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Plumas ajenas: Jorge Luis Borges


LA VUELTA

Al cabo de los años del destierro
volví a la casa de mi infancia
y todavía me es ajeno su ámbito.
Mis manos han tocado los árboles
como quien acaricia a alguien que duerme
y he repetido antiguos caminos
como si recobrara un verso olvidado
y vi al desparramarse la tarde
la frágil luna nueva
que se arrimó al amparo sombrío
de la palmera de hojas altas,
como a su nido el pájaro.
¡Oué caterva de cielos
abarcará entre sus paredes el patio,
cuánto heroico poniente
militará en la hondura de la calle
y cuánta quebradiza luna nueva
infundirá al jardín su ternura,
antes que vuelva a reconocerme la casa
y de nuevo sea un hábito!  
Jorge Luis Borges, 1923

Alegrías esenciales (III)


Caspar van Wittel (1653 1736) Piazza Navona (1699)

Cuando la vista puede recorrer la línea que separa las cosas de la tierra contra el cielo también tenemos una ocasión para una alegría esencial.
La silueta de la skyline es un elemento crucial de reconocimiento e identificación. Estamos cabalmente en un lugar toda vez que podemos apreciar los pormenores y configuraciones diferenciales que hacen de cada emplazamiento un lugar único en el mundo. La mirada se somete con gozo a la sucesión de verticales y líneas de fuga, de acentos y expansiones, de alternancias de valores recíprocos de luz-y-sombra.
La línea del horizonte es el primer trazo —y por ello el más entrañable y crucial— del mapa cognitivo de nuestro efectivo tener lugar.

Alegrías esenciales (II)


Carl Holsøe (1863 –1935) Dama tocando la espineta (s/f)

Una nota de luz puede ser el desencadenante eficaz de una alegría esencial en el habitar.
Apenas una mancha de diferencia en el flujo luminoso: levemente un destello, un velo de penumbra, o una sombra propicia. En torno a esta ocurrencia, la vida puede latir con tanta calma como plenitud. Si entrecerramos los párpados hasta borrar toda figura, seguramente lo primero y último que percibiremos es precisamente esa nota diferencial de luz en torno de la cual todo cobra un sentido preciso.
Cuando nos alejamos de un sitio habitado, lo último que logramos percibir es, precisamente, la nota de luz que obra como centro vivo de la escena.
Eventos de este tenor son las que, en verdad, hacen a la vida rica y merecedora de ser vivida. Lo demás son adornos sucedáneos, murmuraciones impertinentes y distractores.

Alegrías esenciales (I)


Édouard Boubat (1923 - 1999) s/d

El río, la ciudad, el puente y — ni hay que decirlo— la muchacha; todo tiene un destino y una razón: la alegría simple de vivir contando con tierra, cielo y un horizonte propicios. Para este regocijo, ningún esfuerzo de arquitecto o de urbanista es bastante. Pero cuando una muchacha levanta los brazos con placer allí, hemos cumplido.
Conviene detenerse en el desencadenante, el agente eficaz del contento. Bien puede ser un soplo de aire. La escena puede ser recurrente y habitual, pero una ráfaga fresca puede obrar milagros en la alegría de vivir. No constituye algo que merezca quizá la denominación de acontecimiento y no obstante se distingue con nitidez de cualquier futilidad. Simplemente sucede y resulta bueno.
La atmósfera acontece en la piel y los sujetos lo percibimos con placenteros estremecimientos de la piel

La mirada prístina


John Singer Sargent (1856 1925) Las hijas de Edward Darley Boit (1882)

La ciencia es la estética de la inteligencia.
Gaston Bachelard

Ojalá que el camino hacia la consecución de una ciencia del habitar no nos prive de la fascinación por esas primeras fantasmagorías del conocimiento en fase de incipiente desarrollo.
Uno quisiera que la maduración en el conocimiento no resultara en una pérdida de una cierta ternura humana simpática con su objeto. Uno quisiera que el encuentro con la verdad no resulte, a la postre, una desmoralización. Uno quisiera que, vista de cerca, la vida humana resulte tan fascinante como es la imagen apenas entrevista desde la ingenuidad.
Uno quisiera que el saber científico resultara radiante tanto en su efectivo desvelo de lo real, como en el rescate ético de lo profundo de la condición humana y asomara tan lustroso como curiosa se dirigió alguna vez la mirada prístina sobre estas cuestiones.


Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


La ética capitalista y la consumista son dos caras de la misma moneda, una mezcla de dos mandamientos. El supremo mandamiento de los ricos es «¡Invierte!». El supremo mandamiento del resto de la gente es «¡Compra!».
La ética capitalista-consumista es revolucionaria en otro aspecto. La mayoría de los sistemas éticos anteriores planteaban a la gente un acuerdo muy duro. Se les prometía el paraíso, pero solo si cultivaban la compasión y la tolerancia, superaban los anhelos y la cólera y refrenaban sus intereses egoístas. Para la mayoría, esto era demasiado duro. La historia de la ética es un triste relato de ideales maravillosos que nadie cumple. La mayoría de los cristianos no imitan a Jesucristo, la mayoría de los budistas no siguen las enseñanzas de Buda y la mayoría de los confucianistas habrían provocado a Confucio un berrinche colérico.
En cambio, la mayoría de la gente vive hoy siendo capaz de cumplir con éxito el ideal capitalista-consumista. La nueva ética promete el paraíso a condición de que los ricos sigan siendo avariciosos y pasen su tiempo haciendo más dinero, y que las masas den rienda suelta a sus anhelos y pasiones y compren cada vez más. Esta es la primera religión en la historia cuyos seguidores hacen realmente lo que se les pide que hagan. ¿Y cómo sabemos que realmente obtendremos el paraíso a cambio? Porque lo hemos visto en la televisión.

Harari, 2014

El valor de la luz en sus manchas


Carl Holsøe (1863 –1935) Interior con violoncello (1935)

Una mancha de luz nos revela la percepción de la feliz circunstancia de estar en un lugar resguardado del cosmos.
En las más recónditas anfractuosidades de un interior habitado, la luz —que puede escasear hasta volverse en verdad valiosa— consigue posarse a título de mancha en ciertas superficies que la reciben del mejor modo. No hay mejor ornato que un brillo discreto y revelador en la penumbra propicia al ensueño.
Una mancha de luz puede constituir una alegría esencial y es un contento muy especial tener la atención y sensibilidad despiertas para su revelación.

El decoro del ámbito íntimo


Johannes Vermeer 1632 1675) Chica interrumpida en su música (1661)

A nadie se le debería privar de las calidades decorosas de un ámbito íntimo a partir del cual habitar el mundo.
Disponer de un ámbito íntimo propio y apropiado constituye un anclaje en el mundo. Pero hay formas diversas de detentarlo. Es preciso detenerse en las formas decorosas de ejercerlo, en el sentido de coronar un estar-en-el-mundo como situación adecuada, digna y feliz.
Un ámbito íntimo supone un reducto situacional tanto necesario como merecido a una condición humana que se precie de tal. Es propio en el sentido que se desarrolla ontogenéticamente a partir de la constitución plena del sujeto y es apropiado en el significado profundo de que lo situacional se vuelve propio por obra de un acondicionamiento, una adecuación condigna, un ajuste negociado con el ambiente. Para ello se necesita espacio, tiempo, proximidad... y distancia.
No se trata ya de simples mínimos habitacionales físicos, sino de dimensiones existenciales conformes. Y de atmósferas, espejos y fuegos.

Arquitectura y edificación


Andrea Palladio

Quieren las cosas que el obrar del hombre tenga el ánimo del doble y recíproco destino de memoria y olvido.
De hacer acopio de la vida ya vivida nace la arquitectura viva, esa que permanece impávida bajo los ciclos alternos y recurrentes del curso solar y la quietud nocturna. Es por obra de la arquitectura efectivamente habitada que comprobamos en el cuerpo que vamos cambiando mientras que las sendas, las estancias y los umbrales permanecen en su condición y podemos recorrerlos hasta a tientas.
De un modo complementario, erigimos edificios que resultan monumentos hacia donde lanzamos, a título de simas simbólicas, una memoria que es, en verdad, una forma ritual de olvido. Es porque al edificar debemos hurtar a la memoria del emplazamiento su propio pasado, para hacerle lugar a nuestra operación tanto edificante como ritual.
Por ello el arquitecto del lugar dispone, a la vez y recíprocamente, de arquitectura y de edificación. Por ello, la edificación puede entenderse como un complementario dialéctico de la arquitectura y no ya como su única manifestación.

A la sombra

Puerta en Siena

La construcción puede llegar a ser extremadamente interesante en sus pormenores: proporciones, texturas, composiciones de materiales y tratamientos, pero en arquitectura, lo más interesante comienza precisamente allí en donde la construcción cede paso a la sombra.
Es allí en donde tenemos el reparo que justifica la empresa constructiva. Allí donde cesa el furor constructor, allí donde se extenúa la labor del alarife, allí es donde empieza la vida a tener lugar.
La línea de sombra es el contorno palpitante del lado vivo 

Derecho a habitar y derecho a la morada


Franjo Golob (1913-1945) Familia (1940)

En este sitio se ha defendido con peculiar insistencia la idea que el actual y reconocido derecho a la vivienda debe dar paso, en la conciencia social y política, a un derecho a habitar más hondo, comprometido e integral.
No es una cuestión de términos. El derecho a habitar de modo adecuado, digno y decoroso debe ser entendido en todas sus escalas y en todos sus pormenores. Disponer de una vivienda es apenas contar con un satisfactor sumario de alojamiento, mientras que el verdadero derecho humano, en su sentido más profundo, exige un alojamiento implantado en un vecindario, en una ciudad y un territorio que también deben ajustarse a las solicitaciones humanas de adecuación, dignidad y decoro.
El derecho a la morada no constituye, entonces, un recorte arbitrario de tal derecho, sino la especificación de un polo o eje estructurador. En efecto, la morada es expresión genuina de un sistema de lugares diversamente escalados que se componen según un núcleo generador. El derecho a la morada es derecho a contar con el punto de partida para la formulación integrada del derecho a habitar los lugares allí donde la condición humana tiene efectivo lugar.
Desde el derecho a la morada se empieza a atisbar un horizonte más allá de la prehistoria social de la humanidad.

Virtud de los puertos


Johan Christian Dahl (1788 –1857) Puerto de Copenhague al crepúsculo (1846)

En los puertos, todo es poética de distancias
Los puertos constituyen unos muy especiales lugares umbrales abiertos a los horizontes más despejados, desde donde siempre está por aparecer una novedad. Tales lugares tienen una principal dimensión alethotópica que abre a toda la ciudad hacia el resto del mundo como no lo puede hacer otro umbral. Tal vez por eso las Leyes de Indias del Imperio Español fueran tan cautas en fundar ciudades-puertos.
Porque a través del horizonte se respiran aires de curiosidad por lo que vendrá y otras formas afines de libertad.

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


El primer hombre moderno fue Amerigo Vespucci, un marino italiano que tomó parte en varias expediciones a América en los años 1499-1504. Entre 1502 y 1504 se publicaron en Europa dos textos que describían dichas expediciones y se atribuyeron a Vespucci. Dichos textos aducían que las nuevas tierras descubiertas por Colón no eran islas en aguas de la costa de Asia oriental, sino todo un continente desconocido por las Escrituras, los geógrafos clásicos y los europeos contemporáneos. En 1507, convencido por estos argumentos, un respetado cartógrafo llamado Martin Waldseemüller publicó un mapamundi actualizado, el primero en mostrar que el lugar en el que las flotas europeas que navegaban hacia el oeste habían desembarcado era un continente separado. Después de dibujarlo, creyendo equivocadamente que Amerigo Vespucci había sido la persona que lo había descubierto, Waldseemüller dio nombre al continente en su honor: América. El mapa de Waldseemüller se hizo muy popular y fue copiado por otros muchos cartógrafos, lo que extendió el nombre que había dado a la nueva tierra. Existe cierta justicia poética en el hecho de que una cuarta parte del mundo, y dos de sus siete continentes, hayan recibido el nombre de un italiano poco conocido cuya única contribución a la fama es que tuvo la valentía de decir: «No lo sabemos».
Harari, 2014

Una peculiar sustancia


Eero Järnefelt (1863–1937) Ilma y Nelma Swan (1890)

La principal sustancia arquitectónica es la propia condición humana situada.
No es, por cierto, una sustancia para nada inerte, sino germinal. Es pasible de crecer, desarrollarse, cultivarse. También es cierto que ha sido objeto de soslayo, de ignorancia y de represión. Así es que la arquitectura corriente trata con cosas construidas antes que con personas. Pero esto puede y debe cambiar, en beneficio de la vida humana
Tampoco carece de forma, aunque esta es difícil de percibir con claridad todavía. Reconocer, inteligir y percibir tales formas es tarea autoimpuesta a la Teoría del Habitar. Saber ver la arquitectura no es ya un puro detenerse experto en los pormenores de masas y espacios construidos, sino de observación antropológica tan rigurosa como sensible.
Pero lo más interesante es que también tendría figura: la contrafigura necesaria de toda arquitectura que pretenda ser viva.

¡Todo el poder a los poetas urbanitas!


Verona
Investigo con la imaginación.
Bernardo Soares (Fernando Pessoa), O Livro do Dessasossego

Crece la sospecha que no debería confiarse tanto una ciudad al imperio tecnoburocrático de los urbanistas, sino que debería consentirse en el talento de los poetas urbanitas. Que tiene que haberlos: hay que descubrirlos, oírlos… y empoderarlos.
Se dice fácil. Pero hay que intentarlo. Hay que dar con los espíritus que comienzan por amar su ciudad con pasión tanto como con respeto. Hay que dar con poetas militantes que sean capaces de consumar consignas inspiradoras, contagiosas, plenas de entusiasmo y también de prudencia. Hay que dar con forjadores de imaginaciones profundas que haga de éstas una heurística.
Es imprescindible contar con tales hacedores, en sustitución de los consabidos tiburones de la inversión inmobiliaria, sus arquitectos serviciales y a los tecnoburócratas de siempre. El poder en las ciudades debe ser asunto de poetas. Tendríamos unas ciudades amadas y amables, inspiradoras y profundamente vivas. Ciudades sabias y henchidas de pasión por vivir.

Las ruinas circulares

Moray, Cuzco, Perú

Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres.  
Jorge Luis Borges, 1944

En el principio y en el fin, siempre hay un círculo marcado en el territorio de los hombres.
En los antiguos círculos de piedras hay un contornear manifiesto como inicial empresa arquitectónica. Toda circunferencia trazada sobre la superficie de la tierra es, de algún modo, un señalamiento especial de un lugar al que no puede accederse mediante un tránsito corriente, sino con el atravesamiento de un límite o umbral.
De allí proviene toda la arquitectura accidental y pormenorizada: del recinto, el umbral y la senda para llegar allí. Por ello es que todo templo consagrado a la propia arquitectura no puede ser otra cosa que una ruina circular.

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


No hay manera de salir del orden imaginado. Cuando echamos abajo los muros de nuestra prisión y corremos hacia la libertad, en realidad corremos hacia el patio de recreo más espacioso de una prisión mayor.
Harari, 2014

El sentido profundo del confort (III)


Johan Niclas Byström (1783- 1848) Juno y Hércules (s/d)

Existe un tercer y decisivo componente del confort, vinculado con el decoro.
Si tratamos con sujetos sociales, debemos entender que las condiciones efectivas y verificadas de confort deben significar la condición placentera propia. El confort se asocia así con una serena alegría de vivir como expresión humana profunda. Al ser confortable como situación de contenido se le corresponde la satisfacción de las personas como significante.
Así, el confort es tanto efectivamente como deviene representación en la vida social.
Ahora bien, si recapitulamos y enumeramos los tres componentes presentados, a saber:
  1. El que lo vincula con la adecuación y la libertad
  2. El que lo hace con la dignidad social
  3. El que lo hace con el decoro y la satisfacción
Estamos entonces en condiciones de presentar la cuestión de la consecución del confort lejos de la banalización contemporánea. Estamos en condiciones de presentar su sentido humano profundo. Una arquitectura al servicio de la condición humana está íntimamente comprometida con el confort no banalizado, con un legítimo fruir de la vida.

El sentido profundo del confort (II)

Eugène Delacroix (1798 –1863) Mujer de Alger (1835)

Hay un segundo componente del concepto de confort que se despliega asignado a la dignidad propia de las personas.
Toda vez que en arquitectura tratamos con personas antes que con cosas, es preciso propender al bienestar de aquellas, en reconocimiento comprometido por su condición humana. Hay en este aspecto del confort un valor de situación condigno con la condición específica humana de los sujetos, que exige satisfacción en sus propios términos: se arregla con confort una vida que cuenta con una cultura dada, con una situación histórica y social determinada. Por ello, el confort no se contenta con constituir un estado físico, sino que constituye una situación socialmente entendida de bienestar.
Y aquí hay una segunda razón para tomar distancia de la banalización del sentido contemporáneo y dominante del confort.

El sentido profundo del confort (I)


Georges Rochegrosse (18591938) Sarah Bernhardt (1900)

En el concepto de confort existe un componente básico que hace lugar a la adecuación.
Tal componente debe entenderse necesariamente alejado de las especificaciones mecánicas mínimas de un implemento cualquiera tanto como de las nociones de ampulosidad propia de las situaciones socioculturales de privilegio. Es preciso abordar el problema de la magnitud conforme de las cosas de vivir.
Esta magnitud conforme es una medida más que mecánica de la libertad de los cuerpos de las personas. Es por este factor que la prosecución de meras máquinas eficientes para habitar nunca es suficiente ni oportuno. Las personas, como entidades con derecho a la libertad constituyen situaciones muy diferentes a las propias de un operador de tales máquinas. Pero también por ello, el confort fundado en la adecuación nunca puede ser un privilegio privativo de algunos a costa del resto de la humanidad. El confort adecuado no puede resultar infrecuente, sino amplia y decididamente accesible a cada quien lo ejerza en el ejercicio de su libertad.
En definitiva, es por lo menos — por ahora— y por esta razón, en principio, que el confort no debe ser banalizado bajo la especie de la provisión de servicios mecánicos. Debe ser entendido, más bien, como una cabal situación de libertad del sujeto.

La misión, cuestión abierta


Edward Burne-Jones (1833 –1898) Teseo y el Minotauro en el Laberinto (1861)

Si quisiéramos intentar construir una arquitectura acorde a la naturaleza de nuestra alma -pero somos demasiado cobardes para eso- el laberinto debería ser nuestro modelo

(F. Nietzsche: Aurora, aforismo 169)

¿Para qué quisiéramos intentar construir una arquitectura acorde a la naturaleza de nuestra alma?
Quizá nos reduplicaríamos en nuestro tener efectivo lugar. Queda por ver qué beneficio podría obtenerse de tal operación. Es que puede tratarse esta situación ya como una armonización virtuosa tanto como el precipitado hacia una sima insondable.
¿Es posible acaso concebir y construir arquitecturas que no resulten acordes con la naturaleza de nuestra alma? Puede que sí, puede que nuestra existencia sea, en el fondo, inauténtica y alienada, pero ¿una existencia auténtica liberada de nuestra condición cobarde, resultaría necesariamente sana?
Está abierta la cuestión y estoy muy lejos de poderla zanjar de modo satisfactorio.


Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


El romanticismo, que promueve la variedad, encaja bien con el consumismo. Su matrimonio ha dado origen al infinito «mercado de experiencias» sobre el que se cimienta la moderna industria del turismo. La industria del turismo no vende billetes de avión ni habitaciones de hotel. Vende experiencias. París no es una ciudad, ni la India un país: ambos son experiencias, cuyo consumo se supone que amplía nuestros horizontes, satisface nuestro potencial humano y nos hace más felices. En consecuencia, cuando la relación entre un millonario y su esposa empieza a ir mal, él la lleva a realizar unas caras vacaciones en París. El viaje no es un reflejo de algún deseo independiente, sino una ardiente creencia en los mitos del consumismo romántico.
Un hombre rico en el antiguo Egipto no hubiera pensado nunca en resolver una crisis matrimonial llevándose a su mujer de vacaciones a Babilonia. En lugar de eso, podría haberle construido la suntuosa tumba que ella siempre había deseado.
Como la élite del antiguo Egipto, la mayoría de la gente en la mayoría de las culturas dedica su vida a construir pirámides, solo que los nombres, formas y tamaños de estas pirámides cambian de una cultura a otra. Por ejemplo, pueden tomar la forma de un chalet en una urbanización con piscina y un césped siempre verde, o un flamante ático con unas vistas envidiables. Para empezar, pocos cuestionan los mitos que nos hacen desear la pirámide.
Harari, 2014

Un cierto modo de asumir el desafío profesional arquitectónico


Vilhelm Hammershøi (1864 – 1916) Interior con muchacha de espaldas (1904)

¡Cuándo llegara el momento en que, cansados luego de nuestra labor podamos afirmar, sin faltar a la verdad ni a la pasión, que es al servicio de la existencia de los mortales que hacemos arquitectura!!
Porque no es algo absolutamente evidente ni necesario ni hoy ni en un previsible futuro. Porque, se puede sospechar, las motivaciones son muy otras y variadas. Porque esto del servicio a la existencia de los mortales se dice fácil, su sentido estricto aún es oscuro y su concreción efectiva es muy ardua.
Porque necesitamos virar el rumbo acostumbrado, abatir las rutinas y las inercias tanto del obrar como del pensamiento. Cierto que es difícil, y sin embargo, ¿cuánto hace que la humanidad lo espera?

Patios, poética de honduras


Alexandre-Gabriel Decamps (1803 – 1860) Patio de granja (1850)

La arquitectura de los patios es una poética de honduras
Una primera hondura se revela en su peculiar carácter de recinto descubierto: ¿hasta dónde nos deja inmiscuirnos en él? Se trata de una hondura que aquí denominamos histerotópica, una profundidad propia de toda cavidad que se somete a actividades de adentramiento. Una segunda hondura involucra a la luz natural: ¿hasta dónde debe remontarse el curso del sol para irradiar su pavimento? Es asunto éste de proporciones, de luces y de resonancias. Una tercera hondura es de algún modo la recíproca a la anterior: ¿hasta dónde fuga el cielo por todo lo alto? También es asunto de proporciones, de iluminaciones y de proyecciones más allá de los confines de un horizonte confinado, abrigado, puesto casi a la mano.
En las distintas honduras de los patios se desarrolla esta especial arquitectura que demanda siempre una peculiar atención sensible. Y tiene allí lugar una singular luz sosegada y aprehendida, sabiamente arropada en sombras y siseos de la vida.

Paisajes urbanos y emplazamientos de su apreciación


Alrededores de Florencia desde las alturas de los jardines de Boboli

Disfrutar en calma de los paisajes es una señalada y constante demanda social que debe ser atendida con rigor y sensibilidad por arquitectos y urbanistas.
Para responder a esto, los profesionales deben, por una parte, cuidar, preservar y cultivar con método y rigor los paisajes urbanos que sus urbanitas aprecian. Se dice fácil; lo difícil es llevarlo a cabo.
Pero, por otro lado, también debe atenderse a la situación de los fruidores eventuales de tales paisajes. Es forzoso brindar los acondicionamientos necesarios para que el urbanita esteta se emplace con calma para su apreciación. Y no se trata de proliferar sin ton ni son con miradores y bancos. Se trata de alojar con cariño y respeto a quienes están, por otra parte, en condiciones de ejercer condignos cariños y respetos por los lugares que constituyen, por obra y gracia de sus actitudes, paisajes urbanos especialmente queridos y queribles.

El desempeño arquitectónico de los lugares umbrales


Paolo Veronese (1528- 1588) Chica en la puerta (1561) (Villa Barbaro en Maser)

El desempeño arquitectónico de los lugares umbrales suele ser sutil, a la vez que profundo en sus vivencias.
Pudiera decirse que lo esencial del juego arquitectónico, si uno se atiene a las formas rituales de habitación, consistiría en una combinación sabia de sendas, estancias y umbrales. El atravesamiento de estos últimos constituye siempre una experiencia estremecedora y por ello, la pasión del habitar las arquitecturas tiene allí sus momentos especialmente señalados. Los umbrales son lugares de singular expectación y los tránsitos a través de ellos siempre parecen inaugurar situaciones. Mediante el atravesamiento de los umbrales, se desenvuelven con toda su carga dramática las historias del vivir. Haber traspasado cierto umbral siempre parece tener algo de irremediable, de circunstancia en la que no es posible rehacer el camino.
Podemos jugar, acaso inocentemente, a inmiscuirse en los lugares umbrales. Pero, tarde o temprano, aprenderemos en la piel que no es nada fútil cruzar ciertos confines

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


En 1620, Francis Bacon publicó un manifiesto científico titulado Novum organum. En él razonaba que «saber es poder». La prueba real del «saber» no es si es cierto, sino si nos confiere poder. Los científicos suelen asumir que no hay teoría que sea cien por cien correcta. En consecuencia, la verdad es una prueba inadecuada para el conocimiento. La prueba real es la utilidad. Una teoría que nos permita hacer cosas nuevas constituye saber.
Harari, 2014

La habitación del fuego


Albert Bierstadt (1830 – 1902) La fogata (1863)

Habitamos con el fuego sagrado en tanto nuestra vida nos condena a transformar, a separar y reunir, a disociar y combinar. Porque de alguna manera somos portadores de fuegos.
Transformar crudo en cocido, bosque en claro, sitio en espacio: todas operaciones que los herederos de Prometeo consiguen a costa de atizar y difundir la violencia del fuego. También separar la maleza de la pradera, así como reunir alimentos de variada procedencia: mediante la llama apartamos y ensamblamos a nuestro antojo y según los dictados de alternas demandas
Con la conquista del fuego —último de los cuatro elementos que a nosotros se nos ha rendido— nuestro habitar del mundo consta de correr una frontera sin descanso ni piedad.

El papel del ensueño


Patrick MacDowell (1799- 1870) Ensueño (1853)

Si, como creemos, el ser meditativo es primeramente el ser soñador, toda una metafísica de la ensoñación podría inspirarse en la página de Éluard. En ella el ensueño se encuentra integrado en su justo lugar: antes de la representación, el mundo imaginado esta justamente colocado antes que el mundo representado, el universo justamente situado antes que el objeto. El conocimiento poético del mundo precede, como es justo, al conocimiento razonable de los objetos. El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es admirado antes de ser comprobado. Toda primitividad es onirismo puro.
Si el mundo no fuera primero mi ensoñación, entonces mi ser estaría inmediatamente ceñido en sus representaciones, siempre contemporáneo y esclavo de sus sensaciones. Privado de las vacaciones del sueño, no podría tomar conciencia de sus representaciones. El ser, para tomar conciencia de su facultad de representación, debe pasar por ese estado de vidente puro. Ante el espejo sin azogue del cielo vacío, de realizar la visión pura.
Bachelard, 1953

En este sitio hemos desarrollado una cierta intriga por las posibilidades heurísticas —ya no metafísicas— que pudiese poseer el ensueño.
Resulta estimulante considerar la constitución de una instancia de representación antes de la irrupción de los datos de los sentidos. Pero si bien se mira, la función significante debe preceder a la constitución de todo signo. Esto intenta decir que antes que tengamos un paisaje como signo del lugar que ocupamos, debemos urdir mediante el ensueño la posibilidad de integrar a la vez una pantalla de proyección (écran) y un juego de figuras que, según algunas reglas forjadas en el pensamiento profundo e ilusorio, fungirán como significante. Lo real quedaría definitivamente atrás, como significado sólo accesible por la hermenéutica de estas representaciones nacidas al calor de lo conjetural.

Acerca de la actividad previa



Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.
Jorge Luis Borges, 1935

Cómo no confiar en la autoridad de don Borges al respecto.
Supongo que estaría harto de las inquisiciones periodísticas que se intrigan por la escritura. De un modo oblicuo, habitual en nuestro autor, nos señala el camino de una respuesta que debemos encontrar por nosotros mismos.
Si la lectura es más resignada que la escritura, entonces esta última es un conato, una conjetura arriesgada y quizá aquejada de vanidad. Uno escribe para comprobar hasta dónde lo puede llevar el pensamiento. Antes de escribir, sólo le aqueja algún modo de desasosiego que encuentra su meticulosa y esforzada administración en el esfuerzo por marcar su impronta en el espacio en blanco que nos afronta.
Si la lectura es más civil es porque la escritura, que la precede, es una agonía: juego y lucha y danza extenuantes que sólo se detienen con la primera lectura piadosa de su perduración. La escritura se cumple con un armisticio con los demonios.
Si, por fin, la lectura es más intelectual que la escritura es porque ésta apenas es una desafiante tirada de dados, una apertura. Pero las infinitas, remotas e improbables lecturas ya suponen el desarrollo moroso de todo el juego que las ideas pueden efectuar. Por ello, es más intelectual, en sentido estricto, quien lee y discute, que el que apenas si se conforma con el gesto de atizar el fuego.
Cómo no confiar en la autoridad de don Borges al respecto.

El sentido de un monumento



Un monumento, como una obra de arte, responde a un fin, tiene sentido, y no es un capricho, pero la función a la que atiende no es evidente. No es gratuito, pero tampoco es un objeto de uso. Objeto o acción enigmática, plantea cuestiones acerca de su existencia. Se puede vivir sin él, incluso mejor, porque un monumento es molesto. Plantea preguntas que no siempre queremos tener presentes.
Pedro Azara, 2016

Un monumento constituye una operación compleja de memoria.
No se trata de la interposición simple de un signo que remita inmediatamente a lo recordable, sino de una compleja operación de discurso de rememoración. Los signos arquitectónicos del monumento constituyen mitos aplicados a la operación histórica completa de recordar algunos eventos según unas operaciones significativas particulares que perduran en la memoria de la arquitectura del lugar en un modo también particular. El espacio y el tiempo histórico cumplen un papel significante activo y los significados atribuidos de partida sufren complejos procesos de sometimiento a efectos de memoria y olvido, con lo que su significación sigue una larga y morosa deriva.
El sentido de un monumento debe encontrarse en la idiosincrásica operación de rememoración en el espacio/tiempo habitado.

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


La moneda de la evolución no es el hambre ni el dolor, sino copias de hélices de ADN. De la misma manera que el éxito económico de una compañía se mide solo por el número de dólares en su cuenta bancaria y no por la felicidad de sus empleados, el éxito evolutivo de una especie se mide por el número de copias de su ADN. Si no quedan más copias de ADN, la especie se extingue, de la misma manera que una compañía sin dinero está en bancarrota. Si una especie puede alardear de muchas copias de ADN, es un éxito, y la especie prospera. Desde esta perspectiva, 1.000 copias siempre son mejores que 100 copias. Esta es la esencia de la revolución agrícola: la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones.
Pero ¿por qué les habría de importar a los individuos este cálculo evolutivo? ¿Por qué habría cualquier persona sana de reducir su propio nivel de vida simplemente para multiplicar el número de copias del genoma de Homo sapiens? Nadie consintió este trato: la revolución agrícola era una trampa.
Harari, 2014

Una forma necesaria de historia


Reconocimiento a la labor y aportes de Arnold Hauser (1892 –1978)

Necesitamos acuciantemente una historia social de la habitación, construida como alternativa complementaria y dialéctica con las historias de la arquitectura al uso.
Por historia social de la habitación entendemos aquí una orientación historiográfica que preste especial atención a las circunstancias sociales, económicas y culturales que concurren efectivamente en la operación humana de tener efectivo lugar en un mundo marcado por una impronta de época propia y diferencial. ¿Cómo se habitaron las estancias domésticas en los Países Bajos en el siglo XVII? ¿Cómo evolucionaron nuestras actuales nociones acerca del confort? ¿De dónde proviene nuestro anhelo contemporáneo de privacidad individual? Cuestiones como éstas son cruciales para comprender los modos en que se ha construido nuestro presente.
Y también es crucial tal historiografía para reinterpretar la arquitectura en clave humanista.

Una cierta cualidad en el aire


Kazimir Malevich] (1879- 1935) Dos hermanas (1920)

Generalmente, ¿cuáles son para las imaginaciones materiales las cualidades más fuertemente sustanciales del aire? Son los olores. Para ciertas imaginaciones materiales, el aire es ante todo el apoyo de los olores. Un olor tiene, en el aire, un infinito.
Bachelard, 1953

La primera condición de un lugar habitable es constituir una atmósfera respirable. De esta manera, lo primero que percibimos de un lugar es su olor.
Mediante el olfato se dispone de una cierta línea de base perspectiva característica del olor propio, con lo que se consigue comparar de inmediato la presencia eventual del Otro, del Extraño. Existe un juego complejo de afiliaciones y rechazos sordos orientados por lo percibido en forma por demás discreta con la nariz. Hay fronteras invisibles y vagos, aunque revelados territorios trazadas por los tonos osmotópicos del lugar.
Así, los lugares efectivamente habitados se ven caracterizados, de un modo primitivo y entrañable por esa cierta cualidad del aire que se percibe como fragancia del lugar apropiado. La memoria guarda por largos plazos esas sensaciones y es una maravilla volver a ciertos lugares asistido por recuerdos así convocados.

La arquitectura edificada sobre la ciencia hermenéutica del habitar


Cornelis Corneliszoon van Haarlem (1562 – 1638) La primera familia (1589)

Cierta arquitectura debe edificarse hoy sobre una ciencia hermenéutica del habitar.
Una arquitectura que palpite con las energías de la vida, que se estremezca con el roce de la piel, que respire queda los hálitos de quienes la habiten. La novedad creativa no es otra que registrar el pulso de la humanidad aquí y ahora con vocación de crianza del futuro. La innovación técnica no es otra que poner las cosas al servicio de quien las opera, usa e implementa. La estética oportuna no es otra que proliferar allí donde los cuerpos encuentran confortable inmersión.
Se trata de una ciencia de naturaleza hermenéutica, ya que, por ahora, el lenguaje de los cuerpos vivos nos es relativamente hermético, cerrado su sentido sobre sí y es preciso desbrozar su equívoca transparencia insignificante para que nos alcance a guiar en la oscuridad apasionante donde nos movemos ahora, allí donde buscamos los fulgores de certezas.

Arquitectura soñada


Giorgione (1478- 15101) Venus dormida (1510)

La mejor de las arquitecturas es la que portamos al abrigo del sueño. ¿Hay un lugar más bien iluminado, donde mejor reverbere la música de la respiración, donde se aspiren las mejores fragancias y donde proliferen las más tersas texturas?
Cuando el cuerpo vuelve su estructura hacia adentro, descansando de su estancia efectiva en el lugar, para invaginarse sobre su aquí interior, entonces es posible soñar con monstruos y pesadillas tanto como con hermosas presencias en la Arcadia que rememoramos. Precisamente porque podemos padecer los sinsabores de la inquietud, también nos es factible solazarnos en la mejor de las arquitecturas, aquellas que visitamos en el sueño, al abrigo del cuerpo relajado. Allí deseamos con el ímpetu más desenvuelto las membranas más sutiles que contienen las cosas fundamentales para vivir.
Es una arquitectura lábil, evanescente y pletórica de vida. Quizá nos merecemos en la vigilia, al menos un tenue recuerdo de esta arquitectura soñada.