Elena Shumilova
Uno
debería volver a ver las cosas con la mirada del niño que ha sido.
Las
cosas tenían entonces otros estatutos, otras jerarquías y otros misterios. Los
ambientes proliferaban en sorpresas olfativas, los sonidos se organizaban en
planos diferentes, y las luces y las tibiezas del aire eran una maravilla. El
mundo era nuevo y abundaban ciertas ocurrencias de esas que —no se sabe nunca
bien por qué— perduran en la memoria afectiva con cierta persistencia.
Ahora
parecen nimiedades, pero (quién sabe), puede que fuesen secretos cruces de
sendas. Por ello es que creo que hay que prestar cierta atención a las
perspectivas de nuestros niños. Porque están señalando, en algún modo, la
orientación de sus caminos.
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