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La casa como laberinto

Charles Demuth (1883- 1935) Comodidades modernas (1921)

Desde la casa, el hombre se asoma al mundo. La casa es el origen de cada viaje: de todos los viajes. La casa es, pues, ese invento humano al que uno vuelve, como un Ulises a su Ítaca, como un toxicómano reincidente. O como un sonámbulo. Esto se debe a que en la estructura mítica de la casa se encierra el mito de volver a ella. Hasta el punto que se podría definir la casa como aquello a lo que volvemos bajo la implícita promesa de la protección.
Sin la casa no hay ni viaje ni viajero posible.
Santiago de Molina, 2015

La casa es un punto trascendente en el laberinto que habitamos.
Todas las sendas parten de allí y hacia ese lugar vuelven, reinciden, recaen. La casa, entonces prolifera en sendas. Este hecho hace abandonar la idea persistente que la casa se conforma meramente con el recinto de sus muros exteriores y su cubierta. Es un cruce de caminos, nada más ni nada menos.
Por otra parte, como nuestro autor afirma con perspicacia ejemplar, en la estructura mítica de la casa se encierra el mito de volver a ella. Una casa es una querencia, un hábito, un regreso antes de constituirse físicamente.

A la tradicional idea de casa como esfera debe agregarse la idea de laberinto.

Dormir, por fin

Pietro Marussig (1879-1937) Mujer que duerme (1917)

Bajo las condiciones vigentes, un lugar es: […] un garante de la noche subjetiva.
(Sloterdijk, 2004:383)
Un lugar habitado tiene la hondura del sueño.
Queremos dormir allí donde reine la más absoluta serenidad, alejados de todo temor. Por eso, solemos recluirnos en lugares recónditos, a salvo de las intromisiones, de las acechanzas y de las perturbaciones.
Solemos confiarnos en la calma de la noche, tras de las fatigas del día y de las alegrías del amor. Nos mece la confianza cuanto la navegación onírica sobre Otros Territorios.
Inermes y frágiles en nuestra condición y estado, el lugar de nuestro dormir es el lugar más seguro que podamos obtener. Es por ello el signo de nuestra solvencia. Una y otra vez incurriremos en el sueño, de donde las circunstancias y ocasiones del dormir constituyan un factor estructural de nuestra habituación.

Cuán profunda es la habitación de un interior la mide el calado sosegado de nuestro sueño.

El derecho a habitar

Julius Jacob el Joven (1842- 1929) Wilhelmplatz (Berlin) en primavera (1886)

Las formulaciones comúnmente aceptadas del llamado derecho a la vivienda son apenas un emergente, en la conciencia social y política, de un derecho mucho más general —en lo que toca a sus aspectos— y con mucho más sentido humano —en lo que hace a la adecuada caracterización de su sujeto—.
Consideremos lo que dice nuestra constitución con respecto al derecho a la vivienda:
Todo habitante de la República tiene derecho a gozar de vivienda decorosa. La ley propenderá a asegurar la vivienda higiénica y económica, facilitando su adquisición y estimulando la inversión de capitales privados para ese fin.
Pero nótese, gozar es tener o poseer algo bueno, útil o agradable. Esto apenas es un aspecto —muy parcial— de un derecho que un ser humano es titular, en virtud de su condición de existente, dispone de lugares para desarrollar todos y cada uno de todos los aspectos de su vida. Disponer es más amplio, general y profundo que gozar.
Por otra parte, la especificación objetiva en términos de vivienda decorosa es también parcial. En realidad, los seres humanos tenemos derecho de disponer de lugares adecuados, dignos y decorosos, no sólo para residir en ellos, sino para trabajar, estudiar, transitar o cualquier otro aspecto concebible de la vida.
Reformulemos
Todo habitante de la República tiene derecho de disponer de lugares adecuados, dignos y decorosos para desarrollar todos los aspectos de la vida. La ley propenderá al desarrollo sistemático del hábitat a través de la planificación, promoción, proyecto, construcción y acceso de todos y cada uno de los actores sociales, asegurando condiciones de libertad, igualdad y solidaridad.

¿Promovemos una reforma constitucional al respecto?


Dejemos hablar al viento


Se ha conocido una segunda propuesta del Arquitecto Rafael Viñoly con respecto a San Rafael. Dejemos hoy hablar al proyecto y al propio proyectista sin agregar nada a lo dicho ya en





La arquitectura es hoy cada vez más un ejercicio de conciliación[...]
La responsabilidad del arquitecto es absorber esos comentarios para producir una solución que no disminuya las expectativas concretas mesurables de cualquier emprendimiento ni las aspiraciones intelectuales que están en la esencia de nuestra profesión. Y, por lo general, si uno tiene experiencia y práctica para escuchar, eso resulta en una mejor propuesta
Arquitecto Rafael Viñoly, 2018

Plumas ajenas: Serrano Muñoz

La cada vez más aguda crisis de la vivienda es más bien una crisis de la habitación, entendiendo por tal, tanto el contenedor espacial como el acto de habitar, ambas cosas a la vez. Este problema desborda por completo a lo que corrientemente se entiende por vivienda, pues el habitar tiene lugar también fuera de la vivienda, en el contexto urbano y por otro lado ésta no se reduce a un mero instrumento puesto a disposición de determinados sujetos, sus usuarios.
Eduardo Serrano Muñoz, 2003

Véase el artículo completo en

Atmósferas

Peder Severin Krøyer (1851- 1909) La familia Hirshsprung (1881)

El aire nietzscheano es entonces una extraña sustancia, es la sustancia sin cualidades sustanciales. Puede, por lo tanto, caracterizar al ser como adecuado a una filosofía del devenir total. En el reino de la imaginación, el aire nos libera de las ensoñaciones sustanciales, íntimas, digestivas. Nos libera de nuestra adhesión a las materias: es, pues, la materia de nuestra libertad. A Nietzsche el aire no le trae nada. No le da nada. Es la inmensa gloria de una Nada. Pero no dar nada ¿no es el más grande de los dones? El gran donador de las manos vacías nos libera de los deseos de la mano tendida. Nos acostumbramos a no recibir nada, en consecuencia a tomarlo todo.
Bachelard, 1953

Si nos gana el ensueño del aire, entonces nos rendimos a la evidencia que, ante todo, habitamos atmósferas.
Respiramos con serenidad el lugar que nos acoge de buen modo y nos irrita cualquier leve dificultad al respecto. Una atmósfera irrespirable nos desasosiega simbólicamente y nos asfixia físicamente. Una atmósfera propicia es aquella que nos inspira, esto es, que estimula el genio interior mediante hálitos propicios.
Adherimos con placer a esa sustancia sutil, diáfana y fresca como apreciamos el valor de lo puro, despejado y límpido. El aire, afirma con razón Bachelard, es la sustancia por excelencia de la libertad. No hay miedo mayor, quizá, que la condena a la angustia del confinamiento opresivo.
Una fresca brisa siempre es una bienvenida novedad, mientras que la atmósfera despejada es un valor fundamental de nuestra calidad de vida. Una atmósfera sana es sinónimo de un ambiente que hace posible la alegría. El aire, decía Le Corbusier, constituye una alegría esencial de la vida.

Gran parte del desvelo arquitectónico debería propender a proteger y promover la constitución de atmósferas adecuadas, dignas y también decorosas. No se trata sólo del aire, sino de los que lo habitan.

Consecuencias del cuerpo

Cornelis Bisschop (1630- 1674) Muchacha pelando una manzana (1667)

En el cuerpo reside la causa eficiente de los rituales recurrentes del habitar.
Todo ritual es la manifestación del habitar que se despliega efectivamente en el lugar. La forma particular de cada ritual procede de las condiciones de posibilidad que brinda el cuerpo en su constitución y funcionamiento
El cuerpo es el dispositivo que ordena, dimensiona e implementa las cosas del vivir en tanto tales. Mediante la operación de la constitución y funcionamiento del cuerpo es que ciertas entidades, consideradas y operadas se vuelven útiles o instrumentos. Habitar implica distribuir las cosas de vivir en torno al cuerpo y haciendo presencia y ocupación en los lugares.
El cuerpo es, también, el alumbrador de una peculiar física y geometría de los lugares. A las dimensiones clásicas del espacio y el tiempo, el cuerpo, en primer lugar, reconsidera ciertos gradientes energéticos como dimensiones físicas del lugar, y, en segundo término propone unas nuevas y sutiles dimensiones que denotan la existencia en los lugares.

A causa de todo ello, el estudio arquitectónico del habitar debe indagar a fondo en ciertas constituciones y funciones trascendentes del cuerpo como materia de ineludible tratamiento.

El sentido perdido del deambular

Édouard Joseph Dantan (1848- 1897) Un aspecto del Salón de 1880 (1880)

¿Por qué se ha perdido el sentido del deambular?
Parece que nuestra civilización se empeña en desalentar ciertas prácticas y a promover una sola: consumir. El tránsito relajado, la contemplación desinteresada, la fruición de la marcha acompañado parecen ser valores a la baja. Puede que esto se deba a que mientras eso sucede no consumimos con el ritmo e intensidad que necesita nuestra economía.
Pero así es que nos hurtamos a nosotros mismos uno de las manifestaciones del derecho a la ciudad: nos privamos de ejercer una facultad humana como fin en sí mismo.
Así, el deambular se reduce a circular de un punto a otro, de forma frenética y pobre. Así, en calles, plazas y parques, abandonamos jirones de ámbitos públicos, sentido de pertenencia y comunidad. Así, empobrecemos la vida, si es que no la perdemos a plazos.

Si no deambulamos, la ciudad, la calle, la plaza, el parque se nos van volviendo ajenos… y hostiles.

Emociones en las cubiertas

Melchior Lorck (1526- 1598) Vista sobre los tejados en Constantinopla (1559)

La cubierta es la cabeza de la casa; y, puesto que se halla entre su ocupante y el cielo, es también el sustituto de éste en el pequeño mundo de quien la habita.
(Rykwert, 1987)

La cubierta es la cabeza de la casa. La cubierta es la coronación de la empresa tectónica y como tal está aquejada de todas las emociones.
Desde el punto de vista tectónico, la estructura de la cubierta es, con mucho, el elemento más demandante: hay que afrontar la solución del problema con entereza y a la vez prudencia. Entereza para encontrar la solución más eficiente y prudencia en consideración a la durabilidad material y simbólica.
Por otra parte, gran parte de la adhesión que suscitará la obra radica en la peculiar configuración de la techumbre. En particular, es decisivamente importante el contorno del skyline, la línea que recorta la obra contra el cielo. También hay que considerar cómo luce interiormente, esto es, cómo constituye un cielo próximo al lugar habitado.
Quizá por ello es que los niños aprecian especialmente las cubiertas inclinadas de doble faldón: constituyen el signo ancestral de un cielo protector. ¿Podría decirse que tierno y solícito como el de una madre?
Si bien una original solución constructiva suele promover la sorpresa, es más razonable apostar a la habituación. La buena forma de la cubierta —y de la obra— es aquella que conquista legitimidad a lo largo de la historia.
Debe considerarse cómo luce el contorno perceptible de la obra a la distancia y es preciso considerar que buena parte de la alegría cotidiana de volver a casa proviene de la visión alejada. Por ello, una cubierta debe promover esta emoción a través de su configuración que la identifica.

En fin, la arquitectura suele apostar, por lo general a una noble serenidad que atraviesa dignamente el paso del tiempo. Y el ciclo de las emociones vuelve a recomenzar.

Eso que hay que saber

Andrea Palladio Villa Capra La Rotonda

A los efectos del ejercicio competente y responsable de la arquitectura, está aceptado, por lo general, que debe estudiarse a fondo la tecnología de la construcción y dominar con talento el difícil arte de proyectar y diseñar.
A lo que hay que agregar, porque no por obvio debe callarse, que hay que saber del habitar del hombre. Entonces, hay que saber:
  • Que el habitar no es la consecuencia del arte de proyectar y construir, sino su causa.
  • Que el habitar es una conducta humana que se lleva a cabo tal como las personas creen y desean, no como los proyectistas y constructores creen adecuado.
  • Que el habitar es una práctica, esto es, unas acciones asociadas a diversas y complejas representaciones sociales que se llevan a cabo en formas que hay que conocer e interpretar antes de proyectar y construir
  • Que el habitar es una producción, lo que quiere decir que el principio o causa material radica en el habitante y no en el talento cultivado del arquitecto o ingeniero.


No es lo único que hay que saber, pero por algo se empieza.

Notas sobre lo infraordinario

Louis Stettner (1922- ) Central Park, New York (1997)

Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?
Georges Perec, Lo infraordinario.

Algunos buenos fotógrafos nos persuaden que el arte impregna la vida cotidiana y sólo se necesita ser testigo. Por ello portan siempre su cámara.
Pero de lo que se trata aquí y ahora es de revelar el carácter propio de lo trivial y común sin incurrir en un pancalismo, que supone la difusión omnipresente de la belleza. Por sólidas razones, es conveniente que las personas y su conducta siempre sean consideradas como figuras recortadas y a la vez inmersas en un fondo que les es habitual.
Dar cuenta de lo infraordinario: implica, entonces, volverlo visible, primero y luego reintegrarlo a su estatuto de fondo.
Interrogar lo evidente: supone, así, extrañarlo, primero y luego reintegrarlo a su estatuto de habitual.
Describir, en suma, lo ordinario: significa conferirle un relieve epistémico y luego desmontar la operación.

¿De ahí seguiría interpretar con sabiduría, entonces? Por favor, ayúdenme a pensarlo.

Recalar

Miguel Ángel Zelayeta (1929- 1999) Esquina de la Ciudad Vieja (1998)

Los marinos que han visitado nuestro Río de la Plata nos han dejado un verbo de singulares resonancias: recalar.
Para la Real Academia, significa, dicho de una persona: Aparecer por algún sitio. Pero aquí usamos el término con un matiz de significado más preciso. Este se debe al sentido en que los marinos lo aplican a un buque: Llegar, después de una navegación, a la vista de un punto de la costa, como fin de viaje o para, después de reconocido, continuar su navegación.
Marineros en tierra, los rioplatenses recalan en ciertos significativos puntos   —una esquina, un bar, un banco en una plaza— ya como meta provisional de un viaje, ya como un hito en el camino. Al hacerlo, detienen su andar, señalan su presencia, afrontan quizá otras apariciones, humanas o fantasmales, habitan provisionalmente un lugar singular.

Así, nuestras ciudades todavía conservan nuestros precisos puntos de recalada que tanto amamos, hecho que no comentamos mucho, por pudor.

Plumas ajenas: Manuel Saravia Madrigal

Habitar un territorio es marcarlo, lo acabamos de decir; pero también reconocerlo y recorrerlo. Ivan Illich solía hablar del «equilibrio múltiple»; y recordaba que la vida humana sólo se da en una situación de equilibrio de numerosas facetas y dimensiones. Voy a señalar una serie de campos relacionados con el hecho de habitar (un lugar, un territorio, una ciudad, un barrio), e indicar en ellos condiciones de equilibrio que posibilitan la vida y nos permiten, en consecuencia, considerarnos habitantes.
Por de pronto, habitar un territorio es recorrerlo a pie. Sólo así es posible crear un ambiente a lo largo de la propia ruta. Andando se responde a un mundo que se ofrece gratuitamente al caminante. Al andar, se quiebra el monopolio sobre la imaginación de los consumidores, en cuanto al transporte y la movilidad. Se responde a la capacidad innata de moverse. Desde luego, hay que contar con un espacio de madurez tecnológica. Pueden no bastar los pies. «En términos de circulación, éste es el mundo de aquéllos que han ensanchado su horizonte cotidiano a trece kilómetros, montados en su bicicleta. Al mismo tiempo es el mundo marcado por una variedad de motores subsidiarios disponibles para cuando la bicicleta no basta y cuando un aumento en el empuje no obstaculiza ni la equidad ni la libertad». Pero la base insustituible del movimiento es el andar.
Habitar un territorio es también viajarlo. «Cualquier lugar está abierto a toda persona que lo viaja sin roturar la tierra». Viaje corto, pero igualmente la posibilidad de los viajes largos, donde el mundo está a disposición de todos, «a su albedrío y su velocidad, sin prisa o temor, por medio de vehículos que cruzan las distancias sin roturar la tierra, sobre la cual el hombre ha caminado con sus pies por cientos de miles de años» . Al viajar se atiende a la necesidad de búsqueda, a la persecución de lo que enseña el vacío, el silencio, de lo que no se muestra con la evidencia: una forma de viaje radicalmente amenazada hoy.
Pero si es moverse y desplazarse, habitar un territorio es también demorarse en él y sobre él. Perder el tiempo, calentarse al sol. Estar, sin hacer nada, en los lugares: la contemplación, la pulsión de la inacción, el descanso, la respiración. Una contemplación siempre vista con recelo por el sistema (por cualquier sistema), si no va acompañada de alguna componente económica. Se podía hablar también de que habitar un espacio es recordarlo (aludir a los precedentes, conjugar sobre él metáforas), soñarlo (abrirlo al horizonte), recordar soñando. Porque, en efecto, habitar es soñar: «Los sueños han dado forma siempre a las ciudades; y las ciudades, a su vez, han inspirado sueños» (Illich, 1989!). Habitar un territorio es, digámoslo otra vez, tomarlo y marcarlo; aun bien con nuestras emociones, sentimentalmente, y con nuestras ilusiones.
¿Qué equilibrios, pues, hay que garantizar? Los de la movilidad, el descanso, la conservación. Tres facetas radicalmente amenazadas.
Manuel Saravia Madrigal, 2004

Artículo completo en

El caso San Rafael (III) El plano estético arquitectónico


La propuesta Viñoly-Cipriani

Para muchos, los juicios estéticos se confunden con juicios de gusto, esto es, juicios sintéticos (no aparecen fundados en razones precedentes) y a priori, con lo que se postran en la más arbitraria subjetividad. Y el verdadero problema es que la mayoría de opinantes, primero esgrimen juicios de gusto y apenas si se sienten emplazados para aportar argumentos que los justifiquen.
Pero no estamos condenados a esta situación si operamos con método. Primero, aportemos argumentos acerca de la constitución del objeto y acerca de la oportunidad ético-política de su producción y sólo luego coronemos la labor crítica con juicios de valor analíticos (porque derivan de argumentos precedentes) y a posteriori.
Así que es ahora, luego que hemos expuesto ciertos argumentos (aún sin agotarlos, porque esto es una labor social) podemos abordar cuestiones de índole estética sin incurrir en juicios de gusto a priori.
La peculiar contextura formal del conjunto propuesto obedece a una actitud frente al viejo hotel preexistente. El germen de la forma, en principio, está en la conformación estilo Tudor del Hotel San Rafael. Esto del estilo Tudor supone una aculturación propia de la burguesía rioplatense de la época de su construcción, fundada en la asociación simbólica e imaginaria entre lo inglés y lo refinado. En aquel entonces, pero sobre todo hoy, es una poética propia de revistas del corazón que entretienen las peluquerías femeninas con los detalles de la presunta vida cotidiana de los ricos & famosos.
En todo el intervalo histórico cultural arquitectónico que media entre la erección del hotel y esta nueva y tardomoderna propuesta se ha discutido sobre la adecuación de las formas tanto al contexto (contextualismo) como a un discutido espíritu de los tiempos (Zeitgeist). Para muchos profesionales arquitectos, la forma resultante debería corresponder tanto a las solicitaciones del lugar como del tiempo histórico. Para otros, una vez experimentada la crisis posmoderna, (casi) todo vale, con tal de constituir aquello que Jean Nouvel ha denominado objetos singulares. Cabe preguntarse qué valores son los emergentes de tales actitudes, ya que cada obra arquitectónica no sólo alcanza a quienes se sirven de ella a título de arquitecto, promotor, constructor y habitante. La arquitectura constituye bienes presentes estéticamente en la vida de todos los ciudadanos: a todos nos afectan sus efectos sobre la percepción, la sensibilidad y las emociones. Es por ello que el plano estético es ineludible en el tratamiento en este caso.
En el ámbito estético arquitectónico existe una frecuente y equívoca asociación entre la autoridad profesional de ciertos arquitectos y el logro estético atribuido a sus propuestas. Pero se soslaya que la arquitectura es una actividad social de producción donde el arquitecto proyectista es un actor importante, pero de ninguna manera excluyente: una arquitectura no es una escultura de gran tamaño. Un arquitecto de buena reputación tiene autoridad precisamente porque puede equivocarse como ser humano que es. Un arquitecto con autoridad no tiene licencia para perpetrar arquitectura en cualquier circunstancia y no santifica con su gesto al firmar sus propuestas. Por otra parte, el común de los mortales tiene pleno y absoluto derecho a tener opiniones estéticas: sólo es preciso estudiar a fondo el tema y el carácter de no-arquitecto no inhibe a nadie para sentirse afectado por los resultados del obrar arquitectónico profesional. La arquitectura nos implica a todos y nos compromete como seres sociales.
Es por todo esto que debemos discutir a fondo este caso. Pase lo que pase, eso que se define tan trabajosamente como cultura arquitectónica puede crecer y desarrollarse si en vez de apasionarnos deportivamente por tomar partido como barrabravas de tribunas, adoptamos un talante reflexivo y siempre respetuoso. Y nunca resignado.

Esa emoción omnipresente

George Tooker (1920- 2011) Sala de espera (1982)

De lo que tengo miedo es de tu miedo
William Shakespeare

Hay una emoción ampliamente difundida en la ciudad que habitamos: el miedo
El tema de la inseguridad a causa de la delincuencia se ha instalado con fuerza en la conciencia social. Se tiene miedo a la rapiña, a la violación y al asesinato, entre otras formas delictivas. Pero más miedo provoca la intuición o creencia que esta inseguridad tiene causas estructurales que radican en la exclusión social, que no deja de desplegarse, implacable
Esto conduce a proliferar las manifestaciones del miedo hacia todo lo que acecha. Y lo que acecha es una calle poco iluminada, un vasto espacio desierto, un paraje lejano o poco conocido. Lo que acecha es lo Otro, ajeno y hostil.
También se teme la indefensión que proviene del anonimato. Es el miedo al ser apenas un número en una estadística. Con las tasas del destrato actuales, cómo se hará para evitar ser víctima de alguno, es la fórmula. Es un miedo que no sólo se experimenta en las calles, sino también en las oficinas, en los consultorios profesionales y lugares semejantes.
Se agrega asimismo el miedo al tedio y al vacío. Las esperas desesperan. El mero paso del tiempo, que no puede emplearse en nada de provecho, ni distraerse, se padece. Pensar es angustiarse y la angustia por pensar provee amplias dosis de aprensión.
Es casi obvio que sean la muerte y otras sorpresas las fuentes originarias del desasosiego. ¿A quién le es dado enfrentar con suficiente entereza, si no la muerte misma, su mera aparición fantasmal en el horizonte? Es que el mismo horizonte se ha vuelto ominoso.
Pero la forma más insidiosa de esta emoción es el miedo al propio miedo. Porque éste explota a fondo lo peor de nuestras conciencias: ¿cómo se conformarán las liberadoras formas de entereza ciudadana?


El caso San Rafael (II) El plano práctico


La propuesta Viñoly-Cipriani

El problema trascendente es que los uruguayos decidamos, de manera transparente, hasta qué punto seremos dóciles testigos de decisiones de inversión de capitales que pretenden actuar sobre nuestro territorio. ¿Queremos minería de gran porte? ¿Queremos que la forestación siga expulsando mano de obra de nuestro medio rural y restando diversidad a nuestra vida? ¿Queremos que se abra una carretera y se construya un puente en plena costa (Laguna Garzón) para que un inversor venda mejor las tierras llenas de cárcavas, que debieran ser no edificables por sus dinámicas intrínsecas?  ¿Queremos alentar el crecimiento especulativo de ciudades, para las que después deberemos construir y mantener las infraestructuras y servicios urbanos? 
Isabel Viana, semanario Voces, 2018

En un contexto en que existe un nivel de desocupación inquietante en la escala nacional, preocupante en Maldonado y agudo en el subsector de la construcción, una propuesta de inversión en la industria siempre es vista con interés. Sin embargo, lo que cuenta, a mediano y largo plazo, es la sustentabilidad global de toda la economía global de la zona para proveer de puestos de trabajo genuinos, duraderos y estimulantes al desarrollo local. Uno de los problemas de naturaleza ética, política y económica estriba en calificar metódicamente la naturaleza efectiva de la provisión de empleo tanto en la fase puntual de la construcción así como en la plena ocupación del emprendimiento. Es peculiarmente delicado justipreciar las externalidades e impactos ambientales resultantes de tal propuesta. Porque no sólo se trata de gastar e invertir dinero sino de obtener valor material, ambiental y simbólico ¿no es verdad?
Un emprendimiento inmobiliario implica de suyo el abrir cauce a inversiones necesarias a nuestra economía, se afirma con razón. Pero no es menos cierto que suponen importantes diferencias cualitativas tanto los montos brutos, los flujos y sus derrames efectivos sobre la economía local, con sus efectos de escala, intensidad y, sobre todo, sostenibilidad en el tiempo. Porque se trata de determinar qué valores materiales, ambientales y simbólicos obtienen no sólo los inversores y sus clientes, sino también las instituciones del Estado y la propia comunidad en su conjunto ¿no es verdad?

¿Vamos a seguir viviendo de la guita negra que viene de la Argentina, para decirlo en criollo, o tratamos de replantear esto de otra forma?
Arq. Rafael Viñoly, ante la Junta Departamental de Maldonado, 2018

El argumento del destacado proyectista implica un argumento que aboga por la implementación del dinero (no se especifica su color ni condición higiénica) de origen extrarregional, dícese que europeo. No queda claro, de todas formas, quiénes invertirían en cada fase del negocio que, luego de no se sabe cuántos pases de mano, terminaría en los usuarios-habitantes, si estos llegaran a existir. El modo que coexistirían estas dinámicas de inversión e implementación con las propias de la zona preexistente es una intriga en donde no es prudente incurrir en ingenuidades. Recuérdese que nos ocupa aquí la propuesta de un enclave urbanístico de nueva planta y no un mero edificio singular más o menos integrable a la trama y traza preexistente.
Llegados a este punto debemos asumir la condición ética y política propia de la primera persona del plural: nosotros. Porque somos efectivamente nosotros, los que habitamos esta comarca, los que nos debemos hacer cargo de la responsabilidad plena de decidir y condicionar la vida de nuestros descendientes, de asumir desafíos para decir a esto sí y a esto otro no. ¿Nos es deseable alentar esta urbanización sin ciudad, este mosaico sociourbano, este territorio tachonado de enclaves autónomos, este paisaje proliferado de objetos singulares, este ambiente cada vez más impactado por modos ásperos de presencia construida?

Más que puros hechos

Colin Campbell Cooper (1856- 1937) Techos al atardecer (1912)

Los fenómenos implicados por la habitación no constituyen puros hechos susceptibles de una única descripción rigurosa.
Es que los hechos observables están siempre mediados por representaciones, deseos, proyectos, expectativas y emociones que le confieren diferentes sentidos. Como todo fenómeno de naturaleza cultural, los fenómenos de la habitación tienen diversos sentidos tanto para el habitante estudiado (bajo un punto de vista emic), así como para el estudioso de la cuestión (según una perspectiva etic).
Es así que estos fenómenos son —a la vez que observables— interpretables. Por ello, el estudio del habitar es, en una gran medida, un ejercicio hermenéutico.

Cada evento observable es apenas una emergencia en donde un todo complejo, rico y profundo se revela mediante un aspecto de parte.

El caso San Rafael (I) El plano conceptual


El antiguo hotel San Rafael. Estado actual

La propuesta Viñoly-Cipriani

Por antecedentes, véase también:
https://teoriadelhabitaruruguay.blogspot.com/2018/06/una-propuesta-arquitectonica-al-tono.html
El caso San Rafael ha concitado un sinnúmero de comentarios y este hecho es auspicioso en sí mismo: es bueno que haya inquietud y debate sobre cuestiones de esta naturaleza. Me parece, por cómo se van presentando las cosas, que será oportuno esforzarse por aportar argumentos explícitos, más que puras expresiones subjetivas de valor de cualquier tipo a título de simples y particulares opiniones. La discusión del caso es más importante que el mero y deportivo embanderamiento sea a favor, sea en contra. Porque la naturaleza de los bienes puestos en juego (la arquitectura, el urbanismo, el ambiente, el desarrollo local y regional de Punta del Este) ni empiezan ni terminan ni se agotan en los confines de este caso particular, aunque, sin la menor duda, hay un antes y un después ya desde la puntual presentación de la propuesta de marras.
A estos efectos, propongo considerar la cuestión en tres planos diferenciados y articulados entre sí: en primer lugar, un plano conceptual, seguido de un plano práctico (ético, político, económico) y rematado por un plano estético. La razón de la secuencia puede responder a la necesidad de hacer preceder los juicios de valor más discutibles por argumentos y consideraciones relativamente rigurosas en su sistemática dilucidación racional.
Así, puede discutirse, en principio, el estatuto nominal de la propuesta Viñoly-Cipriani. Por una parte, puede entenderse que se trata de una remodelación del viejo hotel San Rafael a la que se incorpora la erección de cuatro edificios dominantemente residenciales. Pero, en razón de las proporciones físicas y programáticas de tales edificios, cabría mejor considerar que es una propuesta de construcción de un complejo de torres, una de ellas de altura excepcional, acompañada por la remodelación o preservación a algún título del viejo hotel.
Ahora bien, tal complejo de torres supone no sólo una importante concentración en el predio de unidades residenciales sino además la provisión de un conjunto de servicios, con lo que, desde el punto de vista programático, podría sostenerse, sin exagerar la nota, que se trataría de una realización urbanística residencial, más que un puro agregado de edificios e instalaciones.
Con respecto a la ciudad, territorio y ambiente preexistente, esta realización urbanística residencial aparece propuesta bajo tres condiciones especialmente importantes: es excepcional con respecto a la normativa existente, es disruptiva con respecto a la trama circundante y propone una novedad urbanística-territorial al conectar de manera singular con la costa. Subrayo: dejemos para después las apreciaciones de valor, concentrémonos en los conceptos.
La excepcionalidad radica en la sobreexplotación constructiva del predio disponible gracias a la perforación de la altura máxima edificable: se logran más metros cuadrados construidos sobre los disponibles a ras del suelo. El carácter disruptivo se denota claramente con la concentración densa y dura en altura en un contexto de amplias residencias enclavadas en amplios jardines profusamente arbolados que resultan en densidades de ocupación del suelo dominantemente bajas. La singularidad urbanística-territorial es fruto tanto de su situación contigua a la costa así como por la provisión de una instalación que pone pie en la misma mediante un pasadizo elevado sobre la avenida costera.
Es tan considerable la escala física de la propuesta que no es temerario considerar que se trata de un verdadero enclave urbanístico de nueva planta, dotado, en principio de las condiciones materiales, sociales, económicas y culturales para gozar de una relativa autonomía con respecto a la urbanización preexistente. En virtud de ello, ya no se trata de una propuesta de edificio de excepcional altura, ni de un conjunto residencial de gran magnitud, sino de una novedad urbanística relativamente autosuficiente en ciertas condiciones de apropiación arquitectónica, urbana y territorial.

Dimensiones nomotópicas del habitar

Eugène Galien- Laloue (1854- 1941) Moulin Rouge en la noche (1906)

El imperio diferencial de reglas en los lugares articula espacio y tiempo.
Uno y Otro Lados se oponen —y conectan significativamente, a la vez— según se distribuyan los marcos de regla de conductas. En los espacios ciudadanos finiseculares domina el decoro burgués, mientras que en los cabarets tiene lugar las formas también regladas del desenfreno. Al orden serio y cotidiano del tiempo corriente le sucede la excitación festiva.
La yuxtaposición de órdenes refuerza y significa activamente el Orden como estructura. Desde este punto de vista, los conflictos resultan, como en tantas cosas, diferendos de fronteras.

Quizá una ciudad digna de llamarse civilizada es aquella que permita deambular con fluidez en diversos escenarios de manera tal que los umbrales nomológicos estén claros en su doble significación de frontera y paso.

Choques de proyectos sociales del habitar

Hechos de violencia en el Barrio Marconi de Montevideo (2016)

En la actualidad se observa una realidad urbana que resulta de múltiples choques de proyectos sociales del habitar.
Como consecuencia de ello, la ciudad misma es conflictiva. Y no sólo cuando estalla la violencia callejera, sino en el devenir corriente. Dominan la ira y el miedo.
Vivimos en ciudades que no proveen a sus ciudadanos lugares adecuados para vivir, porque hay ciudadanos poseedores y beneficiarios de servicios públicos, pero también hay otros ciudadanos deprivados de bienes a los cuales no llegan estos servicios. Se ensancha y ahonda el abismo socioeconómico entre ricos y pobres. Y ciudades con sociedades escindidas no brindan lugares adecuados para habitar. Para nadie.
Vivimos en ciudades disarmónicas, porque su territorio es un mosaico de segregaciones socioespaciales. Los ricos ponen distancia, rejas y guardias privadas. Los pobres se resignan al accionar cada vez más organizado de la delincuencia y se alejan de la ciudad regularmente conformada.

Vivimos en ciudades injustas. En la fotografía puede verse, como casual sarcasmo, el cartel viario que advierte: comienza la zona escolar. ¿Estamos aprendiendo la lección?

Formas no burguesas del decoro

Edward Hopper (1882- 1967) Restaurante en Nueva York (1922)

La burguesía ha edificado una concepción del decoro en torno a la dignidad del poseedor.
Esta dignidad aparece despojada de todo eufemismo en la fórmula tanto tienes, tanto vales. Por eso, gran parte de la ética-y-estética burguesa radica en la acumulación metódica. Esa acumulación es resultado, del trabajo, del ahorro y de la previsión, virtudes burguesas por excelencia y que se denotan en sus resultados en lo que resulta de una inversión considerable en su monto y lograda en su valor material y simbólico.
En la actualidad se imponen en el imaginario social formas no burguesas del decoro que darán lugar a otra ética-y-estética que aún no emerge con claridad. No se trata en este caso, de una acumulación metódica, sino de un consumo fluido y ensañado. La economía de la actualidad se sustenta en el consumo generalizado de masas, prolifera el endeudamiento financiero y ha desaparecido la previsión como virtud ya que el horizonte se desplaza cada vez más rápido hacia ninguna parte.

¿Qué formas de ética-y-estética y del decoro se darán lugar en reemplazo de la aún fantasmática burguesa?

Oigo sólo el rumor de sus pasos: ¡hablad! ¡comentad! ¡demostrad que no son robots!


Gustave Courbet (1819- 1877) El desesperado (1845)

Versión en castellano peninsular, por las dudas

Llenos y vacíos en Teoría del habitar

Henri Cartier-Bresson (1908- 2004) Prostitutas de México (1933)

A algunos arquitectos les gusta pensar que operan con un vacío trascendente.
Es que una de las concepciones del espacio es la de una vacuidad, una disponibilidad, una abertura en el orden de las cosas. Pero sucede que en esto que los arquitectos consideran y piensan como vacío, suceden cosas singularmente interesantes. La vida humana, vamos.
Otros arquitectos consideran que operan con lo la materia, con lo lleno o pleno de realidad inmanente: obran con muros de piedra o puertas de sólida madera. Por aquí y por allá dejan huecos —que también se llaman vanos— por las que algunas cosas pasan, por lo que son, naturalmente, vacíos. Pero sucede que esos vacíos, también pasan cosas singularmente interesantes. La vida humana, vamos.

¿No será tiempo para que algunos otros arquitectos se rindan ante la evidencia de que de lo que hay que ocuparse es de la plenitud de la vida humana en los lugares?

Habitación para meditabundos

Vilhelm Hammershoi (1864-1916) Interior (1901)

Todo un programa.
Una habitación, si no palaciega, sí desahogada; en que se puede caminar por ella sin constricciones y sin que parezca necesariamente vacía. Pocos objetos pero exactos en su conformación, situación y empleo. La dueña del hogar danza su coreografía cotidiana con libertad de gestos.
Las ventanas, altas y generosas, tienen su lugar preciso y proporcionado y dejan entrar la luminosidad con franqueza, aunque preservan la intimidad del interior. El paisaje que ofrecen es un tapiz de decorosas fachadas ciudadanas, próximas y distantes a la vez.  La luz, por su parte, juega equilibrada con las necesarias penumbras allí donde reposará la vista cansina.
Hay un color fundamental que oficia de tono general con respecto al cual los otros, que no son muchos, modulan en su referencia. Las sombras y penumbras dan a cada cosa su volumen y lugar. La atmósfera es límpida y calma.
Conviene detenerse en los sonidos y las reverberaciones. Toda la habitación conforma una caja de resonancia del instrumento. En los rincones quedan vibrando las últimas notas que se respiran quedamente.
La habitación tiene la calidez de la propia vida: en el equilibrio del cuerpo relajado y una muy suave brisa que refresca lo justo. Si bien el calor no se distribuye monótono y uniforme, el cuerpo encuentra los lugares óptimos para situarse en cada circunstancia.
Las maderas confieren un discreto aroma que hace reconocible el lugar, que, por lo demás, está inmerso en una atmósfera fresca y diáfana. Quizá algunas flores han dejado unas tenues improntas de su presencia.

Puede seguirse soñando una habitación para meditabundos.

Una propuesta arquitectónica al tono con el espíritu de estos tiempos

El viejo hotel San Rafael, en Punta del Este, Uruguay

El hotel San Rafael ha cumplido un importante papel en el desarrollo de su comarca como destino turístico.
En la época de su inauguración supuso un muy importante centro de atracción en la costa oceánica de Punta del Este, balneario desarrollado con establecimientos similares puestos a la vanguardia del poblamiento de estas costas. Con el correr del tiempo, sin embargo, su desempeño como hotel dejó de tener el brillo de otrora y hoy amenaza devenir en una célebre ruina.
Fruto de la alianza de un importante inversor italiano con el reputado arquitecto Rafael Viñoly, se ha presentado recientemente un proyecto de revitalización del edificio original... acompañado de un conjunto de torres de altura excepcional para la zona. La propuesta luce como sigue:

La opción del arquitecto Rafael Viñoly

So pretexto de la rehabilitación del hotel, se propone la erección de un conjunto de altos edificios, el mayor de los cuales constituiría, con sus más de 60 pisos, el más alto del Uruguay. En este nuevo contexto, el edificio histórico queda reducido a la escala de un gazebo en un jardín.
Uno puede dudar, legítimamente, entre rendirse a la autoridad profesional del famoso arquitecto, a la trascendencia socioeconómica que tendría una excepcional inversión inmobiliaria, al encantamiento de que algo grande suceda en nuestro tímido y pobretón paisito, por una parte, o bien escandalizarse con la emergencia de un abierto menosprecio por la geografía y paisaje preexistente, por la prepotencia del dinero que busca lavar su condición o la desilusión definitiva de hacer de esta comarca un lugar bueno para habitar sin exclusiones sociales y económicas.
Uno puede dudar, legítimamente, mientras otros no dudan, operan.
Y los que operan hacen uso de una imaginación de cosas grandes, altas y famosas, de festines económicos allí donde el mercado premia con su aprobación más contundente: comprando y comprando caro, si cabe, de un desarrollo económico lanzado al éxtasis de una continua realimentación de su propia lógica: una serpiente que se acicatea a sí misma mordiéndose la cola. Los que operan actúan allí donde los crudos hechos le confieren la cuota de razón y sensatez: allí donde la lógica del sistema avala sus propuestas, allí donde los ricos & poderosos quieren que las cosas se sitúen a su conveniencia, allí donde los que mandan arreglan las cosas según sus pareceres, hasta el fin de los tiempos.
Sin embargo, uno puede dudar, legítimamente, que las cosas podrían ser diferentes a como se van presentando, aunque pueda temer que, cuando se demuestre que cierta prudencia respetuosa con personas y ambientes tenga, en última instancia, más sólidas y perdurables razones, entonces ya será demasiado tarde. Porque ciertos equilibrios son frágiles, inestables y difícilmente defendibles sólo en representación del beneficio común. Porque el espíritu de estos tiempos no colabora con la representación del beneficio común.