Hacia adentro


Martina Bacigalupo (1978)

Cada vez que alguna ocurrencia, al hacernos gracia, no impulsa a reparar en aquello que hubiésemos debido pensar, incurrimos en este gesto.
Cada vez que alguna noticia nos horroriza en su revelación ominosa, incurrimos en este gesto.
Cada vez que encontramos, de modo sorpresivo, la solución para un difícil problema, incurrimos en este gesto.
¿Y qué indica este ademán? Indica que debemos replegarnos, en el instante decisivo, hacia adentro, hacia el cuenco de la mano que abriga la revelación de lo nuevo.
Es entonces que nos recluimos en un mundo pequeño, dominado por una única y brillante revelación.

¡Luz, más luz!


Andrea Frazzetta

Mediante el gesto de arrojar luz se construye también el lugar habitado.
La articulación del lugar mediante la línea que separa la penumbra de la luz es un recurso mediante el cual se modula una de las más importantes dimensiones de la estructura fundamental del lugar. La luz revela la emergencia de ciertas figuras significativas de lo propio habitado, mientras que las penumbras delimitan los ámbitos, arrojando a las distancias de las sombras todo aquello que, en ciertas circunstancias, no es del caso tener presentes. La luz separa planos existenciales, enfatiza las jerarquías y su proyección diferencial modula la escala humana de los ámbitos.
La consigna postrera de Goethe no debe ser entendida como el mero abuso cuantitativo de la iluminación, sino como una reivindicación del valor inteligente de su implementación.

Fundamentalistas del Libro


Andrea Frazzetta

Puede adivinarse, aunque no esté acreditado, que tras la lupa acecha un ejemplar de humanista, bibliómano y pensador insigne.
Me callo el nombre que sospecho. Porque lo importante en la fotografía es precisamente ese gran lente de aumento que multiplica tanto la atención acuciante como la revelación más íntima de los signos y las manchas del tiempo.
Sujetos así merecen, por justicia poética, ser asesinados mediante la aleve maniobra de envenenar las esquinas inferiores de los folios. El torvo criminal puede esperar con toda la paciencia del mundo. Su víctima, fundamentalista del Libro, hará precisamente lo que previó este plan siniestro.

La conquista poética del lugar


Vadim Stein (1967)

Toda nuestra admiración es poca cuando reparamos en cómo se aplican las danzantes a la conquista poética del lugar.
Es que el cuerpo de las bailarinas realiza de modo insuperable eso que el cuerpo de todos nosotros hace de modo más prosaico y pobre: tener lugar.
Tener lugar es ocupar de modo pleno espacio-y-tiempo, es realizar perceptible e inteligible la operación de hacerlo, hurtándolo de la condición amorfa e insignificante de la Naturaleza. Tener lugar es poblar con una presencia concreta y viva una situación tanto como una ocurrencia.
En la belleza del gesto de la danzante está toda la belleza potencial de nuestra propia condición humana. Por ello, las bailarinas pueden considerarse, de lo humano, lo excelente.

Profundidades


Luis Alonso (1969)

Cada vez que ascendemos por una escalera no sólo nos elevamos hacia las alturas, sino que, recíprocamente, emergemos de una profundidad.
Así es el tránsito a través de las escaleras: una marcha hacia adelante que se resuelve en una transformación del de estatuto vertical, el que puede ser asumido de modo ambivalente. Pero la marcha, en sí, siempre es adelante y esforzada.
Lo que puede diferir en su carácter es la transformación vertical. Porque sólo se conquista la altura si se emerge de una profundidad, así como se consigue una profundidad si se cede la eminencia. Mientras que marchar es habitar el mero espacio y tiempo, la práctica vertical de la escalera es una transformación existencial.
Así, la habitación de una escalera puede significar el más paradójico misterio o el más sumario de los expedientes. Todo depende del habitante de la escalera.

Fatigas del urbanita


Matt Stuart (1974)

Cae la jornada y a los urbanitas nos vence la fatiga.
Son tantos los estímulos, las incitaciones al consumo, los frenesíes de los tránsitos que, apenas se hunde la luz del sol, nos encontramos exhaustos y hartos de todo. Son tantas las agitaciones, los inseguros procedimientos, las alertas, que ansiamos huir, prestos de todo esto. Y todo esto, es lo urbano, precisamente lo que nos presta nuestra peculiar condición e identidad de habitantes.
Así, la vida urbana nos sacude con saña y luego nos tira hacia los sueños cada vez más atribulados.


Huir


Newsha Tavakolian (1981)

Supongo que a todos les pasa. Cada tanto, buscamos huir del pozo en que hemos caído. Cosas de la vida.
Pero el asunto toma otro cariz cuando advertimos, con alarma, que este pozo es, precisamente, aquello que hemos ido construyendo en nuestro alrededor. Por supuesto, cuando uno se percata de ello es algo tarde, pero siempre se está a tiempo de advertir el error. Ahora ¿por qué es que lo hemos cometido?
Es inquietante no saber responder con contundencia tal pregunta.

Organizaciones donde todo está precisamente previsto


Walter Astrada

En el submundo de las organizaciones regidas por astutos gerentes y otros tecnócratas, todo parece estar precisamente previsto.
Tal como sucede en ciertas arquitecturas concebidas por superhéroes, la vida se encarga, obstinada, de desmentir toda suposición. Allí donde hay vida, hay ruido, hay fricción, hay insuficiencia de presupuestos.
Algún día habrá tanto arquitecturas como organizaciones donde la vida humana marque, desde el principio, su impronta vehemente.

La ciudad lejana


Joana Choumali (1974)

Hay niños para los cuales la ciudad siempre es algo lejano.
Y, sin embargo, la ciudad está en el horizonte, a la vista. Lo que sucede que está alejada tras un margen que no sólo se traza con las distancias en los mapas geográficos, sino que se entablan en la propia perspectiva social. Hay niños que la miran siempre de lejos, tan de lejos que de la ciudad apenas si llegan los ecos, los vagos resplandores y los detritos.
Hay niños que habitan, concretamente, estas lejanías. Y, sin embargo, terminarán por tomar contacto con la trama de la ciudad, y, muy probablemente, no del mejor modo.

Oh, mi burócrata compañera de fatigas


Dave Anderson (1970)

C'est l'Ennui! L'oeil chargé d'un pleur involontaire,
II rêve d'échafauds en fumant son houka.
Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat,
— Hypocrite lecteur, — mon semblable, — mon frère!
Charles Baudelaire

Es el aburrimiento.
En este mundo pequeño, en donde las Formas dominan a los Contenidos, donde los pujos de la vida, los intereses y los deseos, se constriñen en ajados expedientes que tardan en resolverse, tardan siempre demasiado, tardan incluso más que el lapso en que la muerte nos alcanza.
La habitación de las oficinas parece el infierno tan temido por muchos. La pena que se inflige a los locatarios es el aburrimiento, la tristeza y la melancolía que nos viene cuando sabemos que ya no habrá más sellos y firmas cometidas por nosotros. Pero siempre habrá, hasta en las mismas puertas del cielo, algún sujeto que, aburrido, le preguntará: ¿En qué puedo servirle?

La nihilización del ambiente


Dave Anderson (1970)

Hay una promesa a la vez que hay una amenaza: en el futuro aquí habrá una ciudad.
El presente del ambiente se amenaza mediante su nihilización, esto es, su negación por efecto del tratamiento de mero espacio disponible y abstracto. Los constituyentes del ambiente también son amenazados bajo la especie del tratamiento ominoso de meros recursos: tierra, agua, aire, paisaje. A la vida compleja y rica del ambiente le amenazan, en consecuencia, ominosas simplificaciones empobrecedoras.
¿Por qué la promesa de una ciudad futura es, antes o después una suerte de maldición ambiental? ¿No hay alternativa sensata?

Más sobre el atrezo

Dave Anderson (1970)

Al considerar la arquitectura del atrezo, quizá no importe tanto la singularidad individual, su prolijidad o humildad relativa, sino su conformación estructural.
Examínese con cuidado la presente fotografía. El arreglo de las cosas es sumario y austero, sí, pero no faltan ciertos elementos embellecedores que conectan la subjetividad del habitante con el mundo que habita tras las paredes de su ámbito. ¿Relictos de lo religioso?
¿Cuáles son las invariantes? ¿Cuáles son los elementos o rasgos que siempre se hacen presente en todo ámbito habitado? ¿Cómo se proyecta de modo concreto la estructura del cuerpo de las personas en su derredor?

Casi nada entre aquí y allá


Ruven Afanador (1959)

La amplia disponibilidad de esbeltas estructuras metálicas y amplias láminas de vidrio han vuelto posible vivir esa tenue nada entre el aquí y el allá. No obstante, tal articulación aquí/allá siempre la hemos portado en la estructura fundamental del cuerpo habitante. Lo que siempre hemos tenido por una realidad patente, aunque vaga en su situación (¿a partir de dónde o cuándo un aquí se transforma en un allá?), ahora encuentra su figura y su materialización: los seis u ocho milímetros de cristal marcan y ocupan el lugar que los separa. A la vez que nos permite participar de su presencia. Esta constitución, aparentemente contradictoria en sus términos, es esencial para su constitución. Una lámina opaca nos divorcia totalmente del allá, mientras que la casi nada del cristal nos une y, a la vez, nos separa, esto es, articula nuestro lugar.

La interacción con el atrezo


Kate Barry (1967-2013)

Nuestro atrezo es un complejo y estructurado sistema de objetos puestos en nuestro derredor.
Cada uno de estos objetos entabla un orden de relaciones tanto con otros elementos como con el cuerpo de las personas que habitan este ámbito. La presente fotografía tiene su punto peculiarmente inquietante en el hecho que el cuerpo no guarda la relación esperada y habitual con la mesa. Basta una pequeña ruptura en el sistema que enlaza a la persona con su silla, su mesa y su habitación para que todo quede desbarajustado sin remedio.
Es entonces que advertimos, con desasosiego, que algo extraño sucede.

Joven filósofo en el bosque

Richard Baxter

Es acaso imposible no recordar una célebre fotografía de Martin Heidegger caminando por su bosque. En aquella imagen, el personaje maduro echa sus manos a la espalda y en ellas aprehende el bastón que le asistirá en su fatiga.
En la presente, el joven no lo necesita aún y es de esperar que sus reflexiones emerjan ágiles y gozosas. Ya dispone de todo lo necesario: de razón y tiene lugar en el bosque, que es el escenario propicio para la marcha pensativa. A no dudarlo, serán las reflexiones que acompañarán sus sendas de toda la vida por todo el bosque. Hasta que necesite el auxilio de un bastón.

Martin Heidegger

Habitar el cielo


Richard Baxter

Hay una alegría esencial de la existencia en la habitación del cielo.
Son tres los constituyentes fundamentales de todo paisaje: la tierra, el horizonte y el cielo. Este último contiene todo lo presente inasible del mundo, la región alta, enigmática y sagrada, el más allá poblado de signos. Del cielo proviene la condición marco ambiental de nuestra existencia, el tono general que ilumina las cosas de la tierra y el fondo perceptivo de los confines del lugar.
Situarnos como presencias plenas bajo la bóveda animada del cielo es una experiencia estética de la que no podemos privarnos bajo ninguna circunstancia. Porque es allí que aunamos nuestro mundo con el universo. Ni más ni menos.


Todo comienza con un umbral


Richard Baxter

Cruzar un umbral, en cualquier sentido, tiene un carácter de irreversible que estremece a las constituciones más firmes.
Por más que nos arrepintamos, toda vez que abrimos una puerta algo sucede de un modo inaugural. Es que es nuestra naturaleza la que la atraviesa, antes aún que los pies, y rompe ese himen que articula esto y aquello, aquí y allá, antes y después.
En los umbrales nosotros mismos verificamos que nuestra propia condición es liminar. Es todo nuestro ser el que opera todos los picaportes del mundo.