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Hermenéutica de las demandas sociales (II)

José Luis Fernández (1943- ) Pensadora (1973)

Es imperioso llegar a reconocer el fondo de los sueños de cada habitar.
Porque no hay mejor arquitectura que la que anida en el fondo del deseo. Esa arquitectura que, una vez revelada, se reconoce como una sorpresa que esperaba conocer nuestro espíritu, porque siempre estuvo allí.

Así, la arquitectura dejará de obedecer a la intuición sesgada del arquitecto artífice para llegar a ser la verdadera arquitectura que merecen las personas. Porque la vida es sueño, la arquitectura soñada es la vida misma proyectada en cada palpitación sensible en todo los lugares que ocupen, a justo título los seres humanos.

Urbanógenos (VI)

En Montevideo se pone a prueba un ómnibus eléctrico

Toda ciudad supone el desarrollo de redes de servicios urbanos.
La extensión de la urbanización difusa conspira contra la cohesión y sustentabilidad general de tales redes. Por ello, Jordi Borja ha denunciado con razón la urbanización difusa sin ciudad, que es precisamente la que impera.

El desarrollo sustentable de las redes de servicios urbanos en concierto con el avance urbano es otro urbanógeno.

Plumas ajenas: Santiago de Molina

¿Por qué todavía se atribuye la arquitectura el heroico, simbólico e inútil empeño de resistir?
Quizás porque la arquitectura es la única que se sumerge en ese río del tiempo con un placer inigualado. Y chapotea como un niño, feliz a pesar de todo. Porque esa sustancia en la que salpica es purificadora y la despojará todo de lo innecesario y lo superfluo. Empezando por la función o sus significados.
Y principalmente porque no hay mayor espejo inventado para tomar consciencia de nuestra frágil individualidad que la existencia más prolongada y mansa de la arquitectura.

Santiago de Molina, 2017

Viejas cuestiones (IX)


¿La reflexión sobre el habitar es un tópico del pensamiento arquitectónico?
¿La ocupación en el habitar es, excluyentemente, un centro para el pensamiento arquitectónico?
O ¿No existe nada que pueda denominarse, con acierto, el pensamiento arquitectónico, sino lo que hay es, más bien, pensamiento de los arquitectos?

El pensamiento arquitectónico existe efectivamente; hay indicios tenues de su existencia efectiva.
No debe confundirse con el pensamiento de los arquitectos. Los arquitectos constituyen una tribu muy variada, en donde imperan diversas mentalidades y diferentes marcos teóricos. Por cierto, no son muchos aún los arquitectos que cultiven una mentalidad proclive y un marco teórico afines con el tema del habitar. Pero que los hay, los hay.
El pensamiento arquitectónico tiene un origen filosófico en la pregunta por la finalidad en arquitectura: la arquitectura debe tener un para qué. La opción por el habitar es una vertiente posible que responde a esta cuestión.

Pero nada restringe el pensamiento arquitectónico a los presuntos especialistas profesionales egresados de las facultades de arquitectura. Cualquier sujeto medianamente culto puede desarrollarlo con provecho. Sea usted bienvenido: las puertas están abiertas. Comience por reflexionar sobre el para qué de la arquitectura y no se detenga hasta el final.

Reescrituras (XVII): Hacia fines del otoño

John Atkinson Grimshaw (1836- 1893) Noviembre (1879)

Es bueno que haya un agradable contraste en la luz fría del paisaje otoñal y la cálida del interior. Promueve el adentramiento gozoso y elemental.

* * *

En la dimensión fototópica del habitar, todo el sentido se activa con una significativa diferencia.
Una tenue luz marca el lugar habitado por oposición a las sombras hostiles. Un cálido destello se opone a la frialdad del crepúsculo otoñal. El lugar habitado se recorta con la brevedad de la iluminación sobre el inmenso mundo sumido en la oscuridad.

Una pequeña, tenue y cálida luz es la marca distintiva del habitar que nos aguarda en la extensión del universo.

Hermenéutica de las demandas sociales (I)

Aksel Waldemar Johannessen (1880- 1922) Sin paz (1922)

A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Antonio Machado

Uno de los imperativos prácticos que derivan de la Teoría del Habitar es el desarrollo riguroso de una hermenéutica de las demandas sociales.
Se impone prestar oídos atentos a los trasfondos de los requerimientos: escuchar la voz originaria del psiquismo que mueve las emociones hondas.
¿Cuál es el sustento de las expresiones racionalizadas del deseo?
¿En qué términos efectivos se manifiesta la tensión entre la situación actual y la que se proyecta esperable?
¿Cuál es el sedimento real de necesidad humana que trasunta una demanda social por el habitar?
Y esto sólo es el comienzo.

Urbanógenos (V)


Plaza Zabala, Montevideo

Hay espacios verdes estructurantes de la vida urbana.
Se trata de plazas, parques u otros lugares de similar condición, en donde se articulan los tránsitos e interacciones generalizadas. Constituyen remansos, pausas en el ritmo de la actividad, a la vez que conforman lugares umbrales o pasajes propiciatorios.
Lugares así llenos de vida son también, a su manera, urbanógenos.


Plumas ajenas: Pedro Azara

Los términos modernos más habituales que designan el jardín provienen de dos raíces: una raíz indoeuropea que ha dado lugar al latín hortus (y de allí a orto, huerto y hort en italiano, español y catalán), y otra germánica que se encuentra en el garden inglés, el giardino italiano y el jardin/jardín francés/español.
Ambas familias de términos designan espacios al aire libre cercados.
La concepción de un espacio rodeado de un muro perimetral proviene de Persia.
El jardín persa se caracteriza por árboles frutales (en Arabia, por el contrario, se distinguía entre el huerto con árboles frutales -que incluían a vides y palmeras datileras-, y el jardín con plantas aromáticas).
Sin embargo, el aroma es esencial en el jardín persa: la palabra bustân, que se traduce por jardín, significa lugar oloroso.
Pedro Azara, 2017

Viejas cuestiones (VIII)

Johann Heinrich Füssli (1741- 1825) Conversación de un historiador y un hombre de letras (1781)

Se dice que la arquitectura es el arte de proyectar y construir edificios.
Pero aquí se ha defendido que lo que constituye la arquitectura son lugares, antes que edificios.
¿El término lugar debe sustituir el término edificio, entendido como producto arquitectónico?

Hay una arquitectura que trata con cosas concebidas y construidas, denominadas por lo general como edificios.
Pero hay otra arquitectura que trata de las relaciones que entablan las personas con los sitios que habitan. Esa otra arquitectura trata de lugares, más que de edificios.
Lo que queda es decidir

  • cuál de estas concepciones se ajusta mejor a los hechos de este mundo y
  • cuál de estas concepciones se ajusta mejor a la función social de la propia arquitectura

In memoriam: Juan Marsé

“Me hice escritor porque tengo un desajuste con la realidad que me rodea, mi país, mi ciudad, mi época… Eso me lleva a encontrar en la literatura un mundo de experiencias que no he tenido, pero que he soñado”
Juan Marsé

Reescrituras (XVI): Un lugar acondicionado para estar en el mundo

William Paxton (1869- 1941) La señora Paxton (1902)

A ciertos lugares, los arquitectos los ponen en valor: los acondicionan debidamente para que las personas puedan situarse ante lo interesante del mundo como es debido.


* * *


No hay mayor gloria arquitectónica que arreglar todas las cosas para conseguir que una bella dama tome asiento con agrado ante un paisaje que pueda hacer suyo

De cómo la vida aja y percude las arquitecturas

La casa de Charles y Ray Eames

Las casas de los arquitectos lucen espléndidas en las fotografías, porque los estudiantes de arquitectura aprenden mucho de su disciplina a través del puro sentido de la vista.

Por ello, lo primero que hacen los arquitectos cuando culminan una obra es fotografiarlo en estado prístino, antes que la vida aje y percuda estos magníficos artefactos. Pero si también fotografiaran los días sucesivos podrían mostrar algo menos vistoso, pero mucho más importante: que esos magníficos artefactos están destinados a ser implementados en una forma mucho más integral y humana que la mera contemplación extasiada.

Urbanógenos (IV)

Patio del Barrio Reus al Sur, Montevideo

Seguimos diseñando y entendiendo las ciudades con la tendencia a compartimentar y segregar los espacios donde transcurre la vida urbana.  Zonificar en lo grande y en lo pequeño va de la mano del interés por privatizar y comercializar, controlar e individualizar los usos del espacio público.
La coexistencia de actividades y actores diversos son la clave para un espacio público de calidad. Henri Levebre lo explicó muy bien: “En tanto que forma, lo urbano lleva un nombre: es la simultaneidad”.
Muñoz Duyos, 2016

Nuestras ciudades son aquejadas por un proceso agudo de segregación socioespacial, en donde las personas se localizan según su pertenencia a grupos socioeconómicos en regiones urbanas signadas por muy precisas y homogéneas pertenencias a estos grupos.
A los barrios se les va cayendo la gente: los pobres van siendo expulsados hacia las periferias. Son llamativos los procesos de la llamada gentrificación, en donde en antiguos barrios populares la inversión inmobiliaria promueve el alza de los precios del suelo y las viviendas modestas son sustituidas por apartamentos destinados a sectores relativamente más solventes.
La diversidad socioeconómica de un barrio es un urbanógeno porque supone un factor equilibrante en las economías localizadas de la ciudad.

De esta manera, a la variedad morfológica y tipológica y a la rica heterogeneidad funcional se le suma la diversidad socioeconómica como virtuosas sinergias urbanógenas.

Del “usuario” al habitante

Anónimo Ilustración de Tacuinum sanitatis (Siglo XIV)

Cuando en arquitectura y diseño se habla de personas “usuarias” se asume una perspectiva ideológica particular sobre un cierto orden de las cosas y sus finalidades.
En efecto, el carácter de usuario supone una recepción pasiva y conforme de un útil, el que está anticipado a su vez por el designio constitutivo impuesto por la labor del artífice. Esto es: el artífice, por medio de su obrar eficaz, es causa del útil y la disponibilidad del artefacto se cumple con la operación de uso propia del receptor.
En Teoría del Habitar, las cosas se conciben diferente y por ello la categoría de “usuario” se sustituye críticamente por la de habitante. Un habitante precede y es portador y causa de una demanda social efectiva de una transformación y arreglo del lugar en que habita. Esta demanda es la verdadera causa del obrar del artífice y el carácter de la obra (no sólo de útil, sino de una completa e integrada implementación humana) se verifica efectiva y cabalmente en la existencia del habitante en el sistema de lugares que llega a habitar.

Hay que cuidar mucho el uso de ciertos términos, ya que cada uno de estos es portador de una teoría implícita.

Viejas cuestiones (VII): Existencia y habitar

Martin Heidegger en su cabaña de la Selva Negra

¿Las cuestiones del habitar involucran al conjunto de la existencia humana o se restringen a un aspecto específico de ésta?

Martin Heidegger ha situado el habitar tanto en su carácter existencial (el modo de ser de los mortales), así como en una especial circunstancia (en la tierra).
He entrevisto que hay otros ámbitos en que existimos que no son, estrictamente, la tierra. Existimos en nuestro discurso y sin embargo, no habitamos en él. Existimos en nuestra escritura y sin embargo, no habitamos en ella. Existimos en nuestros deseos, imaginaciones y proyecciones, pero no habitamos propiamente en ellas.
Estas observaciones, presentadas aún a título de inventario, permiten sospechar que, como existentes en la tierra, la habitamos, pero que también existimos en otros mundos que no son la tierra, aunque no habitemos allí.

Pero esta cuestión no está definitivamente resuelta.

Reescrituras (XV): La comida proletaria

Albin Egger-Lienz (1868- 1926) Almuerzo (1910)

Desprovista del aparato burgués, la comida proletaria constituye un ritual taciturno, pero no por ello desprovisto de sociabilidad y de etiqueta.

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Saber ver y reconocer la etiqueta proletaria es apenas un primer paso crucial para acceder a un lugar desde donde poder entrever un decoro alternativo al burgués, aún dominante.


Un sueño de una sala de baño

Edgard Degas (1834- 1917) La bañera (1889)

Una sala de baño se deja soñar con las alegrías sagradas del agua.
En la actualidad se cuida con especial esmero el arreglo de nuestras estrechas salas de baño. Quizá este esmero radique en el ajuste del ámbito al retiro narcisista. Así, superficies tersas, rotundas y limpias rodean de cerca el cuerpo y los rituales cotidianos de su cuidado.

Pero debe cuidarse de asegurar un lugar significativo al lenguaje del agua, elemento purificador en más de un sentido.

La habitación de la buena vida

Ingeborg Kolling (1835-1932) Pareja conversando en la noche (1895)

Para la mayoría de las personas, las condiciones para la habitación de la buena vida no están a la vuelta de la esquina. Pero la buena vida efectiva no pueden encontrarse en una región inalcanzable para el esfuerzo sensato.
Nuestra condición humana y terrestre nos signa, por lo general, con la escasez y la supeditación a las férreas condiciones de la economía Por ello, alcanzar una buena vida supone una cuota de esfuerzo. Este esfuerzo es, en gran parte económico y, complementariamente, en eso difícil de definir que estriba en una cierta sabiduría del vivir. Disponer de un adecuado, digno y decoroso lugar para vivir, en un contexto condigno resulta entonces tanto del trabajo como de esa cierta sabiduría del vivir.

Es esa cierta sabiduría que nos debe informar sobre los modos sociales y políticos adecuados para asegurar, de un modo razonable que todos y cada uno de nosotros pueda contar, en su caso, con un acogedor rincón en donde conversar con quienes nos quieren inmersos en un grado prudente de concordia y mutuo concierto.

La seguridad en el habitar

Frank W. Benson (1862- 1951) La ventana abierta (1917)

La demanda social por la seguridad en el habitar se traduce en requerimientos básicos y terminantes.
Seguridad física frente al colapso estructural tanto como al prematuro deterioro funcional, seguridad frente a intromisiones de terceros y seguridad jurídica de tenencia y usufructo son apenas tres aspectos fundamentales. Lo más importante, en definitiva, es el trasfondo general de seguridad que cada uno puede disfrutar en aquellos lugares que puede poblar como un aquí propio.

Seguridad y confianza son condiciones y creencias que sustentan, de un modo muy básico, el residir.

Viejas cuestiones (VI) Observar, describir, interpretar

Edwin Lord Weeks (1849- 1903) Muchacha en patio morisco (1880)

¿Una teoría científica del habitar debería restringirse a observar y describir con rigor su materia o debería, además de esto, interpretar esta conducta?


En una ciencia humana, quizá sea ilusorio restringirse a la pura observación y descripción de conductas. Las conductas humanas son siempre actividades con significado: uno, el que tiene para los protagonistas, otros posibles, los que tiene para un observador externo. Una Teoría del Habitar, si no quiere reducirse a una crónica o inventario de costumbres, debe interpretar explícitamente el significado humano que tienen los hábitos en su relación con los lugares que pueblan las personas.

Reescrituras (XIV): Aquella magia de las confiterías

Jean Béraud (1849- 1935) La confitería Gloppe en Champs-Élysées (1889)

Ah de aquellos lugares entrañables a la gula: no hay que olvidar los lugares, pero, sobre todo, aquellos perfumes.

* * *

La dimensión osmotópica de los lugares es soslayada con plenitud en la literatura teórica. Hasta Peter Sloterdijk la pasa por alto, lo que ya es decir.
La potencia identificadora, evocadora y referencial de los olores debe ser puesta en un plano de principal atención teórica. Quizá una de las razones para la desatención actual radica en el papel primitivo que le asignamos al sentido del olfato. Sin embargo, los aromas del lugar no solo tienen un papel, sino que pueden ser especialmente importantes porque impregnan la percepción sensible de un modo que puede ser calificado de basal.

En el fondo de nuestras conciencias, quizá empezamos a explorar todo lugar con lo que de éste nos llega a través de la nariz. Y esta sensación quizá preceda inmediatamente al juicio de gusto más institintivo.

Seis años

Albrecht Dürer (1471- 1528) La expulsión del Paraíso (1510)


Ya son seis los años, atados con un único y firme compromiso con los Expulsados del Paraíso, con los condenados a habitar la tierra.

Soñar una sala

Ernst Ludwig Kirchner(1880- 1938) Interior (1915)

En la residencia burguesa tradicional la sala cumplía un importante papel: condensaba en el ámbito doméstico el principal reducto de la sociabilidad: recibir a los invitados, a la vez que se escenificaban los vínculos intrafamiliares de un modo especialmente compuesto.
En la actualidad, los reducidos apartamentos populares reducen hasta la caricatura este persistente relicto de la cultura burguesa. Apenas nos contentamos para un liliputense rincón para ver televisión.
El sueño de una sala comienza con un ámbito mucho más desahogado, en donde los integrantes del elenco doméstico puedan encontrar diversos lugares, tanto adecuados a sus asuntos individuales, tanto como en los diversos arreglos interactivos. En todo caso, un lugar para estar juntos y no entreverados, proclives al acuerdo y a cubierto del agobio del hacinamiento.

Una sala soñada no puede ser un lujo reservado a unos pocos privilegiados.

Urbanógenos (III)


Alfredo De Simone (1892-1950) La calle (1942)

Los extensos y monofuncionales “conjuntos habitacionales” están desangrando el tejido urbano.
Un barrio en una ciudad es algo mucho más complejo en su uso e implementación que un simple y pobre agregado de residencias. Es preciso sembrar, aquí y allá, urbanógenos de usos mixtos, implementaciones heterogéneas: trabajo, comercio, educación, cultura, intercambio generalizado de bienes y signos.

Tanto como la variedad morfológica y tipológica, importa la variedad y complementariedad funcional.

Patrones (IX) Redes

Anónimo La calle Nueva de los Mercaderes de Lisboa (s. XVI)

Ciertos centros y estancias tienen una furtiva costumbre: tienden a establecer conexiones mutuas que conforman redes en donde se atrapa la vida, sin confinarla y a la vez sin dejarla abandonada al azar de las circunstancias.
Algo similar sucede con las sendas: se superponen, se cruzan y se enredan haciendo posibles los tránsitos laberínticos que supone la vida cotidiana.

De esta forma, lo que efectivamente habitamos son redes, siempre redes.