Catacresis


Gordon Parks (1912-2006)

Por catacresis se tiene, en la economía general del lenguaje, aquellas expresiones metafóricas que se naturalizan en el uso.
El ejemplo más frecuentado es la denominación de los soportes verticales de mesas y sillas como “patas”. En su origen, fue un modo metafórico de expresarse al asimilar las extremidades animales a los elementos constructivos. La fotografía de German Lorca que ilustra la entrada anterior comenta tal hecho con elegancia y buen tino.
Ahora podríamos desandar el camino y considerar que los elementos arquitectónicos bien pudiesen asimilarse a rasgos de nuestra propia fisonomía. Podríamos meditar acerca de las catacresis que no han llegado a acontecer.

La ocasión del desayuno en la ciudad


Ken Van Sickle (1932- )

Desayunar en un café ciudadano bien emplazado es un placer a que casi ningún urbanita se resiste.
Es una buena ocasión para aprovechar la situación y contemplar con calma cómo se despierta la actividad ciudadana. Sahumado adecuadamente por el aroma del café y arropado por los rumores de tazas y cucharillas, en torno al parroquiano todo se confabula para hacer del desayuno ciudadano una de las formas de la gloria.
Se honra aquí, habitándolo, un crucial momento del día. Por ello, las ciudades deberían cuidar la pervivencia de ciertos cafés que tienen la infrecuente virtud de estar especialmente bien situados.

Antropología de la pobreza en el habitar


Costas Balafas (1917-2011)

Debemos estudiar científicamente la pobreza en el habitar.
Debemos conservar el corazón caliente para alimentar la solidaridad, claro que sí, pero también la cabeza fría para no caer en la trampa del asistencialismo paternalista y estigmatizador. Los pobres deben dejar de ser tales por su condición de congéneres titulares de derechos, tanto como tienen también derecho a la identidad cultural. Cabe preguntarse, al respecto, ¿Qué es la pobreza en el habitar?
Sólo cuando se pueda contestar con fundamentos rigurosos a esta cuestión podremos acometer la tarea de combatirla poniendo a los propios protagonistas de la historia en el lugar que merecen. Los “realistas” se preocupan en el “mientras tanto”: las políticas sociales de nuestro tiempo exhiben al respecto tanto sus luces como sus sombras.

Arquitectura viva de los cercos


Costas Balafas (1917-2011)

Hay una arquitectura de cercos que, al tiempo que da forma al lugar propio, cierra el acceso al lugar otro.
Pero la vida humana no se conforma con el trazado tajante que diferencia, opone y distingue. Siempre existe un pujo por asomarse al borde del cerco y mirar más allá o, eventualmente, escaparse y vencer la frontera. Así somos.
Vivimos proponiendo límites para desafiarlos, en una eterna lucha entre las arquitecturas vivas del lugar y las construcciones que compartimentan los mundos.

Instrucciones para habitar una escalera


Émile Savitry (1903-1967)

Toda vez que una escalera es un ámbito muy calificado en su habitación es necesaria una conducta condigna con su condición.
A efectos de habitar una escalera de un modo adecuado, digno y decoroso, es preciso considerar la disposición fundamental del ánimo para afrontarla. No es lo mismo, ciertamente, descender que ascender ya que el cuerpo necesita prepararse diversamente para la correcta práctica del ámbito. Un rápido pero concienzudo examen de las proporciones preparará el cuerpo para el esfuerzo, según su empinamiento, desarrollo o traza. Asimismo, es crucial la decisión acerca de la distancia horizontal entre el eje del cuerpo con el pasamanos. Un expeditivo examen del estado material de los escalones nos preanuncia una advertencia sobre la seguridad relativa del paso.
Una vez acometido el primer peldaño, es preciso guardar memoria en la zancada, porque (es de suponer) la escalera impondrá en su proporción entre la huella y la contrahuella una ley rítmica regular. Según esta pauta, dosificaremos la velocidad, a efectos de no agotarnos indignamente el aliento.
También según esta norma es que adoptaremos una etiqueta acorde con las circunstancias.
Sólo entonces, cuando nos sometamos de buen grado al andar apropiado, podremos comenzar la aventura de habitar verdadera y cabalmente el ámbito de la escalera y participar de su espíritu particular. Sólo entonces podremos comprender los pormenores existenciales de su secreto diseño. Porque una escalera es, siempre, una persona que transita una escalera.
Mientras que servirse de una escalera es asunto de aprendizaje conductista, habitarla es muy otra cosa.

Vacíos y llenos


Peter Marlow (1952-2016)

La arquitectura de los edificios es una articulación de vacíos y llenos.
Por su parte, la arquitectura de los lugares también tiene esta característica, pero con las regiones exacta y recíprocamente intercambiadas. Así el lleno del edificio se hurta a la vida, mientras que en los intersticios de la obra es donde ésta campea a sus anchas. El lleno del edificio es una escultura de gran tamaño relativo, mientras que sus rincones vacantes apenas contienen las palpitaciones del habitar. Se trata de dos arquitecturas opuestas y complementarias, en donde una muy sutil membrana constituye la forma en que interactúan.
Esta tan tenue membrana es la forma cabal y auténtica de la arquitectura que sirve a su finalidad trascendente.

La condición liminar


Nicolas Tikhomiroff (1927-2016)

Habitamos umbrales.
Puede sospecharse que la propia condición humana es una condición liminar, esto es, que siempre habitamos una región fronteriza y nos encontramos precisamente en acto de traspasarla. Es por ello que, quizá, nos complazcan tanto las ventanas, los balcones, las puertas, los bordes y los puentes. Sitios así, en que nuestra propia situación nos indica la copresencia de Uno y Otro Lados, a la vez que nos disponemos a dejar uno en favor de sentar nuestros reales en el otro.
La vida transita estremecida por una terminable serie de límites dispuestos para su atravesamiento.

La arquitectura y la vida


Domenico Riccardo Peretti Griva (1882-1962)

Es constatable que en las fotografías de arquitectura las personas suelen estar ausentes.
En contadas ocasiones, una figura humana apenas llega a fijar por proporciones la escala de la ocurrencia arquitectónica. Así, la fotografía arquitectónica es un canto al espacio vacío. Las cosas, por lo general se muestran tan ordenadas que delatan un arreglo “para la foto” que termina por constituir otro recurso retórico que abomina la vida humana en la majestad de masas y espacios.
Todo se confabula para separar el espectáculo de la obra tectónica prístina de todo roce con lo que efectivamente llevamos a cabo cuando la arquitectura se habita. Y este apartamiento es dramático y culposo. La obra toma una distancia retóricamente insalvable con su finalidad. Así, el emprendimiento constructivo consigue ofrecerse como mercancía, a costa de su condición más esencial.
Por esta razón, en este sitio hemos insistido cada día en aportar iconografías significativas acerca de qué cosas hacen las personas en sus lugares, antes que ofrecer hermosas imágenes de puras obras de arte.

La retórica de la fotografía


Larry Towell (1953- )

A pesar de que los intérpretes han perdido gran cuota de ingenuidad al respecto, la fotografía todavía conserva un resto de mínima manipulación de la realidad de las cosas.
Este efecto es aprovechado, naturalmente, por los estafadores de la fe pública, mediante la más vil de las manipulaciones engañosas. Pero cuando podemos confiar en la buena fe del fotógrafo, todavía recaemos en una actitud proclive a considerar que el artista se vuelca honrada y humildemente a que sean las cosas y las personas fotografiadas las que digan los suyo. El gesto retórico del fotógrafo es apenas señalar algún aspecto de lo “real” o “lo dado” con apenas un efecto retórico de indicación y encuadre. Una retórica mínima, sutil y por lo general, convincente.
Pero lo que en verdad hacen los fotógrafos de buena fe y talento, es enseñar a ver en las cosas, las personas y los lugares, aquellos mensajes que escriben en los paisajes. Así, no le creamos tanto a las fotografías que se nos exhiben, sino creamos en las que podemos tomar por nosotros mismos, siempre que hayamos aprendido a ver y leer la escritura de las cosas.

Una década


Albrecht Dürer (1471 – 1528) San Jerónimo penitente (1498)

Ya son diez años de insistir. Y en penitencia.

Mitografías


Tina Modotti (1896-1942) Hoz y martillo (1927)

En el mundo simplificado donde domina el sentido común, las cosas son, los utensilios sirven y los signos significan.
Pero en este complicado mundo en que vivimos, los estatutos se confunden, las funciones son intercambiables y así las cosas significan y sirven, los signos sirven y son y los utensilios significan y son. Por esta razón debemos estar advertidos por los mensajes que los objetos útiles nos enrostran, sin que nos percatemos de ello, aquejados de una peculiar ceguera o quizá cierto analfabetismo para descifrar las significativas mitografías que los objetos escriben en los lugares que habitamos. En el ejemplo que ilustra estas palabras, las cosas útiles han promovido la confección de iconos que condensan todo un discurso (mito). La fotógrafa militante vuelve a encontrar tal discurso en los útiles, con lo que constituye una reduplicación interesante. Por otro lado, el proceso de circulación de funciones se difunde por todos los objetos útiles que nos rodean.
Porque las cosas de vivir se han dispuesto según unos órdenes conveniente para servirnos como útiles, y al hacerlo así, nos devuelven un elocuente mensaje acerca de nuestra condición de existentes.

Notas para una filosofía del habitar (XXII) El derecho a habitar



La construcción metódica del derecho a habitar es, en cierto modo, el principal producto ético y político de la Teoría del Habitar.
El concepto de derecho a habitar proviene de la revisión crítica del histórico derecho a la vivienda, así como de la justipreciación del derecho a la ciudad.
Se trata de un derecho humano fundamental, toda vez que se reconoce al habitar como un rasgo constitutivo de la condición humana. A la vez, se trata de un derecho social, toda vez que es el conjunto estructurado de los habitantes de un lugar (asentamiento rural, villa, ciudad, metrópolis...) el sujeto titular de este derecho. Se trata de un derecho colectivo, toda vez que cada vulneración a un habitante deprivado supone el quebrantamiento del derecho a habitar del conjunto total de la comunidad que le acoge.
Todavía hay mucho que elaborar al respecto.

Notas para una filosofía del habitar (XXI) Discurso, retórica



La actividad arquitectónica implica la superposición de dos modalidades de discurso: el de las formas, que constituye una escritura con cosas y lugares, por una parte y por otro, por las teorías, consignadas en escritura convencional, que la justifican o promueven.
Esta característica supone una compleja operación retórica. La teoría convence, mientras que la forma seduce. De tal modo, el comitente obtiene la arquitectura que merece, en un contexto común con su arquitecto, toda vez que se armonizan conveniente y durablemente ambos modos retóricos.
La retórica de la seducción por la forma arquitectónica opera rindiendo al sujeto a la presunta evidencia que las cosas y los lugares no han hecho más que situarse mutuamente de un modo adecuado, digno y decoroso. Hay una cuota de satisfacción y otra de sorpresa agradable mutuamente imbricadas.
Por su parte, en el discurso teórico se suele apelar a los recursos de la razón, al argumento fundado, sin olvidar la consigna movilizadora. También es necesario construir un marco general de inteligibilidad, de congruencias axiológicas y de anticipaciones ideales. Por lo general, los destinatarios de la literatura teórica son los arquitectos profesionales, mientras que los destinatarios de la seducción de las formas son consumidores relativamente sofisticados, que marcan tendencias de distinción y buen gusto dominantes.
No debe descuidarse de ningún modo el aspecto retórico intrínseco de la producción arquitectónica. Porque, en este oficio, nada llega a funcionar efectivamente en la vida social sin su cuota de convencimiento y seducción.