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Plumas ajenas: Jorge Luis Borges


LA VUELTA

Al cabo de los años del destierro
volví a la casa de mi infancia
y todavía me es ajeno su ámbito.
Mis manos han tocado los árboles
como quien acaricia a alguien que duerme
y he repetido antiguos caminos
como si recobrara un verso olvidado
y vi al desparramarse la tarde
la frágil luna nueva
que se arrimó al amparo sombrío
de la palmera de hojas altas,
como a su nido el pájaro.
¡Oué caterva de cielos
abarcará entre sus paredes el patio,
cuánto heroico poniente
militará en la hondura de la calle
y cuánta quebradiza luna nueva
infundirá al jardín su ternura,
antes que vuelva a reconocerme la casa
y de nuevo sea un hábito!  
Jorge Luis Borges, 1923

Alegrías esenciales (III)


Caspar van Wittel (1653 1736) Piazza Navona (1699)

Cuando la vista puede recorrer la línea que separa las cosas de la tierra contra el cielo también tenemos una ocasión para una alegría esencial.
La silueta de la skyline es un elemento crucial de reconocimiento e identificación. Estamos cabalmente en un lugar toda vez que podemos apreciar los pormenores y configuraciones diferenciales que hacen de cada emplazamiento un lugar único en el mundo. La mirada se somete con gozo a la sucesión de verticales y líneas de fuga, de acentos y expansiones, de alternancias de valores recíprocos de luz-y-sombra.
La línea del horizonte es el primer trazo —y por ello el más entrañable y crucial— del mapa cognitivo de nuestro efectivo tener lugar.

Alegrías esenciales (II)


Carl Holsøe (1863 –1935) Dama tocando la espineta (s/f)

Una nota de luz puede ser el desencadenante eficaz de una alegría esencial en el habitar.
Apenas una mancha de diferencia en el flujo luminoso: levemente un destello, un velo de penumbra, o una sombra propicia. En torno a esta ocurrencia, la vida puede latir con tanta calma como plenitud. Si entrecerramos los párpados hasta borrar toda figura, seguramente lo primero y último que percibiremos es precisamente esa nota diferencial de luz en torno de la cual todo cobra un sentido preciso.
Cuando nos alejamos de un sitio habitado, lo último que logramos percibir es, precisamente, la nota de luz que obra como centro vivo de la escena.
Eventos de este tenor son las que, en verdad, hacen a la vida rica y merecedora de ser vivida. Lo demás son adornos sucedáneos, murmuraciones impertinentes y distractores.

Alegrías esenciales (I)


Édouard Boubat (1923 - 1999) s/d

El río, la ciudad, el puente y — ni hay que decirlo— la muchacha; todo tiene un destino y una razón: la alegría simple de vivir contando con tierra, cielo y un horizonte propicios. Para este regocijo, ningún esfuerzo de arquitecto o de urbanista es bastante. Pero cuando una muchacha levanta los brazos con placer allí, hemos cumplido.
Conviene detenerse en el desencadenante, el agente eficaz del contento. Bien puede ser un soplo de aire. La escena puede ser recurrente y habitual, pero una ráfaga fresca puede obrar milagros en la alegría de vivir. No constituye algo que merezca quizá la denominación de acontecimiento y no obstante se distingue con nitidez de cualquier futilidad. Simplemente sucede y resulta bueno.
La atmósfera acontece en la piel y los sujetos lo percibimos con placenteros estremecimientos de la piel

La mirada prístina


John Singer Sargent (1856 1925) Las hijas de Edward Darley Boit (1882)

La ciencia es la estética de la inteligencia.
Gaston Bachelard

Ojalá que el camino hacia la consecución de una ciencia del habitar no nos prive de la fascinación por esas primeras fantasmagorías del conocimiento en fase de incipiente desarrollo.
Uno quisiera que la maduración en el conocimiento no resultara en una pérdida de una cierta ternura humana simpática con su objeto. Uno quisiera que el encuentro con la verdad no resulte, a la postre, una desmoralización. Uno quisiera que, vista de cerca, la vida humana resulte tan fascinante como es la imagen apenas entrevista desde la ingenuidad.
Uno quisiera que el saber científico resultara radiante tanto en su efectivo desvelo de lo real, como en el rescate ético de lo profundo de la condición humana y asomara tan lustroso como curiosa se dirigió alguna vez la mirada prístina sobre estas cuestiones.


Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


La ética capitalista y la consumista son dos caras de la misma moneda, una mezcla de dos mandamientos. El supremo mandamiento de los ricos es «¡Invierte!». El supremo mandamiento del resto de la gente es «¡Compra!».
La ética capitalista-consumista es revolucionaria en otro aspecto. La mayoría de los sistemas éticos anteriores planteaban a la gente un acuerdo muy duro. Se les prometía el paraíso, pero solo si cultivaban la compasión y la tolerancia, superaban los anhelos y la cólera y refrenaban sus intereses egoístas. Para la mayoría, esto era demasiado duro. La historia de la ética es un triste relato de ideales maravillosos que nadie cumple. La mayoría de los cristianos no imitan a Jesucristo, la mayoría de los budistas no siguen las enseñanzas de Buda y la mayoría de los confucianistas habrían provocado a Confucio un berrinche colérico.
En cambio, la mayoría de la gente vive hoy siendo capaz de cumplir con éxito el ideal capitalista-consumista. La nueva ética promete el paraíso a condición de que los ricos sigan siendo avariciosos y pasen su tiempo haciendo más dinero, y que las masas den rienda suelta a sus anhelos y pasiones y compren cada vez más. Esta es la primera religión en la historia cuyos seguidores hacen realmente lo que se les pide que hagan. ¿Y cómo sabemos que realmente obtendremos el paraíso a cambio? Porque lo hemos visto en la televisión.

Harari, 2014

El valor de la luz en sus manchas


Carl Holsøe (1863 –1935) Interior con violoncello (1935)

Una mancha de luz nos revela la percepción de la feliz circunstancia de estar en un lugar resguardado del cosmos.
En las más recónditas anfractuosidades de un interior habitado, la luz —que puede escasear hasta volverse en verdad valiosa— consigue posarse a título de mancha en ciertas superficies que la reciben del mejor modo. No hay mejor ornato que un brillo discreto y revelador en la penumbra propicia al ensueño.
Una mancha de luz puede constituir una alegría esencial y es un contento muy especial tener la atención y sensibilidad despiertas para su revelación.

El decoro del ámbito íntimo


Johannes Vermeer 1632 1675) Chica interrumpida en su música (1661)

A nadie se le debería privar de las calidades decorosas de un ámbito íntimo a partir del cual habitar el mundo.
Disponer de un ámbito íntimo propio y apropiado constituye un anclaje en el mundo. Pero hay formas diversas de detentarlo. Es preciso detenerse en las formas decorosas de ejercerlo, en el sentido de coronar un estar-en-el-mundo como situación adecuada, digna y feliz.
Un ámbito íntimo supone un reducto situacional tanto necesario como merecido a una condición humana que se precie de tal. Es propio en el sentido que se desarrolla ontogenéticamente a partir de la constitución plena del sujeto y es apropiado en el significado profundo de que lo situacional se vuelve propio por obra de un acondicionamiento, una adecuación condigna, un ajuste negociado con el ambiente. Para ello se necesita espacio, tiempo, proximidad... y distancia.
No se trata ya de simples mínimos habitacionales físicos, sino de dimensiones existenciales conformes. Y de atmósferas, espejos y fuegos.

Arquitectura y edificación


Andrea Palladio

Quieren las cosas que el obrar del hombre tenga el ánimo del doble y recíproco destino de memoria y olvido.
De hacer acopio de la vida ya vivida nace la arquitectura viva, esa que permanece impávida bajo los ciclos alternos y recurrentes del curso solar y la quietud nocturna. Es por obra de la arquitectura efectivamente habitada que comprobamos en el cuerpo que vamos cambiando mientras que las sendas, las estancias y los umbrales permanecen en su condición y podemos recorrerlos hasta a tientas.
De un modo complementario, erigimos edificios que resultan monumentos hacia donde lanzamos, a título de simas simbólicas, una memoria que es, en verdad, una forma ritual de olvido. Es porque al edificar debemos hurtar a la memoria del emplazamiento su propio pasado, para hacerle lugar a nuestra operación tanto edificante como ritual.
Por ello el arquitecto del lugar dispone, a la vez y recíprocamente, de arquitectura y de edificación. Por ello, la edificación puede entenderse como un complementario dialéctico de la arquitectura y no ya como su única manifestación.

A la sombra

Puerta en Siena

La construcción puede llegar a ser extremadamente interesante en sus pormenores: proporciones, texturas, composiciones de materiales y tratamientos, pero en arquitectura, lo más interesante comienza precisamente allí en donde la construcción cede paso a la sombra.
Es allí en donde tenemos el reparo que justifica la empresa constructiva. Allí donde cesa el furor constructor, allí donde se extenúa la labor del alarife, allí es donde empieza la vida a tener lugar.
La línea de sombra es el contorno palpitante del lado vivo 

Derecho a habitar y derecho a la morada


Franjo Golob (1913-1945) Familia (1940)

En este sitio se ha defendido con peculiar insistencia la idea que el actual y reconocido derecho a la vivienda debe dar paso, en la conciencia social y política, a un derecho a habitar más hondo, comprometido e integral.
No es una cuestión de términos. El derecho a habitar de modo adecuado, digno y decoroso debe ser entendido en todas sus escalas y en todos sus pormenores. Disponer de una vivienda es apenas contar con un satisfactor sumario de alojamiento, mientras que el verdadero derecho humano, en su sentido más profundo, exige un alojamiento implantado en un vecindario, en una ciudad y un territorio que también deben ajustarse a las solicitaciones humanas de adecuación, dignidad y decoro.
El derecho a la morada no constituye, entonces, un recorte arbitrario de tal derecho, sino la especificación de un polo o eje estructurador. En efecto, la morada es expresión genuina de un sistema de lugares diversamente escalados que se componen según un núcleo generador. El derecho a la morada es derecho a contar con el punto de partida para la formulación integrada del derecho a habitar los lugares allí donde la condición humana tiene efectivo lugar.
Desde el derecho a la morada se empieza a atisbar un horizonte más allá de la prehistoria social de la humanidad.

Virtud de los puertos


Johan Christian Dahl (1788 –1857) Puerto de Copenhague al crepúsculo (1846)

En los puertos, todo es poética de distancias
Los puertos constituyen unos muy especiales lugares umbrales abiertos a los horizontes más despejados, desde donde siempre está por aparecer una novedad. Tales lugares tienen una principal dimensión alethotópica que abre a toda la ciudad hacia el resto del mundo como no lo puede hacer otro umbral. Tal vez por eso las Leyes de Indias del Imperio Español fueran tan cautas en fundar ciudades-puertos.
Porque a través del horizonte se respiran aires de curiosidad por lo que vendrá y otras formas afines de libertad.

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


El primer hombre moderno fue Amerigo Vespucci, un marino italiano que tomó parte en varias expediciones a América en los años 1499-1504. Entre 1502 y 1504 se publicaron en Europa dos textos que describían dichas expediciones y se atribuyeron a Vespucci. Dichos textos aducían que las nuevas tierras descubiertas por Colón no eran islas en aguas de la costa de Asia oriental, sino todo un continente desconocido por las Escrituras, los geógrafos clásicos y los europeos contemporáneos. En 1507, convencido por estos argumentos, un respetado cartógrafo llamado Martin Waldseemüller publicó un mapamundi actualizado, el primero en mostrar que el lugar en el que las flotas europeas que navegaban hacia el oeste habían desembarcado era un continente separado. Después de dibujarlo, creyendo equivocadamente que Amerigo Vespucci había sido la persona que lo había descubierto, Waldseemüller dio nombre al continente en su honor: América. El mapa de Waldseemüller se hizo muy popular y fue copiado por otros muchos cartógrafos, lo que extendió el nombre que había dado a la nueva tierra. Existe cierta justicia poética en el hecho de que una cuarta parte del mundo, y dos de sus siete continentes, hayan recibido el nombre de un italiano poco conocido cuya única contribución a la fama es que tuvo la valentía de decir: «No lo sabemos».
Harari, 2014

Una peculiar sustancia


Eero Järnefelt (1863–1937) Ilma y Nelma Swan (1890)

La principal sustancia arquitectónica es la propia condición humana situada.
No es, por cierto, una sustancia para nada inerte, sino germinal. Es pasible de crecer, desarrollarse, cultivarse. También es cierto que ha sido objeto de soslayo, de ignorancia y de represión. Así es que la arquitectura corriente trata con cosas construidas antes que con personas. Pero esto puede y debe cambiar, en beneficio de la vida humana
Tampoco carece de forma, aunque esta es difícil de percibir con claridad todavía. Reconocer, inteligir y percibir tales formas es tarea autoimpuesta a la Teoría del Habitar. Saber ver la arquitectura no es ya un puro detenerse experto en los pormenores de masas y espacios construidos, sino de observación antropológica tan rigurosa como sensible.
Pero lo más interesante es que también tendría figura: la contrafigura necesaria de toda arquitectura que pretenda ser viva.

¡Todo el poder a los poetas urbanitas!


Verona
Investigo con la imaginación.
Bernardo Soares (Fernando Pessoa), O Livro do Dessasossego

Crece la sospecha que no debería confiarse tanto una ciudad al imperio tecnoburocrático de los urbanistas, sino que debería consentirse en el talento de los poetas urbanitas. Que tiene que haberlos: hay que descubrirlos, oírlos… y empoderarlos.
Se dice fácil. Pero hay que intentarlo. Hay que dar con los espíritus que comienzan por amar su ciudad con pasión tanto como con respeto. Hay que dar con poetas militantes que sean capaces de consumar consignas inspiradoras, contagiosas, plenas de entusiasmo y también de prudencia. Hay que dar con forjadores de imaginaciones profundas que haga de éstas una heurística.
Es imprescindible contar con tales hacedores, en sustitución de los consabidos tiburones de la inversión inmobiliaria, sus arquitectos serviciales y a los tecnoburócratas de siempre. El poder en las ciudades debe ser asunto de poetas. Tendríamos unas ciudades amadas y amables, inspiradoras y profundamente vivas. Ciudades sabias y henchidas de pasión por vivir.

Las ruinas circulares

Moray, Cuzco, Perú

Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres.  
Jorge Luis Borges, 1944

En el principio y en el fin, siempre hay un círculo marcado en el territorio de los hombres.
En los antiguos círculos de piedras hay un contornear manifiesto como inicial empresa arquitectónica. Toda circunferencia trazada sobre la superficie de la tierra es, de algún modo, un señalamiento especial de un lugar al que no puede accederse mediante un tránsito corriente, sino con el atravesamiento de un límite o umbral.
De allí proviene toda la arquitectura accidental y pormenorizada: del recinto, el umbral y la senda para llegar allí. Por ello es que todo templo consagrado a la propia arquitectura no puede ser otra cosa que una ruina circular.

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


No hay manera de salir del orden imaginado. Cuando echamos abajo los muros de nuestra prisión y corremos hacia la libertad, en realidad corremos hacia el patio de recreo más espacioso de una prisión mayor.
Harari, 2014

El sentido profundo del confort (III)


Johan Niclas Byström (1783- 1848) Juno y Hércules (s/d)

Existe un tercer y decisivo componente del confort, vinculado con el decoro.
Si tratamos con sujetos sociales, debemos entender que las condiciones efectivas y verificadas de confort deben significar la condición placentera propia. El confort se asocia así con una serena alegría de vivir como expresión humana profunda. Al ser confortable como situación de contenido se le corresponde la satisfacción de las personas como significante.
Así, el confort es tanto efectivamente como deviene representación en la vida social.
Ahora bien, si recapitulamos y enumeramos los tres componentes presentados, a saber:
  1. El que lo vincula con la adecuación y la libertad
  2. El que lo hace con la dignidad social
  3. El que lo hace con el decoro y la satisfacción
Estamos entonces en condiciones de presentar la cuestión de la consecución del confort lejos de la banalización contemporánea. Estamos en condiciones de presentar su sentido humano profundo. Una arquitectura al servicio de la condición humana está íntimamente comprometida con el confort no banalizado, con un legítimo fruir de la vida.

El sentido profundo del confort (II)

Eugène Delacroix (1798 –1863) Mujer de Alger (1835)

Hay un segundo componente del concepto de confort que se despliega asignado a la dignidad propia de las personas.
Toda vez que en arquitectura tratamos con personas antes que con cosas, es preciso propender al bienestar de aquellas, en reconocimiento comprometido por su condición humana. Hay en este aspecto del confort un valor de situación condigno con la condición específica humana de los sujetos, que exige satisfacción en sus propios términos: se arregla con confort una vida que cuenta con una cultura dada, con una situación histórica y social determinada. Por ello, el confort no se contenta con constituir un estado físico, sino que constituye una situación socialmente entendida de bienestar.
Y aquí hay una segunda razón para tomar distancia de la banalización del sentido contemporáneo y dominante del confort.

El sentido profundo del confort (I)


Georges Rochegrosse (18591938) Sarah Bernhardt (1900)

En el concepto de confort existe un componente básico que hace lugar a la adecuación.
Tal componente debe entenderse necesariamente alejado de las especificaciones mecánicas mínimas de un implemento cualquiera tanto como de las nociones de ampulosidad propia de las situaciones socioculturales de privilegio. Es preciso abordar el problema de la magnitud conforme de las cosas de vivir.
Esta magnitud conforme es una medida más que mecánica de la libertad de los cuerpos de las personas. Es por este factor que la prosecución de meras máquinas eficientes para habitar nunca es suficiente ni oportuno. Las personas, como entidades con derecho a la libertad constituyen situaciones muy diferentes a las propias de un operador de tales máquinas. Pero también por ello, el confort fundado en la adecuación nunca puede ser un privilegio privativo de algunos a costa del resto de la humanidad. El confort adecuado no puede resultar infrecuente, sino amplia y decididamente accesible a cada quien lo ejerza en el ejercicio de su libertad.
En definitiva, es por lo menos — por ahora— y por esta razón, en principio, que el confort no debe ser banalizado bajo la especie de la provisión de servicios mecánicos. Debe ser entendido, más bien, como una cabal situación de libertad del sujeto.

La misión, cuestión abierta


Edward Burne-Jones (1833 –1898) Teseo y el Minotauro en el Laberinto (1861)

Si quisiéramos intentar construir una arquitectura acorde a la naturaleza de nuestra alma -pero somos demasiado cobardes para eso- el laberinto debería ser nuestro modelo

(F. Nietzsche: Aurora, aforismo 169)

¿Para qué quisiéramos intentar construir una arquitectura acorde a la naturaleza de nuestra alma?
Quizá nos reduplicaríamos en nuestro tener efectivo lugar. Queda por ver qué beneficio podría obtenerse de tal operación. Es que puede tratarse esta situación ya como una armonización virtuosa tanto como el precipitado hacia una sima insondable.
¿Es posible acaso concebir y construir arquitecturas que no resulten acordes con la naturaleza de nuestra alma? Puede que sí, puede que nuestra existencia sea, en el fondo, inauténtica y alienada, pero ¿una existencia auténtica liberada de nuestra condición cobarde, resultaría necesariamente sana?
Está abierta la cuestión y estoy muy lejos de poderla zanjar de modo satisfactorio.