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Un jardín, el Mismo

Frank Bramley (1857- 1915) Agradable soledad (1909)

Un jardín significa siempre una añoranza a la que se ha dado forma, también un regreso sentimental a la edad dorada, a la vez que un escape hacia la utopía. 
Carl Friedrich Schrörer, 1992

Al jardín siempre regresamos.
Puede que cierto destello de luz, un perfume particular, o el bullir del agua nos llame a una región peculiar en donde hacer lugar a la paz. Pero es apenas la emergencia, un brote rizomático: un jardín es apenas un aspecto puntual del Mismo. El locus amœnus es Uno. Y cada jardín especialmente logrado es apenas un umbral por el que nos asomamos a una forma del mundo que llevamos siempre en el fondo de nuestro psiquismo.

Ciertos jardines y ciertos fondos de los espejos tienen en común ser intercesores con el mundo que portamos detrás de las retinas.

¿Una historia de las cosas? (III) Pervivencia de las cosas

Capa de oro de Mold

Al construir un mundo de cosas infligimos marcas de identidad, memoria y referencia en la piel de los lugares.
De nuestra marcha quedan las improntas. A nuestro paso se nos van cayendo, olvidados, los signos y evidencias de que hemos tenido efectivo lugar, allá y hace tiempo. Los museos que custodian las cosas vibran con la queda inquietud que todavía puede palparse en cada objeto rescatado del olvido, que conserva una tenue pero clara evidencia que alguien ha tenido lugar allí.

Más de alguno puede maravillarse con el brillo y la excelente factura de la capa ceremonial de oro de Mold. Pero deberíamos prestar atención a los ecos del débil resuello del aquel que lo portó alguna vez. Pueden escucharse, si uno aguza el oído.

Arquitecturas míticas: 1: Aire

Balcón en Siena

Bajo las condiciones vigentes, un lugar es: una porción de aire cercada y acondicionada...
Peter Sloterdijk, 2004

En principio, un sitio habitado es una atmósfera.
Habitar es respirar, inhalar y exhalar, juzgar olfativamente la calidad respirable de la ocupación efectiva del lugar. Todos los lugares tienen principio en ser una suerte de balcón que se libra abierto al aliento y a la brisa.

La clausura, el confinamiento, viene después.

Sobre las colpoprácticas (IV)

Louise Catherine Breslau (1856- 1927) Intimidad (1885)

El sentar plaza permite proseguir en la labor de adentrarse: se produce a continuación un ajuste de la burbuja pericorporal.
Nuestro cuerpo va envuelto en una tenue burbuja que señala los confines del lugar propio. Es esta región que reservamos sólo al contacto íntimo interpersonal. El antropólogo Edward Hall ha estudiado con fino detalle el diverso comportamiento que adoptan las personas según cómo aproximan su presencia al cuerpo de los congéneres, conocidos o extraños.

Adentrarse tomando plaza supone entonces distribuir en torno de nuestro cuerpo un gradiente proxémico en el que los otros, según su grado diferente de familiaridad, irán adoptando diferentes distancias mutuas, así como diversos matices posturales. Modulando, cada cuerpo puebla el lugar que le corresponde.

Emociones y sensaciones en la cocina (II)

Ramón Bayeu (1746- 1793) La cocina (1780)

Cuando la especie humana se extendió por todo el planeta, tuvimos que competir con otros animales que optaban por el alimento fácil. Allí donde nosotros no podíamos competir, tuvimos que optar por el alimento difícil. Optamos por cosas como esas pequeñas y duras semillas de hierba que llamamos cereales, que son indigestas si se comen crudas y hasta pueden ser venenosas, y que tenemos que triturar y convertir en cosas como el pan y la masa. Y nos dedicamos a los tubérculos gigantes venenosos, como el ñame y el taro, que también tenían que ser ablandados, molidos y cocinados antes de que pudiéramos comérnoslos. Fue así como obtuvimos una ventaja competitiva: otros animales que no tenían un cerebro como el nuestro carecían de la visión de futuro necesaria para hacer eso.
Martin Jones

Desde la lejana noche de los tiempos, hay una honda emoción de sorpresa: nada en la cocina se consume tal como se nos brinda en la naturaleza.
La cocina es una alquimia en un sentido literal profundo: trasmuta sustancias. Y es de humanos adoptar una visión trasmutadora a efectos de superar la pura supervivencia biológica en pos de una magia del continuo y perpetuo refinamiento.

Hoy nos holgamos en la laxa habituación que se olvida que hemos adoptado, en muchos aspectos, un modo largo y rebuscado de conseguirnos la vida.

La casa como proceso (IV)

August Holmberg (1851- 1911) Interior con fumador (1911)

La casa no es un objeto, es un proceso.
Rodolfo Livingston, 2017

La casa, entendida como proyecto, es un sueño realizado.
No se trata de tomar levemente un tópico, sino de asumir una realidad constitutiva. Una casa resulta de una proyección anticipadora que se elabora mucho antes que las condiciones materiales puedan constituirlas en un presente vivido. Una casa es, literalmente, un sueño, antes de constituir una realidad palpable. Y lo sigue siendo a lo largo de una construcción morosa que ajusta, perfecciona y desoculta un modo deseado de vivir, al que sigue el empeño concreto por realizarlo. Atrás de cada decisión está un fondo soñado que nos guía por lo que consideramos aceptable, deseable y oportuno.
El diseño concreto y presente de nuestra casa no es nada más que una concreción posible de un estado que no hace más que continuar, sin pausa, hacia el acabado desvelamiento de aquello que, ya hace mucho tiempo, hemos soñado. Y la casa es más que este diseño presente, es un sueño que se desvela, paso a paso, en el tiempo.

La arquitectura de la casa, no es, por consiguiente, un diseño estático en el espacio, sino la forma propia de un proyecto histórico.

¿Una historia de las cosas? (II) Poética de las cosas

Chopper de Olduvai

Meditar sobre el pasado o sobre un mundo distante a través de las cosas es algo que siempre tiene que ver con la recreación poética. 
Neil McGregor

Somos los agentes eficaces de la construcción de un escenario en el que nos domesticamos y construimos un mundo de cosas.
La poiesis, el hacer específica y diferencialmente humano, consiste en recortar un evento del continuo de la Naturaleza y convertirlo en cosa. En consecuencia, una historia de las cosas es una recreación que debe calificarse también de poética, en un sentido profundo y metódico.

Una historia a través de las cosas es imposible sin poetas.
Neil McGregor

Forzoso es reconocer que una historia de las cosas deberá emprenderse con nuevas mañas, métodos y procedimientos. Y una historia de este género es acuciante para reconsiderar a fondo la historia del habitar y de la arquitectura.

¿Una esperanza epistemológica? (V)

Thomas Cole (1801- 1848) El sueño del arquitecto (1840)

El habitar de las personas debe ser objeto de investigación e interpelación para el obrar del arquitecto.
La vida humana está antes que la materialización de edificios y ciudades. Al arquitecto del futuro le será dado seguir con atención, esmero y respeto las líneas de la vida, allí donde éstas le dicten sentido, oportunidad y forma al mundo.

No hay sueño del arquitecto mejor que el que sueña el habitante. A éste último nos debemos.

Onironáutica (IV)

Salvador Dalí (1904- 1989) Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos espejos (1972-73)

Hay sueños que necesitan reposo.

Antonio Porchia

Hoy por hoy vemos a través de un espejo oscuro.
De algún modo nos arreglamos con diseñar nuestro presente con los escasos relictos de un proyecto que desarrollamos sólo en el ensueño.
Pero si pudiésemos rescatar del fondo de nuestra conciencia los mecanismos profundos del deseo, entonces nos encontraríamos, a plena conciencia, con nosotros mismos, con nuestro deseo más auténtico, con nuestras ansias más legítimas, con los verdaderos motores de nuestra motivación para actuar.

Sólo entonces podríamos dar diseño acabado a la mejor de las arquitecturas, aquella que anida, lejana y profunda, en el fondo de nuestro psiquismo.

Emociones y sensaciones en la cocina (I)

Hendrik Valkenburg (1826–1896) Vieja cocina (1872)

Es un hecho común en todas las culturas que preparar y compartir el alimento nos une, ya sea como familia o como comunidad. Todas las sociedades señalan los acontecimientos clave con banquetes, y una buena parte de los recuerdos y las emociones familiares están vinculados a las ollas y cazuelas, a los platos y las cucharas de madera de la niñez.
Neil McGregor

Puede ser que en el origen efectivo de la condición humana se encuentre al calor de fuego, en el insondable fondo de las vasijas en donde una alquimia ancestral comenzó a tener lugar.
Somos humanos porque sobreelaboramos la comida. Somos humanos porque nos unimos entre nosotros con una vasija de apetitoso contenido puesto en medio. Somos humanos porque conversamos por sobre cada plato y porque, con el recuerdo entrañable de nuestra confortación infantil, construimos historia.

Hoy, ¿las cocinas contemporáneas guardan debido recuerdo de esta memoria?

La casa como proceso (III)

Albert Anker (1831- 1910) Tarde de domingo (1861)

La casa no es un objeto, es un proceso.
Rodolfo Livingston, 2017

Al negarle carácter de objeto a la casa y al referirle el de proceso, se asocia un nuevo concepto de casa con las ideas de desarrollo e historia.

Estas dos asociaciones (de diferente matiz de significación) iluminan la idea de la casa según la dimensión temporal. Puede pensarse que la propia realidad de la casa, sin incurrir en metáforas, tiene origen, mutación, crecimiento, diversificación, decadencia y hasta formas de morir o de ser sustituida. Y la casa, en sí misma, es ese proceso. También puede pensarse, oportuna y pertinentemente, que también pasa algo similar con las representaciones mentales de las diversas instancias, lo que constituye una forma de historia propia. Y la casa, también en sí misma es esa historia.

¿Una historia de las cosas? (I)

Chopper

¿Ha habido alguna serie de la radio más excitante, más absolutamente interesante que esta nacida de la unión entre Radio 4 y el Museo Británico, A History of the World in 100 Objects? Es una idea tan bellamente simple, seguir el rastro de las civilizaciones humanas a través de los objetos que han sobrevivido.
Philip Hensher, 2010

De cuando en cuando suceden esas cosas que a uno le hacen sonreír con satisfacción sobre lo que puede conseguir la humanidad.
He tenido acceso al libro Una historia del mundo en 100 objetos, de Neil McGregor. Este texto es resultado de un programa de difusión radial de una iniciativa del Museo Británico. El propósito es simple y ambicioso, humilde y noble, quijotesco y a la vez tan razonable que sorprende que recién haya visto la luz en 2010. Seleccionar un conjunto acotado de objetos que nos cuenten una —o varias— historias del mundo.
Es que lo que nos queda de los días es el reflejo de las cosas. Pero no principalmente esas cosas que llamamos monumentos, objetos fabricados deliberadamente para recordar. Lo verdaderamente importante es vernos en el espejo de los útiles cotidianos. Volver a asir una piedra lascada (chopper) paleolítica es asomarse, con vértigo, al momento crucial en que extrajimos un recurso de la naturaleza y lo volvimos, —por imperio de la manipulación y las operaciones mentales complejas que llamamos propiamente humanas— un objeto útil.

Es que somos los agentes eficaces de la construcción de un escenario en el que nos domesticamos y construimos un mundo de cosas.

¿Una esperanza epistemológica? (IV)

Thomas Cole (1801- 1848) El sueño del arquitecto (1840)

Hacer del habitar el objeto de una ciencia implica disponer ciertos elementos en un orden alternativo al usual.
Implica situar antes y precedentemente a las efectivas demandas sociales por lugares que habitar, como factores propiciadores de respuestas arquitectónicas concebidas como resultantes de un servicio social profesional. Así, la causa eficaz de la arquitectura no es la búsqueda personal privativa del artista, sino que es la efusión honda y auténtica de un aspecto trascendente de la propia condición humana. Así, el contenido de la arquitectura no es ya el puro talento creador del arquitecto profesional, sino una interpretación del sentido entrañable de la vida humana en los lugares.

Así, el fin de la arquitectura no es el objeto diseñado y construido, sino el vínculo entre la vida humana y esas cosas soñadas, diseñadas, construidas y consumadas.

La necesidad imperiosa de urbanógenos (III)

Albert Einstein y Carlos Vaz Ferreira tuvieron efectivo lugar en una plaza de Montevideo


La opción esperanzada por los urbanógenos proviene de una reacción ante el fracaso reiterado del diseño arquitectónico y supone una apuesta por la alternativa propia del proyecto urbano.

Esto significa: Un proyecto urbano que no apueste a constreñir usos en una forma concebida en un presente efímero, sino que deje a los usos ser en un futuro que no se preverá en sus pormenores, sino tan sólo por su valor de esperanza de vida buena.

Viejas cuestiones (L): La casa de los sueños

Natale Schiavoni (1777- 1858) Sueño de una joven (1820)

¿Cómo indagar de modo sistemático en la verdadera casa según la sueñan sus habitantes?

Se necesitan mañas de psicoanalista, por cierto, pero, por encima de todo, una disposición atenta a la escucha, respetuosa y sutil. Se necesita una sistemática humildad para aceptar que lo indagado es el territorio del habitante y no afectado ámbito del artífice formado académicamente. Se necesita una firme confianza en el Otro.

La mejor de las arquitecturas está allá, en el hondo lado de atrás de la mirada del soñador. Se trata de asomar al abismo del psiquismo del que vive los lugares en primera persona.

La casa como proceso (II)

Aímé Pez (1808- 1849) Idilio familiar (1839)

La casa no es un objeto, es un proceso.
Rodolfo Livingston, 2017

La consideración de la casa como un proceso conduce necesariamente a la consideración de la existencia de sus habitantes y. de ello, la atención peculiar al tiempo.
Mientras que la construcción material sí es un objeto en el espacio, la vida de las personas que allí viven se desarrolla según diversas solicitaciones tanto allí como en el tiempo. Los avatares de la habitación de la casa constituyen, en verdad, el proceso propio de la casa.
De allí se infiere que, para la consideración pertinente de la arquitectura de la casa no alcanza con la estimación de un objeto situado en el espacio, sino que debe tratarse de la materia espacio-temporal de los lugares, del proceso que se desarrolla en la existencia humana allí.

Las casas, como procesos, constituyen arquitecturas vivas.

Plumas ajenas: Alfonso Reyes

Visitación

Soy la Muerte me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.

Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.

¡Y pensar confesé, que de mil modos
quise disimularte con apodos,
entre miedos y errores confundida!

«Más tienes de caricia que de pena».
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida. 

Alfonso Reyes

¿Una esperanza epistemológica? (III)

Thomas Cole (1801- 1848) El sueño del arquitecto (1840)

La Teoría del Habitar puede constituir una esperanza epistemológica para la arquitectura si  se ajusta convenientemente el foco de atención cognoscitiva.
Así, debe desplazarse la mirada desde estas magníficas cosas diseñadas y construidas para prestar especial consideración hacia aquello que las personas hacen cuando viven en ellas. Y se dice fácil. Supone hacer de la cosa construida una suerte de sofisticado instrumento humano para sobrellevar la pena de ser sempiternos exiliados del paraíso.

Y si se piensa bien, ¿qué es la arquitectura, sino exactamente esto?

Sobre las colpoprácticas (III)

Judith Leyster (1609- 1660) La oferta (1631)

Una vez que la exploración prospectiva concluye, adviene la etapa propia del sentar plaza.
Sentar plaza quiere decir elegir un punto determinado, ocuparlo y ejercer su relativo dominio. Las diversas circunstancias van guiando al cuerpo precisamente a ese lugar desde el cual proyectaremos estratégicamente una irradiación de atenciones, percepciones y juicios. No siempre sentar plaza supone tomar asiento: la hospitalidad relativa a lugares y personas a veces nos brinda esta posibilidad y otras, muy significativamente, la niegan.
Hay lugares amables en donde nos espera un asiento cómodo en el que sentar plaza y otros, más hoscos, que apenas nos dejan detenernos, expectantes, ante la aquiescencia ajena. Otros lugares sólo nos invitan a errar sin descanso y en compensación, nos brindan discretos estímulos para hacerlo de buen modo. En fin, también hay otros parajes en los que sólo podemos vagar sin ton ni son: ya son éstos anómicos no-lugares.

Todo lugar que se precie de tal, entonces, contiene casi necesariamente al menos un punto en donde es posible sentar plaza, siquiera momentáneamente.

Viejas cuestiones (XLIX): La historia social del habitar

Albert Neuhuys (1844- 1914) El cortejo del pescador (1880)

¿Es que a la tradicional historia de la arquitectura debe complementarse con una historia social del habitar?

Hoy más que nunca, es preciso indagar y reflexionar sobre el habitar como materia histórica social.
Una primera razón para ello es que el conocimiento científico del habitar humano no puede soslayar su carácter histórico intrínseco. Nuestros modos de habitar son deudores de profundas transformaciones en el mundo de la vida humana, así como suponen claras condicionantes lanzadas al futuro a título de proyectos.
Una segunda de estas razones es que el habitar, hecho humano total, tiene un carácter social innegable, el que hay que indagar en profundidad tanto desde una perspectiva sincrónica como diacrónica.

Una tercera razón, por último, es que una perspectiva histórica social supone una bocanada de aire fresco en la atmósfera algo viciada de la historia de la arquitectura de la actualidad.

La casa como proceso (I)

Louis Le Nain (1593- 1648) Interior con flautista (1642)

La casa no es un objeto, es un proceso.
Rodolfo Livingston, 2017
Analicemos sumariamente el aserto citado.
Negar el carácter de objeto a la casa es cuestionar decididamente la noción arraigada que identifica a la casa con su edificio o construcción material. Cierto es que la construcción emerge de un proceso físico, pero este se discontinúa precisamente cuando se implementa en el uso. El proceso, aquí aludido y característica fundamental de la casa, no es el proceso constructivo físico, sino el de la vida de las personas en el lugar.

El término casa, en tanto proceso, no designa el artefacto construido, sino el arte de habitar según tal artefacto y según la cultura del grupo social que lo detenta.