Poéticas del habitar (XI) Semántica y sintaxis


Walker Evans (1903-1975) Lavabo en la caseta y la cocina de la cabaña de Floyd Bourroughs (1936)

Mientras que la Teoría del Habitar se sirve del lenguaje verbal como instrumento heurístico y expresivo, el Habitar en sí mismo se sirve de la arquitectura, que es un sistema de escritura de tipo mitográfico.
Por tal se entiende una escritura en que la notación no se refiere al lenguaje verbal, sino que forma una relación simbólica específica. Se trata de un lenguaje en donde los objetos y su situación en el lugar constituyen sus signos.
La escritura logográfica, —que es la que se funda en el lenguaje verbal— y la mitográfica son independientes, aunque mutuamente traducibles. Es por ello que puede llevarse a cabo una interpretación teórica de una situación de habitación concreta. Pero es comprensible que sería enojoso acompañar cada ocurrencia arquitectónica en el lugar con un cartel aclaratorio o mnemotécnico. Por esto, deberemos aprender la semántica y la sintaxis propias de la arquitectura en tanto escritura.
Deberemos leer aquello que nos dicen los objetos y lo que significan sus mutuas relaciones espaciotemporales.

Poéticas del habitar (X) Historia de la vida cotidiana


Paul Gorge (1856- 1941) Interior de una casa flamenca durante la tarde tranquila (1941)

¿Por qué no contar una historia de la vida cotidiana?
Mientras que las poderosas Fuerzas Históricas se ocupan en protagonizar los Grandes Acontecimientos, hay una historia menuda, humilde, pero de ninguna forma banal en la vida corriente. Una historia privada de Acontecimientos y pletórica de rutinas. Una historia que complete el verdadero sentido de la Otra.
Es una historia que casi no es Historia; es vida vulgar, en donde los desvelos corrientes consisten en asegurarse el sustento, alimentarse y abrigarse, regodearse en alguna alegría menor y poca cosa más. Ni más ni menos. La materia prima de la vida misma.

Poéticas del habitar (IX) Aprendizajes


Hanna Pauli (1864 - 1940) El desayuno (1887)

Suelen decir algunos que el arte no se enseña, pero es claro que sí se aprende.
Es posible que haya que disponer, en el fondo, de un cierto talento innato para desarrollar plenamente el arte de habitar. Pero, si es que el habitar es un arte, parece forzoso aprender a habitar como tarea vital imperiosa, que potencie ciertas capacidades naturales y que haga del trayecto vital algo así como lo que en alemán se denomina Bildungsroman., o novela de formación.
¿Por qué no considerar que aprender a habitar es, eventualmente, una de las asignaturas de la carrera completa de aprender a vivir? Es que en aprendizaje de la vida no todo pasa por las grandes decisiones como el ejercicio de la vocación personal o la formación de una familia. También pasa por el cultivo y disfrute metódico de las alternativas cotidianas de la existencia, allí donde conseguimos tener efectivo lugar.
Una vez que uno repara en el hecho de que el habitar es un arte, más puede convencerse que no se trata de una simple conducta adaptativa, sino de una morosa y esforzada construcción de condiciones, una arquitectura de calidades y efectos sobre las personas. Y este aspecto no puede desdeñarse de ningún modo sensato.

Poéticas del habitar (VIII) Trasfondos


Ludwig Mies van der Rohe al abrigo de su intimidad, en pantuflas.

Por lo general, la arquitectura busca y suele mostrarse en su catadura pública, sabia, correcta y magnífica.
Pero hay que prestar cierta atención a sus trasfondos. En cierto modo, la fachada pública de una arquitectura apenas si es uno de sus aspectos, mientras que, para la vida que la habita, todo lo importante sucede en su trasfondo. Al abrigo de la intimidad, la vida palpita, se relaja y distiende a sus anchas. Ya es hora que alguien ocupe sus talentos en el diseño minucioso y apasionado de estos trasfondos, de los escondrijos, de los recovecos en donde tiene lugar la vida cotidiana.
Quizá no se obtenga de ello satinadas imágenes para publicar en las revistas especializadas al uso, pero el cuerpo se tenderá agradecido.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


...me gustaría proponerles una segunda definición de la contemporaneidad: contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe ver esa oscuridad, aquel que está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (VII) Erótica


Santiago Rusiñol (1861–1931) Glorieta al atardecer (1913)

Una poética del habitar palpitante de vida seduce los ánimos.
La Teoría del Habitar y su discurso apelan al convencimiento racional, mientras que sólo una poética lograda enamorará a las personas y conquistará sus voluntades. Por ello es que el discurso de la Teoría debe desbrozar el campo para que resplandezca el arte de habitar. Es fácil llegar a decirlo y reclamarlo, pero debe confiarse en la existencia, actual y futura, de cabales poetas singularmente inspirados.
Tales poetas del habitar deben cultivar con esmero una erótica específica y para ello deberán interrogar el fondo de los sueños.

Poéticas del habitar (VI) El genuino confort


Ray y Charles Eames

Cuando hablamos de confort, en lo primero en que pensamos —y, a veces, en lo único—es en sus dimensiones físicas.
Esto no está injustificado, pero no es suficiente. El ajuste adecuado de variables como la temperatura, la humedad, la velocidad del aire, el nivel lumínico y sonoro, así como una situación corporal sana y descansada, son claves para definir unos umbrales físicos que contornean una situación de confort-
También hay una dimensión muy importante y es la moral. El confort afecta la digna estancia de las personas en los lugares habitados, con lo que se agrega un componente ético indispensable de considerar. Lejos de considerarse un privilegio, facultativo y excepcional, debe entenderse como un derecho humano básico que afecta a su sujeto como ser-en-situación.
No menos importante es la dimensión emocional del confort. La serenidad y alegría de vivir en una situación confortable es función de la libertad efectivamente ejercida en tiempo presente y en primera persona por los habitantes. Por ello, el confort debe ser objeto de un estudio antropológico especialmente riguroso. Y también debe promoverse la irrupción de una poética del confort específica.

Poéticas del habitar (V) Calidades de vida


Filippo Palizzi (1818 – 1899) Muchacha sobre una roca en Sorrento (1871)

El arte de habitar conforma situaciones en donde las personas tienen su efectivo lugar de modo adecuado, digno y decoroso, produciendo efectivas y constatables calidades de vida.
Toda nuestra fortuna consiste, en efecto, en conseguir una situación donde se reúnan un conjunto de condiciones ajustadas a nuestros requerimientos fundamentales. Se trata de una confortación tanto física como emocional y moral. Y no se trata de simples mínimos mezquinamente administrados sino goces profundos de magnitud conforme del cuerpo.
Pero, a la vez, la situación a la que alcance la persona en su tener lugar debe expresar, con toda exactitud, su dignidad humana inherente. Aquí se establece una concordancia de naturaleza ética entre las personas y los paisajes que pueblan. Esa cualidad tan difícil de caracterizar que hace que los lugareños sean los legítimos poseedores de su estar allí.
Y, por último, pero no menos importante, el decoro, esto es, el logro estético que toda persona merece en su calidad de habitante de un lugar. No es este un lujo o adorno facultativo, sino de una función siempre exigible a toda situación de habitación. Porque hablamos de vida humana, ni más, ni menos.

Poéticas del habitar (IV) Manifiesto



La preocupación científica por el habitar debe ser acompañada con cierta actitud militante que promueva su ineludible contenido político.
Es que el habitar contemporáneo, tal como se experimenta en las actuales circunstancias histórico-sociales, ofrece un espectáculo deplorable. Nuestras ciudades se han vuelto escenarios de luchas crueles y fratricidas por los lugares, un conflictivo mosaico socio-espacial, y ocasiones para las miserias y bajezas de una sociedad que se fragmenta. Nuestras casas se constriñen a sumarios refugios de inanes soledades, de acumulación insostenible de consumos y de precarias celdas de aislamiento hostil. Nuestro constrictivo existenzminimum nos confina frente a la agresión continua de nuestras pantallas, balcones falaces hacia una vida más contemplada que efectivamente vivida. Mientras tanto, la basura se enseñorea en nuestras calles y las plazas se nos han vuelto lugares de acecho peligroso, real cuanto simbólico.
Todo está por hacer y debería redactarse un contundente manifiesto al respecto.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


La contemporaneidad es, pues, una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a este y, a la vez, toma su distancia; más exactamente, es esa relación con el tiempo que adhiere a este a través de un desfase y un anacronismo. Quienes coinciden de una manera demasiado plena con la época, quienes concuerdan perfectamente con ella, no son contemporáneos ya que, por esta precisa razón, no consiguen verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (III) Voces


Thomas Fearnley (1802 -1842). Terraza en Amalfi a la luz de la luna (1834)

¿Qué cantaría un poeta del habitar?
Aquí se ha intentado, con suerte dispar, elaborar un moroso discurso descriptivo y explicativo, con las inercias y rutinas propias del modo expositivo filosófico. Se ha privilegiado, en esta asunción, la clasificación de rasgos y componentes, la definición de términos, y la confección de un mapa del estado actual de la cuestión, al menos tal como se la puede apreciar desde un aquí y un ahora concretos. Sin embargo, todo hace pensar que con esto no se hace más que empezar una tarea, soslayando otras importantes obras alternativas.
Un verdadero y auténtico poeta del habitar podría asumir el compromiso de cantar sus gestas narrándolas. Un verdadero y auténtico poeta, convenientemente inspirado, podría dar cuenta de las historias del habitar, sus pormenores, sus peripecias, su acontecer. Un verdadero y auténtico poeta es lo que necesitamos ahora que todo está por inaugurar.
¿Quién se anima?

Poéticas del habitar (II) La casa y el habitante


Kitty Lange Kielland (1843 – 1914) Interior parisino (1881)

Pareciera que la imagen de la casa fuese la topografía de nuestro ser íntimo
Gaston Bachelard

¿Es posible acaso que la imagen soñada de la casa no fuese la topografía de nuestro ser íntimo?
Es que, en la vigilia, nos situamos proyectando nuestro ser en una esfera pericorporal que roza, día tras día, la arquitectura íntima de la casa. Mientras en el sueño los pormenores especialmente significativos de esta arquitectura se repliegan sobre nosotros, con lo que incurrimos en la otra cara de la vida. Nuestro ser íntimo es una suerte de espejo ¿o pantalla? que rota alternativamente hacia “afuera” o hacia “adentro”.
Lo que somos y constituimos, en el fondo, no es más que una habitación morosa y ensimismada, una arquitectura sutil que confiere significados a todo aquello que nos acostumbra contornear.

Poéticas del habitar (I) El arte de habitar


Anton Müller (1853 - 1897) La estudiante del arte (s/f)

Habitar es un arte.
Esto quiere decir que, en principio, habitar es más que una simple conducta; es una actividad humana que produce cosas y efectos. Las cosas producidas responden a la caracterización genérica de arquitecturas, mientras que por efecto podemos entender cada una de las instancias de nuestra cotidiana calidad efectiva de vida. Es el propio habitar la causa eficiente de la producción social de la arquitectura y de la elaboración también social de la vida cotidiana, común y corriente. Es gracias a que habitamos que producimos tanto las cosas construidas, así como la calidad de la vida que salvamos entre sus muros.
Es forzoso, entonces, elevar un encomio a un arte sutil y elevado cuya magnitud no es otra que nuestra propia estatura como humanos plenos de materia y forma.

Plumas ajenas: Vicente Huidobro


Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
...
Vicente Huidobro, Arte poética

El derecho humano al decoro


Gustave Caillebotte (1848 1894) Joven junto a la ventana (1875)

Es para ser libres que tenemos derecho a lugares para habitar decorosos.
No debe entenderse esta libertad en el sentido restringido en que la concibió la ideología burguesa en los siglos XIX y XX. Se trata de una liberación integral del sujeto en cuanto ser social. Esto quiere decir: un proceso histórico por el cual los principios de igualdad y fraternidad dan lugar a la eclosión plena de la personalidad del ser humano en un orden social que, más que sujetarlo, lo contiene y alienta su autodesarrollo.
La consecución de lugares decorosos para vivir, difundidos en todo el cuerpo social, así como en la extensión integrada de los territorios poblados, es la condición emergente de una verdadera condición de personas libres en concierto pacífico con la sociedad que integran.
En estos oscuros tiempos, todo esto puede ser mal entendido como una pura expresión subjetiva de deseos. Pero ya llegará el momento en que aparezca como la única alternativa sensata para el futuro de la humanidad.

Habitar el cielo

Francisco Prato en https://www.inumet.gub.uy/


Lo recuerdo en el corredor del hotel, con un libro de matemáticas en la mano, mirando a veces los colores irrecuperables del cielo.
Jorge Luis Borges

Habitar el cielo es una experiencia fundamental de la que nos priva nuestra empobrecida vida urbana.
Sólo cuando vivimos el cielo, esto es, cuando deja de ser un sumario telón de fondo perceptivo, sólo entonces recuperamos el tono emocional apto para entender de modo cabal que constituimos un lugar en el mundo. Sólo cuando el cielo se hace presente ante los sentidos, el entendimiento y las emociones, sólo entonces poblamos con plenitud nuestro emplazamiento circunstancial.
Hoy el cielo se ha vuelto un bien tan escaso que hay que tomarse unas vacaciones para recuperarlo.

Investigar con la imaginación (III)


Edward Hooper (1887-1967) Oficina en una pequeña ciudad (1953)

En las circunstancias epistemológicas plenamente consolidadas, el saber avanza moroso y seguro, paso a paso por terreno firme y despejado.
Es en las situaciones de umbral o frontera epistemológica que las condiciones sólo son propicias para saltos arriesgados hacia adelante. Creo que, en lo que toca a la teoría arquitectónica, estamos históricamente situados en una frontera que hay que traspasar. De aquello que creemos conocer a lo que aún no sabemos a ciencia cierta. Debemos munirnos de nuevos conocimientos mediante la forja de renovadas y arriesgadas hipótesis.
Para esto se necesita la imaginación; para tomar energías para acometer el atravesamiento raudo de tales umbrales.

Investigar con la imaginación (II)


Lisboa

Día a día nos deslizamos por las sendas de las rutinas de un hábito a otro.
Sólo por obra de la imaginación podemos encontrar caminos alternativos, situaciones nuevas, puntos de vista recién inaugurados. Sólo por obra de la imaginación podemos alcanzar la perspectiva de aquello que hubiésemos debido pensar, condición del descubrimiento, del desvelamiento cognoscitivo. Sólo por obra de la imaginación podemos reordenar los términos de un problema de modo tal de encontrar la buscada solución.
Porque es la imaginación el recurso siempre salvador cada vez que nos aqueja una perplejidad. Es por imaginar y por prefigurar es que se comienza a conocer.

Investigar con la imaginación (I)


Fernando Pessoa

Investigo con la imaginación.
Fernando Pessoa.

Aquello que se investiga comienza con una primordial perplejidad.
Y con la perplejidad, que proviene de un no-saber, lo único que tenemos a mano es, precisamente, la imaginación. Ésta puede arriesgarse sin medida ni tasa a las más atrevidas especulaciones y transformaciones de la conciencia, con diversas mutaciones de puntos de vista. La imaginación es el vehículo con el que navegamos en la incertidumbre. Por ello es que quizá ninguna investigación que merezca ese nombre puede operar sin esa cuota de riesgo.
Lo demás es trabajo humilde, aplicado y artesano con las ideas, las nociones, los conceptos y con la palabra.

Nuevo artículo académico

Se acaba de publicar el artículo 2024. Las Prácticas Poéticas Urbanitas.Procesos Urbanos, 11(1), e678. https://doi.org/10.21892/2422085X.678

Insistencias sobre el estudio de la vida cotidiana

Camillo Bortoluzzi (1868- 1933) Mercado en Venecia (1894)

La experiencia vital tiene a la cotidianidad como una suerte de tejido sustentante, una localización habitual en precisas circunstancias de espacio, tiempo, figuras y formas. Esto significa que la vida cotidiana merece ser estudiada, investigada y descubierta tras esas pantallas de invisibilidad por exceso de transparencia: su presunta obviedad y la falaz creencia en su conocimiento de primera mano. Debe ser conocida en sí misma como estructura sustentante de la vida y como una manifestación recurrente de su misma sustancia.
En la medida que la cotidianidad reviste este carácter para ser abordada cognoscitivamente, es en su condición de ethos que debe ser considerada bajo un examen ético específico. Hay una ética de lo ordinario, de lo habitual, de lo corriente, que no es insignificante ni banal ni intrascendente. Esta ética de lo cotidiano y de los hábitos es merecedora de la mayor atención teórica... y práctica.
Pero lo más importante quizá radique en hacer caudal de los exámenes tanto cognoscitivos como éticos para dar forma a una techné, a un arte de vivir. Y este es el aspecto que justifica por todo lo alto el haber acometido el desafío del tratamiento profundo y detenido de la vida cotidiana.

Dimensiones de lo confortable


Anna Ancher (1859 –  1935) Luz de sol en el cuarto azul (1891)

El confort tiene, en su dimensión real, mucho de holgada adecuación.
El cuerpo se despliega a sus anchas, cuando las constricciones se reducen a su mínima expresión aparente y cuando es posible sentar uno sus reales sin mayor trabajo. Tal situación resulta de un equilibrio negociado entre las posibilidades efectivas del lugar, del orden de los elementos dispuestos y de una coreografía ajustada de los cuerpos de los habitantes.
En lo que toca a la dimensión simbólica, toda adquisición de confort supone una conquista de libertad corporal, una dignificación del gesto vital y un contento con el incremento del decoro. Con la habituación, la situación confortable se superpone a la condición previsible de la vida y toda mengua al respecto se experimenta como una pérdida molesta. La vida acomoda sus variables.
Pero es en la dimensión imaginaria donde el confort muestra sus aspectos más inquietantes: para conseguir mejor y diferente confort es necesario salir de la situación de confort preexistente. Este salir es crítico y se traduce en una inconformidad de nuevo cuño, ya cuando las alternativas futuras no hacen más que esbozarse.

Los poetas urbanitas



Fuera locura pero hoy lo haría;
Atar un moño azul en cada árbol.
Ir con mi corazón de calle a calle.
Decirle a todos que les quiero mucho.
Subir a los pretiles gritarles que les quiero.
Fuera locura, pero hoy lo haría.

Liber Falco

¿Qué puede esperarse de los poetas urbanitas?
Cualquier cosa menos que resulten razonables: un poeta que se precie debe abolir de cuajo el sentido común dominante en estas tristes ciudades que habitamos. Debe vociferar la locura sensata de los que quieren una ciudad en donde sus vecinos se conmuevan en cada esquina.
Cualquier cosa menos que resulten académicamente calificados para intervenir en las ciudades: los poetas urbanitas son hacedores de pública felicidad y sorpresa antes que torvos urbanistas. La ciudad de los poetas es la ciudad del poder de sus ciudadanos, antes que la ciudad del Poder sobre éstos.
Cualquier cosa menos que resulten rentables: puede que, si los fenómenos urbanos dejan de ser un asunto de negocios para ser un asunto de vivencias, entonces ya no todo estará perdido para la ciudad vivible con gozo y alegrías de vivir. Con un moño azul en cada árbol, eso sí.

Una historia necesaria



A los efectos de reinterpretar la arquitectura en clave humanista, debe indagarse en una historia social del habitar.
A las gestas de los héroes de la profesión arquitectónica la sustituirían los días corrientes de los habitantes: ¿cómo se cocinaba a diario en La Rotonda? ¿cómo se desarrollaban los rituales en el Panteón de Agripa? ¿cómo tenían lugar los complicados juegos políticos en el Palacio Ducal de Venecia?
A la descripción minuciosa de masas, volúmenes y pormenores ornamentales de las cosas construidas se sustituiría por el estudio de los contratos de trabajo, la crónica de las negociaciones del proyecto, las especificaciones del encargo.
A los estudios crítico-estilísticos y a la crónica de los avatares de las contradicciones entre las vanguardias renovadoras y las prácticas tradicionales y conservadoras se sustituiría el examen detenido de la arquitectura vernácula y popular, arquitecturas desamparadas del influjo profesionalista.
Necesitamos una historia así.

Sobre entender y comprender


René Magritte (1898- 1967) La gran guerra (1965)

Entiendo cómo funciona la máquina de café, la aspiradora o la ley de la gravedad, pero al poema, a la escultura, a la pintura y a la música no las entiendo, sino que las comprendo, de una manera eternamente cambiante, al atribuirles uno o varios significados.
Marcia Collazo, 2018

En el lenguaje corriente, es común utilizar alternativamente y como casi sinónimos las ideas de entender y de comprender.
Sin embargo, Marcia Collazo tiene mucha razón al distinguir los usos de los términos. Con ejemplos concretos, uno puede ver cómo ajustan los vocablos a diversas situaciones.
Es poco lo que podría agregar al asunto. Pero creo que la diferencia conceptual profunda radica que el entender, la acción y el efecto del entendimiento es una actividad de naturaleza eminentemente teórica. Esto es, nos situamos frente a nuestro objeto y nos dirigimos a éste para conseguir una idea clara y distinta de esta entidad u acontecimiento. Por otra parte, el comprender es un asunto práctico, que comienza por asir o abrazar el objeto, considerar su naturaleza e incluso penetrarlo con el fin de atribuirle siempre un significado a título de hipótesis verificable.
Así, entendiendo, sabemos de las cosas, mientras que con la comprensión hacemos algo con estas cosas. Tanto con los objetos de conocimiento como con los productos de arte podemos aspirar a realizar ambas operaciones, siempre que tengamos en claro, en cada ocasión, qué es pertinente hacer y qué podemos obtener de ello.

De arquitectura e ingeniería


Domenico Fontana Traslado de obelisco en Roma

El producto arquitectónico no es una cosa; es la producción de un vínculo entre las personas y las cosas acondicionadas para su habitar.
Por ello, un edificio, en sí, no es una arquitectura, en sentido estricto, sino que lo que en realidad constituye la arquitectura es la habitación humana de tal edificio. Es esa relación vincular entre las personas y las cosas construidas a sus efectos la que da efectivas forma y sustancia a la naturaleza de lo arquitectónico.
La cosa en sí del edificio es un asunto puramente constructivo: un ingenio estable y —se espera— durable. Pero es con la vida humana palpitante que la arquitectura tiene efectivo lugar: allí donde termina la ingeniería y comienza la historia de sus habitantes.

¿Por sus frutos se valora una teoría?


Productos de la labor de Alvar Aalto (1898- 1976)

En 1620, Francis Bacon publicó un manifiesto científico titulado Novum organum. En él razonaba que «saber es poder». La prueba real del «saber» no es si es cierto, sino si nos confiere poder. Los científicos suelen asumir que no hay teoría que sea cien por cien correcta. En consecuencia, la verdad es una prueba inadecuada para el conocimiento. La prueba real es la utilidad. Una teoría que nos permita hacer cosas nuevas constituye saber.
Harari, 2014

¿Qué frutos dará el desarrollo pleno de una Teoría del Habitar?
Podría esperarse, acaso, que la práctica arquitectónica profesional tuviese entonces un importante y sólido respaldo científico. Habrá que ver qué se obtiene con ello y también, a qué precio. Porque podría suponerse que saber a ciencia cierta de la condición humana del habitar supondría un progreso, pero también pudiese ser que tal hecho no redundara en beneficio de la humanidad habitante, sino en los consabidos Contabilizadores del Aire, que cada vez explotan las cosas mejor. Si esto último sucediera, se beneficiaría, como siempre, a los conocidos de siempre en desmedro de la posibilidad de liberación de las amplias mayorías sociales de tales personajes.
Todo esto hace pensar que los aspectos performativos de la Teoría del Habitar deben ser sopesados con prudencia ética peculiar. No sea que obremos desprevenidos como aprendices de brujo.

Plumas ajenas: Marcia Collazo


Entiendo cómo funciona la máquina de café, la aspiradora o la ley de la gravedad, pero al poema, a la escultura, a la pintura y a la música no las entiendo, sino que las comprendo, de una manera eternamente cambiante, al atribuirles uno o varios significados.
Marcia Collazo, 2018

Prestar oídos (II): Música de cámara


Vilhelm Hammershøi (1864 –1916) Interior con joven leyendo (1898)

Al abrigo de los muros, el bajo continuo ciudadano se acalla en beneficio de los rumores domésticos: es la oportunidad de la música de cámara.
Allí las voces familiares se imponen a ciertos secretos rumores de fondo. Hay que aguzar el oído: la vida se desliza a su modo en la caja de resonancia que es la casa en su hondura particular. Allí los sonidos reverberan brillantes en los ventanales y enmudecen en los cortinados. Allí las músicas de lo cotidiano cobran la forma que acondiciona los modos confortables de poblar los lugares. Allí el relieve de los sonidos y ruidos es una de las tantas manifestaciones del pulso de la vida
Hay que ser capaz de oír la doméstica música de cámara y disfrutarla como una de las alegrías esenciales.

Prestar oídos (I): La sinfonía ciudadana

Venecia

La idea de que una ciudad puede ser pensada en términos de una armonización sonora escondida ha sido recurrentemente explicitada. El reconocimiento de la presencia de una “melodía oculta” o un “bajo continuo” en el substrato de las motricidades cotidianas es estratégica para sustentar la viabilidad de una sonografía de los usos del espacio urbano, que consistiría en tratar de distinguir, entre la actividad de hormiguero de las calles y de las plazas, la escritura a mano microscópica, desarrollo discursivo no menos “secreto”, “en murmullo”, que enuncian caminando los transeúntes, cuyas actividades motrices son variaciones sobre una misma pulsión rítmica de base. Es decir, que las trayectorias de los viandantes implican apropiaciones del espacio colectivo de la ciudad y sería posible una lectura cifrada de las secuencias funcionales y poéticas que protagonizan los simples paseantes, un trabajo que lleva a una suerte de pentagrama las calidades práctico-sensibles de los escenarios de la vida cotidiana.  
Manuel Delgado, 2018

Es bueno prestar oídos, porque no todo es ver.
La ciudad se deja oír, sólo que solemos ignorar sus melodías ocultas, sus peculiares reverberaciones, sus tonos, ya brillantes, ya asordinados. Debemos aprender a escuchar y quizá uno de los beneficios de la actividad turística pudiera ser prestar atención al desempeño sonoro de los lugares que visitamos, de modo tal que podamos llegar a añorar los propios.
Guardo un especial recuerdo de una de mis primeras impresiones de Venecia. Apenas llegados al Albergo San Marco, se colaban por la ventana entreabierta los rumores del callejón contiguo: animadas y distendidas conversaciones en italiano, ecos que llegaban limpios de ruidos de tránsito automotor y resonantes en las viejas y cercanas fachadas. Toda una experiencia que todavía me conmueve. Oímos entonces Venecia y aún hoy, desde este lejano Montevideo, añoramos las límpidas voces en aquel callejón

Las llaves


Charles Frederick Lowcock (1878-1922) La entrega de las llaves (1922)

Las llaves de casa no se dan a cualquiera. Solo existen unas pocas copias. Representan nuestro hogar. Hasta que no nos entregan las llaves, la casa no es nuestra; y cuando las entregamos, abandonamos para siempre dónde hemos vivido. Las llaves abren y cierran (vidas, espacios). La vida, otrora, en las clases pudientes, estaba en manos del ama de llaves. Es un drama perderlas, pues también se pierde la casa, convertida en un cuerpo exterior, ajeno, inaccesible, todo y que alberga bienes y recuerdos. La pérdida se refiere a una parte nuestra, afecta nuestra vida.
Pedro Azara, 2018

Las llaves, por metonimia, son signos de la unión de la casa y el hogar.
Me explico. Esa pequeñez fundamental que podemos poner al resguardo de la mano tiene a la habitación apropiada como significante y a la hondura inagotable del lugar habitado como significado. Así la llave es signo.
Todo un ceremonial se construye sobre este signo, tan poderoso cuanto tenue. Al estar conectado funcionalmente con la práctica del umbral público de la casa, lleva consigo toda la dimensión inaugural y recurrente que tiene el capital hecho de trasponerlo. Al perfeccionar tanto mecánica como simbólicamente la práctica de este umbral, la llave condensa todo su sentido de eficacia mágica.
¿Cómo olvidar estos sentidos? Es, en verdad, imperdonable perder las llaves de la casa.

Las cosas



Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.
Jorge Luis Borges, 1969

Nuestro habitar dispone de los más diversos objetos en nuestro alrededor a título de cosas del vivir.
El orden que guarda esta acumulación formidable de chismes es un componente humilde —el más obediente— del sentido de la vida. Las cosas aguardan, mansas y serviciales al gesto olvidado de sí que les confiere el dudoso, aunque consolidado, título de cosa.
Y allí reposan, torvas en su ser, deícticas en su sentido, silenciosos signos inertes de esa misteriosa entidad que solemos llamar vida.

Siembra de urbanógenos

WTC Montevideo

La especulación inmobiliaria envenena la tierra urbana, la esteriliza. La urbanización especulativa destruye la ciudad con golpes de enrarecimiento, de disolución y de tierra arrasada por la edificación de enclaves mudos de significado comunitario.
Por su parte, la competencia por los emplazamientos estratégicos para los negocios hiere de muerte a los barrios que podrían haber sido, cuando no desventra los tejidos consolidados. La ley del mero valor relativo del suelo es la única norma omnisciente y también omnipotente.
Mientras que los pudientes se confinan en vecindarios defensivos, los pobres padecen la anomia y la pérdida de referencias identitarias por obra de la violencia, de la delincuencia y el miedo. La aporofobia se enseñorea como el ángel caído sobre las ruinas.
Es preciso sembrar estos poblados baldíos, estos congestionados vacíos, estas ruinas de mañana. Es preciso sembrar esta árida superficie con gérmenes de nueva ciudad para ciudadanos.

Plumas ajenas: Ida Vitale


Reunión

Érase un bosque de palabras,

una emboscada lluvia de palabras,

una vociferante o tácita

convención de palabras,

un musgo delicioso susurrante,

un estrépito tenue,

un oral arco iris

de posibles oh leves leves disidencias leves,

érase el pro y el contra,

el sí y el no,

multiplicados árboles

con voz en cada una de sus hojas.

Ya nunca más, diríase,

el silencio.

Ida Vitale (Del libro Oidor andante:)

Laberinto


Escena de la ópera The Minotaur (2008), de Harrison Birtwistle

No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Jorge Luis Borges, 1969

El Laberinto —aquel Laberinto— carece, como la vida misma, de puertas. Simplemente, estás adentro. Simplemente, caes allí. Simplemente, no tienes salida.
De ahí que Asterión ansíe la muerte. ¿Cómo, si no, abolir la culpa ajena que tiene que pagar? Esa condición infame de la que no puede excusarse, esa herida que nunca se cierra, esa agonía inútil que vuelve al Laberinto una senda de ida a ninguna parte, infinita, incesante, impiadosa.
Mi hija Laura me lo ha dicho: Nosotros somos un laberinto y Nietzsche nos ha anunciado: somos demasiado cobardes para asumirlo.

Lugar en blanco


Kazimir Malévich, (1879 - 1935) Blanco sobre blanco (1918)

¿Qué es lo que hace que la literatura sea literatura? ¿Qué es lo que hace que el lenguaje que está escrito ahí sobre un libro sea literatura? Es esa especie de ritual previo que traza en las palabras su espacio de consagración. Por consiguiente, desde que la página en blanco comienza a rellenarse, desde que las palabras comienzan a transcribirse en esta superficie que es todavía virgen, es ese momento cada palabra es en cierto modo absolutamente decepcionante en relación con la literatura, porque no hay ninguna palabra que pertenezca por esencia, por derecho de naturaleza a la literatura.
Michel Foucault, 1994

Un lugar en blanco es el soporte y antecedente de todos los lugares.
Antes de constituir un lugar efectivo, con formas y figuras, cuerpos e ideas, masas y volúmenes, debe constituirse un marco vacante para su irrupción en la existencia. Tal es el lugar en blanco: una pura disponibilidad de la propiedad de constituir entidad, una oportunidad a la emergencia de lo porvenir, un permitir advenir del ser. Y, sin embargo, es ya un lugar, porque si fuese un no-lugar, nada podría allí constituir sino un efímero e inane pasar.
Un lugar en blanco es quizá una abismal cavidad y no sabremos nunca a ciencia cierta si nos fascina u horroriza, ya en forma alternativa o ya de modo concurrente. Pero la vida y la literatura —mutuamente referidas en sus recíprocas constituciones— ¿no provienen de esa especie de ritual previo que traza en las palabras su espacio de consagración?
Acaso la misma existencia no sea otra cosa, en su origen, que un gesto puramente vermiforme que, a la vez, niega y ocupa en un mismo ritual los lugares en blanco disponibles.