Ensimismamiento


Dalibor Talajic (1973- )

Hay ocasiones en que todo el mundo queda confinado entre la cabeza y el alcance exiguo de las manos. El cuerpo se encoge sobre sí y la conciencia profundiza en la cavidad resultante. El sujeto se ensimisma, esto es, se vuelca sobre su mismidad.
Un vaso, en ocasiones, contiene un fármaco para lidiar con la vigilia.

Una habitación para escribir


Eduardo Gageiro (1935- )

Démosle una habitación propia y quinientas libras al año, dejémosle decir lo que quiera y omitir la mitad de lo que ahora pone en su libro y el día menos pensado escribirá un libro mejor
Virginia Woolf, Una habitación propia, 1929

Participemos de la felicidad efectivamente conquistada por la mujer de la fotografía. Ya dispone de una habitación propia, con vistas y condiciones proclives para dar todo de sí. Parece contar con cierta tranquilidad para abordar su desafío. Puede que se favorezca con el material adecuado para prepararse, el ámbito digno para desarrollarse y la arquitectura del paisaje decorosa para producir lo suyo.
No importa ya tanto que escriba su libro mejor; lo verdaderamente importante que tiene lugar allí y está en su pleno derecho.

Las voces y los ecos


Eduardo Gageiro (1935- )

Hay ocasiones en donde se puede experimentar una cierta generosidad en la arquitectura del lugar.
Una de las medidas —y no la menos importante, por cierto— es el intervalo entre los rumores de la vida y el eco en las profundidades del ámbito. De las voces a los ecos comprende un espacio-tiempo de honduras que es gozoso experimentar en la expansión prudente del cuerpo en el lugar. La reverberación de los pasos, de los murmullos circunspectos, de los roces de los cuerpos es la medida propia de la magnificencia de una arquitectura que no necesita de más ornato para denotar su escala.
No cualquier enormidad es una grandeza, pero cuando esta última tiene efectivo y oportuno desempeño, constituye el gesto espléndido propio de lo singular.

Irrupciones

Eduardo Gageiro (1935- )

En los umbrales está todo por suceder.
Por esto las puertas son lugares singulares en toda arquitectura articulada y viva. Por esto los umbrales constituyen instancias señaladas en nuestra existencia corriente. Por esto deberíamos atravesarlas con mayor circunspección que la usual.
Precisamente porque en los umbrales se murmura y advierte lo que vendrá

Un aporte singularmente sensible e inteligente


Bert Teunissen (1959- )

El fotógrafo holandés Bert Teunissen ha tenido una idea singularmente interesante, sensible e inteligente. Ha fotografiado a personas en sus ámbitos propios bajo la consigna de ilustrar los paisajes domésticos de distintos lugares del mundo. El resultado es muy especialmente significativo y constituye un aporte inestimable a la Teoría del Habitar.
Véase su página web:

Prestar oídos al rumor de los muros


Hans Gedda (1942- )

¿Adónde van las palabras que no se quedaron? se pregunta Silvio Rodríguez.
Quizá sea bueno prestar oídos a los rumores apagados que aún congregan los muros.


Poética cotidiana


Marian Schmidt (1945- )

Es preciso rescatar cierta poética cotidiana de su actual casi invisibilidad.
Si bien la existencia ordinaria aparece como un rutinario sucederse del mero tiempo —curso que en ocasiones señaladas se interrumpe con ciertas importantes epifanías de lo extraordinario, excelente y único en su especie— no podemos resignarnos al insignificante prosaísmo. Lo usual puede ser hermoso, esto es, adoptar precisamente su forma cabal y, al hacerlo, resultar una poética en pantuflas, una poética de uso doméstico, una poética corriente.
Porque al hacer perceptible, consciente y palpitante una cierta poética cotidiana ponemos en valor la mayor porción de nuestra efectiva existencia, a la vez que incrementamos la perspicacia para lo extraordinario.

Hábitos de penumbra


Oded Wagenstein (1986- )

Con una frecuentación mínima pero necesaria podemos movernos por nuestro ámbito habitado no tanto gracias al auxilio de los sentidos como por la asistencia de la memoria.
Hay una cierta virtud en los hábitos de penumbra. Porque en tales circunstancias, nos quedamos con lo esencial de nuestras estancias, ensimismados y dueños soberanos de nuestro aquí. A la mitigación de la luz le corresponde también cierto dichoso casi silencio y una tibieza que tanto conforta la piel como el ánimo.
Entonces estamos allí, en todo el profundo y entrañable sentido de tal expresión.