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La habitación del desamparo

Egon Schiele (1890- 1918) Desnudo sentado (1914)

Es común que se asocie la habitación al amparo.
Sin embargo, el ojo crítico del artista logra descubrir cómo es que se habita el desamparo. Un puro y mondo cuerpo recortado con nitidez y crueldad de todo contexto. Habitar el desamparo es privarse de contexto, volverlo una nada indiferenciada y discrepante. Haber un cuerpo es haber un lugar para tener efectivo lugar.

Y lo que queda de la habitación del desamparo es el fuego de una mirada queda y hostil a la vez.

La cautelosa y tenue dimensión fototópica pre moderna

Peter Ilsted (1861- 1933) Luz matutina (1913)

Allá por los tiempos anteriores a los nuestros, en que proliferan los amplios ventanales y la luz natural entra a raudales en los interiores, por discretas ventanas lograba inmiscuirse apenas una luz que, en aquel entonces lucía de maravilla.
Prueba de ello son las pinturas de Vilhelm Hammershøi y de Peter Ilsted. La cautelosa y tenue dimensión fototópica de la premodernidad muestra interiores puestos en peculiar relieve por el juego recíproco de resplandores, penumbras y sombras. Y cerrando estas escenas plenas de magia, las mujeres pueblan calmas, portando sus propias luces interiores.

Hoy habitamos inundados de una luz que entra a raudales, quizá en exceso. Y cuando no hay excesos, siempre ayuda la inclemente iluminación artificial. De este modo, es que llegamos a comprender el sentido de propuestas tales como El elogio de la sombra, del escritor japonés Junichiro Tanizaki.

Arte y producción

Marcel Duchamp (1887- 1968) Étant donnés (1946-1956)

Supongamos que la idea de arte puede ampliarse hasta abarcar toda la gama de cosas hechas por el hombre, incluyendo todas las herramientas y la escritura, agregándolas a las cosas sin utilidad, bellas y poéticas del mundo. Con esta perspectiva, el universo de cosas producidas por el hombre simplemente coincidiría con la historia del arte
(Kubler, 1962)

¿Qué pasaría si el universo de las cosas producidas por el hombre simplemente coincidiera con la historia del arte?
¿Cederían acaso las disputas acerca de las definiciones nominalistas o institucionalistas acerca del “arte”?
¿El aparato institucional del arte, su mercado y sus actores sociales —artistas, críticos, marchands, el público afín— se beneficiarían de la total subsunción del arte en la producción?

¿Es que el buen sentido puede sustituir al sentido común, al menos en este aspecto?

Plumas ajenas: Manuel Delgado

El viandante que circula o que se detiene en este o aquel otro punto de su recorrido, en efecto, discurre, en el triple sentido de que habla, reflexiona y circula. De un lado, el usuario habla, dice, emite una narración al mismo tiempo que se desplaza, hace proposiciones retóricas en forma de deportaciones y éxodos, cuenta una historia no siempre completa, no siempre sensata. También, en efecto, ese usuario piensa, en la medida que suele tener la cabeza en otro sitio, está en sus cosas, va absorto en sus pensamientos, que –a la manera del Rousseau de las Ensoñaciones del paseante solitario– no pocas veces plantean asuntos fundamentales sobre su propia existencia. Por último, el usuario del espacio público pasa, es un transhumante, alguien que cambia de sitio bajo el peso de la sospecha de que en el fondo carece de él. Esa molécula de la vida urbana, el viandante, es al mismo tiempo narrador, filósofo y nómada. Dice, piensa, pasa. Lo que lleva a cabo es una peroración, un pensamiento, un recorrido.


Manuel Delgado, 2017

Prácticas sociales de proyecto en el habitar

Street art en San Pablo, Brasil

Las prácticas sociales de proyecto del habitar son prácticas en que se manifiestan en la acción las demandas sociales explícitas e implícitas acerca del habitar. A diferencia de las prácticas de concepción, las prácticas de proyecto transforman las demandas sociales en proyectos concretos dirigidos a la realización de las condiciones sociales, económicas y políticas que hagan posible la satisfacción de estas demandas. No siempre las prácticas de proyecto son precedidas necesariamente por prácticas conscientes y plenas de concepción: las prácticas de proyecto se encuentran relativamente más claramente configuradas y difundidas en el cuerpo social que las prácticas de concepción.

Las prácticas de proyecto aparecen más claramente perfiladas en la realidad social toda vez que son prácticas que se han abierto camino con más o menos suceso. Son prácticas que se han mostrado eficaces al articular ciertas demandas con ciertas condiciones sociales, económicas y políticas que ofrecen unas soluciones palpables tenidas como relativamente satisfactorias. Sin embargo, ante las contradicciones que se observan en tales prácticas éstas se beneficiarían de un examen a fondo de las prácticas de concepción implícitas en los modelos ya sancionados en la experiencia social.

Historia universal del cuerpo y el agua

Jean-Léon Gérôme (1824- 1904) Bañistas en el río (s/f)

Antaño, el baño era dominantemente festivo, colectivo y reparador. Para llegar a la actual condición de requisito cotidiano, higiénico e íntimo, ha corrido mucha agua, por cierto.
Es que antes sucedía con menor asiduidad relativa. La frecuentación del agua mejora ciertamente la higiene del cuerpo, pero percude el valor ritual y ceremonioso. Asimismo, el agua apta para el baño escaseaba junto con las circunstancias propicias a su uso. La domesticación plena y eficaz de grandes cantidades de agua potabilizada y acondicionada térmicamente vuelve lo raro en común así como lo sagrado en profano. Por otra parte, el largo proceso histórico que va desde el baño público y colectivo hacia el reducto privado e íntimo, transforma una fiesta grupal en un ritual ensimismado.

Precisamente ahora que nos las habemos íntimos con el agua, el Sagrado Mercado nos atormenta con su prolífica oferta de jabones, geles, cremas, champúes, perfumes y demás cómplices del aliño bienoliente. Por lo que se puede ver en la televisión, es terreno arduamente disputado.

Ciertas puertas

Vivienda de interés social en Montevideo

En una recorrida por varios conjuntos habitacionales en construcción he notado un pequeño pero revelador detalle.
En nuestro caso, se trata de viviendas de interés social construidas en régimen cooperativo. Lo que se desarrolla en este marco son agregados residenciales signados por severas restricciones en áreas construidas, terminaciones y presupuesto. Por lo general y aunque hay honrosas excepciones, domina un lenguaje arquitectónico empobrecido, una tectónica desmañada con detalles dolorosamente descuidados y una general austeridad.
Pero llaman la atención las puertas. No es que sean de calidad excepcional —nada aquí la ostenta— pero sí son  un punto presuntuosas en su contexto.
Hay que decir que quienes deciden los suministros son los propios cooperativistas y usuarios finales, que tienen serias limitaciones presupuestales para, por ejemplo, adquirir puertas blindadas. Examinadas con atención, no resultan tan genuinas en su calidad material como hechiceras en su aspecto.
Y la clave está, creo, en que el picaporte de la puerta de entrada es lo primero que toma en su mano el orgulloso poblador. Se puede ahorrar en la superficie de las alcobas y dormitorios (ni qué hablar de la sala). Se puede ahorrar en adecuada aislación térmica y humídica. Se puede ahorrar en caminería e iluminación en el conjunto.

Pero nada como abrir la puerta de la casa propia.

Emociones en el patio

Thomas Wijck (1616- 1677) Lavanderas en un patio (1650)

A los edificios muy altos se les denomina rascacielos. Y está bien, porque rasguñan en el skyline. Como si al cielo algo le resultara peculiarmente urticante.
Por el contrario, un patio bien concebido es un atrapa-cielo. Se apodera con cuidado de la porción de firmamento que le corresponde con toda legitimidad y lo deja aquí, casi al alcance de la mano.
Es difícil sustraerse a la esencial serenidad de contar con un cielo apropiado y quizá propicio, donde tanto el sol como las lluvias son bienvenidas. Hay que prestar oídos a las peculiares reverberaciones del canto de las aves y del murmullo de las fuentes.

Un patio es una hondura cósmica que se deja habitar con un sosiego distintivo.

Plumas ajenas: Manuel Delgado

Si para las instituciones de la polis la obra de arte público es una apuesta por lo perenne, lo que merece durar inalterable, para el usuario ese mismo objeto es un instrumento que le sirve para puntuar la espacialidad de las operaciones a que se entrega, justamente aquella sustancia que constituye la dimensión más fluida e inestable de la vida urbana. Si la ciudad legible, ordenada y previsible de los administradores y los arquitectos es por definición anacrónica –puesto que sólo existe en la perfección inmaculada del plan–, la ciudad tal y como se practica es pura diacronía, puesto que está formada por articulaciones perecederas que son la negación del punto fijo, del sitio. En las calles lo que uno encuentra no son sino recorridos, diagramas, secuencias que emplean los objetos del paisaje para desplegarse en forma de arranques, detenciones, vacilaciones, rodeos, desvíos y puntos de llegada. Todo lo que se ha dispuesto ahí por parte de la administración de la ciudad –monumentos tradicionales, obras de arte, mobiliario de diseño– se convierte entonces en un repertorio con el que el incansable trabajo de lo urbano elabora una escritura en forma de palimpsestos o acrósticos. En calles, plazas, parques o paseos se despliegan relatos, muchas veces sólo frases sueltas, incluso meras interjecciones o preguntas, que no tienen autor y que no se pueden leer, en tanto son fragmentos y azares poco menos que infinitos, infinitamente entrecruzados.

Manuel Delgado, 2017

Prácticas sociales de concepción en el habitar

Carl Heinrich Bloch (1834 –1890) Dos viudas (s/f)

Las prácticas sociales de concepción del habitar vuelven manifiestos los estilos de habitar que resultan en concepciones de lo correcto, lo adecuado, lo oportuno y lo deseable. Podría pensarse que las concepciones del habitar son puras efusiones intelectuales, imaginarias u oníricas, pero hay que considerarlos prácticas sociales en tanto informan efectivamente a demandas sociales explícitas.

Las demandas sociales genéricas en pos de una vivienda adecuada, digna y decorosa deben ser materia de especificación, transformándolas en exigencias claras y terminantes. Por otra parte, las demandas de condiciones ambientales adecuadas y dignas en los lugares de trabajo suponen un aspecto de la lucha sindical como práctica. La incipiente reivindicación del derecho a la ciudad debe encontrar expresiones específicas y esta labor no se reduce a una ilustrada elaboración intelectual, sino que configura una forma de activismo social.

Estructura fundamental del lugar: Laberinto

Beatriz González  Paseantes (2013)

Por un laberinto, en principio, todo es errar.
La marcha no se detiene más que breve y apenas: el sentido del laberinto es su propio acontecer perplejo. La cadencia de las alturas se sucede con el ritmo de la alternancia de ámbitos públicos y privados, las amplitudes relativas alternan ámbitos propios y extraños.
Las derivas hacen ocurrir ámbitos murmurantes, zonas de estrés acústico y silentes reductos íntimos. Suceden las variantes térmicas y lumínicas que ofrecen novedad y acontecimiento a los estremecimientos de la piel y las acechanzas de la mirada. Vagas alternancias olfativas nos guían mediante discretas adhesiones y rechazos.
Mientras que la marcha le otorga hegemonía al protagonismo de las piernas, las manos operan apenas sumarias. Los cuerpos ya excavan cavidades, ya buscan la luz, el aire y el lugar libres. También se suceden y mudan de carácter las reglas, los trabajos, los afectos

En los laberintos, la ley interior la dicta el tiempo, los latidos, los resuellos de la respiración, los pasos.

El punto de lo apropiado o conveniente

Peter Ilsted (1861- 1933) El comedor (1887)

La tercera de las demandas sociales acerca de los lugares habitados hace mención al decoro: nos merecemos lugares decorosos para vivir.
En consecuencia, los lugares, los escenarios, los atrezos y los gestos que pueblan las arquitecturas deben resultar apropiados o convenientes. Este valor tiene un profundo significado humano y no puede considerarse facultativo. Constituir un lugar apropiado quiere decir, desde una perspectiva muy concreta, que las personas pueden ver su propio semblante convenientemente arreglado reflejado en la compostura y arreglo de los componentes que rodean su vida. Constituir un lugar conveniente es conseguir arreglar las cosas de vivir según un orden, composición y estado que se ajusten a la contextura digna de los seres humanos que habitan allí.

De este modo, la tríada se cierra en torno a los valores de confort, dimensiones conformes y apropiación. Tal la tríada axiológica propia del habitar.

Emociones de fachada

Residencias de Bello y Reborati en Montevideo

Por los tiempos de Bello y Reborati, sus comitentes ostentaban, tras sus fachadas y a su abrigo, una serena alegría al avecindarse de buen modo.
Sectores medios emergentes, los pobladores de entonces ejercían dosis precisamente medidas de orgullo y modestia. Aún hoy estas residencias concitan una decidida adhesión fundada en su comodidad, buena construcción, dimensión conforme y decoroso lenguaje. ¿Qué más se puede pedir?

Se puede pedir que se conserve la serenidad y entereza, así como no se ceda al temor, que termine por enrejar estas más que dignas fachadas.

Plumas ajenas: Jan Gehl

Si queremos que las ciudades y los edificios se conviertan en lugares atractivos para que las personas los usen, habrá que tratar consistentemente a la escala humana de un modo nuevo. Trabajar con esta escala es la faceta más dificultosa y más sensible de todas las que aparecen en el proceso de planeamiento. Si esta tarea es ignorada o fracasa, la vida urbana nunca tendrá oportunidad de florecer. La extendida práctica de moldear las ciudades desde arriba y desde afuera debe ser reemplazada con nuevos procedimientos que vayan desde abajo y desde adentro, en línea con el siguiente principio: primero la vida, después el espacio y por último los edificios.
Al revés del orden que antiguamente proponía el planeamiento urbano, que priorizaba los edificios, luego el espacio y (a lo mejor) un poco de la vida, trabajar con la dimensión humana requiere que la vida y el espacio sean tomadas como las cuestiones primordiales antes que los edificios.

Jan Gehl, 2010

Aspectos de la conducta habitable (V)

Emma Ekwall (1838- 1925) Niña pintando (1925)

La enumeración de aspectos de la conducta habitable se corona, en todo lo alto del desarrollo evolutivo, en las producciones.
Son productos de la conducta habitable las ideas, los conceptos, los proyectos, los diseños, los constructos y las implementaciones propias de la forma de la vida. De tales productos apenas puede dar cuenta una teoría, por la sencilla razón que proviene de la sistemática reducción de lo cognoscitivo y teórico con respecto a lo concreto y real.

En este sentido, la Teoría del Habitar sólo puede aspirar con alguna legitimidad a promover o alentar las más diversas y fructíferas producciones del arte de habitar.

Estructura fundamental del lugar: Esfera

Zygmunt Andrychiewicz (1861-1943) En la mesa del café (1891)

Un lugar habitado adopta una arquitectura primordial de esfera cuando se despliega según un modo sintético y concurrente una estructura fundamental al efecto.
Una cadencia regular de marchas tiene en ella comienzo, desarrollo y conclusión: este intervalo despliega una primordial profundidad perspectiva ritmada por los pasos del cuerpo. Una actitud corporal dada extiende la dimensión vertical, que opone al suelo un cielo, separando aquello practicable y alcanzable de todo lo que oficia de fondo perceptivo. Una amplitud general de los gestos contribuye a determinar la latitud operativa del lugar.
En la esfera espaciotemporal así configurada se distribuye un tono sonoro peculiar: un murmullo apropiado y una escala de potencias acústicas aptas para vociferar, susurrar y también callar significativamente. Al gradiente sonoro se le superpone uno térmico, que sustenta la zona de confort relativo y sus regiones relativamente más cálidas o frescas, dispuestas como locaciones de ajuste alternativo. Por su parte, la luz ofrece su capacidad de revelar la contextura de las cosas, mediante revelaciones, destellos, penumbras y sombras. La atmósfera de la esfera se completa con un cierto tono olfativo sobre el cual modulan los diversos aromas de las circunstancias.
El alcance relativo que ofrecen las cosas a la mano dicta otro gradiente a la constitución de la esfera habitada. Asimismo, la esfera efectivamente habitada es un constructo obtenido siempre con una cuota de trabajo y deliberación: allí donde se verifica la imposición de un conjunto pertinente de reglas que separan los juegos de dentro y de afuera. La contextura propiamente afectiva de la esfera se despliega, por su parte, con adhesiones y rechazos relativos. Toda esfera, en resumen, constituye una cavidad que se explora y puebla según unos adentramientos rituales, ciertas cadencias que dan la bienvenida a los propios y cierran los caminos a los extraños.
No son extrañas a la esfera tanto las perspectivas de aquello que sobrevendrá tanto como lo que dejamos sumir en el olvido, cuando no en la memoria lejana y distante de la vida ya vivida, amparando ahora una esfera presente y llena de circunstancia.

Una simple y elegante escena de una pareja en reunida a la mesa tiene una meticulosa estructura de esfera habitada.

El punto de las magnitudes conformes

Tivadar Csontváry Kosztka (1853- 1919) Mujer sentada junto a la ventana (1890)

La dignidad humana de todo habitante lo vuelve una entidad mucho más compleja y elevada que la de un mero usuario.
Por ello, el valor de los lugares habitados no se puede determinar en forma mecanicista, puro ejercicio de unas elementales somatometría y ergonomía. Es preciso considerar todas y cada una de las dimensiones humanas del habitar y a todas éstas y en conjunto, otorgar magnitud conforme. Esto de las magnitudes conformes es la congruencia ética de los gestos rituales del cuerpo con la múltiple dimensión de cada ámbito habitado.

No se trata de estándares minimizados por racionalizaciones reductivas. Se trata de la medida de la dignidad humana de los lugares habitados. Una dignidad que no es constricción, empaque ni exceso: unas magnitudes conformes.

Afectaciones al decoro (III)

Anonymization, Robert Harding Pittman, La Casa Encendida, Madrid. 2013.

Existe al menos una tercera forma de afectación al decoro, además de la estigmatización y la enajenación. Se trata de la privación de significado: insignificancia y anonimato son las marcas distintivas que completan el perfil de lo indecoroso.
Es tan minuciosa esta afrenta, que es dudoso que provenga de un simple azar de circunstancias. A la “vivienda de interés social” se le despoja, en forma prolija e implacable de toda la carga de significados que se ha condensado en los elementos arquitectónicos más diversos: la cubierta se vuelve un expediente sumario, los muros ceden lugar a los paneles, los vanos de puertas y ventanas pasan a ser meros agujeros. Y todo esto repetido hasta el hartazgo, para que no queden dudas al respecto de la misma operación de insignificación.

Todavía hay quien se desconcierta con los esporádicos estallidos de furia de los insignificantes.

Plumas ajenas: Jan Gehl

Para tratar de determinar cuán óptimos eran los asientos de un lugar, se desarrolló una escala de cuatro puntos, en combinación con un estudio de 1990 sobre la calidad urbana en el centro de Estocolmo. De modo resumido, se puede afirmar que los requerimientos generales que hacen a la calidad de un buen sitio para sentarse son: un microclima agradable, una correcta ubicación, preferentemente cerca de un borde, con la espalda contra la pared, vistas interesantes, un bajo nivel de ruido que permita la conversación y la ausencia de polución. Las vistas son muy importantes. Si hay atracciones especiales, como ser espejos de agua, árboles, plantas, espacios que no se extienden al infinito, buena arquitectura y obras de arte, el individuo querrá verlas. Al mismo tiempo, pretenderá observar la gente y las interacciones que se dan en el espacio que lo rodea.

Jan Gehl, 2010

Aspectos de la conducta habitable (IV)

Maria Wiik (1853- 1928) Hacia el mundo (1889)

Hay un nivel superior de la conducta habitable, más evolucionada aún que las acciones, los rituales y las ceremonias. Se trata de las prácticas sociales del habitar.

Aquí la conducta se vuelve objetiva y trascendente en términos de concepción, proyecto, diseño, construcción o implementación. De esta manera se forjan ideas, representaciones, anticipaciones, figuraciones, constructos e implementaciones efectivas en el habitar. Tales aspectos de la conducta habitable son notables por su sobreelaboración, por su mudanza intrínseca y por su potencial productivo.