Plumas ajenas: Manuel Delgado


¿De qué se habla hoy cuando se dice espacio público? Para urbanistas, arquitectos y diseñadores espacio público quiere decir hoy vacío entre construcciones que hay que llenar de forma adecuada a los objetivos de promotores y autoridades, que suelen ser los mismos, por cierto. En este caso se trata de una comarca sobre la que intervenir y que intervenir, un ámbito que organizar en orden a que quede garantizada la buena fluidez entre puntos, los usos adecuados, los significados deseables, un espacio aseado que deberá servir para que las construcciones-negocio o los edificios oficiales frente a los que se extiende vean garantizada la seguridad y la previsibilidad. No en vano la noción de espacio público se puso de moda entre los planificadores sobre todo a partir de las grandes iniciativas de reconversión urbana, como una forma de hacerlas apetecibles para la especulación, el turismo y las demandas institucionales en materia de legitimidad. En ese caso hablar de espacio, en un contexto determinado por la ordenación capitalista del territorio y la producción inmobiliaria, siempre acaba resultando un eufemismo: en realidad se quiere decir siempre suelo.
Manuel Delgado (2018)

Círculos y circos


Swinside

He prestado cierta atención a los denominados círculos de piedra que perduran desde la antigüedad prehistórica.
Los tengo por una manifestación arquitectónica fundamental: distinguen Uno y Otro Lado, y al hacerlo, le señalan tanto a la arquitectura como al propio habitar humano el paradigma de la articulación en el lugar. Allí es tan significativo el ámbito circular delimitado, las marcas especialmente perdurables del contorno, los intersticios entre éstas —que vuelven a la circunferencia una asociación de umbrales— y también el lugar en donde este círculo se instaura.
El mundo ya no es el mismo cuando el Círculo tiene efectivo lugar. Un Aquí marcado se opone y a la vez conecta con un Allá no menos marcado como tal. El lugar, como tal, se figura —se duplica: es y se representa—a través de la operación del marcado, obra humana. Los humanos empiezan a escribir en el vasto lienzo del territorio que pueblan e interrogan.


Georges-Pierre Seurat (1859 –1891) El circo (1891)

Pero este asunto se vuelve mucho más interesante cuando uno considera el caso del Circo: allí, en vez de piedras incrustadas en el suelo, hay personas expectantes. También allí hay marcas en el territorio, pero son performances, esto es, acciones prácticas en el espacio cuanto en el tiempo, que cercan una circunstancia Otra, un alejarse que trae otra dimensión de lo real, aquella que sobreviene, la que se desvela en el contemplar, en aquello que los antiguos griegos llamaban theorein, que luego daría paso a la voz teoría. Allí se concentra la atención comunitaria, allí se consagra el centro por obra de la voluntad concertada de los oficiantes del contorno, allí se le da la espalda —de momento— al ámbito circundante.
Podría pensarse que círculos de piedra y circos no son otra cosa que valiosos relictos de venerables esferas habitadas que merecen ahora toda nuestra atención.

Poéticas del habitar (XVI) Magritte según Foucault


René Magritte (1898 - 1967) La traición de las imágenes (1926)

El dibujo de Magritte (por el momento no hablo más que de la primera versión) es tan simple como una página sacada de un manual de botánica: una figura y el texto que la nombra. Nada más fácil de reconocer que una pipa, dibujada como ésa; nada más fácil de pronunciar —nuestro lenguaje lo dice perfectamente por nosotros— que el «nombre de una pipa». Ahora bien, lo extraño de esa figura no es la «contradicción» entre la imagen y el texto. Por una simple razón: tan sólo podría haber contradicción entre dos enunciados, o en el interior de un solo y mismo enunciado. Ahora bien, veo que aquí sólo hay uno, y que no puede ser contradictorio puesto que el sujeto de la proposición es un simple demostrativo. ¿Falso, entonces, puesto que su «referente» —muy visiblemente una pipa— no lo verifica? Ahora bien, ¿quién me puede decir seriamente que ese conjunto de trazos entrecruzados, encima del texto, es una pipa? ¿O acaso hay que decir: Dios mío, qué estúpido y simple es todo esto; ese enunciado es perfectamente verdadero, puesto que es evidente que el dibujo que representa una pipa no es una pipa? Y, sin embargo, hay un hábito del lenguaje: ¿qué es ese dibujo?; es un ternero, es un cuadrado, es una flor. Viejo hábito que no deja de tener fundamento: toda la función de un dibujo tan esquemático, tan escolar como éste, radica en hacerse reconocer, en dejar aparecer sin equívocos ni vacilaciones lo que representa. Por más que sea el poso, en una hoja o en un cuadro, de un poco de mina de plomo o de un fino polvo de tiza, no «reenvía» como una flecha o un dedo índice apuntando a determinada pipa que estaría más lejos, o en otro lugar; es una pipa.  
Michel Foucault, 1973


Plumas ajenas: Giorgio Agamben


Percibir en la oscuridad del presente esa luz que trata de alcanzarnos y no puede: eso significa ser contemporáneos. Por eso los contemporáneos son raros; y por eso ser contemporáneos es, ante todo, una cuestión de coraje: porque significa ser capaces, no sólo de mantener la mirada fija en la oscuridad de la época, sino también de percibir en esa oscuridad una luz que, dirigida hacia nosotros, se nos aleja infinitamente. Es decir, una vez más: ser puntuales en una cita a la que sólo es posible faltar.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (XV) Poéticas elementales


Gaston Bachelard

A las poéticas aquejadas de un falaz realismo prosaico propias de los mercaderes, que son poéticas del suelo, cabe oponerles unas poéticas elementales propias tanto del aire, el agua, el fuego o la tierra.
Allí donde empresarios y arquitectos a su servicio no ven otra cosa que suelo capaz de explotar, crecer y multiplicarse para mejor beneficio privado y generalizado perjuicio social, allí es donde es preciso hacer emerger intenciones, operaciones y producciones alternativas.
Así, será acaso posible reivindicar el aire como primer recurso arquitectónico, a título de lugar, esto es: espacio cuanto tiempo, intervalo necesario para que sea la vida humana la protagonista. Abogar por una arquitectura respirable y oponerse a las constricciones del metro cuadrado de suelo construido. Luchar por una arquitectura de magnitudes conformes y combatir los mínimos infamantes.
Será acaso posible también imaginar una arquitectura de redes de agua nutritiva y purificadora que abomine las ciénagas pestilentes de la ciudad contemporánea. Una arquitectura limpia que no afrente al lago y al río que la nutre y sirve. Una arquitectura de flujos de materia y energía que no se resignan a fenecer en un ominoso y maloliente vertedero.
También será acaso posible intuir una arquitectura hecha de fuegos, esto es, de energías que cuidan y curan la vida. Construcciones que antes honren al fuego que albergan en vez de declinar avejentadas bajo el ultraje de los humos. Arquitecturas animadas de las palpitaciones de la vida, antes que los consabidos sepulcros mínimos para sobrevivientes.
Y aún es posible acaso soñar con arquitecturas cultivadas en la tierra: arquitecturas que crezcan desde sus paisajes. Arquitecturas propias de su lugar, porque de éste han extraído su peculiar contextura y existencia. Arquitecturas propias y apropiadas en el solar que las ve nacer.

Poéticas del habitar (XIV) Rupturas, novedades, desvelamientos


Jean Jacques Lequeu (1757–1826) Y nosotras también seremos madres (1794)

Por lo general, la escasa cuota de certidumbre que nos ilumina el camino se enciende exigua y paso a paso.
Pero también hay instancias en que algo resplandece, inquietante y radiante. Son gloriosas ocasiones de ruptura, en donde emergen las novedades y se desvela aquello que Gaston Bachelard caracterizara tan acertadamente como aquello que hubiésemos debido pensar. No se trata todavía de la verdad, sino de algo parecido a ella, un preanuncio, un signo.
Esperando momentos así es que vamos tentando en el camino, paso a paso por las penumbras habituales, con la mirada predispuesta a la irrupción de tales esplendores.

Poéticas del habitar (XIII) El habitar a examen


Hanna Pauli (1864 - 1940) George Pauli (1910)

Si habitar es un arte ¿por qué no se desarrollan academias a este respecto, toda vez que la formación en esta materia se reduce a un moroso y dilatado aprendizaje durante toda la vida?
Si se reconoce la relación íntima y necesaria entre el arte de habitar y la calidad de vida, ¿cómo se explica que haya tan escasas investigaciones al respecto?
¿Cómo se explica que la noción de confort se haya reducido, en la conciencia actual, a sus dimensiones puramente físicas, soslayando las magnitudes morales y estéticas?

Poéticas del habitar (XII) Prosa y poesía


Paul Fischer (1860–1934) Parada de tranvía (1920)

¿Quién de nosotros, en sus días de ambición, no hubo de soñar el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima, flexible y sacudida lo bastante para ceñirse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?
Charles Baudelaire

Quizá fuera factible y oportuno situarse en la frontera abierta entre la prosa y la poesía.
Esta región tiene la virtud de tomar distancia de la sequedad acaso inevitable de la prosa teórica, así como también de las evanescencias equívocas del lenguaje poético libérrimo. Participa tanto de la facultad de convencer como de seducir. Esta frontera es hospitalaria para el espíritu heurístico, porque acoge de buena gana las intuiciones más osadas con los bordes palpitantes de las significaciones de los términos.
Quizá sea allí en donde se acompasen los ritmos recíprocos del habitar y de su teoría.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


Puede llamarse contemporáneo sólo aquel que no se deja cegar por las luces del siglo y es capaz de distinguir en ellas la parte de la sombra, su Íntima oscuridad. Con esto, sin embargo, aún no hemos respondido a nuestra pregunta. ¿Por qué debería interesarnos poder percibir las tinieblas que provienen de la época? ¿Acaso la oscuridad no es una experiencia anónima y por definición impenetrable, algo que no está dirigido a nosotros y no puede, por lo tanto, incumbimos? Por el contrario, contemporáneo es aquel que percibe la oscuridad de su tiempo como algo que le incumbe y no cesa de interpelarlo, algo que, más que cualquier luz, se dirige directa y singularmente a él. Contemporáneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz de tiniebla que proviene de su tiempo.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (XI) Semántica y sintaxis


Walker Evans (1903-1975) Lavabo en la caseta y la cocina de la cabaña de Floyd Bourroughs (1936)

Mientras que la Teoría del Habitar se sirve del lenguaje verbal como instrumento heurístico y expresivo, el Habitar en sí mismo se sirve de la arquitectura, que es un sistema de escritura de tipo mitográfico.
Por tal se entiende una escritura en que la notación no se refiere al lenguaje verbal, sino que forma una relación simbólica específica. Se trata de un lenguaje en donde los objetos y su situación en el lugar constituyen sus signos.
La escritura logográfica, —que es la que se funda en el lenguaje verbal— y la mitográfica son independientes, aunque mutuamente traducibles. Es por ello que puede llevarse a cabo una interpretación teórica de una situación de habitación concreta. Pero es comprensible que sería enojoso acompañar cada ocurrencia arquitectónica en el lugar con un cartel aclaratorio o mnemotécnico. Por esto, deberemos aprender la semántica y la sintaxis propias de la arquitectura en tanto escritura.
Deberemos leer aquello que nos dicen los objetos y lo que significan sus mutuas relaciones espaciotemporales.

Poéticas del habitar (X) Historia de la vida cotidiana


Paul Gorge (1856- 1941) Interior de una casa flamenca durante la tarde tranquila (1941)

¿Por qué no contar una historia de la vida cotidiana?
Mientras que las poderosas Fuerzas Históricas se ocupan en protagonizar los Grandes Acontecimientos, hay una historia menuda, humilde, pero de ninguna forma banal en la vida corriente. Una historia privada de Acontecimientos y pletórica de rutinas. Una historia que complete el verdadero sentido de la Otra.
Es una historia que casi no es Historia; es vida vulgar, en donde los desvelos corrientes consisten en asegurarse el sustento, alimentarse y abrigarse, regodearse en alguna alegría menor y poca cosa más. Ni más ni menos. La materia prima de la vida misma.

Poéticas del habitar (IX) Aprendizajes


Hanna Pauli (1864 - 1940) El desayuno (1887)

Suelen decir algunos que el arte no se enseña, pero es claro que sí se aprende.
Es posible que haya que disponer, en el fondo, de un cierto talento innato para desarrollar plenamente el arte de habitar. Pero, si es que el habitar es un arte, parece forzoso aprender a habitar como tarea vital imperiosa, que potencie ciertas capacidades naturales y que haga del trayecto vital algo así como lo que en alemán se denomina Bildungsroman., o novela de formación.
¿Por qué no considerar que aprender a habitar es, eventualmente, una de las asignaturas de la carrera completa de aprender a vivir? Es que en aprendizaje de la vida no todo pasa por las grandes decisiones como el ejercicio de la vocación personal o la formación de una familia. También pasa por el cultivo y disfrute metódico de las alternativas cotidianas de la existencia, allí donde conseguimos tener efectivo lugar.
Una vez que uno repara en el hecho de que el habitar es un arte, más puede convencerse que no se trata de una simple conducta adaptativa, sino de una morosa y esforzada construcción de condiciones, una arquitectura de calidades y efectos sobre las personas. Y este aspecto no puede desdeñarse de ningún modo sensato.

Poéticas del habitar (VIII) Trasfondos


Ludwig Mies van der Rohe al abrigo de su intimidad, en pantuflas.

Por lo general, la arquitectura busca y suele mostrarse en su catadura pública, sabia, correcta y magnífica.
Pero hay que prestar cierta atención a sus trasfondos. En cierto modo, la fachada pública de una arquitectura apenas si es uno de sus aspectos, mientras que, para la vida que la habita, todo lo importante sucede en su trasfondo. Al abrigo de la intimidad, la vida palpita, se relaja y distiende a sus anchas. Ya es hora que alguien ocupe sus talentos en el diseño minucioso y apasionado de estos trasfondos, de los escondrijos, de los recovecos en donde tiene lugar la vida cotidiana.
Quizá no se obtenga de ello satinadas imágenes para publicar en las revistas especializadas al uso, pero el cuerpo se tenderá agradecido.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


...me gustaría proponerles una segunda definición de la contemporaneidad: contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe ver esa oscuridad, aquel que está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (VII) Erótica


Santiago Rusiñol (1861–1931) Glorieta al atardecer (1913)

Una poética del habitar palpitante de vida seduce los ánimos.
La Teoría del Habitar y su discurso apelan al convencimiento racional, mientras que sólo una poética lograda enamorará a las personas y conquistará sus voluntades. Por ello es que el discurso de la Teoría debe desbrozar el campo para que resplandezca el arte de habitar. Es fácil llegar a decirlo y reclamarlo, pero debe confiarse en la existencia, actual y futura, de cabales poetas singularmente inspirados.
Tales poetas del habitar deben cultivar con esmero una erótica específica y para ello deberán interrogar el fondo de los sueños.

Poéticas del habitar (VI) El genuino confort


Ray y Charles Eames

Cuando hablamos de confort, en lo primero en que pensamos —y, a veces, en lo único—es en sus dimensiones físicas.
Esto no está injustificado, pero no es suficiente. El ajuste adecuado de variables como la temperatura, la humedad, la velocidad del aire, el nivel lumínico y sonoro, así como una situación corporal sana y descansada, son claves para definir unos umbrales físicos que contornean una situación de confort-
También hay una dimensión muy importante y es la moral. El confort afecta la digna estancia de las personas en los lugares habitados, con lo que se agrega un componente ético indispensable de considerar. Lejos de considerarse un privilegio, facultativo y excepcional, debe entenderse como un derecho humano básico que afecta a su sujeto como ser-en-situación.
No menos importante es la dimensión emocional del confort. La serenidad y alegría de vivir en una situación confortable es función de la libertad efectivamente ejercida en tiempo presente y en primera persona por los habitantes. Por ello, el confort debe ser objeto de un estudio antropológico especialmente riguroso. Y también debe promoverse la irrupción de una poética del confort específica.

Poéticas del habitar (V) Calidades de vida


Filippo Palizzi (1818 – 1899) Muchacha sobre una roca en Sorrento (1871)

El arte de habitar conforma situaciones en donde las personas tienen su efectivo lugar de modo adecuado, digno y decoroso, produciendo efectivas y constatables calidades de vida.
Toda nuestra fortuna consiste, en efecto, en conseguir una situación donde se reúnan un conjunto de condiciones ajustadas a nuestros requerimientos fundamentales. Se trata de una confortación tanto física como emocional y moral. Y no se trata de simples mínimos mezquinamente administrados sino goces profundos de magnitud conforme del cuerpo.
Pero, a la vez, la situación a la que alcance la persona en su tener lugar debe expresar, con toda exactitud, su dignidad humana inherente. Aquí se establece una concordancia de naturaleza ética entre las personas y los paisajes que pueblan. Esa cualidad tan difícil de caracterizar que hace que los lugareños sean los legítimos poseedores de su estar allí.
Y, por último, pero no menos importante, el decoro, esto es, el logro estético que toda persona merece en su calidad de habitante de un lugar. No es este un lujo o adorno facultativo, sino de una función siempre exigible a toda situación de habitación. Porque hablamos de vida humana, ni más, ni menos.

Poéticas del habitar (IV) Manifiesto



La preocupación científica por el habitar debe ser acompañada con cierta actitud militante que promueva su ineludible contenido político.
Es que el habitar contemporáneo, tal como se experimenta en las actuales circunstancias histórico-sociales, ofrece un espectáculo deplorable. Nuestras ciudades se han vuelto escenarios de luchas crueles y fratricidas por los lugares, un conflictivo mosaico socio-espacial, y ocasiones para las miserias y bajezas de una sociedad que se fragmenta. Nuestras casas se constriñen a sumarios refugios de inanes soledades, de acumulación insostenible de consumos y de precarias celdas de aislamiento hostil. Nuestro constrictivo existenzminimum nos confina frente a la agresión continua de nuestras pantallas, balcones falaces hacia una vida más contemplada que efectivamente vivida. Mientras tanto, la basura se enseñorea en nuestras calles y las plazas se nos han vuelto lugares de acecho peligroso, real cuanto simbólico.
Todo está por hacer y debería redactarse un contundente manifiesto al respecto.

Plumas ajenas: Giorgio Agamben


La contemporaneidad es, pues, una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a este y, a la vez, toma su distancia; más exactamente, es esa relación con el tiempo que adhiere a este a través de un desfase y un anacronismo. Quienes coinciden de una manera demasiado plena con la época, quienes concuerdan perfectamente con ella, no son contemporáneos ya que, por esta precisa razón, no consiguen verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.
Agamben, 2009

Poéticas del habitar (III) Voces


Thomas Fearnley (1802 -1842). Terraza en Amalfi a la luz de la luna (1834)

¿Qué cantaría un poeta del habitar?
Aquí se ha intentado, con suerte dispar, elaborar un moroso discurso descriptivo y explicativo, con las inercias y rutinas propias del modo expositivo filosófico. Se ha privilegiado, en esta asunción, la clasificación de rasgos y componentes, la definición de términos, y la confección de un mapa del estado actual de la cuestión, al menos tal como se la puede apreciar desde un aquí y un ahora concretos. Sin embargo, todo hace pensar que con esto no se hace más que empezar una tarea, soslayando otras importantes obras alternativas.
Un verdadero y auténtico poeta del habitar podría asumir el compromiso de cantar sus gestas narrándolas. Un verdadero y auténtico poeta, convenientemente inspirado, podría dar cuenta de las historias del habitar, sus pormenores, sus peripecias, su acontecer. Un verdadero y auténtico poeta es lo que necesitamos ahora que todo está por inaugurar.
¿Quién se anima?

Poéticas del habitar (II) La casa y el habitante


Kitty Lange Kielland (1843 – 1914) Interior parisino (1881)

Pareciera que la imagen de la casa fuese la topografía de nuestro ser íntimo
Gaston Bachelard

¿Es posible acaso que la imagen soñada de la casa no fuese la topografía de nuestro ser íntimo?
Es que, en la vigilia, nos situamos proyectando nuestro ser en una esfera pericorporal que roza, día tras día, la arquitectura íntima de la casa. Mientras en el sueño los pormenores especialmente significativos de esta arquitectura se repliegan sobre nosotros, con lo que incurrimos en la otra cara de la vida. Nuestro ser íntimo es una suerte de espejo ¿o pantalla? que rota alternativamente hacia “afuera” o hacia “adentro”.
Lo que somos y constituimos, en el fondo, no es más que una habitación morosa y ensimismada, una arquitectura sutil que confiere significados a todo aquello que nos acostumbra contornear.

Poéticas del habitar (I) El arte de habitar


Anton Müller (1853 - 1897) La estudiante del arte (s/f)

Habitar es un arte.
Esto quiere decir que, en principio, habitar es más que una simple conducta; es una actividad humana que produce cosas y efectos. Las cosas producidas responden a la caracterización genérica de arquitecturas, mientras que por efecto podemos entender cada una de las instancias de nuestra cotidiana calidad efectiva de vida. Es el propio habitar la causa eficiente de la producción social de la arquitectura y de la elaboración también social de la vida cotidiana, común y corriente. Es gracias a que habitamos que producimos tanto las cosas construidas, así como la calidad de la vida que salvamos entre sus muros.
Es forzoso, entonces, elevar un encomio a un arte sutil y elevado cuya magnitud no es otra que nuestra propia estatura como humanos plenos de materia y forma.