Poéticas del habitar (XI) Semántica y sintaxis


Walker Evans (1903-1975) Lavabo en la caseta y la cocina de la cabaña de Floyd Bourroughs (1936)

Mientras que la Teoría del Habitar se sirve del lenguaje verbal como instrumento heurístico y expresivo, el Habitar en sí mismo se sirve de la arquitectura, que es un sistema de escritura de tipo mitográfico.
Por tal se entiende una escritura en que la notación no se refiere al lenguaje verbal, sino que forma una relación simbólica específica. Se trata de un lenguaje en donde los objetos y su situación en el lugar constituyen sus signos.
La escritura logográfica, —que es la que se funda en el lenguaje verbal— y la mitográfica son independientes, aunque mutuamente traducibles. Es por ello que puede llevarse a cabo una interpretación teórica de una situación de habitación concreta. Pero es comprensible que sería enojoso acompañar cada ocurrencia arquitectónica en el lugar con un cartel aclaratorio o mnemotécnico. Por esto, deberemos aprender la semántica y la sintaxis propias de la arquitectura en tanto escritura.
Deberemos leer aquello que nos dicen los objetos y lo que significan sus mutuas relaciones espaciotemporales.

Poéticas del habitar (X) Historia de la vida cotidiana


Paul Gorge (1856- 1941) Interior de una casa flamenca durante la tarde tranquila (1941)

¿Por qué no contar una historia de la vida cotidiana?
Mientras que las poderosas Fuerzas Históricas se ocupan en protagonizar los Grandes Acontecimientos, hay una historia menuda, humilde, pero de ninguna forma banal en la vida corriente. Una historia privada de Acontecimientos y pletórica de rutinas. Una historia que complete el verdadero sentido de la Otra.
Es una historia que casi no es Historia; es vida vulgar, en donde los desvelos corrientes consisten en asegurarse el sustento, alimentarse y abrigarse, regodearse en alguna alegría menor y poca cosa más. Ni más ni menos. La materia prima de la vida misma.

Poéticas del habitar (IX) Aprendizajes


Hanna Pauli (1864 - 1940) El desayuno (1887)

Suelen decir algunos que el arte no se enseña, pero es claro que sí se aprende.
Es posible que haya que disponer, en el fondo, de un cierto talento innato para desarrollar plenamente el arte de habitar. Pero, si es que el habitar es un arte, parece forzoso aprender a habitar como tarea vital imperiosa, que potencie ciertas capacidades naturales y que haga del trayecto vital algo así como lo que en alemán se denomina Bildungsroman., o novela de formación.
¿Por qué no considerar que aprender a habitar es, eventualmente, una de las asignaturas de la carrera completa de aprender a vivir? Es que en aprendizaje de la vida no todo pasa por las grandes decisiones como el ejercicio de la vocación personal o la formación de una familia. También pasa por el cultivo y disfrute metódico de las alternativas cotidianas de la existencia, allí donde conseguimos tener efectivo lugar.
Una vez que uno repara en el hecho de que el habitar es un arte, más puede convencerse que no se trata de una simple conducta adaptativa, sino de una morosa y esforzada construcción de condiciones, una arquitectura de calidades y efectos sobre las personas. Y este aspecto no puede desdeñarse de ningún modo sensato.

Poéticas del habitar (VIII) Trasfondos


Ludwig Mies van der Rohe al abrigo de su intimidad, en pantuflas.

Por lo general, la arquitectura busca y suele mostrarse en su catadura pública, sabia, correcta y magnífica.
Pero hay que prestar cierta atención a sus trasfondos. En cierto modo, la fachada pública de una arquitectura apenas si es uno de sus aspectos, mientras que, para la vida que la habita, todo lo importante sucede en su trasfondo. Al abrigo de la intimidad, la vida palpita, se relaja y distiende a sus anchas. Ya es hora que alguien ocupe sus talentos en el diseño minucioso y apasionado de estos trasfondos, de los escondrijos, de los recovecos en donde tiene lugar la vida cotidiana.
Quizá no se obtenga de ello satinadas imágenes para publicar en las revistas especializadas al uso, pero el cuerpo se tenderá agradecido.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


...me gustaría proponerles una segunda definición de la contemporaneidad: contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe ver esa oscuridad, aquel que está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (VII) Erótica


Santiago Rusiñol (1861–1931) Glorieta al atardecer (1913)

Una poética del habitar palpitante de vida seduce los ánimos.
La Teoría del Habitar y su discurso apelan al convencimiento racional, mientras que sólo una poética lograda enamorará a las personas y conquistará sus voluntades. Por ello es que el discurso de la Teoría debe desbrozar el campo para que resplandezca el arte de habitar. Es fácil llegar a decirlo y reclamarlo, pero debe confiarse en la existencia, actual y futura, de cabales poetas singularmente inspirados.
Tales poetas del habitar deben cultivar con esmero una erótica específica y para ello deberán interrogar el fondo de los sueños.

Poéticas del habitar (VI) El genuino confort


Ray y Charles Eames

Cuando hablamos de confort, en lo primero en que pensamos —y, a veces, en lo único—es en sus dimensiones físicas.
Esto no está injustificado, pero no es suficiente. El ajuste adecuado de variables como la temperatura, la humedad, la velocidad del aire, el nivel lumínico y sonoro, así como una situación corporal sana y descansada, son claves para definir unos umbrales físicos que contornean una situación de confort-
También hay una dimensión muy importante y es la moral. El confort afecta la digna estancia de las personas en los lugares habitados, con lo que se agrega un componente ético indispensable de considerar. Lejos de considerarse un privilegio, facultativo y excepcional, debe entenderse como un derecho humano básico que afecta a su sujeto como ser-en-situación.
No menos importante es la dimensión emocional del confort. La serenidad y alegría de vivir en una situación confortable es función de la libertad efectivamente ejercida en tiempo presente y en primera persona por los habitantes. Por ello, el confort debe ser objeto de un estudio antropológico especialmente riguroso. Y también debe promoverse la irrupción de una poética del confort específica.

Poéticas del habitar (V) Calidades de vida


Filippo Palizzi (1818 – 1899) Muchacha sobre una roca en Sorrento (1871)

El arte de habitar conforma situaciones en donde las personas tienen su efectivo lugar de modo adecuado, digno y decoroso, produciendo efectivas y constatables calidades de vida.
Toda nuestra fortuna consiste, en efecto, en conseguir una situación donde se reúnan un conjunto de condiciones ajustadas a nuestros requerimientos fundamentales. Se trata de una confortación tanto física como emocional y moral. Y no se trata de simples mínimos mezquinamente administrados sino goces profundos de magnitud conforme del cuerpo.
Pero, a la vez, la situación a la que alcance la persona en su tener lugar debe expresar, con toda exactitud, su dignidad humana inherente. Aquí se establece una concordancia de naturaleza ética entre las personas y los paisajes que pueblan. Esa cualidad tan difícil de caracterizar que hace que los lugareños sean los legítimos poseedores de su estar allí.
Y, por último, pero no menos importante, el decoro, esto es, el logro estético que toda persona merece en su calidad de habitante de un lugar. No es este un lujo o adorno facultativo, sino de una función siempre exigible a toda situación de habitación. Porque hablamos de vida humana, ni más, ni menos.

Poéticas del habitar (IV) Manifiesto



La preocupación científica por el habitar debe ser acompañada con cierta actitud militante que promueva su ineludible contenido político.
Es que el habitar contemporáneo, tal como se experimenta en las actuales circunstancias histórico-sociales, ofrece un espectáculo deplorable. Nuestras ciudades se han vuelto escenarios de luchas crueles y fratricidas por los lugares, un conflictivo mosaico socio-espacial, y ocasiones para las miserias y bajezas de una sociedad que se fragmenta. Nuestras casas se constriñen a sumarios refugios de inanes soledades, de acumulación insostenible de consumos y de precarias celdas de aislamiento hostil. Nuestro constrictivo existenzminimum nos confina frente a la agresión continua de nuestras pantallas, balcones falaces hacia una vida más contemplada que efectivamente vivida. Mientras tanto, la basura se enseñorea en nuestras calles y las plazas se nos han vuelto lugares de acecho peligroso, real cuanto simbólico.
Todo está por hacer y debería redactarse un contundente manifiesto al respecto.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


La contemporaneidad es, pues, una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a este y, a la vez, toma su distancia; más exactamente, es esa relación con el tiempo que adhiere a este a través de un desfase y un anacronismo. Quienes coinciden de una manera demasiado plena con la época, quienes concuerdan perfectamente con ella, no son contemporáneos ya que, por esta precisa razón, no consiguen verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (III) Voces


Thomas Fearnley (1802 -1842). Terraza en Amalfi a la luz de la luna (1834)

¿Qué cantaría un poeta del habitar?
Aquí se ha intentado, con suerte dispar, elaborar un moroso discurso descriptivo y explicativo, con las inercias y rutinas propias del modo expositivo filosófico. Se ha privilegiado, en esta asunción, la clasificación de rasgos y componentes, la definición de términos, y la confección de un mapa del estado actual de la cuestión, al menos tal como se la puede apreciar desde un aquí y un ahora concretos. Sin embargo, todo hace pensar que con esto no se hace más que empezar una tarea, soslayando otras importantes obras alternativas.
Un verdadero y auténtico poeta del habitar podría asumir el compromiso de cantar sus gestas narrándolas. Un verdadero y auténtico poeta, convenientemente inspirado, podría dar cuenta de las historias del habitar, sus pormenores, sus peripecias, su acontecer. Un verdadero y auténtico poeta es lo que necesitamos ahora que todo está por inaugurar.
¿Quién se anima?

Poéticas del habitar (II) La casa y el habitante


Kitty Lange Kielland (1843 – 1914) Interior parisino (1881)

Pareciera que la imagen de la casa fuese la topografía de nuestro ser íntimo
Gaston Bachelard

¿Es posible acaso que la imagen soñada de la casa no fuese la topografía de nuestro ser íntimo?
Es que, en la vigilia, nos situamos proyectando nuestro ser en una esfera pericorporal que roza, día tras día, la arquitectura íntima de la casa. Mientras en el sueño los pormenores especialmente significativos de esta arquitectura se repliegan sobre nosotros, con lo que incurrimos en la otra cara de la vida. Nuestro ser íntimo es una suerte de espejo ¿o pantalla? que rota alternativamente hacia “afuera” o hacia “adentro”.
Lo que somos y constituimos, en el fondo, no es más que una habitación morosa y ensimismada, una arquitectura sutil que confiere significados a todo aquello que nos acostumbra contornear.

Poéticas del habitar (I) El arte de habitar


Anton Müller (1853 - 1897) La estudiante del arte (s/f)

Habitar es un arte.
Esto quiere decir que, en principio, habitar es más que una simple conducta; es una actividad humana que produce cosas y efectos. Las cosas producidas responden a la caracterización genérica de arquitecturas, mientras que por efecto podemos entender cada una de las instancias de nuestra cotidiana calidad efectiva de vida. Es el propio habitar la causa eficiente de la producción social de la arquitectura y de la elaboración también social de la vida cotidiana, común y corriente. Es gracias a que habitamos que producimos tanto las cosas construidas, así como la calidad de la vida que salvamos entre sus muros.
Es forzoso, entonces, elevar un encomio a un arte sutil y elevado cuya magnitud no es otra que nuestra propia estatura como humanos plenos de materia y forma.

Plumas ajenas: Vicente Huidobro


Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
...
Vicente Huidobro, Arte poética

El derecho humano al decoro


Gustave Caillebotte (1848 1894) Joven junto a la ventana (1875)

Es para ser libres que tenemos derecho a lugares para habitar decorosos.
No debe entenderse esta libertad en el sentido restringido en que la concibió la ideología burguesa en los siglos XIX y XX. Se trata de una liberación integral del sujeto en cuanto ser social. Esto quiere decir: un proceso histórico por el cual los principios de igualdad y fraternidad dan lugar a la eclosión plena de la personalidad del ser humano en un orden social que, más que sujetarlo, lo contiene y alienta su autodesarrollo.
La consecución de lugares decorosos para vivir, difundidos en todo el cuerpo social, así como en la extensión integrada de los territorios poblados, es la condición emergente de una verdadera condición de personas libres en concierto pacífico con la sociedad que integran.
En estos oscuros tiempos, todo esto puede ser mal entendido como una pura expresión subjetiva de deseos. Pero ya llegará el momento en que aparezca como la única alternativa sensata para el futuro de la humanidad.

Habitar el cielo

Francisco Prato en https://www.inumet.gub.uy/


Lo recuerdo en el corredor del hotel, con un libro de matemáticas en la mano, mirando a veces los colores irrecuperables del cielo.
Jorge Luis Borges

Habitar el cielo es una experiencia fundamental de la que nos priva nuestra empobrecida vida urbana.
Sólo cuando vivimos el cielo, esto es, cuando deja de ser un sumario telón de fondo perceptivo, sólo entonces recuperamos el tono emocional apto para entender de modo cabal que constituimos un lugar en el mundo. Sólo cuando el cielo se hace presente ante los sentidos, el entendimiento y las emociones, sólo entonces poblamos con plenitud nuestro emplazamiento circunstancial.
Hoy el cielo se ha vuelto un bien tan escaso que hay que tomarse unas vacaciones para recuperarlo.

Investigar con la imaginación (III)


Edward Hooper (1887-1967) Oficina en una pequeña ciudad (1953)

En las circunstancias epistemológicas plenamente consolidadas, el saber avanza moroso y seguro, paso a paso por terreno firme y despejado.
Es en las situaciones de umbral o frontera epistemológica que las condiciones sólo son propicias para saltos arriesgados hacia adelante. Creo que, en lo que toca a la teoría arquitectónica, estamos históricamente situados en una frontera que hay que traspasar. De aquello que creemos conocer a lo que aún no sabemos a ciencia cierta. Debemos munirnos de nuevos conocimientos mediante la forja de renovadas y arriesgadas hipótesis.
Para esto se necesita la imaginación; para tomar energías para acometer el atravesamiento raudo de tales umbrales.

Investigar con la imaginación (II)


Lisboa

Día a día nos deslizamos por las sendas de las rutinas de un hábito a otro.
Sólo por obra de la imaginación podemos encontrar caminos alternativos, situaciones nuevas, puntos de vista recién inaugurados. Sólo por obra de la imaginación podemos alcanzar la perspectiva de aquello que hubiésemos debido pensar, condición del descubrimiento, del desvelamiento cognoscitivo. Sólo por obra de la imaginación podemos reordenar los términos de un problema de modo tal de encontrar la buscada solución.
Porque es la imaginación el recurso siempre salvador cada vez que nos aqueja una perplejidad. Es por imaginar y por prefigurar es que se comienza a conocer.

Investigar con la imaginación (I)


Fernando Pessoa

Investigo con la imaginación.
Fernando Pessoa.

Aquello que se investiga comienza con una primordial perplejidad.
Y con la perplejidad, que proviene de un no-saber, lo único que tenemos a mano es, precisamente, la imaginación. Ésta puede arriesgarse sin medida ni tasa a las más atrevidas especulaciones y transformaciones de la conciencia, con diversas mutaciones de puntos de vista. La imaginación es el vehículo con el que navegamos en la incertidumbre. Por ello es que quizá ninguna investigación que merezca ese nombre puede operar sin esa cuota de riesgo.
Lo demás es trabajo humilde, aplicado y artesano con las ideas, las nociones, los conceptos y con la palabra.