¡Luz, más luz!


Andrea Frazzetta

Mediante el gesto de arrojar luz se construye también el lugar habitado.
La articulación del lugar mediante la línea que separa la penumbra de la luz es un recurso mediante el cual se modula una de las más importantes dimensiones de la estructura fundamental del lugar. La luz revela la emergencia de ciertas figuras significativas de lo propio habitado, mientras que las penumbras delimitan los ámbitos, arrojando a las distancias de las sombras todo aquello que, en ciertas circunstancias, no es del caso tener presentes. La luz separa planos existenciales, enfatiza las jerarquías y su proyección diferencial modula la escala humana de los ámbitos.
La consigna postrera de Goethe no debe ser entendida como el mero abuso cuantitativo de la iluminación, sino como una reivindicación del valor inteligente de su implementación.

Fundamentalistas del Libro


Andrea Frazzetta

Puede adivinarse, aunque no esté acreditado, que tras la lupa acecha un ejemplar de humanista, bibliómano y pensador insigne.
Me callo el nombre que sospecho. Porque lo importante en la fotografía es precisamente ese gran lente de aumento que multiplica tanto la atención acuciante como la revelación más íntima de los signos y las manchas del tiempo.
Sujetos así merecen, por justicia poética, ser asesinados mediante la aleve maniobra de envenenar las esquinas inferiores de los folios. El torvo criminal puede esperar con toda la paciencia del mundo. Su víctima, fundamentalista del Libro, hará precisamente lo que previó este plan siniestro.

La conquista poética del lugar


Vadim Stein (1967)

Toda nuestra admiración es poca cuando reparamos en cómo se aplican las danzantes a la conquista poética del lugar.
Es que el cuerpo de las bailarinas realiza de modo insuperable eso que el cuerpo de todos nosotros hace de modo más prosaico y pobre: tener lugar.
Tener lugar es ocupar de modo pleno espacio-y-tiempo, es realizar perceptible e inteligible la operación de hacerlo, hurtándolo de la condición amorfa e insignificante de la Naturaleza. Tener lugar es poblar con una presencia concreta y viva una situación tanto como una ocurrencia.
En la belleza del gesto de la danzante está toda la belleza potencial de nuestra propia condición humana. Por ello, las bailarinas pueden considerarse, de lo humano, lo excelente.

Profundidades


Luis Alonso (1969)

Cada vez que ascendemos por una escalera no sólo nos elevamos hacia las alturas, sino que, recíprocamente, emergemos de una profundidad.
Así es el tránsito a través de las escaleras: una marcha hacia adelante que se resuelve en una transformación del de estatuto vertical, el que puede ser asumido de modo ambivalente. Pero la marcha, en sí, siempre es adelante y esforzada.
Lo que puede diferir en su carácter es la transformación vertical. Porque sólo se conquista la altura si se emerge de una profundidad, así como se consigue una profundidad si se cede la eminencia. Mientras que marchar es habitar el mero espacio y tiempo, la práctica vertical de la escalera es una transformación existencial.
Así, la habitación de una escalera puede significar el más paradójico misterio o el más sumario de los expedientes. Todo depende del habitante de la escalera.

Fatigas del urbanita


Matt Stuart (1974)

Cae la jornada y a los urbanitas nos vence la fatiga.
Son tantos los estímulos, las incitaciones al consumo, los frenesíes de los tránsitos que, apenas se hunde la luz del sol, nos encontramos exhaustos y hartos de todo. Son tantas las agitaciones, los inseguros procedimientos, las alertas, que ansiamos huir, prestos de todo esto. Y todo esto, es lo urbano, precisamente lo que nos presta nuestra peculiar condición e identidad de habitantes.
Así, la vida urbana nos sacude con saña y luego nos tira hacia los sueños cada vez más atribulados.


Huir


Newsha Tavakolian (1981)

Supongo que a todos les pasa. Cada tanto, buscamos huir del pozo en que hemos caído. Cosas de la vida.
Pero el asunto toma otro cariz cuando advertimos, con alarma, que este pozo es, precisamente, aquello que hemos ido construyendo en nuestro alrededor. Por supuesto, cuando uno se percata de ello es algo tarde, pero siempre se está a tiempo de advertir el error. Ahora ¿por qué es que lo hemos cometido?
Es inquietante no saber responder con contundencia tal pregunta.

Organizaciones donde todo está precisamente previsto


Walter Astrada

En el submundo de las organizaciones regidas por astutos gerentes y otros tecnócratas, todo parece estar precisamente previsto.
Tal como sucede en ciertas arquitecturas concebidas por superhéroes, la vida se encarga, obstinada, de desmentir toda suposición. Allí donde hay vida, hay ruido, hay fricción, hay insuficiencia de presupuestos.
Algún día habrá tanto arquitecturas como organizaciones donde la vida humana marque, desde el principio, su impronta vehemente.

La ciudad lejana


Joana Choumali (1974)

Hay niños para los cuales la ciudad siempre es algo lejano.
Y, sin embargo, la ciudad está en el horizonte, a la vista. Lo que sucede que está alejada tras un margen que no sólo se traza con las distancias en los mapas geográficos, sino que se entablan en la propia perspectiva social. Hay niños que la miran siempre de lejos, tan de lejos que de la ciudad apenas si llegan los ecos, los vagos resplandores y los detritos.
Hay niños que habitan, concretamente, estas lejanías. Y, sin embargo, terminarán por tomar contacto con la trama de la ciudad, y, muy probablemente, no del mejor modo.

Oh, mi burócrata compañera de fatigas


Dave Anderson (1970)

C'est l'Ennui! L'oeil chargé d'un pleur involontaire,
II rêve d'échafauds en fumant son houka.
Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat,
— Hypocrite lecteur, — mon semblable, — mon frère!
Charles Baudelaire

Es el aburrimiento.
En este mundo pequeño, en donde las Formas dominan a los Contenidos, donde los pujos de la vida, los intereses y los deseos, se constriñen en ajados expedientes que tardan en resolverse, tardan siempre demasiado, tardan incluso más que el lapso en que la muerte nos alcanza.
La habitación de las oficinas parece el infierno tan temido por muchos. La pena que se inflige a los locatarios es el aburrimiento, la tristeza y la melancolía que nos viene cuando sabemos que ya no habrá más sellos y firmas cometidas por nosotros. Pero siempre habrá, hasta en las mismas puertas del cielo, algún sujeto que, aburrido, le preguntará: ¿En qué puedo servirle?

La nihilización del ambiente


Dave Anderson (1970)

Hay una promesa a la vez que hay una amenaza: en el futuro aquí habrá una ciudad.
El presente del ambiente se amenaza mediante su nihilización, esto es, su negación por efecto del tratamiento de mero espacio disponible y abstracto. Los constituyentes del ambiente también son amenazados bajo la especie del tratamiento ominoso de meros recursos: tierra, agua, aire, paisaje. A la vida compleja y rica del ambiente le amenazan, en consecuencia, ominosas simplificaciones empobrecedoras.
¿Por qué la promesa de una ciudad futura es, antes o después una suerte de maldición ambiental? ¿No hay alternativa sensata?

Más sobre el atrezo

Dave Anderson (1970)

Al considerar la arquitectura del atrezo, quizá no importe tanto la singularidad individual, su prolijidad o humildad relativa, sino su conformación estructural.
Examínese con cuidado la presente fotografía. El arreglo de las cosas es sumario y austero, sí, pero no faltan ciertos elementos embellecedores que conectan la subjetividad del habitante con el mundo que habita tras las paredes de su ámbito. ¿Relictos de lo religioso?
¿Cuáles son las invariantes? ¿Cuáles son los elementos o rasgos que siempre se hacen presente en todo ámbito habitado? ¿Cómo se proyecta de modo concreto la estructura del cuerpo de las personas en su derredor?

Casi nada entre aquí y allá


Ruven Afanador (1959)

La amplia disponibilidad de esbeltas estructuras metálicas y amplias láminas de vidrio han vuelto posible vivir esa tenue nada entre el aquí y el allá. No obstante, tal articulación aquí/allá siempre la hemos portado en la estructura fundamental del cuerpo habitante. Lo que siempre hemos tenido por una realidad patente, aunque vaga en su situación (¿a partir de dónde o cuándo un aquí se transforma en un allá?), ahora encuentra su figura y su materialización: los seis u ocho milímetros de cristal marcan y ocupan el lugar que los separa. A la vez que nos permite participar de su presencia. Esta constitución, aparentemente contradictoria en sus términos, es esencial para su constitución. Una lámina opaca nos divorcia totalmente del allá, mientras que la casi nada del cristal nos une y, a la vez, nos separa, esto es, articula nuestro lugar.

La interacción con el atrezo


Kate Barry (1967-2013)

Nuestro atrezo es un complejo y estructurado sistema de objetos puestos en nuestro derredor.
Cada uno de estos objetos entabla un orden de relaciones tanto con otros elementos como con el cuerpo de las personas que habitan este ámbito. La presente fotografía tiene su punto peculiarmente inquietante en el hecho que el cuerpo no guarda la relación esperada y habitual con la mesa. Basta una pequeña ruptura en el sistema que enlaza a la persona con su silla, su mesa y su habitación para que todo quede desbarajustado sin remedio.
Es entonces que advertimos, con desasosiego, que algo extraño sucede.

Joven filósofo en el bosque

Richard Baxter

Es acaso imposible no recordar una célebre fotografía de Martin Heidegger caminando por su bosque. En aquella imagen, el personaje maduro echa sus manos a la espalda y en ellas aprehende el bastón que le asistirá en su fatiga.
En la presente, el joven no lo necesita aún y es de esperar que sus reflexiones emerjan ágiles y gozosas. Ya dispone de todo lo necesario: de razón y tiene lugar en el bosque, que es el escenario propicio para la marcha pensativa. A no dudarlo, serán las reflexiones que acompañarán sus sendas de toda la vida por todo el bosque. Hasta que necesite el auxilio de un bastón.

Martin Heidegger

Habitar el cielo


Richard Baxter

Hay una alegría esencial de la existencia en la habitación del cielo.
Son tres los constituyentes fundamentales de todo paisaje: la tierra, el horizonte y el cielo. Este último contiene todo lo presente inasible del mundo, la región alta, enigmática y sagrada, el más allá poblado de signos. Del cielo proviene la condición marco ambiental de nuestra existencia, el tono general que ilumina las cosas de la tierra y el fondo perceptivo de los confines del lugar.
Situarnos como presencias plenas bajo la bóveda animada del cielo es una experiencia estética de la que no podemos privarnos bajo ninguna circunstancia. Porque es allí que aunamos nuestro mundo con el universo. Ni más ni menos.


Todo comienza con un umbral


Richard Baxter

Cruzar un umbral, en cualquier sentido, tiene un carácter de irreversible que estremece a las constituciones más firmes.
Por más que nos arrepintamos, toda vez que abrimos una puerta algo sucede de un modo inaugural. Es que es nuestra naturaleza la que la atraviesa, antes aún que los pies, y rompe ese himen que articula esto y aquello, aquí y allá, antes y después.
En los umbrales nosotros mismos verificamos que nuestra propia condición es liminar. Es todo nuestro ser el que opera todos los picaportes del mundo.

Llegar a viejo (III)


Gilbert Garcin (1929- )

Por lo que parece, todo lo que uno consigue, al final, es comprobar que, tras el fondo del cuadro se ahonda la sima de la nada más concluyente, si cabe caracterizar así a la ausencia de ser.
No entristece. Yo diría que, para llegar allí, hubiese sido más oportuno dedicar más atención a los pequeños destellos de lo singular que se pueden verificar en ciertos eventos cotidianos, comunes y corrientes. Cosas sencillas como una mancha de luz en la penumbra de un interior, o el soplo de la brisa en una cortina o la risa sorprendida de un niño. Asuntos distantes de las graves y trascendentes cuestiones que nos han desvelado las noches y los tedios.
Cosas así, simples, limpias y módicas.

Llegar a viejo (II)


Gilbert Garcin (1929- )

Llegar a la edad añosa es llegar a un punto donde la confianza en la disolución de las aporías cede a una resignada aprensión.
Los problemas filosóficos que valen la pena siguen persistiendo en su ser problemático. Por eso mismo es que valen la pena. Al realismo objetivo del ingenuo que fuimos le sigue un nietzchiano tardío que sólo advierte y reconoce representaciones. Y, no obstante, siguen viéndose por doquier sujetos expectantes y objetos persistentemente sondeados.
Lo que pasa (y lo que pesa) es que uno está ya detrás de todo eso.

Llegar a viejo (I)


Gilbert Garcin (1929- )

La atención a la salud se ha convertido en un interminable corredor flanqueado por inquietantes y solícitos especialistas en tratar con la libra de carne que les toca.
Estos personajes, generalmente de hábito blanco, aguardan, urgidos por el sistema, a negociar en tiempo escaso las angustias cotidianas del sufrido objeto de sus filantrópicas acechanzas. Por su parte, este último, se conforma con ser un mero transeúnte en el resignado camino que —sabe y teme—  no tiene más que un remate. El pasillo, en fin, es prolongado hasta la extenuación final, porque para todo hay un lugar.
Quién hubiese dicho que el camino del Olvido terminase por oler a desinfectante.

Las personas y sus sistemas de objetos


Alex Cretey-Systermans

Nos aposentamos con un sistema de objetos en nuestro alrededor.
Situarse, entonces, consiste en reinar sobre las cosas —muchas o pocas— que nos asisten, soportan y ambientan. Es preciso prestar mucha atención al atrezo, esto es, a la disposición y composición coherente que guardan las cosas de vivir. La situación de una mesa o una lámpara ofician de diagnóstico de nuestra condición de habitantes no sólo adecuados a la conveniencia práctica, sino también sujetos a la dignidad y el decoro que tenemos por debido.
Habitamos en un sistema de objetos resultado de un equilibrio entre el deber ser y las posibilidades no sólo materiales de la existencia.

Contracciones, constricciones


Matt Henry (1978- )

La arquitectura corriente se aplica a la más pormenorizada articulación de los lugares resultando en contracciones y constricciones que encorsetan a los habitantes.
Tales operaciones se realizan a través de un método de concepción, proyecto y construcción que va desde las cosas del lugar hacia sus habitantes. Primero las construcciones, luego la gente. Si las cosas fuesen diferentes, podría operarse al revés —tal como indica el buen sentido— de las personas a las construcciones. Pero no se trata simplemente de invertir virtuosamente un método de ideación, proyecto y construcción.
Si las cosas fuesen diferentes exige que las condiciones materiales y formales de la existencia social fuesen, a su vez, otras. Porque la arquitectura y sus formas, no son otra cosa que superestructuras que obedecen a las reglas de hierro de la estructura socioeconómica. Las contracciones y constricciones del lugar que habitamos son, en primer lugar, funcionales al sistema que nos rige y la arquitectura es apenas la expresión patente de ello.
¿Operaremos algún día los arquitectos poniendo a las personas en primer lugar y sólo cuando estas se abran el lugar debido proceder a construir alrededor? Para ello necesitamos profesionales de nuevo cuño, sí, pero, además, con vocación de impulsores del cambio social.

Ante la ventana


Clary Estes (1988- )

El antepecho constituye un caso muy especial de umbral. Por una parte, ocluye el paso del cuerpo, a la vez que intensifica los flujos del aire, la luz y la información. El antepecho es una oportunidad, entonces, para el aposentamiento en la propia situación liminar. Situados aquí, participamos vicariamente de lo que sucede allá. La situación de ventana es la de acecho, expectativa y también de un relativo distanciamiento.
Todas las ventanas deberían ser honradas con el adecuado, digno y decoroso arreglo de su lugar propicio a la correspondiente situación. Como esto no sucede, hay ventanas que merecen este nombre por hacerse su lugar y viles ventanucos que apenas sirven para ventilar o iluminar a modo de expeditivos agujeros en las paredes.

El cuerpo y la estructura fundamental del lugar


Andrea Giacobbe

El cuerpo humano vivo es una estructura que proyecta sus dimensiones allí donde tiene lugar.
Vivir, para el cuerpo, consiste en diseminar por todo su alrededor una compleja y rica red de tensiones que conforman la estructura fundamental del lugar. La cabal comprensión de este hecho y la asunción de las consecuencias cognoscitivas, éticas y estéticas que esto conlleva, esclarece la emergencia de una arquitectura propia del lugar. Tal arquitectura laxa, viva y palpitante de pasión interactúa a su vez con el orden de articulaciones materiales y energéticas propuesto por la arquitectura construida. Esta interacción entre estos dos aspectos recíprocamente supuestos y necesarios es la arquitectura concreta que habitamos.
Y todo tiene su origen necesario en las efusiones del cuerpo vivo.

Ritos de paso


Elvinas Vilutis (1984- )

Verdaderamente no somos consciente del natural retardo que se produce en las puertas. Para ello a veces no solo se ornamentan, sino que se incluyen educados traspiés, obstáculos y hasta se juega con bajar la altura de sus dinteles invitándonos con ello a realizar genuflexiones inconscientes. Todo vale con tal de hacernos pasar por ese umbral con mayor parsimonia. (Y parsimonia es una buena palabra para hablar de las puertas habituales porque remite a ahorro y a lentitud).
Santiago de Molina, 2019

Esta niña ya sabe lo que muchos adultos hemos olvidado.
Para atravesar ciertos umbrales es necesaria una debida parsimonia. Hemos aprendido con advertencias precisas primero, automatizado luego en la conducta y producido en los órdenes de las marchas ciertos significativos cambios de ritmo. En tiempos pasados, las jambas, los umbrales y los dinteles estaban ricamente decorados, ya que los artesanos sabían de estas pausas ceremoniosas. Pero en estos tiempos mezquinos, una puerta es apenas una abertura por donde, desde el punto de vista semiótico, parece que sólo puede uno escabullirse furtivo.
Cuando se recupere una poética arquitectónica humanista se propiciará de modos semiótico y estético apropiados las sutiles pausas en los pasos de las puertas.

Soñar


Robert & Shana ParkeHarrison (1968- )

Es preciso soñar con perseverancia, obstinación y apasionamiento.
¿Hacia dónde dirigir los ímpetus por cambiar esta desolada realidad de la vigilia? Hacia el espejo oscuro que nos revela nuestro verdadero semblante, quizá monstruoso sí, pero en todo caso auténtico. ¿Mediante qué mecanismos podremos soltar amarras del pensamiento rutinario? Mediante la colisión salvaje e incontrolada de nuestros deseos, nuestros terrores y nuestra auténtica configuración feliz. ¿Cómo será posible atisbar, cultivar o producir las formas nuevas de la vida? A través de la iluminación nocturna de las más profundas fantasías.
No se trata de rehuir la cruda vigilia, sino, por el contrario, de trabajar allí en donde aún tenemos mejores posibilidades de encontrarnos con nosotros mismos.

El mecanismo pertinaz del embellecimiento

Robert & Shana ParkeHarrison (1968- )

Hay una poética que busca conformar su objeto de modo integral para constituirlo, en sentido estricto, como un bien hermoso, esto es, un bien estético con la forma debida. Pero también hay poéticas que propenden al embellecimiento, lo que implica aplicar dispositivos cosméticos al objeto con el fin de revestirlo de tal manera que resulte bello en su apariencia. La segunda alternativa es quizá la dominante en la cultura popular contemporánea.
En cierta manera, nuestros maestros en estos temas han propugnado la superioridad ética de la primera opción sobre la segunda. Pero lo cierto es que el embellecimiento facultativo domina sobre la constitución ontológica de lo hermoso.
El predominio de las actitudes proclives al embellecimiento es indicio del prosaísmo difundido por los entresijos simbólicos de la vida cotidiana. En las circunstancias ordinarias, parece más dificultoso disfrutar de un fresco ramo de flores convenientemente renovado que de una lámina que conserve ilusoriamente un aspecto prístino y convenientemente enmarcada, esto es, sustraída al continuo de los eventos de la naturalez

Mundo y universo


Elia Locardi (1980- )

Parece haber un matiz muy tenue pero decisivo entre las ideas de mundo y de universo.
Puede que el concepto de mundo parta de una vivencia concreta, de una experiencia de constituir un aquí, el que constituye el lugar que le concierne. Mientras tanto, la idea de universo proviene de una abstracción lógica, de la concepción de una totalidad de aspectos de lo real en el que nuestros mundos pueden tener sus lugares.
Hay un término para referirse al todo de lo que es, conteniendo en su seno todo aquello que llega efectivamente a concernirnos. El tópico frecuentado que afirma que cada casa es un mundo no hace otra cosa que señalar esta articulación cognoscitiva de esferas. Y quizá toda arquitectura efectivamente habitada no sea otra cosa —y nada menos que— una articulación emergente entre un mundo y el universo.

Asunto de perspectivas


Elena Shumilova

Uno debería volver a ver las cosas con la mirada del niño que ha sido.
Las cosas tenían entonces otros estatutos, otras jerarquías y otros misterios. Los ambientes proliferaban en sorpresas olfativas, los sonidos se organizaban en planos diferentes, y las luces y las tibiezas del aire eran una maravilla. El mundo era nuevo y abundaban ciertas ocurrencias de esas que —no se sabe nunca bien por    qué— perduran en la memoria afectiva con cierta persistencia.
Ahora parecen nimiedades, pero (quién sabe), puede que fuesen secretos cruces de sendas. Por ello es que creo que hay que prestar cierta atención a las perspectivas de nuestros niños. Porque están señalando, en algún modo, la orientación de sus caminos.

Ensimismamiento


Dalibor Talajic (1973- )

Hay ocasiones en que todo el mundo queda confinado entre la cabeza y el alcance exiguo de las manos. El cuerpo se encoge sobre sí y la conciencia profundiza en la cavidad resultante. El sujeto se ensimisma, esto es, se vuelca sobre su mismidad.
Un vaso, en ocasiones, contiene un fármaco para lidiar con la vigilia.

Una habitación para escribir


Eduardo Gageiro (1935- )

Démosle una habitación propia y quinientas libras al año, dejémosle decir lo que quiera y omitir la mitad de lo que ahora pone en su libro y el día menos pensado escribirá un libro mejor
Virginia Woolf, Una habitación propia, 1929

Participemos de la felicidad efectivamente conquistada por la mujer de la fotografía. Ya dispone de una habitación propia, con vistas y condiciones proclives para dar todo de sí. Parece contar con cierta tranquilidad para abordar su desafío. Puede que se favorezca con el material adecuado para prepararse, el ámbito digno para desarrollarse y la arquitectura del paisaje decorosa para producir lo suyo.
No importa ya tanto que escriba su libro mejor; lo verdaderamente importante que tiene lugar allí y está en su pleno derecho.

Las voces y los ecos


Eduardo Gageiro (1935- )

Hay ocasiones en donde se puede experimentar una cierta generosidad en la arquitectura del lugar.
Una de las medidas —y no la menos importante, por cierto— es el intervalo entre los rumores de la vida y el eco en las profundidades del ámbito. De las voces a los ecos comprende un espacio-tiempo de honduras que es gozoso experimentar en la expansión prudente del cuerpo en el lugar. La reverberación de los pasos, de los murmullos circunspectos, de los roces de los cuerpos es la medida propia de la magnificencia de una arquitectura que no necesita de más ornato para denotar su escala.
No cualquier enormidad es una grandeza, pero cuando esta última tiene efectivo y oportuno desempeño, constituye el gesto espléndido propio de lo singular.

Irrupciones

Eduardo Gageiro (1935- )

En los umbrales está todo por suceder.
Por esto las puertas son lugares singulares en toda arquitectura articulada y viva. Por esto los umbrales constituyen instancias señaladas en nuestra existencia corriente. Por esto deberíamos atravesarlas con mayor circunspección que la usual.
Precisamente porque en los umbrales se murmura y advierte lo que vendrá

Un aporte singularmente sensible e inteligente


Bert Teunissen (1959- )

El fotógrafo holandés Bert Teunissen ha tenido una idea singularmente interesante, sensible e inteligente. Ha fotografiado a personas en sus ámbitos propios bajo la consigna de ilustrar los paisajes domésticos de distintos lugares del mundo. El resultado es muy especialmente significativo y constituye un aporte inestimable a la Teoría del Habitar.
Véase su página web:

Prestar oídos al rumor de los muros


Hans Gedda (1942- )

¿Adónde van las palabras que no se quedaron? se pregunta Silvio Rodríguez.
Quizá sea bueno prestar oídos a los rumores apagados que aún congregan los muros.


Poética cotidiana


Marian Schmidt (1945- )

Es preciso rescatar cierta poética cotidiana de su actual casi invisibilidad.
Si bien la existencia ordinaria aparece como un rutinario sucederse del mero tiempo —curso que en ocasiones señaladas se interrumpe con ciertas importantes epifanías de lo extraordinario, excelente y único en su especie— no podemos resignarnos al insignificante prosaísmo. Lo usual puede ser hermoso, esto es, adoptar precisamente su forma cabal y, al hacerlo, resultar una poética en pantuflas, una poética de uso doméstico, una poética corriente.
Porque al hacer perceptible, consciente y palpitante una cierta poética cotidiana ponemos en valor la mayor porción de nuestra efectiva existencia, a la vez que incrementamos la perspicacia para lo extraordinario.

Hábitos de penumbra


Oded Wagenstein (1986- )

Con una frecuentación mínima pero necesaria podemos movernos por nuestro ámbito habitado no tanto gracias al auxilio de los sentidos como por la asistencia de la memoria.
Hay una cierta virtud en los hábitos de penumbra. Porque en tales circunstancias, nos quedamos con lo esencial de nuestras estancias, ensimismados y dueños soberanos de nuestro aquí. A la mitigación de la luz le corresponde también cierto dichoso casi silencio y una tibieza que tanto conforta la piel como el ánimo.
Entonces estamos allí, en todo el profundo y entrañable sentido de tal expresión.

Dejemos que las cosas hablen


Lorenzo Meloni (1983- )

En esta ocasión, cualquiera de mis palabras serían una torpeza. Prefiero hacer silencio para que el discurso de la fotografía diga lo suyo.

Márgenes


Maciej Dakowicz (1976- )

Nuestras urbanizaciones, a la vez que atraviesan los límites propios de la ciudad, proliferan en márgenes.
Me explico. La urbanización difusa, en la actualidad, rarifica el carácter propio de la ciudad a fuerza de extenderse sobre el territorio de manera inorgánica, inconexa e ingobernable. Pero esta extensión se realiza a costa de trazar márgenes en donde pueblan, de un lado y de otro, diversas —y antagónicas—condiciones de urbanitas. De un lado, los integrados al sistema de producción y consumo; del otro... los disfuncionales, los carentes, los habitantes de ominosa catadura que, no obstante, siguen siendo, empecinadamente, urbanitas. De un lado, los servicios, los bienes y las vigilancias; del otro los restos, los detritos y las miradas furtivas y al acecho.
Al paso que vamos ¿cuánto tiempo pasará para que terminemos arrojados al otro lado del margen? Porque lo que a la ciudad formal le sobra siempre es gente.

Los urbanitas y el fuego


Sergey Maximishin (1964- )

La condición de habitante urbanita implica un considerable gasto energético.
Nos estamos cociendo en una gigantesca hoguera que afrenta el aire con sus humos. Los urbanitas desarrollamos un estilo de vida que tiende a agotar nuestros recursos energéticos finitos. Expoliamos el fuego a la vez que sobrecalentamos la morada común. La lucha por algo que quemar vuelve más hostiles a los lobos del hombre.
¿En qué dirección dirigir nuestros ruegos, imprecaciones y expectaciones para cambiar el rumbo antes del desastre definitivo?

Los urbanitas y la tierra


Hollie Fernando

Los urbanitas devastamos la tierra.
A fuerza de tratar meramente con un abstracto suelo, que sólo conserva magnitudes de rentable superficie edificable, nos desentendemos de la tierra concreta. Mientras que las raíces de los árboles se abisman en los miserables alcorques, nos contentamos con pisotear las superficies con ímpetus abandonados de sí. Olvidamos que, antes o después, regresaremos a ella, porque de ella provenimos.
¿Se ha reparado en el hedor pestilente que despiden las zanjas que se abren en la tierra ciudadana? Es el olor de nuestra mísera condición de vertedores nauseabundos.

Los urbanitas y el agua


Claudia Wycisk (1985- )

Por donde anda la vida, circula el agua.
Los urbanitas no tratamos este elemento como se merece. Explotamos con rapacidad las fuentes, desperdiciamos su suministro, insignificamos su valor material y simbólico, y la vertemos, sucia, a los mismos lugares desde donde la extraemos, que es este planeta que nos va quedando cada vez más chico. Los urbanitas no deberíamos olvidar que se trata de un recurso a veces limitado, que algún día constituirá un delito ambiental penado su mal uso y quizá sólo la justipreciemos cuando escasee de modo crítico. Los urbanitas deberíamos volver a homenajearla en fuentes públicas que enseñen a los niños de mañana de qué se trata este elemento.
No deberíamos condenar el agua siempre a las ocultas cañerías: deberíamos, en cambio, formar con estanques unos espejos para podernos reconocernos allí.

Los urbanitas y el aire

Diana Markosian (1989- )

De las atmósferas que gustamos respirar (y que nos resultan, por otra parte, inspiradoras) las ciudadanas no son, por lo general, las preferidas.
Y, sin embargo, con todo su complejo mefitismo y con toda su efectiva contaminación, son las atmósferas que respiramos y que nos inspiran el día a día corriente. Por lo que corresponde que acondicionemos la ciudad, cuidemos los vientos y examinemos las prácticas sociales que afectan la calidad del aire. La ciudad es una atmósfera que volvemos desagradable por culpa de nuestro estilo de vida insostenible.
¿Merecemos esta continua inmersión en la maloliente esfera en que quemamos hidrocarburos en forma intensiva? ¿Merecemos este húmedo calentamiento global? ¿Merecemos este aire envenenado?