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Pasos hacia una ética humanista en arquitectura (II)

Vilhelm Hammershøi (1864-1916) Descanso (1905)

El paso ético siguiente al del principio podría proponerse una senda del deber, una zancada deontológica.
Qué es aquello  que debe ser,  en una ética humanista en arquitectura que parte de reconocer la centralidad de la condición humana en su compromiso con el oficio y profesión arquitectónicos: una deontología propia de la consecución del confort. Así, se especifica una ética de la felicidad, acaso muy general, en una ajustada ética del confort, como deontología que norma, conduce y guía el obrar del arquitecto. Todo tiene allí comienzo y fin: la arquitectura obra virtuosamente si consigue el pleno acomodo de la vida en su magnitud conforme, en términos tanto de adecuación, dignidad como de decoro.

Proclamarlo es relativamente simple y expeditivo. Otra cosa es comprometerse sin desmayos, ni olvidos, ni claudicaciones.

El cuerpo, la estructura del lugar y las poéticas arquitectónicas primordiales (VII)

Andrew Wyeth (1917- 2009) Baleen (1982)

Allí donde se establezca el hombre, no puede estar muy lejos el agua.
Es que la vida humana tiene sustento en las condiciones generales de vida que la hacen posible, factible y preferible. El agua es el sustrato general de tales condiciones.
Así, no sólo el aplacamiento de la sed es tan acuciante como la disponibilidad de la ablución purificadora, o la disposición de los más lejanos e implacables horizontes.

Sólo la administración prudente y el respeto elemental de las potencias del agua hacen posible que el habitar humano suceda en un vital estremecerse en mutua presencia.

Reivindicación del barrio (II)

Feria de libros en Montevideo

A la característica de la compacidad, el barrio agrega otra importante: la característica de una virtuosa complejidad.
Allí en donde se verifica la intensa vida de las ciudades realmente vivas —a diferencia de las vistosas y abstractas representaciones de los planificadores—, las diversas formas de actividad, función y contenido humano se multiplican en diversidad, complementación mutua y complejidad.
Por más que un barrio pueda adoptar una figura o una función dominante, lo que lo mantiene con vida y palpitante es una cuota crítica de complejidad estructural.

Es también por esto que el barrio, así entendido, debe considerarse una célula urbana, dueña tanto de una fisonomía como de un contenido social, ambos indispensables.

En la dimensión nomotópica del habitar

Lucas van Leyden (1494- 1533) El juego de ajedrez (1518)

Nada es más serio que ponerse a jugar.
Y nada es más arquitectónico, en un sentido primordial, que sujetar un lugar con una ley, regla o norma. Esa proyección del señorío nomotópico es un gesto esencial del poder humano sobre espacio-y-tiempo. Con lo que se verifica, a la vez, el ejercicio del poder (imperium) y la más estricta observancia de su orden.

Quizá un tablero de ajedrez constituya, en cierto modo, la Madre de todas las Maquetas. ¿Por qué no?

Plumas ajenas: Jan Gehl

Cuando se circula a velocidades mayores que las que se registran al caminar o al andar en bicicleta, nuestras chances de ver y entender qué ocurre disminuyen enormemente. En las ciudades viejas, donde el tránsito es principalmente el movimiento peatonal, los espacios y los edificios se diseñaron en base a la escala de los 5 kilómetros por hora. Los peatones no necesitan mucho espacio para maniobrar, y tienen el suficiente tiempo de  ocio para poder estudiar de cerca los detalles de un edificio, como así también estudiar el fondo que se recorta en la distancia. La gente que circula cerca de uno puede ser vista tanto de lejos como de cerca.
La arquitectura de los 5 kilómetros por hora está sustentada en la abundancia de impresiones sensoriales. Los espacios son pequeños, las construcciones están pegadas unas a otras y la combinación de detalles, rostros y actividades crea una paleta rica en experiencias sensibles.
Al manejar un automóvil que va a 50, 80 o 100 kilómetros por hora, nos perdemos la oportunidad de percibir estos detalles y de mirar a las personas. Cuando uno se mueve a velocidades tan altas, el espacio para maniobrar tiene que ser grande, mientras que todas las señales tienen que ser simplificadas y ampliadas para que tanto los conductores como los pasajeros puedan absorber la información.

Jan Gehl, 2010 

Pasos hacia una ética humanista en arquitectura (I)

Vilhelm Hammershøi (1864-1916) Interior con joven de espaldas (1904)

Principio quieren las cosas.
Una ética humanista en arquitectura bien podría iniciar su camino desde un hito: Primero está la condición humana de la vida y sólo luego, los artefactos arquitectónicos.
Esta afirmación implica de suyo considerar el arte de la arquitectura como servicio social antes que un arte en el sentido usual del término. Si primero está la condición humana de la vida, entonces y necesariamente, el oficio y la profesión del arquitecto son servidores comprometidos de su mejor causa. De este modo se pone en serio entredicho la idea de la eventual autonomía disciplinar de la arquitectura fundada en el diseño y construcción de artefactos, para pasar a considerar una labor, en principio hermenéutica y luego una asistencia  a las formas que la vida adopta al habitar las personas los lugares.

Y una vez dado este posible primer paso, todo es ponerse a caminar.

El cuerpo, la estructura del lugar y las poéticas arquitectónicas primordiales (VI)

Andrew Wyeth (1917- 2009) Amor en la tarde (1992)

La coronación de las aptitudes del cuerpo como estructura estructurante radica en el potencial productor efectivo de lugares, que obra, en principio, con los elementos fundamentales: aire, agua, tierra y fuego.
En efecto, lo primero que produce el cuerpo en el acto constitutivo de poblar un lugar es asegurar las condiciones indispensables de atmósfera respirable. Toda arquitectura comienza por una forma conferida al aire y a su circulación. Así, hálitos, brisas y reparos dan forma a una cualidad vital ineludible de todo lugar efectivamente habitado.

Mucho antes que lleguemos a construir con piedra, madera o hierro, hemos construido no poco con el aire más puro y fresco del que podamos disponer.

Reivindicación del barrio (I)


Es pertinente, oportuno y necesario considerar al barrio real como célula constitucional del hecho urbano.

La primera razón importante es que un barrio, como tal es una estructura compacta, de dimensiones conformes que suponen una relación entre una población y el territorio efectivamente habitado. En este sentido, un barrio se constituye con una densidad efectiva de población que no puede ser ni muy intensa ni muy escasa, sino una, precisa y adecuada a las condiciones sociales y culturales de ocupación del suelo con fines de residencia. Esta densidad no se deja medir con cocientes simples, sino con valores urbanos complejos, en donde son las personas, con sus hábitos urbanos, quienes dan medida y tasa a una relación que debe verificarse a la vez adecuada, digna y decorosa.

Emociones allí en los rincones

Paula Modersohn-Becker (1876- 1907) Dos niños en un prado (1901)

Los niños parecen complacerse en jugar con distanciamientos relativos y fruiciones de la habitación de rincones abrigados.
Ese esconderse quizá sea el primordial juego arquitectónico con el que inauguramos la madre de todos los hábitos: articular los lugares según distanciamientos y poblaciones. Cabe prestar especial atención a los usos, las actitudes y las prácticas del cuerpo: se buscan y consiguen con frecuencia esos escondrijos que ajustan con el acomodo furtivo.

Se experimenta en carne propia aquello que parece ser una magnitud conforme.

Plumas ajenas: Jan Gehl

El dicho “el hombre es la alegría más grande del hombre” proviene de Hávamál, un poema de la Edda poética islandesa, que tiene más de mil años y que describe de una manera muy simple el interés y el gozo que provoca la presencia de otro ser humano. Nada es más importante ni más persuasivo.

Jan Gehl, 2010 

Inquisiciones al habitante y al lugar

Rabdomante, en Pierre le Brun, Histoire critique des pratiques superstitieuses


Con las inquisiciones al habitante no se agota la necesaria labor hermenéutica de los arquitectos de vocación humanista.
También hay que interrogar, palpar, auscultar los Signos, las Señales de los genios lugareños. También es preciso munirse de herramientas sofisticadas para oír las voces y los ecos propios del lugar. También es imperioso ofrendar ritos propiciatorios antes que una intromisión violenta y desaprensiva en el solar. Porque siempre somos intrusos, aunque, con buenos modales y ritos, podemos ser bienvenidos y bienaventurados.

Y no se trata sólo de cateos sobre la capacidad mecánica de los suelos.

El cuerpo, la estructura del lugar y las poéticas arquitectónicas primordiales (V)


El cuerpo humano es una estructura estructurante cuyo titular es un existente.
Esto quiere decir que el campo habitado tiene en el horizonte un lugar propio y trascendente. El horizonte, lejos de confinar y de trazar una cintura en torno al lugar, abre dos dimensiones que se abisman más allá de su figura.
Por una parte, hay una, bautizada por Sloterdijk,  como alethotópica. Se trata de la dimensión a la que encaramos siempre con ansia y desde la cual se verifica la emergencia de lo que se desoculta, de lo que finalmente se alcanza a saber. Más allá de donde alcanza nuestra mirada acechante se ahonda la sima de donde provienen las revelaciones, las ocurrencias, lo nuevo del mundo.
Por otra parte y recíprocamente, en la porción que deja atrás el cuerpo y también tras el horizonte, se despliega la dimensión tanatotópica, también según la denominación del filósofo alemán. Es la dimensión de la memoria y de la muerte, de lo que la conciencia deja atrás, como duración de lo ya vivido, de la acumulación del recuerdo y también de los olvidos.

En estas dos dimensiones, nuestros lugares se abisman como a solo al ser humano le es dado tener lugar.

Conatos y conjeturas


Es tan atronador el silencio de los navegantes de esta página, que a su autor le vienen ganas de tomarse un descanso definitivo de estos menesteres.
¿Es que es suficiente con el flujo unidireccional de la palabra? Ayúdenme a pensar, por favor.
¿Es que todo lo dicho aquí puede acogerse con un silencio aquiescente? Ayúdenme a corregir el rumbo, por favor.
¿Es que nada más puede agregarse a lo ya dicho? Ayúdenme a volver una y otra vez contra el espacio en blanco.

Discutidores, polemistas, críticos; los convoco con todo gusto y no sin angustia por su mutismo.

René Magritte por René Magritte

René Magritte (1898- 1967) Reproducción prohibida (1937)

Mi pintura no es otra cosa que la descripción (que renunció a la originalidad y a la fantasía) de un pensamiento cuyos términos son figuras del mundo visible. Estas figuras se reúnen en un orden que no puede dejar indiferente a nadie 

René Magritte

Plumas ajenas: Jan Gehl

En ciudades vitales, sostenibles, sanas y seguras, el prerrequisito para poder desarrollar una vida urbana es que existan oportunidades para caminar. Sin embargo, al tomar una perspectiva más amplia, salta a la vista que una gran cantidad de oportunidades recreativas y socialmente valiosas surgen cuando se las cultiva y se alienta la vida de a pie.
Durante muchos años, el tráfico peatonal fue tratado como una forma de circulación que pertenecía a la órbita de la planificación del transporte. Bajo esta forma de operar, las sutilezas y oportunidades que brinda la vida urbana fueron virtualmente ignoradas. Usualmente, para referirse al hecho de caminar, se hablaba de “capacidad de vereda”, “tráfico de a pie”, “flujos de peatones” y “cruces seguros de intersecciones”.
Pero en las ciudades, ¡caminar es mucho más que solo circular! Hay contacto entre las personas y la comunidad, se disfruta del aire fresco, de la permanencia en el exterior, de los placeres gratuitos de la vida y de las diversas experiencias sensoriales. En su esencia, caminar es una forma especial de comunión entre personas que comparten el espacio público, como un lugar de circulación semejante a una grilla dentro de la cual se mueven.

Jan Gehl, 2010 

¿Interpelaciones? (IV) Análisis profundo

Ilustración no acreditada publicada en

En definitiva, de este o parecido juego se trata.
Se trata de mover a fondo y en el fondo los signos de interrogación. Habrá que someterse a las implacables reglas del análisis en hondura del psiquismo de los sujeto. Le y nos interrogaremos sobre nuestra condición constitutiva de habitantes, sobre todo cuando navegamos esforzadamente por el sueño. Porque Hay que tomarse en serio los sueños, tal como aconseja con sabiduría Tadao Ando.

¿Jugaremos este juego con blancas o con negras?

El cuerpo, la estructura del lugar y las poéticas arquitectónicas primordiales (IV)


El cuerpo humano, más que un mecanismo más o menos complicado, es el sofisticado origen de las más trascendentes prácticas. Y mediante estas prácticas es que produce los lugares que puebla.
Las manos del hombre, libradas de su servicio locomotor, se vuelven una crítica y fundamental posibilidad de hacer del mundo un reservorio de cosas, de cosas a la mano, prestas a ser consideradas, sopesadas, arrojadas e implementadas según una su ley: ser sustraídas al indiferente orden de la naturaleza para ingresar con significado y sentido en un mundo. El lugar poblado, en tanto lo es por quienes se sirven de las prácticas de la manipulación, se desarrolla a lo largo de una compleja dimensión quirotópica, puesta en especial relieve por Peter Sloterdijk.
Pero las prácticas se vuelven cualitativamente más complejas en tanto a la elemental, pero crítica, manipulación es ampliada y profundizada por las prácticas del trabajo y la labor. El mundo habitado es un mundo trabajado y efectivamente producido, a lo largo de la dimensión ergotópica de los lugares habitados.
Pero las prácticas no dejan de proliferar en sus más diversos aspectos. El gesto corporal y entrañable del abrazo de la persona amada permite advertir, también aquí con el auxilio clarividente de Sloterdijk, la emergencia de otra dimensión, la erototópica. Es con solidaridades de afecto y distanciamientos de competencia que también construimos nuestros lugares habitados.
Otra práctica fundamental ejercida por el cuerpo del habitante es la proyección sobre el lugar de un sistema dado de reglas de juego. Homo ludens, al fin y al cabo, toda arquitectura y todo urbanismo son, en el fondo, sendas prescripciones de reglas de uso, implementación y juego impuestas por el Poder.

Y de todas las prácticas, la más fascinante en su sutileza y poder arquitectónico radica en la operación práctica de las cavidades interiores abiertas a la vida. Se trata de las colpoprácticas, esforzadas exploraciones y prospecciones de la dimensión histerotópica de los antros, de los ámbitos, de los continentes allí donde gustan reposar las fatigas del amor, del trabajo y de la vida.

Momificación

Museo Romántico de Montevideo (Casa Montero)

Las áreas “momificadas” suelen proponer una vida ficticia en los locales comerciales de las plantas bajas (que se destinan al servicio para el turismo: tiendas de recuerdos, de productos típicos, restaurantes, etc.). Habitualmente, respecto a los pisos superiores (las viviendas abandonadas y cerradas), se procura la conservación aceptable de la fachada como elemento de imagen para el escenario urbano (evitando además la ocupación ilegal), pero no hay estrategias aceptables para la revitalización. En algún caso, las viviendas vacías son reutilizadas como “apartamentos turísticos”, fenómeno que está produciendo disfunciones urbanas y sociales en algunas ciudades
Blasco, 2017
Parece que el destino común a los centros históricos es una momificación más o menos puesta al servicio de la escenografía turística de masas.
El destino de algunas instalaciones en estas áreas puede (y acaso debe) ser la museificación, pero no puede generalizarse tal refuncionalización. Los centros históricos no deben dejar nunca de ser barrios pletóricos de vida urbana auténtica, si quieren conservar su doble carácter arquitectónico y urbanístico.
En caso contrario, pasan a ser puras escenografías que de históricas solo tienen el remedo equívoco a la mirada fugaz y desaprensiva.

Artículo completo:

Deontología arquitectónica humanística: la consecución del confort

John Lavery (1856- 1941) El sofá verde (1903)

La consecución del confort es un imperativo ético para una arquitectura de vocación humanista.
Esto parece simple de enunciar y bastante obvio como para comprenderlo, pero debe repararse en el compromiso práctico que conlleva. ¿Hasta qué punto el ejercicio profesional arquitectónico se ha desplazado desde el interés legítimo del habitante efectivo hacia los intereses del especulador inmobiliario, el tecnoburócrata político o los más diversos sectores empresariales-industriales? Porque estos últimos son intereses, por cierto, diversos y antagónicos con respecto al primero.

El ejercicio de una arquitectura humanista debe señalar, en todo momento, su opción inequívoca por la consecución del confort del habitante, por encima de toda otra consideración.

Plumas ajenas: Søren Kierkegaard

“Sobre todo, no pierdas tu deseo de caminar; yo mismo camino diariamente hasta alcanzar un estado de bienestar y al hacerlo me alejo de toda enfermedad. Caminando he tomado contacto con mis mejores ideas, y no conozco ningún pensamiento cuya naturaleza sea tan abrumadora como para que uno no pueda distanciarse de él andando.”
Søren Aabye Kierkegaard

¿Interpelaciones? (III) Análisis profundo

Ilustración no acreditada publicada en


Dejemos, por hoy, hablar a las imágenes. Ya habrá tiempo para seguir fastidiando con palabras.

El cuerpo, la estructura del lugar y las poéticas arquitectónicas primordiales (III)

John William Waterhouse (1849- 1917) El alma de la rosa (1908)

El cuerpo constituye un muy competente mecanismo de percibir, medir y valorar diferencialmente un conjunto de variables energéticas propias del ambiente.
Así se despliegan múltiples dimensiones específicas que confieren forma y significado a los lugares.
La dimensión más obvia es el calor y sus fluctuaciones: el cuerpo busca en todo momento lugares al abrigo del frío y el viento, así como la sombra fresca a salvo del calor. Hay una dimensión termotópica constitucional de cada lugar habitado en función del acomodo relativo del cuerpo que lo ocupa. La piel y sus termorreceptores miden una variable crucial en el confort del lugar.
Otra dimensión muy importante desde el punto de vista de la interacción social lo constituye el sonido. La administración del ruido ambiental, el control de la emisión de la voz y el aguzamiento relativo del oído son funciones básicas que el cuerpo realiza a lo largo de la dimensión fonotópica del lugar. Damos forma a los ámbitos que poblamos tanto con la voz como con el oído.
Una tercera dimensión peculiarmente importante es la luz. El habitante es particularmente sensible a sus variaciones y a los significados que confieren forma, figura y fondos ofrecidos a un cuidadoso y permanente examen. Los más minuciosos pormenores de la forma se traducen en potentes imágenes visuales.

Pero hay otra dimensión, más discreta y frecuentemente soslayada, que se nos evidencia a través de la nariz. Es la dimensión osmotópica, que trata de las variables aromáticas del lugar  y nos activa una región peculiar del psiquismo. Se involucran aquí sutiles procesos que afectan un sentido primitivo, que afecta hondamente la memoria y el tono de fondo de los lugares.