Mostrando las entradas con la etiqueta Baño. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Baño. Mostrar todas las entradas

Dimensiones de las ceremonias del habitar. La limpieza corporal (V)

Mary Cassatt (1844- 1926) Mujer en su lavabo (1891)

¿Cuán profundas son nuestras actuales salas de baño?
Puede comprobarse su estrechez con el expediente de extender los brazos y con comprobar que nada queda muy lejos.

Sólo el omnipresente espejo abisma la hondura fundamental, esa ventana en que verificamos, día tras día, que el tiempo pasa, pero que, por fortuna, seguimos siendo los mismos. Mientras nos dure.

Dimensiones de las ceremonias del habitar. La limpieza corporal (IV)

Friedrich Thumann (1834 –1908) En el baño (1908)

Antaño, la ceremonia del baño constituía una instancia discreta, un acontecimiento, con ciertos tintes religiosos, festivos y salutíferos.
Es natural que en tales circunstancias, la limpieza corporal tuviese muy otras características diferenciales en lo que toca a lo existencial. Hoy, el ritual del bautismo apenas si nos recuerda algo de las antiguas resonancias de la ablución lustral. La razón de la higiene y el decoro puramente social ha dominado sobre los contenidos más trascendentes.
Pero aún nuestros rutinarios lavabos conservan un aspecto de pila sacramental que el rediseño aprovecha astutamente para significar allí donde se está más cerca de la piel y en la más íntima de las soledades.


Dimensiones de las ceremonias del habitar. La limpieza corporal (III)

Hashiguchi Goyo (1880- 1921) Mujer en el baño (1915)

Si uno se resigna a considerar con atención y seriedad la publicidad televisiva, puede llegar a creer firmemente que no hay asunto más arduo que el mantenimiento decoroso de la cabellera, peculiarmente la femenina. Pero eso no es todo. Contemplar el interior de un gabinete de productos de toilette es apreciar la magnitud en que la industria cosmética se ensaña con la piel humana. Nuestra condición de consumidores nos vuelve dóciles a tales incitaciones y es así que nuestras salas de baño proliferan en toda clase de productos al alcance de la mano.
Habitar un baño, en la actualidad, consiste en central el cuerpo en un reducto relativamente reducido y estirar la mano en diversas direcciones para aplicar la más dilatada gama de productos. Todos ellos dedicados al halago de la piel.

El decoro personal, por lo visto, da trabajo. Tanto al locatario del duchero como a la industria, que desespera en los medios masivos de comunicación para que se elijan sus ofertas.

Dimensiones de las ceremonias del habitar. La limpieza corporal (II)

François Lemoyne (1688- 1737) Bañista (1724)

Quizá no haya mejor música que la que produce el agua que cae sobre un estanque. La inmersión en esta música es una antigua ceremonia que nos religa con las cosas grandes del mundo. Toda purificación es una aspersión que suena a maravilla. En los patios granadinos, el agua de las fuentes es un recordatorio de un gesto religioso que trasciende creencias particulares.
La piel se estremece en contacto con el agua. Es por esto que uno de los consumos energéticos más considerables en una casa contemporánea se constituya con el acondicionamiento del agua para el baño y la limpieza. La medida crucial del confort domiciliario se constituye con ingentes masas de agua convenientemente caldeada para halagar el termómetro corporal más sensible.
La ceremonia de la limpieza corporal se cierra sobre sí misma en la dimensión osmotópica. Con la purificación por el agua no alcanza: es preciso ejercer la retórica de lo apropiado con la adecuada y decorosa fragancia a limpio. El sentido de lo conveniente se expresa en la higiene racional reforzada con el oler lustral.

De las hondas entrañas de la sala del baño salimos entonces depurados para habérnosla con la tribulación de la vida social.

Dimensiones de las ceremonias del habitar. La limpieza corporal (I)

Max Klinger (1857 –1920) Bañistas (1912)

Los humanos hemos marchado lejos en pos del agua. Sólo allí donde se encontrase podríamos contar con la posibilidad de purificarnos y componer el gesto. La limpieza corporal tiene, como ceremonia, una primera dimensión que implica alejarse al encuentro del agua limpia. Aún hoy, cuando no sin gran esfuerzo y costo logramos acercar el agua al interior de nuestras casas, siempre nos tomamos distancia para la ceremonia de la limpieza corporal.
Las miserias del Existenzminimum, más el costo del acondicionamiento térmico tienden a reducir, en principio, la altura y también la amplitud: habitamos pequeñas máquinas-de-limpiar-el-cuerpo. Nuestros baños actuales tienden a constituir ámbitos-cápsula que contornean el cuerpo, circunspecto señor en el reducto de una recién conquistada soledad individual.

Es por eso que el espejo, elemento ineludible del narcisismo contemporáneo, es también un escape de alivio y perplejidad hacia otra profundidad perspectiva, tan ilusoria como acuciantemente necesaria. 

Historia universal del cuerpo y el agua

Jean-Léon Gérôme (1824- 1904) Bañistas en el río (s/f)

Antaño, el baño era dominantemente festivo, colectivo y reparador. Para llegar a la actual condición de requisito cotidiano, higiénico e íntimo, ha corrido mucha agua, por cierto.
Es que antes sucedía con menor asiduidad relativa. La frecuentación del agua mejora ciertamente la higiene del cuerpo, pero percude el valor ritual y ceremonioso. Asimismo, el agua apta para el baño escaseaba junto con las circunstancias propicias a su uso. La domesticación plena y eficaz de grandes cantidades de agua potabilizada y acondicionada térmicamente vuelve lo raro en común así como lo sagrado en profano. Por otra parte, el largo proceso histórico que va desde el baño público y colectivo hacia el reducto privado e íntimo, transforma una fiesta grupal en un ritual ensimismado.

Precisamente ahora que nos las habemos íntimos con el agua, el Sagrado Mercado nos atormenta con su prolífica oferta de jabones, geles, cremas, champúes, perfumes y demás cómplices del aliño bienoliente. Por lo que se puede ver en la televisión, es terreno arduamente disputado.

Un sueño de una sala de baño

Edgard Degas (1834- 1917) La bañera (1889)

Una sala de baño se deja soñar con las alegrías sagradas del agua.
En la actualidad se cuida con especial esmero el arreglo de nuestras estrechas salas de baño. Quizá este esmero radique en el ajuste del ámbito al retiro narcisista. Así, superficies tersas, rotundas y limpias rodean de cerca el cuerpo y los rituales cotidianos de su cuidado.

Pero debe cuidarse de asegurar un lugar significativo al lenguaje del agua, elemento purificador en más de un sentido.

Reescrituras (III) El largo viaje del agua hacia el interior de la casa

Alfred Stevens (1823- 1906) El baño

Ha sido necesario un prolongado proceso histórico y técnico el que conduce eficazmente el agua hacia el interior de la casa. El cuerpo, agradecido. No obstante, para los arquitectos no deja de ser un intruso incómodo y peligroso de humedades. Ya lo dijo Le Corbusier: Pour Viollet c’est facile: pas de tubes!
* * *

El puro aseo y la alimentación sana no son motivaciones suficientes para justificar tamaño proceso histórico. Es la purificación por la ablución ritual la que mueve las fuerzas históricas. Es la búsqueda del elemento mítico esencial para la construcción del ritual y ámbito íntimo. Es la recuperación simbólica de la Primera Sustancia del habitar, de las que todos guardamos confusa pero clara nostalgia.


Abluciones, lavados, eliminaciones

Standard Sanitary Manufacturing Company Muestra comercial (1912)

La denominada sala de baño es un ámbito de inserción tardía en el interior de la casa. Concurren varios procesos históricos en esta irrupción.
Por una parte, se ha desarrollado una ardua ingeniería que toma el agua del ambiente, la vuelve potable, la distribuye en la ciudad, se inmiscuye en las entrañas de la casa y es devuelta al ambiente como agua altamente contaminada. Un ciclo antrópico domesticador del agua ha sido costosamente desarrollado, no sin pérdidas.
Por otra parte, el antiguo rito purificador de la ablución y la inmersión ha cedido lugar a la yuxtaposición de usos cotidianos que sólo tienen en común el uso intensivo de agua limpia: abluciones, lavados, eliminaciones. A lo excepcional de la purificación episódica le sucede la banalización cotidiana. Así, profanamos el agua depurada con todo tipo de sevicias, arrojando lejos asquerosidades malolientes y malsanas.
También concurre una renovada preocupación por la intimidad, el aseo y el arreglo personal. En lo hondo de la sala de baño aguarda siempre un espejo implacable.
Las antiguas maravillas del agua límpida y surgente se sustituyen ahora por la infamante domesticación de ésta en ocultas cañerías: ahora los falsos ídolos del fariseísmo contemporáneo son los aparatos de grifería y los sanitarios.

El agua, por su parte, suele vengarse de esta injusticia en forma de humedad por pérdidas.

Valores del baño

Palma Vecchio (1480- 1528) Diana y Callisto (1528

Antaño, el baño era dominantemente festivo, colectivo y reparador. Para llegar a la actual condición de requisito cotidiano, higiénico e íntimo, ha corrido mucha agua, por cierto.


H.C. White Co Publishers Mujer en el baño (1902)


Lo importante es cómo ha devenido el significado del baño y del cuidado personal. Más allá de la pura disponibilidad técnica de ámbitos domésticos e instalaciones, es crucial cómo han devenido los valores en juego.
¿Cómo devendrán los baños del futuro ante las ahora incipientes inquietudes ambientales con referencia al agua, la energía y los modos sustentables de habitar?

La batalla ganada por la higiene

Veniamin Ivanovich Borisov (1935-) Después del baño (1993)

El adecuado equipamiento sanitario ha sido un gran logro para la vivienda popular.


Las nueve condiciones propuestas por Ernst May a la vivienda mínima (VIII)

7.       Ningún apartamento se debería construir sin tener un sanitario propio. Incluso en lo posible, hasta los apartamentos más pequeños deberían tener una bañera de un puesto o una ducha. La bañera y las instalaciones de lavado debería estar entre las habitaciones y ser accesible desde el corredor de circulación.


¡Retretes y duchas para el pueblo! A cambio de reducir los espacios, tener una garantía de salubridad: de esta negociación entre el sistema capitalista y el proletariado algo van ganando estos últimos. No es por cierto un aspecto menor.

El agua y la piel

Anders Wilhelm Karnell (1871- 1934) Fotografía publicitaria (1923)


Que la facilidad de abrir una grifería no nos deprecie el valor del agua. 

La domesticación del agua

La sala de baño es un ámbito de inserción tardía en el interior de la casa.
Para llegar a disponer de baños como los actuales se ha domesticado el agua. Arduas ingenierías toman el agua dulce del ambiente, la vuelven potable, la distribuyen por la ciudad, la introducen dificultosamente en el interior de la casa y, a través de vistosa grifería, llega a tomar contacto salutífero con la piel.

El agua doméstica debe tratarse con el cuidado que merecen las cosas peculiarmente importantes.

Agua clara y purificadora

Lilian Genth (1876- 1953) En lo profundo del bosque (1910)


Oigamos a alguien especialmente lúcido: El agua evoca en primer lugar la desnudez natural, la desnudez que puede guardar una inocencia (Bachelard, 1942)

Roces del agua

Al contacto con la radiación solar, al roce con la leve brisa, se le agrega necesariamente la caricia del agua como alegrías esenciales de la piel.
Mucho antes de banalizarse en la pura higiene, la ablución tiene un significado original de purificación. Para Tales de Mileto, el agua llega a ser la sustancia primordial y si subsumimos el cosmos en la vida, algo de razón le asistía.

Pero lo que se conserva, en la percepción fundamental de la piel, es la magia

Los niños, señora…

Viggo Johansen (1851- 1935) El baño de los niños (1888)


Parte no menor en los desvelos maternales consiste en mantener en estado decoroso a los críos. Estos tienden a resistir el ímpetu higienista, pero, al fin, ganan las madres. Una pequeña y cotidiana batalla doméstica.

La magia del agua

Lucas Cranach el Viejo (1472- 1553) La fuente de la juventud (1546)


Mucho antes que el baño se racionalizara como ritual higiénico o como pasatiempo ocioso, su ocurrencia tenía unas pocas y señaladas ocasiones, eso sí, revestidas de magia.

El decoro en el cabello

John French Sloan (1871- 1951) Domingo, mujeres secándose el pelo (1912)


Mucho antes que se inventaran los secadores de cabello, las coquetas empezaron a dedicar mucha higiene y, sobre todo, embellecimiento a sus cabezas. La ocasión de secárselas al sol la aprovechaban, como es habitual en ellas, con animadas reuniones de conversación. Hoy, el ruido de los secadores entorpece la comunicación, pero ellas siguen hablándose.

Lavados localizados

John R. Frazier (1889- 1966) Lavado de pies (1923)


Cuando el agua escaseaba y el baño era un ritual menos frecuente que en la actualidad, proliferaba el lavado localizado en ciertas regiones “críticas” del cuerpo. Si se repara en la forma de los zapatos, puede pensarse incluso que antes de una cuestión de higiene, el lavado de pies era un alivio.