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Paisaje revisitado (V)

Santorini, Grecia

Habrá un estadio histórico en que, más que medir la riqueza por los saldos de las cuentas bancarias, se pueda justipreciar por el valor de aquello que se deja considerar por la ventana.
Reconforta haber visitado el establecimiento de un artesano en madera griego que dispone de esta magnífica habitación con vistas.

Cuando lo visite en Oía, en Santorini, no deje de solicitarle echar un vistazo. El artesano tiene tan buen talante que no cobra por ello.

Paisaje revisitado (IV)

Rodas, Grecia

Los puntos de vista elevados abonan la ilusión del poder y el dominio sobre lo circundante.
Pero para el viandante, apurado por los apremios de la industria turística, le duele la fugacidad de la experiencia de esta cala en Rodas, que uno apenas pudo divisar a lo lejos, pudo aquejarse de un amor a primera vista y  pudo dolerse que no será posible sino con otro viaje y otro tiempo, comprobar la transparente frescura de las aguas.

Volveremos.

Paisaje revisitado (III)

Meteora, Grecia

Hubo tiempos que fue peligroso habitar la llanura y en donde estas alturas azotadas por el viento prometían una confortante cercanía con Dios.
Todo habitante está situado entre el suelo y el cielo: habita un horizonte. Pero los religiosos de Meteora prefieren acercarse todo lo posible al transparente firmamento que aloja el sueño, el consuelo de la fe y una conveniente distancia con un mundo convulsionado.
Es incontrastable una especial simpatía con estos ermitaños de la altura.

¿Y nosotros? ¿A qué altura decidimos habitar? ¿Cuán lejos del suelo y cuán cerca del cielo? Y viceversa.

Paisaje revisitado (II)

Delfos, Grecia

Los griegos son un pueblo sabio, es de reconocerlo.
No puedo explicar el por qué pero si rendirme a la evidencia de que, si hay un lugar en el mundo que merezca considerarse un centro u ombligo (omphalos), éste lugar es Delfos. Una vez que uno recorre el paraje, lo siente, aunque de un modo oscuro.

A partir de tal momento, uno debe situarse tanto más cerca o lejos de este punto singular en el mundo. Pero, en cada lugar en que uno esté, lleva consigo la referencia de su existencia.

Paisaje revisitado (I)

Olimpia, Grecia

Con mucho gusto volvería a Grecia y en más de una oportunidad.

Una de mis caprichosas razones sería, a no dudarlo, volver a respirar la mansa brisa bajo los árboles y las columnas de Olimpia. Cuando anduve por allí, sentí una rara familiaridad que no estribaba tanto en lo que se veía, sino que transitaba por allí, en el aire. Puede que, en definitiva, añore de Olimpia un hálito especialmente acogedor y propicio.

Pasiones sobre el paisaje (V) Paisaje urbano

Calles Londres y París, Santiago de Chile

Es significativo que allí en donde el furor de los planificadores urbanos flaquea, allí donde dos órdenes diferentes unen sus bordes, allí donde se abandona el sentido común dominante, allí... ocurre la magia del paisaje urbano.
Es más que posible que, sin el concurso de ingenieros de tránsito, urbanistas zonificadores y políticos autoritarios, nuestras ciudades resultarían mucho más caóticas y agobiantes de lo que ya son. Pero por fortuna, aquí y allá, se rescatan a sí mismos ciertos enclaves de pura poesía del habitar. Lugares en donde es amable el paso y la contemplación calma y se destierran el apuro y la codicia.

La vida urbana palpita en esos raros lugares en donde todo parece confabularse con la paz y plenitud del viandante.

Pasiones sobre el paisaje (IV) El hallazgo de lo casi prístino

Los Andes en Mendoza

En nuestro actual estadio civilizatorio ansiamos en ocasiones tomar contacto, siquiera efímero o episódico, con aquellas regiones del mundo que tienen aún un aspecto prístino, disimulando las improntas y sevicias de la presencia humana.
Hay un afán por alcanzar la región más transparente de la atmósfera, refrescarse con las aguas más límpidas, transitar inaugurando sendas, sentir el fuego de la tierra.

Pero son ilusiones. Aún las nieves de las cumbres registran la presencia perturbadora de nuestra condición de especie invasiva y predadora. Ya no tenemos confines por atravesar.

Pasiones sobre el paisaje (III) Apropiaciones arquitectónicas

Valparaíso, Chile

Se consigue una cuota no menor de complacencia en aquellos raros y virtuosos casos en que masas y volúmenes construidos ajustan con su entorno tal como lo hace una mano con su guante correspondiente.
Colores y texturas contribuyen con hacer de un enclave un punto singular de un lugar que quedará impreso con singular agrado en la memoria afectiva.

A veces, arquitectos, constructores y habitantes hacen las cosas bien.

Pasiones sobre el paisaje (II) Paisajismo de demorada tradición

Campiña vecina a San Gimignano

No es desde ayer que ciertos pueblos habitan una comarca. A través de los siglos, la interacción entre las personas y su ambiente modela, adapta, corrige y perfecciona el paisaje.
La campiña toscana es un ejemplo superior de lo que se consigue mediante el acuerdo fructífero y armónico que pone a personas y cosas en su lugar.

El resultado de tal concierto pervive y palpita hondamente en casi cualquier espectador. ¿Aprenderemos algún día la lección?

Pasiones sobre el paisaje (I) Paisajismo interventor

Parque San Martín, Mendoza, Argentina

Allí donde se ensaña el paisajismo interventor, se trazan líneas, ejes, centros, perspectivas imponiendo una novedad more geometrico a la sufrida Naturaleza.
Para esto se simplifica, se clasifica, se alinea, se allana, se articula, se desbroza. Para ello, no es nunca poco el esfuerzo que violenta, el ardor que diferencia, el talante artístico opuesto a las azarosas determinaciones de lo natural.

De las entrañas de los bosques se avían parques, los pastizales ceden paso a los prados, las huellas se vuelven caminos: hay un paisajismo interventor que impone su impronta autoritaria: he aquí el lugar del hombre.

Paisaje en construcción (V) Semiosis

Cataratas del río Iguazú


El paisaje, en definitiva no se resuelve sino en un proceso que aúna vivencias, sensaciones, construcciones, apropiaciones y significaciones. No puede predicarse un ser del paisaje fijado en particular en alguna de sus instancias, sino que sólo puede intuirse un proceso continuo de deriva de signos.

Paisaje en construcción (IV) Después de la producción del paisaje

Cataratas del río Iguazú

A la construcción del paisaje, le sigue, como un lógico corolario, la apropiación.
Esta apropiación reviste aspectos cognoscitivos, prácticos y productivos. Según qué se sepa de él, así resultará el paisaje: para un botánico, un catálogo de especies, para un pintor, una yuxtaposición de colores y texturas, para un agrónomo, una oportunidad de explotación de recursos. Según qué se haga con el paisaje, así resultará diverso: para un ecólogo, una región a cuidar, respetar y preservar, mientras para un paisajista, un escenario para intervenir y potenciar. En fin, según qué se produzca en el paisaje, éste ofrecerá diversos aspectos al ingeniero hidroeléctrico o al planificador territorial.

El paisaje es el escenario donde emergen diversas y complejas disputas por su apropiación como bien emergente.

Paisaje en construcción (III) Poiesis

Cataratas del río Iguazú

La concurrencia secuencial de la vivencia y de la aisthesis resulta en una concreta construcción del paisaje. Este aspecto emerge del desdoblamiento del ser del paisaje con respecto a su imagen o representación. De esta manera, el paisaje no ya sólo es un acontecimiento, sino también y simultáneamente de un doble o impronta mental.

A partir de este momento, el paisaje se deja apreciar en la recíproca referencia entre su ser fenoménico y sus diversas representaciones, de las que las pictóricas o fotográficas son apenas sendos ejemplos particulares.

Paisaje en construcción (II) Aisthesis

Cataratas del río Iguazú

Una vez vuelta efectiva la presencia del sujeto en el lugar, la percepción multisensorial y compleja comienza a percatarse de la emergencia del paisaje como tal. Aquí puede señalarse, por lo general, una doble constatación. Por una parte, un valor que suele deslizarse por el eje que opone lo bello y lo sublime. Por otro, un tono emocional que se desarrolla en otro eje, el que opone la adhesión ferviente y extática al rechazo visceral.

La aisthesis, la instancia superior de percepción, es crucial e inevitable para el proceso de constitución del paisaje, pero de ninguna manera es una instancia final o conclusiva. El paisaje conoce muchas más dimensiones e instancias que la pura sensación.

Paisaje en construcción (I) Vivencia

Cataratas del río Iguazú

Toda consideración sobre el paisaje debe tener origen en la vivencia y constitución efectiva del lugar.
En este caso concurren dramáticamente los cuatro elementos fundamentales en la habitación efectiva del paisaje. Pero es por la población y presencia del sujeto que el puro sitio deviene su condición de lugar. Así, no sólo se yuxtaponen el agua, el aire, la tierra y el fuego, sino que adquieren, ante la habitación del sujeto, especiales significados. El paisaje se inaugura precisamente en la emergencia peculiar de estas significaciones. Y, está de más decirlo, no hay signos sin la interposición del interpretante.

Mientras que en el puro sitio, agua, aire, tierra y fuego meramente se manifiestan en su puro ser, en el paisaje es donde revisten el sentido de signos de la propia habitación de un lugar señalado y concreto del mundo.

Paisaje en construcción crítica (V)

Charles-François Daubigny (1817- 1878) Riberas del Oise (s/f)

En nuestro caso es preciso aclarar que nuestra perspectiva se centra en la vivencia concreta del paisaje en tanto tal, esto es, en tanto fenómeno que vincula a un sitio físico constituido en lugar por la presencia y población de un habitante en su primera asunción de sujeto perceptivo, cognoscitivo, práctico y productivo.
Una vez aclarada nuestra perspectiva sobre el paisaje, corresponde compendiar el conjunto de críticas formuladas a las acepciones corrientes y aceptadas.
  1. El concepto de paisaje no puede reducirse al de un sitio o cuenca visual
  2. La percepción efectiva es constitutiva del paisaje
  3. La percepción del paisaje no se reduce, necesariamente, a la visión
  4. La percepción efectiva del paisaje es llevada a cabo siempre y necesariamente por, al menos, un sujeto, por lo que su presencia y desempeño no puede soslayarse en la definición de paisaje
  5. Nuestra definición de paisaje no tiene por qué ser laudatoria. Antes bien, debe formularse el carácter estético en términos que permitan un riguroso desarrollo conceptual.
  6. El paisaje, en sí, constituye un producto y, a la vez, un recurso productivo de —entre otras emergencias— imágenes que juegan un importante papel en su constitución efectiva.

Paisaje en construcción crítica (IV)

Charles-François Daubigny (1817- 1878) Botes en la costa de Étaples (1871)

La escena ilustrada es apreciada de forma muy diferente por un geógrafo, un pintor de paisajes o por un pescador. Si bien ni la contextura general ni el orden de coexistencias entre los objetos puede variar sustancialmente, lo que cambia en principio es la perspectiva subjetiva en lo que hace a las expectativas cognoscitivas y prácticas tanto como productivas.
Es tan decisivo en la constitución efectiva del paisaje el efecto de la perspectiva del sujeto, que es forzoso aclarar ésta preceptivamente. De este modo, antes de conformar una definición operativa y mínimamente rigurosa debe consignarse la perspectiva disciplinar desde donde se aborda la cuestión del paisaje.

En nuestro caso es preciso aclarar que nuestra perspectiva se centra en la vivencia concreta del paisaje en tanto tal, esto es, en tanto fenómeno que vincula a un sitio físico constituido en lugar por la presencia y población de un habitante en su primera asunción de sujeto perceptivo, cognoscitivo, práctico y productivo.

Paisaje en construcción crítica (III)

Charles-François Daubigny (1817- 1878) Riberas del Sena (1855)

Recordemos una vez más lo que el Diccionario de la RAE entiende por ‘paisaje’:
1. m. Parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar.
2. m. Espacio natural admirable por su aspecto artístico.
3. m. Pintura o dibujo que representa un paisaje ( espacio natural admirable)
En esta oportunidad, me centraré en el análisis de la tercera acepción.
En esta se alude a la imagen, que emerge del paisaje como producto, si bien arrastra algo de la idea de la acepción anterior, esto es, que el paisaje del que se ofrece una imagen es, necesariamente, admirable.
Hechas estas observaciones, debe reconocerse que la Academia, en su labor de contornear los significados corrientes del término paisaje, acierta con dar con los constituyentes de éste sin conseguir una formulación satisfactoria.

Se impone, pues, reestructurar el orden de constituyentes a efectos de conseguir una adecuada caracterización.

Paisaje en construcción crítica (II)

Charles-François Daubigny (1817- 1878) Riberas del río Oise (1875)

Recordemos lo que el Diccionario de la RAE entiende por ‘paisaje’:
1. m. Parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar.
2. m. Espacio natural admirable por su aspecto artístico.
3. m. Pintura o dibujo que representa un paisaje ( espacio natural admirable)
Hoy me ocuparé de la segunda acepción, que recoge un sentido laudatorio de la expresión. En realidad, con el concurso de un espacio (natural o antropizado) banal, corriente o aún desagradable también puede construirse un paisaje como tal. El aspecto artístico invocado por la Academia alude a la cualidad de pintoresco, aspecto merecedor de la atención de un artista o esteta.

No se puede negar para nada el papel histórico en la conformación efectiva de nuestras actuales ideas sobre el paisaje que han tenido los artistas denominados paisajistas. Pero una parte del territorio que puede ser observada por un sujeto no es un paisaje en virtud de su eventual aprobación estética calificada, sino como agente eficaz de una percepción de cualquier naturaleza: artística, científica o práctica.

Paisaje en construcción crítica (I)

Charles-François Daubigny (1817- 1878) Aldea sobre el Sena cerca de Vernon (1872)

Dice el Diccionario de la RAE que por ‘paisaje’ debemos entender:
1. m. Parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar.
2. m. Espacio natural admirable por su aspecto artístico.
3. m. Pintura o dibujo que representa un paisaje ( espacio natural admirable)
Comencemos por analizar con cierto cuidado la primera acepción. Esta refiere, estrictamente, un sitio físico que cumple una condición potencial. Una parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar constituye, con rigor, una cuenca visual.
Un paisaje, tal como se le vivencia en forma concreta, es algo más que una pura cuenca visual. La conformación efectiva de una cuenca visual es necesaria, pero de ninguna manera suficiente. Un paisaje se vivencia concretamente con su percepción efectiva y no ya sólo con su posibilidad de llegar a volverse visible.
De este modo, puede señalarse cuatro críticas, en principio:
  1. El concepto de paisaje no puede reducirse al de un sitio o cuenca visual
  2. La percepción efectiva es constitutiva del paisaje
  3. La percepción del paisaje no se reduce, necesariamente, a la visión
  4. La percepción efectiva del paisaje es llevada a cabo siempre y necesariamente por, al menos, un sujeto, por lo que su presencia y desempeño no puede soslayarse en la definición de paisaje


Y esto es sólo el principio.

Dimensiones de las ceremonias del habitar. La interacción social (V)

Jean Béraud (1848– 1935) La Pâtisserie Gloppe (1889)

En la actualidad nos gana un cierto estupor al comprobar que la profundidad intrínseca de los vínculos sociales ya no guarda relación con la copresencia y la proximidad corporal relativa.
Estas observaciones las estoy compartiendo por este medio con un sinnúmero de personas a las que nunca les he visto la cara, las que muy poco manifiestan y comentan. Y sin embargo son los destinatarios de lo mejor que tengo que decir al respecto de algunas cuestiones que no suelo compartir con mis compañeros de oficina.

¿La interacción social se profundiza o se rarifica en la superficialidad cotidiana? Difícil saberlo.

Dimensiones de las ceremonias del habitar. La interacción social (IV)

Stacy Tolman (1860- 1935) Tenida musical (1887)

En el horizonte de las interacciones sociales puede avizorarse, hacia adelante y hacia el futuro, un deseo de concierto, de conseguir que, con los distintos aportes de cada uno, el ambiente y los productos emergentes sean, con mucho, mucho mejores que la mera suma o agregado de las particulares índoles individuales. Puede serse, aún hoy, moderadamente optimista al respecto.
Porque si miramos hacia atrás, fácilmente recordaremos toda una historia de ensayos fallidos, desafinaciones y disarmonías de variada especie y carácter.

Pero ¿cómo seríamos cabalmente humanos si no creyéramos, siquiera vanamente, en la posibilidad de concertar?