De los incontables elementos de juicio que pueden
impulsar a un arquitecto en su intención por la síntesis de la forma, el
carácter feliz de casi necesariedad de su obra en el emplazamiento en que tiene
lugar es un punto especialmente importante.
Si el arquitecto decide atender a este punto, entonces es
posible que adopte un talante o actitud que considere con especial atención la
interacción significativa entre la forma arquitectónica y su contexto. Puede
considerar que éste le condiciona de tal manera que, en una adecuada
interpretación de sus condiciones, la forma se ajustará de un modo quizá
mimético con él. También es posible que parta de la base de considerar que las
condiciones propias de la forma del evento, suponen una reconfiguración
virtuosa de las condiciones preexistentes: la forma arquitectónica constituirá,
entonces, con toda su capacidad y energía a proponer activamente un derrotero
nuevo a su escenario. Es posible acaso que opte por un acertado contrapunto o
una lograda tensión entre la forma arquitectónica y el lugar en donde se
implanta.
De todas las formas posibles, todo gesto arquitectónico
supone una novedad relativa situada en un contexto que se resignifica y del que
emerge un sentido especial para la novedad de la obra
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