Andre de Dienes
(1913-1985)
La
buena vida está literalmente por descubrir, esto es, se necesita imperiosamente
despojarla de los velos que encubren su condición.
Sólo
tenemos una vida para ensayar, de donde se infiere que la buena vida es una
condición sojuzgada por el imperio de un estado de cosas que impide la
expansión libérrima de sus mejores efusiones. Esto supone un doble compromiso.
Uno de sus aspectos es cognoscitivo e implica el esclarecimiento de aquellos
rasgos ocultos a la conciencia. El otro atañe a la liberación de la buena vida
de los efectos del poder que opera oprimiéndola.
Mientras
que lo que domina hoy es un afán de conocer para munirse de mayor poder
efectivo del sujeto cognoscente sobre su objeto, hay que apostar, aquí, a un
conocer que emancipa y libera la buena vida especialmente digna de ser vivida.