (1829-1880) Gea (1875)

Cuando conocí la tierra con la que yo quería trabajar, le puse la mano encima y enseguida me di cuenta por el oído, que me decía que era posible hacer mi obra con ella.
Eduardo Chillida
Algunos atribuyen a Jenófanes la idea que la tierra es principio y fin de todas las cosas. En un cierto sentido muy difundido, la tierra es una madre, un receptáculo fértil de la semilla y un origen de todo lo que vive. Asimismo, es el destino de todo lo que vuelve a ella, de ahí que se inhume a los muertos para devolverlos a su región originaria.

Gea, la de amplio pecho, es fecundada por Urano, el cielo estrellado: de allí provienen las entidades primordiales, los linajes divinos y todo el paisaje que habitamos. A este amplio pecho es forzoso acudir, para verificar que nuestra obra será posible y, sobre todo, aceptada.

Deambular y circular

Louis Stettner (1922-  ) En Madison Avenue (1976)

Pero es peligroso caminar por donde todos caminan, sobre todo llevando este peso que yo llevo.
Juan Rulfo, El llano en llamas

Así que es por eso que en nuestras ciudades apenas se circula apresurado y temeroso: vamos peligrosamente cargados como para deambular gozosos. Por fortuna hay poetas que ponen todo claro.

Plumas ajenas: Miquel Bastons (III)

¿Es adecuado el lenguaje espacial para capturar el dinamismo de la comunicación humana, que se da en un espacio, pero que trasciende un lugar dado? Quizá lo que ocurre es que el lugar de la acción humana no puede organizarse mediante y partir de la organización del espacio físico, porque -como insinúa Melvin Webber- a pesar de lo que inicialmente puede parecer, el espacio, tal como se lo suele entender, interviene más bien como barrera de la comunicación
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Miquel Bastons, 1994

Miquel Bastons, (1994). “Vivir y habitar en la ciudad” en Anuario Filosófico, 1994 (27), 541-556

A las demandas sociales mismas

Charles Marion Russell (1864- 1926) Esperando con inquietud (1899)

Parafraseando a Edmund Husserl, quien en su momento demandó ir a las cosas mismas, parece que ahora corresponde ir a las demandas sociales efectivas mismas. Los arquitectos no podemos ufanarnos vanamente de interpretar a nuestro modo las solicitaciones habitables de la humanidad, sino que tenemos imperiosamente que forjar una escucha atenta y una interpretación profunda y pormenorizada de las demandas de nuestros actores sociales.
Eso de interpretar a nuestro modo, no ha significada hasta ahora otra cosa que hacerse eco de las ideologías dominantes, esas que tratan a los habitantes como usuarios y a los sujetos como consumidores. Es ética y políticamente insoslayable atender a los sujetos de carne, hueso y deseo en primera persona, con la atención detenida de un antropólogo social y con la profundidad de un psicoanalista, espeleólogo de los psiquismos. Debemos aprender a interpretar en beneficio de quienes son destinatarios legítimos de nuestra labor.

Y nuestra labor, ahora, es conseguir la mejor arquitectura que nuestros congéneres, en sus actuales y futuras condiciones, merezcan efectivamente. No podemos confiarnos en muestras excepcionales de genio o talento puestos al servicio de los objetos singulares. Debemos apostar a la forja de conocimiento científico puesto al servicio de una práctica metódica y socialmente comprometida. Por ello, la mejor arquitectura no reside necesariamente en las anfractuosidades de las mentes de proyectistas y constructores, sino en las profundidades del deseo de nuestros semejantes, a título de habitantes.