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Poeta urbanita (I)

Las calles

 Las calles de Buenos Aires
 ya son mi entraña.
 No las ávidas calles,
 incómodas de turba y de ajetreo,
 sino las calles desganadas del barrio,
 casi invisibles de habituales,
 enternecidas de penumbra y de ocaso
 y aquellas más afuera
 ajenas de árboles piadosos
 donde austeras casitas apenas se aventuran,
 abrumadas por inmortales distancias,
 a perderse en la honda visión
 de cielo y de llanura.
 Son para el solitario una promesa
 porque millares de almas singulares las pueblan,
 únicas ante Dios y en el tiempo
 y sin duda preciosas.
 Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
 se han desplegado -y son también la patria- las calles:
 ojalá en los versos que trazo
 estén esas banderas.

Jorge Luis Borges, Fervor de Buenos Aires


Contra la ciudad adjetivada (XX) Ciudad histórica

Assilah, Marruecos

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

Por ciudad histórica suele entenderse una región en donde dominan los relictos originales del pasado de la ciudad, allí donde domina, de una u otra forma, una cierta museificación de la realidad urbana.
Sucede que la historicidad cabal de la ciudad no es un valor generalmente bien reconocido y “lo histórico” suele confinarse en lo que resta del pasado, las pervivencias y todo aquello que parece merecedor de ser exhibido a título de patrimonio histórico. En general, tal escenografía es conservada en beneficio de la actividad turística.
Pero habitar cabalmente la historia concreta y palpable de una ciudad realmente existente es una labor más compleja, más profunda y también más cotidiana y esforzada que el mero recorrido turístico. Exige compromiso y cultura localizados.

1 Artículo completo en
http://elpais.com/elpais/2016/11/10/seres_urbanos/1478767051_442355.html

Emociones en patrones de habitar (III: Bordes)

Peder. Severin Krøyer (1851- 1909) Tarde de verano en Skagen (1899)

Los bordes suelen ejercer una decidida adhesión: las emociones suscitadas por los umbrales, las fronteras y las costas son testimonio elocuente de ello.
Es frecuente la sorpresa, pero también una cierta emoción difícil de definir caracterizada por un estremecimiento sutil que sucede cada vez que trasponemos un límite. Puede que se trate de un estado psicológico propio y diferencial del habitar intersticios, crepúsculos o lugares liminares.

Pero casi siempre resultan lugares intensamente vividos.

Contenidos resaltados: Antropología del habitar (IX)

 

Es oportuno detenernos sobre la palabra intención. Los espacios que habitamos, en la medida en que no se producen por generación espontánea, sino que han sido imaginados y diseñados por otros, suelen expresar mediante su forma y su funcionamiento las intenciones de sus autores, sus visiones del mundo y los proyectos de sociedad y de vida cotidiana asociados a determinadas ideas de orden social y cultural. Estos proyectos y estos órdenes aspiran a poder ser leídos en los espacios mismos, es decir, a concretarse en la forma del espacio. No siempre lo logran. Sin embargo, desde que los seres humanos se han puesto a fabricar sus espacios, éstos han tenido no sólo el objetivo de servir para algo, es decir, de ser usados, sino también el objetivo de decirnos algo, de transmitirnos un mensaje acerca de una forma de vida posible, de sugerirnos una manera de habitar.

Giglia, 2012: 21

Hay que asociar la idea de intención con la de proyecto y la de tiempo. La contextura del lugar que habitamos en el presente ha sido, en el pasado, una proyección intencional hacia el futuro. En cierto modo, habitamos hoy la ciudad que ayer fue un sueño, la casa que ayer fue un proyecto de vida, el lugar hacia el que hace un tiempo nos dirigimos, tan decididos como titubeantes. Porque nosotros mismos somos una intención de ser, una existencia volcada empecinadamente hacia un futuro que no podemos sino vislumbrar, pero que construimos día a día.

Suele confundirse, sin embargo, la operación de proyecto, la condición existencial de lanzarse lejos, con el diseño, que es la determinación formal pormenorizada de lo que habrá de producirse. Mientras que a nadie se le puede privar de la intención proyectual vital, el diseño arquitectónico es privativo de aquellos que se asocian, confabulados, en la producción social del hábitat. Quieren las cosas que, en la actual formación social y económica que nos encuadra, las demandas sociales son interpretadas a su modo por promotores inmobiliarios a título de mercancías, que transmiten interesada y sesgadamente sus particulares demandas a arquitectos proyectistas y constructores que realizan no ya los sueños del habitante, sino el proyecto interpretado por los mercaderes del espacio construido.

Por ello, en cada lugar efectivamente habitado coexisten dos proyectos y rige un diseño hegemónico. ¿Llegaremos a ver algún día unos lugares diseñados de forma liberadora de los sueños de sus habitantes efectivos?

 

Ref: Giglia, Ángela (2012) El habitar y la cultura. Barcelona, Anthropos, 2012

Viejas cuestiones (XXXV): La ilusión domótica

La domótica promete la proliferación de ingenios capaces de controlar la gestión ambiental de la casa desde donde estemos en cada circunstancia.
¿Constituye la domótica la novedad distintiva de nuestro habitar próximo futuro?


No estoy seguro que la proliferación de chismes ingenieriles nos haga la vida más llevadera. Me inclino a sospechar que la clave de nuestro habitar radica en que una casa es algo muy diferente a una máquina para habitar, pese a Le Corbusier.

Reescrituras (XXXIII): Onironautas

Dirck van Delen (1604- 1671) Capricho arquitectónico (1633)

La operación arquitectónica por excelencia es la navegación de los vastos territorios del sueño lúcido.

* * *

En vez de escribir o reescribir, les invito hoy a adentrarse en el cuadro y dejarse soñar, como onironautas, con las más fascinantes imaginerías arquitectónicas pobladas de presencias.


Plumas ajenas: Walter Benjamin


Nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo «actual». La crisis económica está a las puertas y tras ella, como una sombra, la guerra inminente


Walter Benjamin, 1933

Contra la ciudad adjetivada (XIX) Ciudad inclusiva

Intersticios urbanos de exclusión

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

Ante la realidad segregadora y excluyente de nuestra realidad social y urbana, se opone la ilusión de una ciudad inclusiva.
Se trata de una ilusión porque trata de la consecuencia urbana y no de la causa social: en nuestras ciudades sólo puede medrar adecuadamente el consumidor solvente modelo. Toda otra figura social debe apartarse del escenario, porque todos los que no correspondemos al modelo solvente modelo efectuamos ruidos y fricciones inevitables, indeseables y contradictorios con los cada vez más frenéticos ciclos de producción y consumo. Por ello es que la ciudad contemporánea es cada vez más segregadora: el sistema sólo funciona eficazmente en determinadas regiones de nuestro espacio y tiempo sociales. A nuestras ciudades se les caen las gentes: los pobres, los poco calificados, los viejos, los jóvenes... En el fondo, todos somos candidatos a integrar una disfuncional clase de sujetos prescindibles.
Y la ciudad realmente existente cada vez más prolifera en excluidos
  
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Emociones en patrones de habitar (II: Sendas)

Meindert Hobbema (1638- 1709) El camino de Middelhamis (1689)

Casi siempre es bueno tener un camino por recorrer, por más que los impacientes ansíen descansar en la meta.
Es preciso contar con una cuota de entereza: emprender la marcha necesita un leve empujón de la voluntad. Salir de la situación de confort sedentaria supone una pequeña prueba a la tranquilidad muelle de la habituación, por lo que toda senda comienza con una cierta sorpresa o expectativa.
El funcionalismo mecanicista moderno nos ha privado del sentido del deambular con placer implícito en la propia marcha. Salvo para los turistas, toda distancia es un obstáculo a vencer por el medio más expeditivo.

Pero no todas las sendas se rinden a la miseria de la pura circulación.

Contenidos resaltados: Antropología del habitar (VIII)

 

Nuestra relación con el espacio y nuestra posibilidad-capacidad para domesticarlo tendrán que acomodarse a las características de un espacio habitable que no hemos diseñado. Es por ello que el diseño y la construcción de un hábitat, en la medida en que se inspira en cierta idea del habitar, no puede no incluir cierto orden. De allí que la forma de la vivienda condicione inevitablemente —aunque no completamente— la relación de sus habitantes con el espacio habitable. Si el habitar establece un orden, ese orden puede ser impuesto, o cuando menos inducido mediante la forma del hábitat. Si habitar la vivienda implica establecer un orden espacial, es evidente que este orden no puede ser absoluto, sino que tiene que ver en primer lugar con las características físicas del propio espacio habitable. De allí que el espacio nos ordena, además de dejarse ordenar.

Giglia, 2012: 21

En todo lugar habitado existe, de hecho, la concurrencia contradictoria y conflictiva de dos arquitecturas. Una, producto de la espacialización operativa, así como de la materialización constructiva y de una realización económica como bien, esto es, artefacto con valor. Otra, producto de la actividad habitable del locatario, una arquitectura laxa del lugar, allí donde la existencia del cuerpo y sus gestos tiene efectiva presencia y población. Las dos arquitecturas coexisten en la realidad efectivamente vivida del habitante y su roce constituye una membrana sensible que podemos señalar como arquitectura efectiva y concretamente vivida. Mientras que sobre la arquitectura del lugar el sujeto habitante ejerce su imperio según una sabiduría, un saber obrar y un saber producir, la arquitectura de los edificios constriñe la vida en un compartimiento triplemente determinado por la espacialización, la materialización y la mercantilización del artefacto construido.

Si la arquitectura del edificio nos ordena, esta operación se verifica en un plano en que domina una alienada relación de poder: el promotor inmobiliario, el arquitecto funcional a los requerimientos del anterior, el constructor y el agente comercializador imponen, con el espacio vuelto operación mercantil, una ley tácita de uso, un registro —socialmente aceptado por el mercado— de implementaciones funcionales, económicas y simbólicas. Pero, en otro plano, el habitante instrumenta de modo práctico un conjunto determinado de recursos de ideación, proyecto, construcción e implementación en donde consigue imponer, de manera más o menos lograda, el margen escaso pero inestimable de realización subjetiva de la habitación. Cierto es, que, fruto de la sobreexplotación del espacio construido, la arquitectura de los edificios constriñe cada vez más asfixiantemente a la arquitectura del lugar vivido.

 

Ref: Giglia, Ángela (2012) El habitar y la cultura. Barcelona, Anthropos, 2012

Viejas cuestiones (XXXIV): El sino del habitante, hoy

Puede considerarse como el sino de la condición contemporánea del habitar el narcisismo del individuo, su soledad y su ensimismamiento.
¿O es que pueden señalarse otros aspectos distintivos?

Hoy es un tópico reparar en cómo se han transformado nuestras nociones cotidianas de proximidad y extrañamiento: las pantallas nos acercan a destinos lejanos, a la vez que nuestros desplazamientos por nuestra propia ciudad son cada vez más escasos y temerosos. El café nos llega desde los más apartados rincones del planeta, así como las vistas callejeras, las noticias globales de los atentados terroristas del día, las opiniones calificadas y los pareceres descalificadores. Se nos hacen presentes esquivos fantasmas con pseudónimo y se nos vuelven los prójimos cada vez más extraños.

Hay quien se acomoda y hay quien se inquieta con esto. 

Reescrituras (XXXII): Allí donde volvemos una y otra vez


Guido Marzulli (1943- ) Al N° 16 de la Plaza Mercantil de Bari (s/f)

La morada no es una cosa construida, como una casa o vivienda. Es un sistema de lugares que tiene un foco principal, allí donde volvemos una y otra vez.

* * *

Definir a la morada como un sistema abierto de lugares tiene la virtud de trascender la equívoca cosificación implícita en el significado del término vivienda.

Este sistema de lugares es tanto un abismo de esferas concéntricas —la casa, el vecindario, el barrio, la ciudad...— así como un nodo de laberínticas sendas recorridas por un grupo familiar uno y todos los días.

Ejercicios de relajación propiciatoria para proyectistas atribulados

Alicia de Larrocha


Puede uno pensar muy intensamente en una casa muy honda en donde suene y resuene un piano insondable, incesante y siemprevivo como el de Alicia de Larrocha, particularmente ensimismada en Albéniz y Granados. Una casa que con ella vibre, tiene que ser una buena casa para vivir.

Contra la ciudad adjetivada (XVIII) Ciudad equitativa

Sociedad inequitativa, economía de mercado y su resultante urbana.

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161
En todo territorio, las cualidades urbanísticas se acumulan tendencialmente sobre un sector restringido para consumo de una minoría de la población. Estas áreas “de mercado” están sustentadas por un vasto sistema de normas, de contratos y de leyes que son -casi siempre- una condición de acceso a la propiedad escriturada y registrada. Este proceso genera una creciente segregación socioespacial en nuestras ciudades.
Raquel Rolnik

Nuestras ciudades son inequitativas a causa de la inequidad de nuestro orden socioeconómico.
Por esta razón, la operación engañosa de la adjetivación, en este caso, se centra en el equívoco de concebir una ciudad presunta y deseablemente equitativa en una sociedad y una economía que, mediante la imposición de normas de mercado, restringe el acceso a los dones de la ciudad a amplias mayorías sociales.
No puede demandarse sensatamente algo a las ciudades en donde las sociedades y las economías que las pueblan no aseguran las condiciones efectivas para su consecución.

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http://elpais.com/elpais/2016/11/10/seres_urbanos/1478767051_442355.html

Emociones en patrones de habitar (I: Centros)

John William Waterhouse (1849- 1917) Decamerón (1916)


Con respecto a los centros, el habitante puede ya ocuparlos con su presencia o ya retirarse a un cierto emplazamiento dominado jerárquicamente por uno.
Elegir ocupar o no un centro implica una grave decisión habitacional. Es un lugar de poder en el que hace falta cierta entereza para ocuparlo, mientras que la humildad suele rehuirlos con indisimulado miedo. En la ocupación decidida y plena de un centro hay una serenidad y adhesión confiadas de sí. También una olímpica alegría del control de las situaciones.
No puede dudarse que el poblamiento de un centro supone intensas emociones y es una decisión importante de la arquitectura del lugar el acondicionar en forma adecuada, digna y decorosa estos especiales patrones del habitar.

Contenidos resaltados: Antropología del habitar (VII)

 

En la actualidad, cuando se habla del espacio público urbano, se suele enfatizar su carácter de lugar de encuentro o de lugar que permite el encuentro entre sujetos heterogéneos. Raramente se considera que en su origen el espacio público moderno fue pensado para ordenar la vida urbana contra los riesgos recurrentes de tumultos y rebeliones del proletariado incipiente en ese entonces. En el siglo XIX cuando se inaugura el tipo de espacio urbano que será uno de los prototipos principales de la ciudad moderna, es decir, el París de Haussman, la traza de los grandes bulevares y las plazas en forma de estrella, fueron pensadas como una manera eficaz de controlar el desorden social que podía derivarse de los asentamientos pobres, donde vivían hacinadas las clases trabajadoras (asentamientos que fueron demolidos para dejar el lugar a los bulevares) y como una manera de crear flujos ordenados de circulación urbana.

Giglia, 2012: 19

Cuando se habita un ámbito urbano, se puebla de modo concreto un lugar de encuentro e intercambio entre sujetos heterogéneos. Pero es necesario reparar que, mientras que la habitación urbana ha devenido morosa y evolutivamente del habitus, la operación de espacialización obedece a un proceso cultural relativamente más sofisticado, de donde los saberes y los poderes sobre el lugar se han aplicado a subsumir operativamente su carácter, precisamente, en términos de espacio. Dicho de otro modo, mientras que, como habitantes, los urbanitas persistimos en unas prácticas concretas de habitación, los gestores de la ciudad la conocen y se apoderan de su constitución mediante unas subsunciones operativas que administran, cuidadosa y firmemente, la constitución de espacios de diferente carácter: públicos y privados. Con esto, se descubre que la diferencia entre ámbito y espacio ya no es un simple matiz terminológico teórico, sino el resultado de una oposición concreta de prácticas sociales.

Ahora es claro ver que la primera operación política sobre la ciudad moderna es la espacialización operativa. Del lugar concreto y vivido se abstrae un espacio que permite tanto saber cómo operar políticamente. Porque la subsunción del lugar de la ciudad en el espacio urbano es un saber apropiado para el ejercicio del poder sobre lo urbano, una superestructura que hace posible ya no la domesticación genérica del lugar, sino el sojuzgamiento de los modos de producción y consumo de los recursos urbanos como mercados y mercancías. Así se comprende cómo, en un proceso que, en la civilización europea occidental tiene un origen cultural en el Renacimiento, la comprensión del lugar habitado en términos de espacio geométrico hace de la ciudad un objeto de proyecto arquitectónico y urbanístico, junto con el desarrollo de la formación económica social a la que esta operación cognoscitiva le es funcional.

La ciudad contemporánea es aquello que los urbanitas construimos y habitamos con lo que el modo capitalista de producción del puro espacio urbano nos deja. El ordenamiento del espacio urbano es, por cierto, acción y efecto del poder político, según las reglas impuestas por la formación hegemónica. Pero mientras tanto, los urbanitas persistimos en una sorda respuesta, una vaga indisciplina, una soterrada resistencia a los dictados del poder y así, lo urbano alcanza a tener lugar. Sólo que el hecho de tener efectivo lugar en la práctica concreta del habitar no ha dado, aún, las notas de conciencia social que alienten el cambio de formación social y económica.

 

Ref: Giglia, Ángela (2012) El habitar y la cultura. Barcelona, Anthropos, 2012

Viejas cuestiones (XXXIII): Valores en arquitectura

Winslow Homer (1836- 1910) En la hamaca (1873)

¿Cuáles son los valores comúnmente considerados en arquitectura?
¿Cuáles serían valores alternativos a considerar en una axiología propia del Habitar?

Los valores tradicionalmente más asentados en arquitectura son los que provienen de la famosa tríada vitruviana: firmeza, utilidad y belleza.
Son valores propios de una producción artística según la concepción aristotélica de techné: en el producto se verifica la epifanía de valores que son causados por el genio del artífice y que los usuarios espectadores no pueden si no reconocer en su emergencia.

Pero los valores propios del habitar responden a las demandas sociales referidas al servicio público de una arquitectura que debe responder propositiva y asertivamente con ofrecimientos que resulten adecuados, dignos y decorosos.

Reescrituras (XXXI): Danza del cuerpo, arquitectura del aire

Andrea Carlo Lucchesi (1860- 1924) Danzante (s/d)

La arquitectura podría aplicarse a amparar con suma consideración y mérito la arquitectura del aire conferida por la danza de los cuerpos.

* * *

Antes que cualquier material de construcción es necesario considerar la forma adecuada del aire. Y esta forma adecuada del aire es la conferida por la libertad y el talento de los danzantes. Las coreografías de la vida son los determinantes forzosos de una arquitectura con verdadera vocación de vida.

Instrucciones para los arquitectos de la vida: se podría despejar convenientemente el terreno, dejar bailar a una bella muchacha y, sólo luego, construir el amparo meticuloso y liberador a ésta su danza.

Colpoprácticas (IV) Ajuste del ámbito pericorporal

Alfred Stevens (1832- 1906) El estudio del papel (1888)

Todo adentramiento se consuma en el ajuste del ámbito pericorporal, en donde las cosas se disponen ordenadas según las directivas del cuerpo habitante.
Así, concluida la marcha prospectiva, realizada la operación de sentar plaza en el interior y acondicionado éste según el confort disponible y arbitrable, el cuerpo ejerce su poder sobre el sitio, confiriéndole el carácter de lugar concreto. Si en esa circunstancia ocurre un espejo, toda la hondura del interior se abisma, insondable.

Como se puede ver, adentrarse es mucho más que simplemente irrumpir.

Contra la ciudad adjetivada (XVII) Ciudad emergente

Petare, Caracas: ¿Ciudad emergente?

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

Una ciudad emergente es aquella en donde tanto la población, la productividad y el producto económico crecen por encima de la media relativa en su región.
Este hecho las vuelve apetecible para estas personas, empresas y organismos afectadamente desinteresados que acechan con ansia y método todo aquello que luzca como oportunidad. Una ciudad emergente es una economía de oportunidades, un mercado en expansión, un marco expansivo de posibilidades. Más que una realidad urbana, es una forma de ver y considerar comparativamente a las diversas ciudades de una región de un planeta que se deja observar desde muy arriba.
Que los dioses nos protejan de quienes nos consideren habitantes de una ciudad emergente.
  
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La arquitectura al encuentro del habitante

Alvar Aalto (1898- 1976) Estudios para el Sanatorio de Paimio

Para mí, la filosofía del siglo xx expresa el deseo y la necesidad de ir al encuentro del mundo: del sujeto hacia el objeto, del alma hacia el cuerpo, de la teoría hacia la práctica, del sentido hacia la voz, de la totalidad hacia la pluralidad, de la identidad hacia las diferencias, de lo representado hacia lo vivido... Cada una de estas tensiones es la señal ya no de una contradicción sino de un desplazamiento. Estos desplazamientos son, aún, nuestros territorios por explorar, aunque bajo condiciones que en pleno siglo xx quizá no se hubieran podido ni siquiera imaginar.
Marina Garcés

Si la filosofía del siglo XX va al encuentro del mundo, cierta arquitectura de esta época histórica se vuelca al encuentro del habitante.
Puede que se trate de un único y general movimiento o proyecto. Así, se tendería desde una arquitectura de arquitectos a una de pobladores, del espíritu pretendidamente superior o nuevo a un cuerpo necesariamente revalorizado, de una ideología a una praxis humanista, de la generalización idealista a la particularización inclusiva, de la representación de una idea de arquitectura, fuera cual fuera, al alumbramiento de una arquitectura verdaderamente viva.

Puede que se trate de un único y general movimiento o proyecto.

Contenidos resaltados: Antropología del habitar (VI)

 

Los gestos mediante los cuales nos hacemos presentes en el espacio, con los cuales lo ordenamos, constituyen un conjunto de prácticas no reflexivas, más bien mecánicas o semi-automáticas, que propongo definir como habitus socio-espacial, entendiendo este concepto según la definición de Bourdieu, es decir, como «saber con el cuerpo» o saber incorporado, que se hace presente en las prácticas, pero que no es explícito. Para habitar de manera no efímera un lugar hace falta reconocer y establecer un habitus. Es la elaboración y la reproducción de un habitus lo que nos permite habitar el espacio. La noción de habitus nos ayuda a entender que el espacio lo ordenamos, pero también que el espacio nos ordena, es decir, nos pone en nuestro lugar, enseñándonos los gestos apropiados para estar en él, e indicándonos nuestra posición con respecto a la de los demás.

Giglia, 2012: 16

En la reflexión sobre la habitación humana, deberíamos, ante todo, precavernos de reservar la categoría de lugar a la instalación concreta allí donde la existencia tiene presencia y población, distinguida cuidadosamente de la noción de espacio, que no es otra cosa que una abstracción cognitiva y operativa de ciertos rasgos del lugar. Dicho esto, todo parecería indicar que el sujeto desarrolla de modo estructurado un habitus, esto es, unas prácticas socio-locativas que operan diversas dimensiones concretas del lugar, dando oportunidad a unos saberes, unas eficacias y unas capacidades productivas que le hacen posible poblar el lugar. Y precisamente poblar el lugar es la operación concreta que realiza el habitus, como estructura que liga íntimamente al sujeto con la circunstancia que habita. Tal circunstancia puede, de modo efectivo, constituir un entorno concreto, así como una extensa red virtual. De allí que siempre habitemos un orden estructurado a título de lugar, aunque no siempre un espacio bajo la noción de entorno o emplazamiento.

En todo caso, es valioso saber ahora que, mediante un habitus, es que los sujetos consiguen poblar un lugar que es tanto un campo físico espacio-temporal así como un campo social. En efecto, los sujetos aprenden, ejercen y producen tanto las prácticas sociales del situarse físico, así como la de ubicarse, vínculo por vínculo, con su lugar social. Si es que el lugar físico y el lugar social no son más que las dos caras aparentes de una misma moneda existencial: hay en la idea de habitus, tal como la presenta Ángela Giglia, un rasgo de soterramiento, de discreta fertilidad, de humildad fundamental sobre la cual se construye las formas superiores del conocimiento, de la ética y de la poética de tener lugar.

 

Ref: Giglia, Ángela (2012) El habitar y la cultura. Barcelona, Anthropos, 2012

Viejas cuestiones (XXXII): Dimensiones de una política de vivienda

Viviendas de interés social en México

¿Cuáles son las diferentes dimensiones que implican una política de vivienda?

Una política de vivienda afronta, en principio cuatro dimensiones que son:
  • Tenencia y seguridad de tenencia, esto es, lo que afecta a la relación básica entre los sujetos y el bien satisfactor.
  • Habitabilidad, lo que atañe a las especificaciones de adecuación de la vivienda a los estándares de uso y el acceso a los servicios públicos
  • Accesibilidad económica, aquello que toca a la relación entre los ingresos de la familia y los costos de la vivienda, tanto los de adquisición o alquiler, así como los de mantenimiento
  • Adecuación cultural del producto, aspecto que refiere a la dignidad y decoro del bien vivienda en el plano de la representación social.

Reescrituras (XXX): Habitamos proyectos forjados en el pasado

Antal Berkes (1847- 1938) Atardecer en la ciudad (s/f)

Mientras que la forma, el cariz particular, el aspecto efectivo de nuestras ciudades es efecto de un diseño preciso y presente, las condiciones que la vuelven posible han sido forjadas en el pasado, a título de proyecto.

* * *

Esto que reconocemos como nuestra ciudad es apenas una coagulación circunstancial de un moroso proyecto histórico. Nos es forzoso reconocer e interpretar el modo en que este proyecto ha sido lanzado hacia adelante y, en el mejor de los casos, torcer el rumbo si sabemos algo al respecto. Lo verdaderamente importante, en el sentido histórico, es entender las líneas maestras del proyecto.

En este sentido, el diseño, efecto de presente, es más evanescente de lo que parece.